miércoles, 30 de septiembre de 2020

Paisajes

 


Asomarse a un paisaje es fijar un recuerdo. Ya nada volverá a ser lo mismo: ni las nubes, ni los ríos, ni los edificios, ni tus recuerdos. Ni tú.
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La fotografía está tomada en la dársena de Medina de Rioseco del Canal de Castilla, una gran obra de ingeniería comenzada en 1753, pero no terminada hasta 1849, aunque solo parcialmente porque algunos brazos no llegaron a comenzarse nunca. Unos pocos años después, el ferrocarril hizo que la finalidad original del canal, transportar los cereales de las tierras de Castilla en barcazas, no tuviera sentido. El canal hubo de reconvertirse para el riego. En la historia de España hay varios proyectos así, arbitrados con ilusión y mirada progresista hacia el futuro por unos cuantos visionarios, realizados con problemas y lentitud a causa de la corrupción y la falta de confianza de los gobernantes y abandonados sin concluir del todo porque el tiempo ha buscado otros cauces. En todos los ámbitos sociales.
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Yo entré en esa fábrica de harinas de la fotografía cuando la regentaba su último propietario. Las máquinas, algunas de finales del siglo XIX, funcionaban a la perfección. Años después, se ha convertido en un Museo. Si me dejo ir por un momento, creo escuchar el ruido de la molienda y el eficaz trabajo de las tolvas.
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Recuerdo paisajes que no existieron, pero también algunos que no existieron nunca. Los que me dan más temor son algunos de los paisajes que no existieron, pero que recuerdo como serán.

martes, 29 de septiembre de 2020

Un curso nuevo


Se ha superado ya el millón de muertos por el COVID-19 en el mundo. Estos días, como todos, intento encontrar la razón de la nueva normalidad, ajustarme a vivir dando esquinazo al virus, pero sin provocarlo mucho porque nunca fui bueno en el juego del escondite ni en el de las cuatro esquinas. Siempre me atrapaban.
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Conozco algunas personas que esperan pacientemente a que metas la pata. Entonces, levantan una ceja: Ya lo dije, exclaman, y siguen mirando a la gente pasar.
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Comienzo el curso en mi Universidad, con una asignatura que imparto desde hace muchos años. A pesar de eso, diferente. Cada año es diferente. Cada año, algo me hace fijarme en un aspecto de los textos literarios en el que no había caído o no le había dado tanta importancia. Hace unos años, al abordar los primeros artículos de España contemporánea de Rubén Darío (un volumen en el que reunió las crónicas que envió al periódico La Nación para cubrir la situación de España tras el desastre del 98), me asombré con el uso, palabra por palabra, de los mismos argumentos que hoy escuchamos con respecto al independentismo en Cataluña. No es que no los leyera antes, es que de pronto habían adquirido una nueva importancia. Me sucedió también con textos de Juan Ramón o de Antonio Machado o de otros, que me contaban mi propia historia cuando mi biografía llegaba a ese punto concreto en el que texto me hablaba a mí cuando lo comentaba a los alumnos: un desamor, una pérdida de un familiar, un sinsabor, una alegría, un paisaje. Supongo que a todos nos ha ocurrido descubrir, de pronto, que aquel libro tan conocido te habla de manera diferente. ¿Qué será lo que me depare este curso? Estoy ansioso por descubrirlo.

lunes, 28 de septiembre de 2020

Un cerdo buceando. Pensamientos de la extrañeza.

 


Es tan extraño ver un cerdo buceando como un cerdo volando. Y sin embargo...
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De niño, jugaba a dejarme ir caminando sin dirección fija. A veces, me prometía llegar hasta la esquina siguiente, solo por la curiosidad de que pasara algo. Pedía a la vida grandes sorpresas, algunas de las cuales me provocaban temor. Fabulaba que se abriera el asfalto y surgieran demonios, que los árboles sacaran sus pies de la tierra y caminaran. De joven, el sentido de aventura se agudizó y quería que en la siguiente calle pasara algo que me hiciera protagonista de la historia. Cuando llegaba a la esquina, descubría al empleado municipal regando la calle con la manguera, a unos niños jugando al fondo de la calle, un dependiente despidiendo a los clientes a la puerta del establecimiento. He tardado, pero al final he comprendido que lo más extraordinario es siempre la vida cotidiana. En ella se esconden todas las aventuras.
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A veces me siento en el banco de un parque y me parece que el mundo está bien hecho.
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Parece que el fenómeno poético del micro abierto está cayendo. Antes de la pandemia, incluso: los que lo promovían no soportan que cualquiera lea en ellos.
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Le gustan los poetas malditos porque así podía asistir a su autodestrucción en cuerpo ajeno.
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Hoy no he visto ponerse el sol, ya estaba en la noche.

domingo, 27 de septiembre de 2020

En las marismas


Tres flamencos pasaron sobre nuestras cabezas en formación. Venían de las marismas, de comer langostinos en la piscifactoría, unos quilómetros más abajo. Nos quedamos mirando su elegancia. Iban tierra adentro, como tres dardos ágiles, largos y sinuosos que supieran abrir el aire con poco esfuerzo. Rompió el silencio el cabrero, contando que la mastina andaba en celo y el macho no dejaba que se le acercara nadie. Dentro de poco comenzarán a parir las ovejas, dijo, y estos cuatro mastines me alejan las alimañas. Le pregunté si este año había muchos zorros. Una puñá, pero son peores los meloncillos. Esos se encaran con los perros y los enfrentan. Es buen tipo el cabrero, buena gente de campo, fiel a su gente y sus principios. El primero de ello es dejar a la gente en paz. Hace tiempo él puso un lechazo y nosotros, como no quiso ir a partes, vino, queso y el horno. Yo lo asé a la manera de mi tierra. Fue una buena velada, que hemos quedado en repetir cuando todo esto termine.

Por aquí, los primeros meses de la pandemia fueron tranquilos, con pocos casos. Este verano las cosas han cambiado. Por un lado, las condiciones en las que se tenía a los jornaleros (jóvenes emigrantes en su mayoría) en las primeras semanas de la temporada de fruta. Los campamentos en los que vivían llegaron a sufrir varios incendios, no aclarados suficientemente todavía. Parece que la alarma hizo que se corrigieran algo las cosas, no sé si lo suficiente. Por otro, el turismo de este verano. El caso es que, aunque todavía es de las zonas de España en las que parece haber menos contagios, los casos han aumentado.

