Si recopiláramos las opiniones vertidas en los dos últimos dos años sobre el Movimiento 15 de mayo -el nombre con el que se conoce a lo ocurrido en la primavera española de 2011 y que aquí recogimos en una serie de entradas- en periódicos, televisiones, radios y redes sociales, nos encontraríamos que: no ha servido para nada; ha servido para movilizar a amplios sectores de la ciudadanía; ha tenido la simpatía de la mayoría de los españoles; es motejado con descalificaciones tanto por sectores de la izquierda como por sectores de la derecha; ha querido ser utilizado por partidos de la izquierda para ganarse a los que en él participaron; fue usado por la derecha para restar apoyos electorales al gobierno socialista de entonces, etc.
El error que cometen muchos analistas al abordar el Movimiento del 15 de mayo es metodológico: no fue un fin en sí mismo, no consistió en una revolución tradicional que provocara el cambio de un régimen, sino un síntoma. Muchos ciudadanos se echaron a la calle para reivindicar que se contara con ellos, pedir una democracia más participativa y menos encorsetada por las organizaciones que han protagonizado la española desde la Transición, reclamar que la clase política contara con el pueblo en más ocasiones que las campañas electorales. Por eso mismo, todavía hoy no tiene portavoces ni un pensamiento articulado en sí mismo, ni una proclama breve resumida en un manifiesto o en una lista electoral. No puede tenerlo porque en eso no consistía el Movimiento del 15 de mayo.
Sin embargo, su presencia como referente constante en los medios de comunicación, la conmemoración del aniversario, la forma en la que se intenta desentrañar qué fue -para comprenderlo, para asumirlo o para despreciarlo- y la huella que ha dejado en la memoria colectiva son indudables. Como es también indudable la huella que ha dejado en movimientos que, sin partir directamente de él, han recogido en gran medida sus estrategias de organización y reivindicación pero han buscado objetivos más concretos y, por eso mismo, han elaborado propuestas más concretas que han contado con una repercusión mediática eficaz. Las plataformas que han buscado estos objetivos más concretos tienen una organización más consistente y cuentan con portavoces más identificables, lo que les expone, también, a mayores críticas y ataques personales con la lógica de exposición para quienes no son activistas ni políticos profesionales.
A pesar de la lentitud en la reacción de las organizaciones políticas y sindicales nacidas en la Transición, no se puede negar que el Movimiento del 15 de mayo ha terminado afectándolas. Por una parte, el Movimiento, en sí mismo, era un serio cuestionamiento de unas organizaciones que parecen haberse desconectado de los ciudadanos y que llevan años criticándose entre ellas sin darse cuenta de que lo que se decían los unos a los otros los ciudadanos no tardarían en aplicarlo a todas en general; por otra, han tenido que reaccionar a las demandas concretas nacidas a partir de ese movimiento y de sus herederos, sin darles una satisfacción completa.
Que miles de ciudadanos, sin organización previa, sean capaces de echarse a la calle y plantear sus dudas en las plazas de forma tan eficaz y tan impactante -el 15 de mayo no hubiera sido posible sin la repercusión mediática generada a través de las redes sociales- y llamar la atención del mundo es una seria llamada de atención.
El Movimiento del 15 de mayo no era un fin en sí mismo, en efecto, sino un síntoma de un descontento que no se ha reducido en la sociedad española, sino todo lo contrario. Desde entonces, han surgido varias plataformas reivindicativas con indudable éxito, colectivos de barrios que han mantenido la constancia reivindicativa. El bipartidismo tradicional en la España de la Transición -siempre matizado por los partidos nacionalistas- está seriamente cuestionado tanto por la derecha como por la izquierda del espectro político. Los partidos políticos están seriamente desorientados y solo responden a políticas tradicionales. Todo son síntomas de la misma enfermedad: el ciclo nacido de la Transición, que ha servido para el período más largo de paz y prosperidad democrática que ha conocido la historia de España, se termina y esta enfermedad no se remedia con cataplasmas ni dejando pasar el tiempo.
8 comentarios:
Me quedo con esta frase y añado que estoy totalmente de acuerdo con todo lo que expresas en esta entrada, Pedro.
"Que miles de ciudadanos, sin organización previa, sean capaces de echarse a la calle y plantear sus dudas en las plazas de forma tan eficaz y tan impactante y llamar la atención del mundo es una seria llamada de atención".
La llamada de atención ya esta hecha y de ahí han partido plataformas reivindicativas aisladas persiguiendo unos fines concretos que ha ido consiguiendo frutos pero seria interesante que fuésemos capaces de aunar esfuerzos para plantear otra alternativa política diferente a las existentes y con unos gobernantes que pudiésemos elegir libremente sin atender a las necesidades de partido sino a las que realmente demanda el pueblo...¿sera utopía?.
Como bien dices, es difícil curar esta enfermedad con cataplasmas. Cuesta mucho dejar el trono, ya lo dijo Cervantes en el Quijote.
Un abrazo
Esperemos encontrar, entonces, un remedio eficaz.
Un abrazo.
qwue todo ese movimiento no se quede en la calle , que se introduzca en la instancia del debate legislativo, judicial y ejecutivo
pero sobre todo que se INSTALE en las conciencias de los que pueden votar y ejercer su voz para de una vez Realizar los CAMBIOS
pues si solo queda como anécdota callejera, allí muere y las cúpulas siguen en su inercia
besitos
El movimiento 15-M es la representación de una sociedad descontenta y desesperanzada pero con ganas de reivindicar los derechos que nos los están, poco a poco, recortando.
Un beso.
El 15 M tenía un claro precedente en la "primavera árabe" que se fraguó un año antes en Tunez y Egipto, reclamando mas libertades democráticas y mejores condiciones de vida, también de forma espontánea y pacífica, manifestando el descontento de la población con sus formas de gobierno. Pero los que buscan diferencias, diciendo que eso fue en África y el 15 M fue en un país europeo, civilizado y moderno...claro, esos encontrarán diferencias. La mayor de ellas es que mientras los egipcios consiguieron la destitución y procesamiento de Mubarak y en Tunez el derrocamiento del régimen de Ben Alí; en España no solo no hubo ni una sola dimisión sino que a los pocos meses se votó de forma aplastante una mayoría absoluta del partido popular y el descalabro de la izquierda.
Un síntoma, es verdad. Nos ponemos de acuerdo en la protesta, pero no en la solución, lógicamente. Las soluciones son políticas, cada cual opta por la suya, no técnicas (una única solución). Si fueran técnicas no habría percepciones distintas de las causas del problema. Por ello el 15M sacó a la calle a gente diferente que tenía visiones igual de variadas.
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