El náufrago se convierte en peregrino. En las Soledades, Góngora demuestra su absoluta libertad como poeta. Se ha liberado ya de todo. El protagonista ha secado su ropa en la playa y echa a andar. No sabemos nada de él, no sabremos ni cómo piensa, pero sí la decisión de echar a andar. Es libre del dolor que le había empujado a embarcarse, libre de su nombre y de toda su vida anterior. Echa a andar. Ese primer paso significa la decisión de construir su vida, de hacerse, pero de hacerse de una manera muy especial, a lo que venga. Se deja conducir por el camino. Escala el acantilado para salir de la playa mientras atardece (entre espinas crepúsculos pisando) y ya arriba se toma un momento de descanso. Lo imagino en ese momento. Detrás de él, el mar y su pasado; delante, una tierra desconocida y su su futuro. Es un momento de absoluto presente. Góngora ha conseguido que todo lo que le suceda a su personaje sea presente radical y cotidiano. El poeta engrandece la vida con la más alta poesía que se ha escrito jamás en español, prescindiendo de cualquier manipulación emocional, ideológica o religiosa. Es la primera vez que un poeta lo logra: elevar la vida. En el peregrino ya no hay nada de quien fue y tampoco hay ansiedad de futuro. Solo camina y en el camino asiste al espectáculo grandioso de la naturaleza y de la vida cotidiana de aquellos con los que va encontrándose.
Ahora, que ya hemos naufragado tantas veces, si nos dedicáramos al asombro de la vida cada día...
7 comentarios:
Dediquémonos, que motivos siempre haylos.
Solo lo que hay delante importa, simple, pero el náufrago posee palabras de Góngora. Un tesoro de nuestra lengua que nos traes envueltas en las tuyas, también muy valiosas. El insigne aplaude en la gloria de los poetas con casa habitación en las antologías.
Naufragar con Góngora es llevar una tabla de salvación.
Abrazos.
Los días pasan... y a veces todo se hace cuesta arriba.
Espectacular ocaso, bellísimo en su momento final. Me han entrado ganas de leer a Góngora.
Reconozco que no he leído mucho a Góngora, salvo sus poemas más conocidos y confieso que sus “Soledades”, las tengo pendientes, así que me pondré en camino con él y echaremos a andar.
Besos
Nada me ha llegado más hondo que cuando me tocó como tema en la cátedra el este poema de Las Soledades...
Era del año la estación florida
en que el mentido robador de Europa
(media luna las armas de su frente,
y el Sol todos los rayos de su pelo),
luciente honor del cielo,
en campos de zafiro pace estrellas,
cuando el que ministrar podía la copa
a Júpiter major que el garzón de Ida,
náufrago, y desdeñado sobre ausente,
1agrimosas de amor dulces querellas
da al mar; que condolido,
fué a las ondas, fue al viento
el mísero gemido,
segundo de Arión dulce instrumento.
Y, desde aquel día, vive en mí...
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