El puente, cerrado durante el confinamiento, está ahora abierto, aunque con obras. Vuelve a unir España y Portugal. El Guadiana pasa por debajo de su esbelta figura, turquesa y misterioso, camino del mar.

miércoles, 23 de septiembre de 2020

Centenario de Benito Pérez Galdós

 


La pandemia por el COVID-19, no debería apartar nuestra atención de otras cosas. Algunos de los actos culturales más esperados este año han sufrido las consecuencias de la epidemia, los confinamientos y las necesarias medidas adoptadas por los gobiernos. El mundo de la cultura -especialmente aquellos profesionales cuyos ingresos económicos dependen de los actos que se han suprimido-, se ha visto muy afectado. En cuanto a lo relacionado con la literatura, la conmemoración de dos centenarios se unían en este 2020 y los festejos correspondientes no han podido ser lo que deberían, pero eso no es del todo excusa porque la primera actividad relacionada con escritores es la lectura de sus obras y esto se podría haber favorecido más con las campañas adecuadas.

El 17 de octubre de 1920 nacía en Valladolid Miguel Delibes, uno de los autores más leídos del siglo XX, cuya estela editorial y la influencia en nuevas promociones sigue vigente. Como se tomó la decisión de retrasar las actividades para hacerlas nacer en torno a esa fecha, en vez de tomarla como la culminación de los actos, volveremos a hablar de Delibes durante los próximos meses.

Unos meses antes, el 4 de enero de 1920, fallecía en Madrid otro de los autores más populares de la historia de la literatura española, Benito Pérez Galdós. Desde su llegada a la capital de España en septiembre de 1862 para estudiar en la universidad, participó en la vida cultural de forma activa. Pronto comenzó a trabajar como periodista y en 1870 publicó su primera novela, La Fontana de Oro. Después vinieron muchos títulos, que le convirtieron en un autor prolífico, de éxito y de gran influencia en el panorama literario español. Sus Episodios nacionales son un cuadro literario de toda la España del siglo XIX. Siendo novelas de apasionante lectura, no dejan de levantar un testimonio de lo ocurrido en el país desde la óptica ideológica de Galdós, que nos da cuenta de la evolución de la revolución burguesa en España desde sus primeros tiempos, en los que toda la trasformación y modernización del país parecía posible, hasta la decepción de lo ocurrido en las décadas siguientes. Los comenzó a publicar en 1873 y la quinta y última serie quedaría incompleta en 1912.

Las novedades editoriales galdosianas de este año presentan un gran interés para los lectores. Se han publicado tres biografías del autor, cada una con sus matices, una reedición muy oportuna y excelente en todo de Galdós novelista, la colección de artículos que le dedicara Clarín, al cuidado de Adolfo Sotelo y otros trabajos apreciables de los que espero dar cuenta aquí.

La intención del programa Valladolid Letraherido que dirijo junto a Paz Altés para la concejalía de cultura del Ayuntamiento de Valladolid es abordar algunas de ellas como homenaje a uno de los grandes autores de nuestra historia literaria. Comenzamos mañana con la presentación de Benito Pérez Galdós. Vida, obra y compromiso de Francisco Cánovas Sánchez (Alianza Editorial) dentro del Circuito literario organizado junto al Instituto Castellano y Leonés de la Lengua. Seguro que resultará interesante para todo el público este acercamiento a Galdós. (Detalles en la imagen del cartel que encabeza esta entrada.)

martes, 22 de septiembre de 2020

Trazos. Haikus y otros poemas breves de Atilano Sevillano

 


Atilano Sevillano (Argusino de Sayago, Zamora, 1954), se embarcó hace un tiempo en la aventura literaria de abordar todos lo géneros breves que se cultivan en la actualidad y de los que él ya venía dando buena muestra desde el inicio de su producción literaria. A falta de alguna entrega más, ha publicado relatos breves y microrrelatos en De los derroteros de la palabra (2010), Lady Ofelia y otros microrrelatos (2015), Al pie de la letra. Micorrelatos de la A a la Z (2017) y Minificciones de diván (2018). Recientemente ha salido al mercado su libro de aforismos, Esquirlas (2020). Con Trazos aborda la poesía breve de origen japonés, presente también en obras anteriores suyas. Es autor de los libros de poesía Presencia indebida (1999) y Hojas volanderas (2008). Sus escritos se caracterizan siempre por la precisión en el lenguaje, el acierto de la expresión y la imagen adecuada que desvela el sentimiento o lo que no parecería verse a primera vista.

Trazos. Haikus y otros poemas breves (Vitruvio, 2020) cuenta con un excelente prólogo de José Antonio Olmedo López-Amor, poeta y crítico literario, que ilumina correctamente al lector para comprender los poemas del volumen, tanto en su línea de procedencia oriental como en su contenido. Como digo, en este volumen, el autor parte de las formas poéticas de la tradición japonesa: la tanka, el haiku y el senryu, todas ellas conocidas e imitadas en Occidente desde hace más de un siglo, tiempo en el que han derivado hacia verdaderos éxitos en la adaptación a una nueva lengua y manera de ver el mundo, pero también hacia fórmulas amaneradas y resultados empobrecedores por mecánicos y previsibles. El prestigio de estas formas poéticas y su cultivo en los últimos años ha dado cosechas de libros reprochables en su totalidad, tanto por no saber medir bien el hilo que debe mantenerlas en su origen como el equilibro con un nuevo decir que resulte correcto y creíble. No es este el caso de Trazos, en el que observamos una cuidadosa apropiación personal de estas formas métricas a partir del canon de la adaptación en España.

El libro consta de tres secciones, cada una de ellas correspondiente a una de esa formas japonesas. En la primera, Susurros de tankas, el autor trabaja con esta estrofa. Se divide en tres partes: Kokoro (es un concepto japonés que hace referencia a la integración de la mente, el espíritu y el corazón), en donde encontramos poemas que cantan la unidad producida casi siempre por el amor, que lleva a la exaltación del momento como plenitud (Ya te instalaste/ en primavera nueva/ como el gorrión./ Ya no habrá más invierno/ en ruda fortaleza); Del poema, que reúne textos metapoéticos, en los que todo se explica, nace o termina en la escritura (Es bien sabido/ que el paisaje se crea/ en el poema./ Si habitamos el centro, se detiene el lenguaje); Tempus fugit, a partir de este tópico literario, tan presente también en la poesía tradicional oriental (La eternidad/ no es la suma de tiempos,/ es el olvido./ Nada perdura siempre,/ me despido del año).

La segunda sección, Instantes se divide en Flor de cerezo, Canícula, Viento de otoño y Nieve. Se trata de haikus que mantienen uno de los principios básicos de esta estrofa, que debe llevar dentro el trascurrir del tiempo, marcado aquí con las estaciones, a partir de una fugaz imagen que lo expresa (un día más/ picotea en el sendero/ el gorrioncillo).

