Mostrando entradas con la etiqueta Miró. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Miró. Mostrar todas las entradas

lunes, 26 de junio de 2017

Cela: Literatura y arte. La pintura a través de Papeles de Son Armadans


Camilo José Cela es un nombre indiscutible en la literatura española del siglo XX. Controvertido como persona debido a sus perfiles biográficos menos elogiables, muy popular como personaje público (amado y odiado a partes iguales, nunca indiferente), algunas de sus obras han pasado a la historia de la narrativa española y se quedarán siempre ahí y no solo la primera de ellas, La familia de Pascual Duarte (1942), que contribuyó a la renovación del género en la postguerra, sino otras como Viaje a la Alcarria (1948), La colmena (1951) o Madera de boj (1999). Su trayectoria como escritor fue también fecunda en premios, entre los que destacan el Nobel (1989) y el Cervantes (1995). Con Cela ocurre como con otros escritores con presencia pública tan poderosa, que provoca tal rechazo a sus enemigos literarios y políticos que no verán en él ninguna cualidad ni admitirán nada bueno en su obra. Pero esto desaparecerá con el tiempo.

Lo que el tiempo ha ido emborronando es la importancia de Camilo José Cela como editor creando Alfaguara en 1964 o al frente de Los papeles de Son Armadans, revista cultural publicada desde 1956 hasta 1979 en la que otro excelente escritor, Caballero Bonald, fue secretario de redacción. Los papeles de Son Armadans, publicada en Palma de Mallorca, significó una apertura cultural en el régimen franquista permitida tanto por las buenas relaciones de Cela con el régimen dictatorial como por la época -coincide con la política de reconocimiento internacional de la España franquista en el mundo occidental-. Cela supo detectar el momento oportuno y sacar adelante una publicación de calidad en la que tuvieron espacio escritores y artistas mal vistos por la censura franquista o, incluso, prohibidos como Rafael Alberti, Max Aub, Emilio Prados o Luis Cernuda.

Una de las características más importantes de la revista fue la introducción de ilustraciones de grandes pintores del momento como Picasso, Miró, Tápies, los integrantes del Grupo el Paso, Manuel Viola, etc., a los cuales dedicara números monográficos de carácter extraordinario. A este aspecto sustancial de la publicación se dedica la exposición Cela: Literatura y arte. La pintura a través de Papeles de Son Armadans que se muestra ahora en la Sala municipal de exposiciones de la iglesia de Las Francesas (hasta el 9 de julio) tras el Círculo de Bellas Artes de Madrid, como primer paso de su gira por otras ciudades. Comisariada por Camilo José Cela Conde, hijo del escritor, y María Toral Oropesa, su organización se debe a la Fundación Charo y Camilo José Cela (lo que nos sitúa en el contexto de los problemas que tuvo la herencia de Cela tras su segundo matrimonio) con la colaboración de Acción Cultural Española.

Una exposición que sorprenderá a los que no conozcan esta faceta del escritor y la importancia de Los papeles de Son Armadans para la cultura española del siglo XX. Una recomendación para los que la visiten: no pasen sin ver el vídeo documental que se exhibe.

martes, 15 de septiembre de 2015

Una exposición fallida: Joan Miró. Cántico del Sol y otros diálogos literarios


Joan Miró. Cántico del Sol y otros diálogos literarios (en la Sala Municipal de Exposiciones de la Iglesia de las Francesas de Valladolid hasta el 18 de octubre) es una exposición insuficiente. La comisaria, Dolores Durán ha cometido un error en el que suele caer de vez en cuando. Hoy no es suficiente contar con la oportunidad de mostrar un conjunto de litografías y otros objetos relacionados con un aspecto temático de un artista como Miró para ocupar un espacio tan privilegiado en todos los sentidos como esta sala. Una exposición de este tipo no debe limitarse a colgar un número de cuadros solo porque se haya tenido acceso a ellos o porque unas colecciones estén circulando por el país y se ofrezcan a los ayuntamientos correspondientes. De hecho, en esta ocasión el espacio es tan superior a la colección mostrada que esta queda empequeñecida y perjudicada ante el visitante ocasional no excesivamente interesado en este artista o ante el interesado pero no suficientemente capacitado para comprenderlo en su totalidad. Y no por la calidad de la obra de Miró ni porque esta no deba mostrarse, sino porque se hace sin ningún sentido moderno de lo que debe ser una exposición artística de esta categoría. Y no es cuestión ni de dinero ni de dificultad sino de falta de preocupación y de trabajo previo.

