viernes, 1 de agosto de 2025

El engaño de agosto

 


Comienza agosto: cumple su labor
de engañoso paréntesis.
Por ejemplo, tus ojos.
Alguien roba miradas
en las tarde de siesta los domingos.
No hay forma de que el mar
se apiade de la playa.
Ahora
está y ya es otoño.

© Pedro Ojeda Escudero, Del desconsuelo, 2025.


jueves, 31 de julio de 2025

Solo un puñado de ellos

 


Apilas los veranos lo mejor
que sabes, sin pensar que serán leña
en el siguiente otoño. 
Algunos dan calor en el invierno
(no te hagas ilusiones,
solo un puñado de ellos).


miércoles, 30 de julio de 2025

Reforma

 


Hay que afrontarlo. No es solo chapa y pintura.

Dicen que dijo Kafka que todos llevamos una habitación dentro y que esto lo confirma nuestro oído: basta con caminar rápido para escuchar los golpes contra la pared de un espejo mal colgado.

El interior de algunas personas es un laberinto de estancias vacías, pero en el centro siempre hay una cajita de nácar con un diente de leche dentro.

Tengo una reforma interminable en mi pecho.

domingo, 27 de julio de 2025

martes, 22 de julio de 2025

Notas de julio

 


A mediados de julio, tiene la rosa tentación de sentirse eterna.

En las mañanas de verano, la casa de mis padres olía a luz de rosas y hierbabuena recién cortada.

Hay suficiente luz
en este amanecer
-abierta la ventana
que busca el frescor
del final de la noche
en el incierto julio-
para saber tu ausencia.

lunes, 21 de julio de 2025

Desarbolado

 


El vencejo caído
que nunca fue arbusto
pasado el mes de junio,
desarbolado.

© Pedro Ojeda Escudero, Del desconsuelo, 2025.

lunes, 7 de julio de 2025

El trabajo bien hecho

 



Esta mañana me he comprado un cinturón de piel de color negro. En la misma tienda, el dueño se ha ofrecido a repararme uno antiguo de color marrón que debe tener más de veinte años. En principio, bastaba con aplicarle un poco de pegamento especial. Con el uso, se han despegado las dos piezas por la parte donde me abrocho la hebilla. Un par de horas después, he pasado a recogerlo. Ya lo tenía pegado y seco, pero me insinuó que quedaría mejor si cosiera todo el perfil del cinturón (viene cosido con un hermoso hilo en la parte central). No se había atrevido a hacerlo sin preguntarme antes, me dijo. Le respondí que adelante, que no importaba el precio porque tengo cariño a ese cinturón y la piel está en perfectas condiciones a pesar del tiempo o precisamente por el tiempo. Me miró sin comprenderme del todo. Es un hombre mayor, afable, debería ya estar jubilado, pero le gusta su oficio. Él y su mujer abrieron esa tienda en pleno barrio de las Delicias hace muchos años y siempre han vendido el mismo género: cinturones, bolsos, mochilas, bandoleras. Por esto no te voy a cobrar nada, cómo te voy a cobrar, me compraste este cinturón hace muchos años, me dijo. No solo venden, también reparan este género. No se va a hacer rico, le dije. Para qué quiero yo ser rico a mi edad. Mientras me hablaba, acariciaba con los dedos la piel envejecida del cinturón.

Un poco antes había dejado un pantalón que necesita algunos arreglos y una mochila textil en un cose todo que regenta una mujer musulmana en la zona de Caño Argales. Hace años que voy a su taller. Nunca le he pedido un recibo de lo que le entrego, pero siempre cumple el plazo que me da y el precio más bajo de los que me da de forma orientativa cuando le pregunto. Quedará bien, me dijo. Sé que quedará bien.

Entre ambos recados, me he tomado un café y el camarero, que me conoce de hace solo unos meses, no me ha dejado pagar mi cortado. A este te invito yo, me ha dicho sonriente. Es muy joven. Es su último día en ese café, ha aceptado un trabajo en uno de los más antiguos de la ciudad. Le ofrecen, además, formación en gestión de restauración. Se necesita aprender, me ha dicho, para mejorar.

sábado, 5 de julio de 2025

viernes, 4 de julio de 2025

Venus

 


A veces me doy cuenta (no preguntes),
sin más, de que estoy vivo.
Como verte salir con sol poniente
de la espuma del mar, estrujándote
el pelo con las manos y mirarme
como si en realidad 
estuvieras naciendo en esta playa
por esas circunstancias
que parecen escritas para los otros.
Lo recuerdo. Quizá
todo valió la pena
antes de recoger
el mar en el capazo.

© Pedro Ojeda Escudero, Del desconsuelo, 2025.

jueves, 3 de julio de 2025

Información meteorológica

 


Ahora que te has marchado
-qué gesto el tuyo al irte,
recogiendo tus cosas,
de señalar las nubes,
como si esto no fuera
más que la información
de la mujer del tiempo-
el verano es atroz.
Y truena.

© Pedro Ojeda Escudero, Del desconsuelo, 2025.

martes, 1 de julio de 2025

Escribo del mar

 


Escribo del mar, hoy, por si mañana no pudiera. El mar tiene pulso de huida y regreso, pero cuando regresa ya no es el mismo. Un niño juega con una pelota en la orilla: una ola se la arrebata y otra se la devuelve. En ese ir y venir, el niño se hace adulto, mira la pelota como un objeto extraño que no le perteneciera, pero percibe en ella algo familiar que le alegra como si en la esfera de plástico se guardara el secreto de una vida, la suya, que se ha consumido entre una y otra ola.