La tercera y última de las secciones se titula Rumor de senryus, dividida en De la ciudad, Cuitas y Ráfagas. En ellos hay la variedad necesaria de esta forma poética, jugando con inteligencia con la reflexión y la ironía. En ellos aparece también el mundo urbano actual o circunstancias de nuestro presente, jugando en inteligente contraste con la misma forma que se adapta (Surcan los coches/ enormes bulevares./ Eterno atasco.), lo que acentúa la ironía de alguno de ellos (Como si nada/ manirroto el alcalde/ nos sube el IBI).

Este libro de Atilano Sevillano, tan respetuoso con el canon de la adaptación de estas formas orientales, pero a la vez tan personal en su mirada y en la reflexión poética, es un buen ejemplo del camino más interesante sobre el que trascurre hoy este tipo de poesía.

lunes, 21 de septiembre de 2020

Húrgura, de Fermín Herrero y Henar Sastre

 


Todo en este libro es excelente. Por separado, los textos de Fermín Herrero y las fotografías de Henar Sastre merecerían ser calificados así, pero la suma propiciada aquí y el tratamiento editorial que se le ha dado, hacen que el conjunto se convierta en uno de los mejores libros publicados en los últimos tiempos en España. La editorial Páramo ha acertado plenamente al entregar a lo lectores este volumen hermoso, delicado y estremecedor, completando un catálogo que ha crecido en extensión, diversidad y calidad en los últimos años, sin perder la personalidad como sello editorial.

Fermín Herrero (Ausejo de la Sierra, Soria, 1963) es una de las grandes voces poéticas españolas de la última década. Aunque su obra es muy anterior y apreciable, desde el 2011 ha dado a la imprenta una gavilla de poemarios que merecen cada uno de ellos la definición de obras maestras, mucho más allá del uso tópico de esta expresión: Tempero (2011, Premio Alfons el Magnànim), La gratitud (2014, Premio Jaime Gil de Biedma y Premio de la Crítica de Castilla y León), Sin ir más lejos (2016, Premio Jaén de Poesía y Premio de la Crítica de la poesía castellana). Antes habían venido Anagnórisis (1995), Echarse al monte (1997, Premio Hiperión), Un lugar habitable (2000), El tiempo de los usureros (2003) o Tierras altas (2006). A lo largo de su trayectoria, pero especialmente en los últimos años, Fermín Herrero ha conseguido un estilo propio, reconocible, basado en una forma de mirar el mundo hondamente reflexiva y con un especial vínculo con la naturaleza y el paisaje y una sintaxis poética personal a la hora de tratar el verso que adentra al lector en un terreno nada usual en los tiempos que corren. Pocos son los poetas que pueden presentar estos méritos en el balance de una obra.

Henar Sastre es una fotógrafa de largo recorrido. Vinculada profesionalmente al periódico El Norte de Castilla desde 1988, se ha acercado siempre al mundo de la cultura. A ella se deben gran parte de los mejores reportajes fotográficos en este campo de las actividades desarrolladas en Valladolid y algunas de las colecciones más importantes de retratos de escritores. También ha desarrollado un camino artístico de notable interés, es miembro del colectivo Simancas, villa del arte y de la asociación AVA, artistas plásticos. En su currículum hallamos un gran número de exposiciones y premios como el Nacional de fotografía por A través del espejo, el Ecoperiodista o el Premio a la trayectoria profesional Racimo.

En la nota final, Fermín Herrero explica el proceso de escritura de estos poemas a partir de los juéjù de la tradición poética china. Estos cuartetos tienen una predisposición rítmica y estructural compleja y están condicionados por el uso de un número máximo de caracteres, lo que obliga a los autores a trabajar minuciosamente la simbología sobre la sugerencia y la complicidad de la lectura. No es intención de Fermín Herrero la traslación automática de esta exigente fórmula a sus textos, sino partir de ella para profundizar en una de las características de su poética, la concisión. Aunque en los versos de Húrgura queden rastros intencionados del decir oriental, el viaje desde China hasta las tierras castellanas es uno de los grandes logros de este libro. Estos versos parecen nacidos naturalmente en las tierras sorianas, a las que se arraigan por el sabio y medido uso de palabras, expresiones y la hondura del pensamiento expresado sin adornos retóricos. Lo que en su origen era una estrofa china, queda enraizado en la tierra castellana como si nunca hubiera sido de otro sitio, otra de las características de la poesía de Fermín Herrero.

En la misma nota final, el autor da cuenta de la razón del título. Húrgura es un localismo soriano (de las laderas del Oncala), que a Fermín Herrero le lleva a los vientos más fríos del invierno acompañados de nieve y que él escribe con h por intuición y en singular porque así lo ha oído en su lugar natal, frente al uso sin h y en plural que hizo el escritor Abel Hernández, soriano de Sarnago, en Historias de Alcarama (2008). Una misma palabra en diferentes variantes empleada por dos grandes escritores, que de esta manera procuran su conservación para siempre y evitan su pérdida en la memoria de los hablantes. La palabra, de origen enigmático y sonoridad trágica, describe en gran medida este libro.

En Húrgura está presente una mirada reflexiva del poeta al paisaje. Es esta mirada constante a la naturaleza la que desencadena la imagen y el significado:

Están sumidas en el árbol, como disecadas,
las manzanas. Y cuelgan. Cuelgan
con ese desamparo. El nuestro. De hace
tiempo, después de tanto hielo, reblandecido.

La naturaleza es siempre generosa en su entrega, incluso cuando al ser humano no se lo parece porque se le antoja inhóspita. La mirada del poeta sabe ver esa generosidad, la condición más intensa del mundo. No siempre hay esta complicidad reflexiva con el paisaje en la poesía de Fermín Herrero, también hallamos perplejidad, una cierta extrañeza en la que choca el sentimiento y la razón humana, teñida de un cierto pesimismo, y la actitud de la naturaleza, seguramente más cierta:

Cantan los pájaros en cuanto sale
el sol. No los entiendo. Menos aún soy
que hormiga, mota, nada. Cantan los pájaros
en la puesta de sol, quién los comprende.

Por eso mismo, la unión más natural es aquella en la que la voz poética se fusiona con el elemento natural sin saber siquiera que lo hace:

He oído al nogal desperezándose
con las primera gotas del chubasco.
Las hojas se esponjaban y en su turbación
también estaba yo, sin entender sabiéndolo.