En esta exposición se muestra un recorrido por la obra de Miró relacionada con textos literarios con los que dialoga ilustrándolos, interpretándolos y traduciéndolos a formato plástico. Pero se hace sin una explicación suficiente, sin una ordenación clara para el visitante medio, sin recursos audiovisuales que faciliten su entendimiento y con fallos tan evidentes que asombra que nadie los haya detectado en la preparación de la misma. Por ejemplo, si el cuerpo principal de la exposición son los 32 grabados con los que Miró se enfrentó al Cántico del Sol de San Francisco de Asís asombra que este no se exponga en un panel, se explique y se ponga en relación con la obra del pintor. Asombra que no se explique tampoco ni se ilustre la importancia del elemento solar en el santo y en el pintor. Como asombra que no haya nada más que un panel y un folleto mejorables en cuanto a su confección y redacción como explicación de la asombrosa manera en la que Miró trabaja con la obra de San Francisco de Asís para reinterpretarla en una clave de mediterraneidad terrenal que celebra el cántico del monje y establece con él una interrelación espiritualizada.

Una ocasión perdida para hacer algo más que colgar unos cuadros en un espacio tan privilegiado.

viernes, 18 de octubre de 2013

Miró último (1963-1983): La experiencia de mirar


Desde 1956, Joan Miró gozó de un privilegiado refugio en Mallorca. No es que se aislara del mundo ni de la realidad española, a la que siempre estuvo atento, sino que su casa-taller mallorquina le permitió contar con el tiempo necesario para profundizar en su visión del arte y llevar a cabo proyectos que le interesaron más allá del ruido comercializador que invadió el mundo artístico a raíz de la postmodernidad, que tanto le debe a él como a los otros dos grandes pintores españoles de la primera mitad del siglo XX, Picasso y Dalí. Los tres vivieron lo suficiente para asistir al surgimiento del pop art y otros movimientos que sólo pudieron aparecer a finales de los años cincuenta del pasado siglo gracias a la continuidad de la vanguardia que representaron. Ya hemos hablado aquí de esta etapa de la vida de Miró con motivo de las obras que realizó a partir de la lectura de Ubú rey. Si en aquella ocasión Miró dejaba claro su compromiso ideológico, en la que hoy nos ocupa asistimos al compromiso estético con la vanguardia, todavía más intenso. No para canonizarla, precisamente, sino para avanzar en ella de una manera tan libre y personal que todavía hoy asombra. La edad no había frenado su creatividad sino que la había impulsado al encontrarse más allá de toda urgencia de éxito. Miró, además, hacía tiempo que había creado su propio estilo y pudo tomarlo como impulso para ir todavía más allá en su propuesta artística.

Miró último (1963-1983): La experiencia de mirar se muestra en Sala Valentín Palencia de la Catedral de Burgos hasta el próximo 8 de enero. La exposición, organizada por el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (de cuyos fondos proceden las piezas mostradas) es una magnífica oportunidad de comprobar todo lo dicho. La treintena de obras (pinturas y esculturas) nos muestran a un Miró que vuelve a la esencia de la vanguardia, que reclama para el proceso artístico el protagonismo -testimoniado también por el cortometraje expuesto, realizado por Pere Portabella en 1969- y que profundiza en la expresión del color, la ruptura de las expectativas del receptor, el tratamiento del espacio y la esencialidad alejada de toda anécdota. Hay mucho de ironía y de juego, incluso de humor. Pero de un juego que aborda lo único que le interesaba de verdad al pintor: el arte. Desde parámetros preculturales profundiza en la relación del ser humano con el paisaje a través de la pintura o de la escultura, quiero decir, del material con el que se hacen. O del ser humano con su propia esencia, como en las mujeres con pájaro de su obra cuya relación desarrolla una simbología desde la sexualidad hasta la libertad, si es que ambas no son la misma cosa.Toda la exposición culmina, acertadamente, en Mujer, pájaro y estrella (Homenaje a Picasso), obra que explica toda esta etapa de la vida de Miró y su concepción artística.

