miércoles, 2 de octubre de 2024

Un campo de amapolas

 


En los sacrificios, la sangre se derrama del altar y hace charco en el suelo. El brazo del sacerdote se mancha hasta el codo. Desde allí caen las gotas al vacío.

Miro el valle desde aquí: se adivina buena sementera de odio.

Siempre he pensado en el campesino que ha labrado amorosamente su tierra, que asiste con sudor e incertidumbre al crecimiento del cereal, se alegra de cómo ondea aún verde en primavera y debe abandonarla cuando llega el ciclo implacable de la guerra.

¿Después de nuestra muerte, quedarán las banderas? ¿Quién depositará un puñado de tierra sobre nuestros cadáveres? ¿Dónde habrán quedado los dioses a los que rezamos?

El único consuelo es que llegará un tiempo en el que ya no estemos y todo quedará bajo un hermoso campo de amapolas.

6 comentarios:

Fackel dijo...

Me temo que hay mucho cómplice de los sacerdotes, muchos que sostienen ese brazo del que esperan obtener un beneficio a costa del que ha caído al otro lado. Tal vez arrebatando la tierra, los miserables de un lado aprovechando el aplastamiento de los otros. Hay la gran coartada del dios, siempre el dios como coartada, sea cual sea el nombre que haya generado el mito.

(La fotografía me resultó inquietante al principio. Luego al reconocer el lugar me calmé. Pero los cielos son parecidos aquí y allá salvo cuando uno de ellos es atravesado por la némesis)

Emilio Manuel dijo...

Incluso, puede que no haya ni amapolas.

Sor Austringiliana dijo...

Las banderas chorrean sangre, mejor otros indicios de nuestra existencia. Alimentaremos amapolas, serán muy hermosas pero no habrá ojos que las disfruten.
El odio puede acabar con todo todo, ni amapolas. Cómo estamos, Pedro.

São dijo...

O teu texto agradou-me muito.


Os sacerdotes e seus cúmplices irão arder no pior dos infernos que inventaram.

Receio muito o futuro que a ambição , a duplicidade de critérios , a hipocrisia e os poderes de todo género estão preparando para este desgraçado planeta.

Amigo mio, fuerte abrazo.

Luis Antonio dijo...

Espero que una visión más positiva de la realidad no tarde en llegar por estos ruedos...
Un abrazo

José A. García dijo...

Las amapolas no necesitan de los hombres para existir...

Saludos,
J.