Por eso mismo, todo en la naturaleza parece sagrado. El poeta, al podar un arbusto, tira al suelo un nido que estorbaba y se queda mirándolo: "Y cómo / recogerlo ahora, después de profanarlo". Lo único que parece estar a la altura de esa condición, es la entrega de los seres humanos a su labor con la misma generosidad, sin esperar otra gratificación que el natural suceder de las cosas. Por eso, es especialmente importante en la poesía de Fermín Herrero el sentimiento de sucesión, respetuoso y admirado, entre padres e hijos. Aquí, el recuerdo de su padre vestido de domingo, subiendo el puerto en bicicleta para ver a su madre cuando eran novios ("Es mi primer recuerdo / y eso que yo no había nacido"), o la conciencia de pertenecer a un mundo que se concreta en el trabajo diario y en el hogar:

En el corral, uncir las vacas, fría
la noche. Escucho. En la cocina
la lumbre hace humo, bondad
morriña. Escucho. Así os recupero.

Acompañan y dialogan con los poemas las excelentes fotografías de Henar Sastre, que tienen la misma tonalidad del paisaje, la sutileza de la naturaleza, la delicada labor estacional del mundo, en el que la misión del ser humano debiera ser la del respeto a la cosas, para que sucedan en un orden natural. No se trata de una ilustración, sino de otra parte esencial de este libro, aportando en imágenes la mencionada condición de la naturaleza. La mirada de Henar Sastre reposa sobre el paisaje o sobre pequeños fragmentos de la naturaleza en los que está toda ella, su mismo sentido generoso de entrega y ciclo vital.

domingo, 20 de septiembre de 2020

Somos como somos

 


Con la limitación de movimientos por la pandemia que sufrimos, muchos han descubierto el turismo tradicional de interior. Más barato, más satisfactorio y más enriquecedor que el de los complejos turísticos de todo incluido.

Yo todavía soy de una generación que recuerda que las familias iban a merendar a los pueblos más cercanos, a pasar el día a una ciudad a una o dos horas de viaje, a veces en los trenes lentos que paraban en todos los apeaderos y que, por desgracia, ya han desaparecido. Mi padre se sabía en qué mesón había que comer la mejor tortilla de patata con ensalada, cuál era la bodega en la que por poco dinero toda la familia podía compartir unas chuletillas de lechazo con patatas fritas o dónde había una chopera para descansar a la sombra en los días con calor, junto a una fuente, en mitad del páramo castellano. Recuerdo la tradición de la merienda cena, que solucionaba el regreso a casa para que los niños nos fuéramos a la cama a una hora adecuada. Antes de conocer una playa del mar Caribe guardada por personal de seguridad, nos familiarizábamos con las murallas de Ávila y nos asombrábamos por las leyendas sobre el diablo ante el acueducto de Segovia.

Sin embargo, estos días, en las ciudades en las que han vuelto las normas que restringen la movilidad y los aforos de los establecimientos, otras muchas familias se han subido al automóvil, han conducido hasta el centro comercial de la localidad más cercana y se han pasado allí toda la tarde, incluso haciendo colas de entrada cuando el aforo estaba completo, intentando burlar los controles de seguridad para entrar a pasear por esa ficción de realidad que son las grandes superficies comerciales, que aparentan calles llenas de tiendas de ropa, de móviles, de productos de regalo, plazas con restaurantes y parques infantiles. Ante el control de entrada, no comprenden por qué no se les dejaba pasar si el número de clientes rozaba el permitido y afean al personal de seguridad que cumpla con su trabajo. Se molestan más por no poder entrar allí que por las carencias en el sistema sanitario por la escasa inversión de los últimos años.

Somos como somos y volveremos a los mismos errores, me decía el dueño del mesón en el que hemos comido hoy.

miércoles, 16 de septiembre de 2020

La metáfora del mirlo

 

Sale ya a su encuentro con el público mi nuevo libro, La metáfora del mirlo. Siempre que sucede esto con un libro mío -incluso con los académicos, pero más con los de creación-, siento la incertidumbre lógica de cómo será recibido. Hasta el momento de dar el visto bueno a la última versión, se es dueño de lo escrito. A partir de ese momento será también de los lectores o, sobre todo, de ellos. En este libro late mi acercamiento al mundo actual, mi relación con la naturaleza, mis recuerdos, afanes, temores y esperanzas. Quiere dialogar con cada una de las personas que lo tengan en sus manos, compartir con ellos emociones o sentarse a debatir en tono pausado.

Lo publica Eolas & menoslobos y el trabajo de maquetación del texto y el diseño de la cubierta son exquisitos. No puedo dejar de agradecer el buen trato recibido. Este libro, además, tiene una singularidad. Por decisión editorial, abre una nueva colección, Narraciones de un náufrago y he de reconocer que esa decisión encaja muy bien con lo que contiene, porque al escribirlo me sentí náufrago. Esto de los naufragios me acompaña desde hace muchos años. Tan es así que en 2014 publiqué Echo al fuego los restos del naufragio. En gran medida, solo después de naufragar se tiene la oportunidad de comprenderse mejor y de entender el mundo en el que se vive, de otra manera, al menos. Sobrevivir a un naufragio es renacer, en gran medida. Se halla uno primero en la perplejidad, intentando encontrar las razones que lo han llevado hasta ese momento, para después comenzar a sobrevivir con lo que tiene más a mano, hasta que puede volver al mundo. Se vuelve otro que es y no es el que naufragó. En gran medida, todavía no sé si he regresado después de mis naufragios. En esta colección, el colofón de cada uno de los títulos publicados contará un naufragio distinto, que puede leerse como un microrrelato perfecto, lleno de interés y sugerencias.

Ahora es el momento de los lectores.

El libro puede encontrarse o pedirse ya en librerías, también a través de la página web de la editorial en este enlace.


martes, 15 de septiembre de 2020

Era tu mundo infancia sostenida

 


Era tu mundo infancia sostenida,
tarde lenta de agosto;
por la mano del padre,
la tierra del jardín recién regada
de olor a hierbabuena;
el tiempo, detenido en una página.

© Pedro Ojeda Escudero, 2017

(Oliva me ha recordado hoy este poema, que yo tenía extraviado y me ha parecido bien recordarlo.)

lunes, 14 de septiembre de 2020

Sobre el asunto Cabaliere

 


Ha causado mucho revuelo el fallo del jurado del Premio Espasa de poesía (EspasaEsPoesía) otorgado a Alzando el vuelo, del venezolano Rafael Cabaliere. Los poemas que se conocen de él son pésimos, pero como tantos que circulan por la redes sociales de internet y que son tan alabados por algunos de los que ahora atacan a este autor. Es curioso que, para muchos, la única diferencia para alabar o atacar una producción poética sea lo mejor o peor que le caiga a uno el autor o el tema que trate, no la calidad poética ni los recursos literarios ni el conocimiento del arte que se tiene entre manos incluso para romperlo, que es una de las condiciones de la buena poesía. La misma mala literatura puede encontrarse entre los poetas buenistas que tienen decenas de miles de seguidores en las redes sociales y entre los que se presentan como malditos, porque la literatura no consiste en lo que se dice ni en la personalidad del autor.

