domingo, 8 de enero de 2023

El gorrión de Marco Aurelio en el tren de alta velocidad

 


Dice Marco Aurelio en sus Meditaciones que lo que no se tiene no se puede perder, que pierde lo mismo a la hora de la muerte el que vive cien años que el que vive cincuenta. ¿De dónde nuestro miedo, entonces? Con la muerte de alguien no pierde el muerto sino sus vivos. No te mueras, le pedimos a alguien que queremos o que necesitamos. Esta manía nuestra de tener a mano todas las piezas de un puzle aunque no sepamos montarlo, como si la vida entrara en el tablero de la mesa.

En este libro de Marco Aurelio, hay una imagen que me impresiona: la de aquel que se enamora de un gorrioncillo que vuela a nuestro alrededor, pero que ya ha desaparecido de nuestra vista. Tan fugaz todo como cuando expiramos el aire devolviéndolo al mismo lugar de donde lo inspiramos: ya no es nuestro, nunca lo ha sido. Marco Aurelio quiere evitar la decepción de quien se enamora del gorrión o de su vuelo. Sin embargo, qué hermoso aquel gorrión y cómo perdura en nosotros.

A 300 km por hora, desde la ventanilla del tren, ¿qué es el paisaje? Está ahí, sí, pero ¿cómo habitarlo? Dejo de mirar fuera y lo hago dentro. Veo a los que viajan conmigo en el vagón -coche, lo llaman ahora-. Un puñado de personas que compartimos unos kilómetros y el tiempo que necesitamos para recorrerlos. Mucho menos que antes en un tren convencional, ¿es menos vida?

Vuelvo al gorrión. Ya no está a la vista, pero ha dejado una impronta en mi corazón cuando bajó a comer las migas de pan encima de la mesa de la terraza en la que yo tomaba café. Es macho, me dije, acordándome de las lecciones de mi padre. Me ha bastado cerrar los ojos para tener al gorrión, un café de una mañana de domingo y a mi padre. Se equivocaba en esto Marco Aurelio. Se puede amar aunque no se tenga a la vista, de una manera plena. Sentir el tacto de su cuerpo cuando no está conmigo, echarme a nadar en el océano verde de unos ojos, mientras por la ventanilla del tren deja de existir el paisaje.

7 comentarios:

Emilio Manuel dijo...

Es lo que pasa con las meditaciones, hay veces que te equivocas.

Saludos

Sor Austringiliana dijo...

No hay que perder de vista a los gorriones, aunque ya no estén.

María dijo...

No, no lo creo , amas su recuerdo, q inunda todo el paisaje hasta borrarlo...cuando ya no está el gorrión, amas el recuerdo idealizado de lo amado, no al gorrión.

Edurne dijo...

Estas meditaciones... ¡Dan para mucho meditar, amigo Pedro!
Está muy bien eso de rememorar escenas y personas, afectos...
Feliz vuelta a la "normalidad".
Besos.
;)

Paco Castillo dijo...

A 300 kms por hora la vida pasa demasiado deprisa...
Precisamente de sobre unos gorriones escribía yo estos días, a ver si así me animaba a publicar algo en mi blog, de lo contrario le saldrán telerañas en breve.
Buena lectura Marco Aurelio, también tengo por mi escritorio sus Meditaciones.
Saludos.

São dijo...

"Meditações " é um livro que me acompanha desde jovem.

E concordo contigo : neste ponto o imperador romano se equivoca.

Querido amigo, caloroso abraço, boa semana

Fackel dijo...

En los trenes de otros tiempos se establecían relaciones, charlas, confraternizaciones. Ahora no hay tiempo ni para empezar, ni ganas, ni nadie lo ve como objetivo. La velocidad se impone. Viajar ya no es viajar: es solamente desplazarse y a la mayor rapidez.