La muestra -que será ampliada para sus montajes en los Estados Unidos-, está excepcionalmente bien montada. Su guion y la intención de explicar la producción última de Miró es elogiable, como también lo es la pulcritud con la que ha sido iluminada y estructurada. Quizá se echa de menos un panel inicial más amplio para los no conocedores de la obra de este artista y del tipo de vanguardia que encabezó o para los más reacios a este tipo de arte o quizá sea mejor así, asistir sin previa preparación a la creatividad de este artista, que establece un interesante diálogo con el marco arquitectónico en el que se encuentra.Una exposición que hay que ver, sin duda alguna. No hay demasiadas opotunidades como esta.

lunes, 16 de enero de 2012

Miró y el dictador


La exposición Miró. Su lucha contra la dictadura, que ayer se clausuraba en Valladolid, muestra los trabajos de este artista a partir de la lectura de Ubú rey de Alfred Jarry y su actualización en los tiempos de la lucha antifranquista, proponiendo la analogía de Ubú con Franco.

Miró realizó tres series de su obra gráfica sobre Ubú y culminó su propuesta con la colaboración en el montaje Mori el Merma, inspirado en ella, que llevó a cabo el grupo de teatro mallorquín La Claca en los tiempos convulsos del postfranquismo. Ubú era fácil de identificar con Franco: la degradación del personaje hasta niveles de farsa son una forma de evidenciar la corrupción de un sistema político como el de la dictadura militar que gobernó España desde 1939 hasta 1975. En parte, la obra de Alfred Jarry se presta fácilmente a ello. Quizá deberíamos comenzar a añorar los tiempos en los que tan fácilmente se podía identificar al gobernante dictatorial: al menos se podía poner cara al enemigo y ridiculizarlo. La farsa ha sido un género siempre de defensa del pueblo frente a la autoridad opresora. Cuando la vanguardia, en los años treinta del pasado siglo, abandonó su aspiración de arte puro e intrascendente para comprometerse sin abandonar las técnicas que le habían sido propias recurrió en muchas ocasiones a la farsa como el género teatral más puramente artístico que permitía dar este salto. No es nada extraño que Miró llegara, en el franquismo, a Ubú rey.

Al salir de la exposición me pregunté cuál es el verdadero rostro de quienes nos gobiernan ahora: la dificultad que tenemos para identificarlo hoy y poder ponerlo en la máscara de Ubú.

sábado, 19 de mayo de 2007

Al fin, Kandinsky (y meme).


Siguiendo el meme convocado por Blogófago a partir de mi decisión de colgar un Kandinsky en la cabecera de mi cama y de mi frustración por no tenerlo todavía, hoy os comunico con gran alegría que ya tengo mi Kandinsky. Espero que Esther y Marcos ya no vuelvan a decir que mi vida necesita un giro de color. He de reconocer que me ha salido un poco más barato que los 54 millones de euros del Rothko, pero que, aunque la fotografía no le haga suficiente mérito, cumple de sobra con su objetivo.
Al colgarlo (creía que las paredes de mi casa estaban más rectas), me acordé de la parodia de Miró que hacían en una obra de Els Joglars, Olympic Man Movement (1981), que yo vi en aquel año en un sitio muy apropiado: el Polideportivo de la Huerta del Rey de Valladolid. Como veréis en el enlace, se trata de la "Escena Miró", en la que un grupo de jugadores de fútbol americano-patinadores pintan un Miró. Aquella escena provocaba sonrisas entre el público más "entendido", aunque dudo de que fueran las mismas que buscaba Boadella. A Miró no creo que le molestara la escena en el sentido en que esas sonrisas parecían querer comprender. Esa escena me sirvió durante mucho tiempo para reflexionar con mis alumnos sobre las características del arte moderno/postmoderno. No sólo la pintura o el teatro, sino sobre la cultura contemporánea. Hoy debo recurrir al enlace a Internet, porque la obra ya está fuera del imaginario de mis alumnos, puesto que la mayoría han nacido después de la fecha en la que se representó.
También me ha servido para reflexionar sobre mi propia evolución posterior. En aquellos tiempos de movida y juventud, hubiera puesto este Kandinsky o algo similar, pocos años después, no. Hoy he vuelto a optar por él. Bueno, no sólo yo, puesto que se encuentra en muchas tiendas de decoración. ¿Será verdad que se descumplen años a partir de los cuarenta y tantos?