Este revuelo es parte del juego de este premio destinado a una obra en español escrita por autor menor de treinta y cinco años. Desde su inicio, se ha decantado por autores cuya obra se haya difundido previamente por las redes sociales, que los han hecho famosos y garantizan un número alto de ventas del libro en cuestión, porque premios como este son, sobre todo, un negocio editorial antes que otra cosa. En 2018 lo obtuvo La chica no olvida, de Irene X, y en 2019 Huir de mí, de Redry, ambas obras muy similares y ambas pertenecientes a un tipo de literatura que incurre en un universo sentimental que alarga la adolescencia, una mirada al mundo sin demasiada complejidad de pensamiento ni conflicto individual, puesto que consiste en asumir lo que convencionalmente se acepta en la actualidad como lo que debe hacerse, en especial entre el sector social al que se dirige (hay una moralidad políticamente correcta en estos poemas, una educación sentimental que reconduce todo a una emoción fácil a flor de piel), y una escasa capacidad para manejar los recursos poéticos y la historia de la poesía que podrían dar más profundidad a esos mensajes o permitirían, al menos, huir de los lugares comunes. Son textos escritos para ser leídos sin dificultad por un público que no quiere complicarse la lectura y busca una complicidad emocional inmediata, como ocurre ahora en las redes sociales más populares de internet. La diferencia entre los dos autores premiados anteriormente y el de este año es que aquellos caían bien y parecían sinceros en su decir incluso a los que rechazan esta forma de escritura, eran conocidos previamente, habían merecido de alguna manera la atención de la prensa a la que habían concedido entrevistas y tenían ya la complicidad de su público. También que los poemas que se conocen del ganador de este año no es que estén en el límite de lo poético, es que ni siquiera lo adivinan en su horizonte lejano, puesto que caen directamente en los riesgos constantes de estas obras: la frase típica de las postales con mensajes bonitos, la pseudopsicología de los malos libros de autoayuda y el lugar común que convierte la obra individual en una ficción puesto que da igual la firma que esté debajo del texto. Todos son iguales.

Hoy le han dedicado unos minutos en un programa de radio de máxima audiencia al asunto (la polémica es parte de la publicidad buscada por la editorial, como el desenfrenado quehacer de los odiadores de las redes sociales que contribuyen a que tenga mayor difusión aquello que atacan). Parece ser que se duda que exista este autor realmente y se ha lanzado la idea de que sus poemas están escritos por un robot. No es la primera vez que ocurre. La inteligencia artificial se ha desarrollado tanto que un programa informático puede pintar un cuadro nuevo de cualquier pintor de la historia del arte o escribir un nuevo poema de García Lorca o de Gil de Biedma. Como muchos de los que han levantado la voz contra Cabaliere no han leído las obras completas de García Lorca ni de Gil de Biedma ni de tantos otros, podrían tomarlo como verdadero o como un inédito descubierto en una carpeta de cartón. Hace tan solo unos años parecía risible que un programa informático pudiera producir un poema, ya no, porque es una realidad. Basta con introducir en una base de datos los poemas de cualquiera, para que el programa aprenda las palabras básicas que usa el autor y sus combinaciones más frecuentes, así como las claves de elaboración de su mundo poético. Luego se pulsa una tecla para crear algo nuevo. Como en los filtros de las fotografías, se puede elegir acentuar el lado surrealista o el social o el lirismo... Claro está, el programa produce según los datos que se le han introducido y parece ser que, en esta ocasión, no convenía introducir los poemas de Garcilaso de la Vega ni los de Cernuda, por ejemplo.

No sé si Cabaliere existe o no. La editorial se ha apresurado a desmentir el rumor y afirmar que existe, pero que conoce muy poco de él, incluso que no se sabe bien si es nombre auténtico o pseudónimo. Debido a la pandemia, no podrá venir a España a recoger el premio. Si no existiera, aunque fuera todo intencionado por la editorial, caerá en desprestigio porque el público de este tipo de texto busca una conexión de sinceridad directa entre el autor y el receptor. O no, porque en las redes sociales se suceden las cosas con tanto vértigo que de vez en cuando aparece la noticia de que alguien que murió hace años acaba de fallecer o se vuelven a poner en circulación noticias ya desmentidas hace meses. Quizá aparezca alguien, a la manera de aquellos grupos musicales de gente guapa de moda hace unos años que hacían como que cantaban sobre la voz de verdaderos cantantes. Si existe, lo conoceremos en breve y será uno más hasta que el número de sus seguidores decaiga, porque no creo que, de pronto, comience a tener tanto éxito de público y ventas la buena literatura ni la literatura a secas para que sustituya el fenómeno del que hablamos.

Yo no me he escandalizado por este premio a diferencia de tantos, es el lógico devenir de la grave caída cultural que se observa desde hace unos años. Una caída que comienza en la enseñanza de literatura en los centros educativos y se refuerza en su descrédito creciente, a lo que han contribuido eficazmente muchos de los que ahora se rasgan las vestiduras, Han atacado visceralmente a todo el que sabe algo y a cualquiera que sea capaz de escribir con cierta calidad o que use palabras que vayan más del puñado de uso habitual. Existe una extendida y peligrosa policía moral contra la poesía entre los poetas y críticos literarios de internet a la que, curiosamente, no pertenecen autores como Cabaliere ni sus afines, que van a lo suyo sin atacar a nadie, así que antes de criticar premios como este, que se pregunten los indignados cuánta responsabilidad tienen en que el camino haya llegado hasta aquí, burlándose de un metro bien medido, del ritmo poético, del uso de las metáforas, de la sutileza de las imágenes, de la profundidad de pensamiento, de las referencias a los clásicos o de un poema que se eleva por encima del nivel medio de la conversación y del mundo de referencias de mirada corta que suele protagonizar la poesía actual cuyo horizonte único parece ser el prosaísmo. Por suerte, la literatura existía antes de los tiempos de las redes sociales de internet y puede encontrarse a buen precio en ediciones fiables. También hay buena literatura en esos espacios, pero suele estar muy alejada del ruido.

domingo, 13 de septiembre de 2020

Unas mujeres juegan al hockey en 1933


Estas mujeres juegan al hockey en 1933. La instalación de Maribel Muñoz parte de una fotografía que documenta un partido celebrado aquel año. En la época de la vanguardia, la mujer rompió el monopolio que el hombre había tenido de la práctica de deporte como algo habitual. No era ya solo el ejercicio de la equitación, el paseo o la esgrima, sino la constitución de clubs deportivos que participaban en una competición. Maribel Muñoz trata su instalación como collage-móvil porque los móviles como objetos artísticos pertenecen también a aquellos movimientos de vanguardia de las primeras décadas del siglo XX.

