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lunes, 17 de marzo de 2008

El taller del artista

Un comentario de Bipolar a mi entrada de ayer, me ha hecho reflexionar sobre la importancia que damos al resultado último de las cosas. Ante un cuadro, una película, la interpretación magistral de una pieza al piano, nos emocionamos en exceso con el resultado final de la obra y debatimos a partir de ella. Es muy interesante constatar el camino que ha llevado a ese término: las horas delante del lienzo, la frustración de los fracasos, los dedos cansados de pulsar las teclas en búsqueda del ritmo adecuado, los tiempos muertos, la monotonía. El ejercicio. El esfuerzo: razón que hace a muchos abandonar estos caminos que pensaban fáciles.
El arte moderno, a partir de finales del siglo XIX, buscó en ese trabajo la propia obra. Hay autores en los que el proceso construye la clave de su poética, como Juan Ramón Jiménez, que la llamó obra en marcha y no la daba por terminada nunca, trabajando infatigable sobre todo lo escrito para ajustarlo nuevamente. Había precedentes, como los pintores barrocos que se retrataban en el proceso del trabajo (Velázquez, en Las Meninas) o el metateatro de muchas obras dramáticas, incluso Cervantes personaje dentro de El Quijote -en el prólogo al lector o en busca de la continuación del manuscrito en el mercado de Toledo- pero, a partir de las estéticas nuevas del siglo XX cada uno de los pasos en la construcción del arte se constituían en objetos artísticos: la improvisación, el fragmentarismo, la intertextualidad, la obra inacabada, todo el proceso (como en El sol del mebrillo de Víctor Erice). En muchas ocasiones, esta nueva mirada explicaba mejor la obra que el momento de poner el punto y final. Y era tan artística como ella. De eso saben mucho los mercaderes del arte, que ahora subastan a buen precio, los apuntes, los primeros manuscritos, la ropa sucia que el escultor usaba en su taller. En algunos casos se trata de arte, en otras es fetichismo puro. Perversiones, en ambos casos, diría un amigo mío.

Hoy sabemos que el proceso artístico es arte ya y cada una de sus fases importa. Por eso, cuando veo un cuadro en un caballete, también bajo la mirada para ver los trapos usados por el pintor.