La incorporación de la educación física a la formación pedagógica tiene su origen en los primeros años del siglo XIX, pero no será obligatoria en las escuelas españolas hasta el inicio del siglo XX. Sin embargo, en muchas ocasiones se dificultaba o impedía esta práctica escolar a las niñas bien por cuestiones morales bien por falsas creencias sobre la biología femenina. Evidentemente, la cuestión era más problemática en el caso de los sectores sociales menos favorecidos en los que la mujer estaba destinada a ayudar en la casa con pocos años y luego a ser madre o trabajar en las faenas agrícolas o en otras actividades sin especialización que contribuyeran a sostener la economía doméstica. Fueron las mujeres de la burguesía acomodada las que comenzaron a romper las barreras establecidas por la sociedad para practicar deporte y para hacerlo en público. Se creó una imagen con repercusión en la moda y en las revistas ilustradas. El tipo de mujer cambió con las fotografías y las ilustraciones que se publicaban en la prensa: una mujer más moderna, libre y fuera de lo convencional y que, por supuesto, practicaba varios deportes, singularmente el tenis o la natación. Incluso reduciendo lo que pudo tener de intereses publicitarios, aquella mujer que se proponía como modelo ya era más libre y no tardaría en calar el mensaje de forma general, sin duda más allá de lo que muchos hubieran deseado.

La literatura de vanguardia dio testimonio de todo aquello. Rafael Alberti dedicó un soneto lleno de vida y movimiento a una patinadora, Rosa-Fría, que María Teresa León glosó en un maravilloso cuento, Rosa-Fría, patinadora de la Luna. Aquella niña patinaba, competía y salía victoriosa de sus rivales y sus miedos: una niña deportista, inteligente y valerosa protagonista de un cuento infantil en los años treinta del siglo XX sin ataduras con la moralidad tradicional.

Estas mujeres juegan al hockey en 1933 en un encuentro entre la Residencia de Señoritas y el Club de Campo. La Residencia de Señoritas se fundó en 1915 y fue dirigida por María de Maeztu. Nacía del impulso educador de la Institución Libre de Enseñanza y era un proyecto universitario igual al de la Residencia de Estudiantes en la que estudiaron Buñuel, Dalí y García Lorca. En su programa e ideario se encontraba no solo el formar universitarios, sino personas de una visión amplia de la cultura y una mirada social para cambiar y modernizar España. Todo aquello fue destuido por la Guerra civil de 1936 y la dictadura franquista y, en gran medida, todavía no hemos conseguido integrar en nuestra época todo su legado.

Me gusta el dinamismo de esta instalación móvil de Maribel Muñoz en la que estas mujeres avanzan decididas hacia el futuro, hacia nosotros, quizá para continuar su camino e ir más allá de donde hemos llegado.

(La exposición de Maribel Muñoz, Mujeres: corto y cambio. Una mirada a las mujeres de la Generación del 27 a través del collage, organizada por Valladolid Letraherido, puede verse en la sala municipal de exposiciones de la Casa Revilla de Valladolid hasta el próximo 11 de octubre.)

sábado, 12 de septiembre de 2020

Los pequeños gestos

 


Des-cubriéndose es una instalación de Maribel Muñoz en homenaje a Las Sinsombrero, un movimiento de las mujeres de los años veinte del pasado siglo que decidieron no cubrirse la cabeza en público como exigían las normas sociales de aquellos tiempos y recibieron todo tipo de críticas e insultos. Se trata de un sombrero coronado por una figurita blanca sentada en un banco. Pertenece a la exposición "Mujeres: corto y cambio. Una mirada a las mujeres de la Generación del 27 a través del collage", que puede verse en la sala municipal de exposiciones de la Casa Revilla de Valladolid hasta el próximo 11 de octubre. Un gesto que ha quedado en la historia por su significado y por la personalidad de las mujeres que lo protagonizaron y los hombres que las apoyaban. Un gesto que hoy puede parecernos banal, como que las mujeres usen pantalones o hagan deporte o fumen en público o se separen de sus maridos, pero que alguien hubo de hacer por vez primera y afrontar las miradas recriminatorias y los improperios.

La historia del ser humano está llena de esos gestos aparentemente pequeños que realizan las personas que se han cansado de una situación que consideran discriminatoria o injusta. Dueños de esclavos que los liberaban, hombres que se negaban a combatir en las guerras, una mujer negra que decide sentarse en los asientos del autobús reservados para blancos, unos religiosos que deciden proteger a los miembros más pobres y perseguidos de la comunidad. Si el ser humano es mejor ahora, se debe más a estos pequeños gestos individuales que anticipan los grandes cambios y que suelen hacerse sin firmar previamente manifiestos ni anunciarlo primero en las redes sociales.

(La exposición de Maribel Muñoz, Mujeres: corto y cambio. Una mirada a las mujeres de la Generación del 27 a través del collage, organizada por Valladolid Letraherido, puede verse en la sala municipal de exposiciones de la Casa Revilla de Valladolid hasta el próximo 11 de octubre.)

viernes, 11 de septiembre de 2020

Esta noche, los pájaros jugaban a suicidas


Esta noche, los pájaros jugaban a suicidas
dejándose caer con los ojos cerrados
sin más, desde el alero, cansados de la vida,
de buscar las corrientes, de volar, de ser pájaros.

Entre ellos, he notado que se escondían ángeles,
los más hermosos de ellos, que plegaban sus alas
hacia la oscuridad, tirándose a la calle
como la brisa leve que anuncia la mañana.

© Pedro Ojeda Escudero, 2020 (El camino de los corzos).

jueves, 10 de septiembre de 2020

Si apuestas la vida, la pierdes sin remedio


Hay días tan extraños que, si apuestas
la vida en ellos, pierdes sin remedio.
Días en los que vuelves a tu casa
con un cansancio largo que no cura
el sueño que no llega a su debida
hora en una viscosa noche eterna.
La casa entera es ya ceniza gris,
has ardido por dentro lentamente
y ni siquiera tienes el consuelo
de que el amanecer tenga la clara
luz de aquellas mañanas de verano
de una vida que ya
perdiste para siempre,
pero sales de nuevo a la ciudad
porque no hay más remedio,
después del desayuno
y una rápida ducha,
camino de otro día tan extraño
en el que volverás 
a perder
tu vida
inevitablemente.

 © Pedro Ojeda Escudero, 2020


miércoles, 9 de septiembre de 2020

Mujeres: corto y cambio. Una mirada a las mujeres de la Generación del 27 a través del collage.

 



En Valladolid Letraherido inauguramos mañana la exposición Mujeres: corto y cambio. Una mirada a las mujeres de la generación del 27 a través del collage de Maribel Muñoz (Béjar, 1966) en la sala municipal de exposiciones de la Casa Revilla de Valladolid (hasta el próximo 11 de octubre). Se trata de un trabajo de alta calidad artística que recupera la figura de las mujeres que protagonizaron la modernización de España en uno de los momentos más importantes de su cultura reciente, los años veinte del pasado siglo. El impulso inicial nace de una fotografía de juventud de la escritora Ernestina de Champourcin (1905-1999), una de las más reputadas integrantes del grupo que hoy se conoce como el de Las Sinsombrero y que es tratada por la artista para hacernos reflexionar sobre la fragmentación y ocultación que impusieron a su personalidad y obra la sociedad y el paso del tiempo.

A lo largo de cuatro bloques, Maribel Muñoz nos propone una mirada sobre la mencionada Ernestina de Champourcin, el grupo de mujeres pioneras en la modernización de España (sobre la acción de la Junta de Ampliación de Estudios, la personalidad de María de Maeztu y la importancia de la Residencia de Estudiantes), sobre un grupo de mujeres artistas y escritoras que trabajaron en un ambiente que no les era favorable y que Muñoz nos ofrece a través de unos collages bordados y la relación de las mujeres con la ciencia a partir de la recuperación de la importancia del laboratorio que la norteamericana Mary Louise Foster fundó en la Residencia de Señoritas y de nombres que hoy, por desgracia, no suenan como otros compañeros científicos de su generación: Jimena Quirós Fernández o Dorotea Barnés González. Por último, la exposición cuenta con cinco instalaciones construidas en diálogo con un cuadro de Maruja Mallo, el movimiento de Las sin sombrero, la figura de la pintora Delhy Tejero, el exilio que sufrieron muchas tras el establecimiento del régimen dictatorial de Franco y una moral que reducía a la mujer a los roles tradicionales, la importancia que la actividad física tenía para la formación de las mujeres de la Residencia y la trágica biografía de la artista Marga Gil.

El trabajo de Maribel Muñoz se basa en un dominio exquisito de las técnicas variadas del collage, pero también en una acertada mirada reflexiva y creativa sobre el significado de estas mujeres tanto en su individualidad como en su conjunto. La artista parte de una profunda investigación sobre ellas, su obra y su tiempo, pero nos propone también una reflexión contemporánea que nos pregunta a los espectadores sobre las razones por las que todavía hoy no hemos podido integrarlas en nuestra memoria colectiva como merecen y nos interroga sobre situaciones similares contemporáneas.

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(Ampliación del día 10 de septiembre.)

Vídeo de la presentación: https://www.facebook.com/watch/live/?v=319109732702912&ref=watch_permalink

Página municipal: https://www.valladolid.es/es/actualidad/noticias/casa-revilla-acoge-exposicion-mujeres-corto-cambio-collages

Algunas reseñas de prensa:
https://www.20minutos.es/noticia/4375887/0/valladolid-acoge-la-exposicion-mujeres-corto-y-cambio-de-la-artista-bejarana-maribel-munoz/
https://www.elnortedecastilla.es/culturas/arte/sinsombrero-recortadas-siglo-20200910141403-nt.html
https://www.lavanguardia.com/local/castilla-leon/20200910/483394658941/valladolid-acoge-la-exposicion-mujeres-corto-y-cambio-de-la-artista-bejarana-maribel-munoz.html

martes, 8 de septiembre de 2020

La perplejidad de nuestro tiempo de crisis

 


En 1989 caía el muro de Berlín. Fue el logro político más impactante (mediático, se dice ahora) de la época conocida como postmodernidad y uno de los hitos históricos que todos los que tenemos cierta edad vivimos en verdadero directo antes de la aparición de las redes sociales. El sistema de libertades occidentales tal y como se entendía entonces parecía triunfar y todo era esperanzador y joven y estaba por hacer. En el fondo, así nació la postmodernidad a finales de los años cincuenta, con una mirada diferente al mundo, menos sectaria, con aportaciones ideológicas que no buscaban la totalidad en sus soluciones ni el enfrentamiento, sino la reconstrucción de un mundo dividido y enfrentado en bloques, que asfixiaba por igual a los que estaban en uno u otro y que necesitaba cambios urgentes. Los dos bloques enfrentados llevaban un par de décadas cambiando por donde cambian las cosas: porque la gente necesitaba otros horizontes, más libres y menos controlado por los dogmas ideológicos, morales y religiosos. Aunque a algunos analistas y políticos les pilló de sorpresa, la gestación de los cambios fue larga.

Curiosamente, lo que vino después no cumplió las esperanzas. El impulso duró hasta el final del siglo XX, pero la falta de contrapeso hizo que ese mundo joven esperanzado occidental se inclinara hacia un capitalismo feroz en el que la globalización rompió poco a poco todas las costumbres y reglas de juego nacionales. Las que se necesitaban romper porque estaban viciadas, impedían el crecimiento y los derechos personales, pero también las que habían protegido a los más débiles y habían cohesionado el estado de bienestar en muchos países. Fuera del llamado mundo occidental, las cosas no fueron mejor a la larga. La inestabilidad provocada por la caída de la Unión Soviética provocó guerras y conflictos locales casi nunca bien resueltos, con intervenciones poco afortunadas de las potencias occidentales guiadas casi de forma exclusiva por los intereses económicos y geoestratégicos y la aparición en los nuevos países de soluciones políticas muy alejadas de aquella esperanza despertada en 1989, que se han venido mezclando con peligrosos nacionalismos e integrismos religiosos.

Hoy, el mundo occidental está perplejo. No tiene verdaderas soluciones políticas para la descomposición que se observa en nuestra época tanto en las estructuras políticas y sociales como en el mapa del mundo y se halla vulnerable ante crisis financieras y sanitarias. También trágicamente desunido y crispado. En el fondo, la perplejidad del mundo occidental consiste en comprenderse tan vulnerables como los países que antes no formaban parte de lo que se conocía como primer mundo y no querer aceptarlo porque vive en la ensoñación del pasado. Por eso el surgimiento de líderes y partidos políticos con apariencia de dureza y soluciones autoritarias que contaminan todo el espectro parlamentario y el rebrote de grupúsculos conspiranoicos y negacionistas de la ciencia. Es un peligroso caldo de cultivo. Aunque las estructuras sociales, administrativas y económicas son más sólidas y le permiten todavía vivir lo que ocurre en mejores condiciones, el occidental parece desorientado al comprender finalmente que él también se puede ver terriblemente afectado por estas crisis que antes parecían o cosa del pasado o de otras regiones del mundo. Evidentemente, en su perplejidad no ve la dureza con la que azotan estos malos vientos a las zonas pobres del planeta, a las que nada puede ofrecer ya excepto ponerse las últimas a la cola de la futura vacuna para el COVID-19 y de la más lejana recuperación económica.

En los próximos meses no solo necesitamos una vacuna fiable, sino un Presidente de los EE.UU. que comprenda la importancia de este reto, una negociación del Breixit que sea amistosa, sepultar todos los nacionalismos y encontrar unos líderes políticos y empresariales que entiendan el mundo más parecido a lo que soñábamos en 1989 que a la realidad actual. ¿Lo lograremos?

domingo, 6 de septiembre de 2020

Disparos de escopeta. Pensamientos y aforismos.


Llovía junto al cedro centenario de la Francesa. Habíamos visto cazadores y una reala de perros ascendiendo por el monte por la Cerrallana, hacia la mata. Luego escuchamos los disparos. Es una sucesión lógica: vimos los cazadores y los perros y luego sonaron los disparos de escopeta. Me quedé mirando fijamente la bañera de loza que servía de abrevadero al ganado.
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¿Cuántos paisajes he de almacenar en la memoria para cuando los pierda?
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Me eché a rodar y rodé, hasta la cuneta. Nunca presumí de pulso ni puntería.

sábado, 5 de septiembre de 2020

Entre serpientes. Pensamientos y aforismos.

 



En Xochimilco sostuve aquella serpiente. Su tacto resultaba atractivo y carnoso, pesaba como toda la historia del mundo que llevan dentro los reptiles.
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Una vez probé carne de serpiente. Me supo a flecha arrojada a un horizonte futuro.
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He tenido amores que asfixiaban más que una pitón. De otros he muerto tiempo después de su mordisco, cuando ya no pensaba en el veneno.
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En los primeros años de la época de la transición hacia la democracia desde la dictadura franquista, mi padre leía la prensa local en la cocina de casa y, cuando se topaba con algún nombramiento, decía por lo bajo: Son los mismos, son los mismos. En los papeles, los hijos sucedían a los padres y a los abuelos. Incluso cuando recaían en partidos de centro e izquierda, mi padre, por los apellidos, sabía que uno era hijo de aquel abogado con tan buenas relaciones con el régimen anterior, sobrino del que fuera jefe del Movimiento, primo de aquel inspector de Hacienda que juró el cargo brazo en alto, hermano de aquel otro que fuera un magistrado severo que aplicaba escrupulosamente las leyes durante los años más terribles sin tener jamás mala conciencia. De vez en cuando, un nombre nuevo, sin genealogía conocida previa que, inevitablemente, ha dejado sucesores. Las familias nuevas no han desplazado a las antiguas, han encontrado la forma de relacionarse. A veces no son más democráticas aquellas que estas. Incluso entre los que siempre están en la oposición suelen pedirte el árbol genalógico. Cuando yo entré a estudiar en la Universidad, el bosque de nombres de algunas Facultades, en un sentido o en otro, impedía muchas veces ver el cielo. Por eso, cuando se encuentra alguien que no viene de familia conocida ni  pretende herederos, hay que cuidarlo como cuando se planta un árbol para iniciar un jardín.
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En el mundo de la poesía española, el silbido de las serpientes es atronador. Tanto, que ensordece la literatura.
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Aquel crítico literario se enroscaba a los editores como la serpiente del Paraíso al árbol de la sabiduría, para aprovecharse de sus frutos y utilizarlos en beneficio propio.
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Y a fin de cuentas, las serpientes tienen mala fama. Ellas se limitan a ser serpientes, no sé bien cuál es nuestra excusa.

viernes, 4 de septiembre de 2020

Sansón. 25 años en El Norte de Castilla

 


Decía Rubén Darío que lo más moderno que había en España a finales del siglo XIX eran los caricaturistas de la prensa. Desde entonces, la lista de grandes dibujantes que colaboran en los periódicos y revistas no ha hecho más que crecer. No se puede hablar de que vivamos una época de oro en este sentido en los últimos años, porque esta época dorada se extiende en el tiempo hasta las referencia de Darío. Sin embargo, siempre es gratificante que la calidad no baje y que se renueve la lista con autores que encuentran su hueco y estilo personal actualizando la viñeta gráfica de los periódicos a las nuevas necesidades. Esta es una de las características esenciales del género, que mantiene un hilo de continuidad con el pasado -es sorprendente encontrar caricaturas en la prensa del XIX sobre aspectos políticos y sociales que podrían publicarse hoy tal cual-, pero que debe adecuarse siempre al momento. Alguno de estos dibujantes definen un periódico mejor que sus columnistas. Todos tenemos en la mente los nombres más importantes. Curiosamente, en este gremio hay un espíritu más propicio para el respeto y admiración a la obra de los demás que, por ejemplo, entre los poetas.

Es curioso que, siendo tan importante el género en España, no hayamos dado todavía con la expresión exacta que lo defina y que nombre a quienes lo practican: humorismo gráfico, viñeta, chiste, etc. Ninguna de ellas define satisfactoriamente el fenómeno.

Valladolid cuenta con dos de los mejores ejemplos de humoristas gráficos españoles actuales, sin duda alguna: José María Nieto y Rafael Vega (Sansón). Cada uno tiene una peculiar manera de mirar la realidad y un estilo bien definido como autores que los hace singulares. La Fe de ratas del primero es de lo mejor que se puede encontrar en la prensa española. J.M. Nieto ha conseguido explicarnos mejor a través de estos animales que más que degradarnos, nos resultan muy humanos y reconocibles. El camino de Sansón es diferente y lo eleva también al primer nivel del humorismo gráfico español.

Durante el confinamiento, una de las cosas que esperaba cada día era la viñeta que Rafa Vega publica en El Norte de Castilla porque me servía para entender mejor lo que estaba ocurriendo y para hacerme pensar, ejercicio bien saludable cuando uno está encerrado. En sus dibujos y en sus textos encontraba ángulos sorprendentemente novedosos y un resumen con el que casi siempre estaba de acuerdo. Bromeando, le comenté en las redes sociales que esas viñetas del confinamiento merecían un libro y él me respondió con un escueto Ojalá. No sé si para entonces ya estaba gestándose la exposición Sansón. 25 años en El Norte de Castilla. Antología caprichosa entre 1995 y 2020 que ahora puede contemplarse en la sala municipal de exposiciones de Valladolid de Las Francesas hasta el próximo 2 de noviembre. Esta antología se acompaña de un libro (o al revés) que se venderá en los quioscos de prensa a partir de este fin de semana, como es lógico (el libro se divide en siete secciones, que coleccionan parte de lo publicado sobre cuestiones locales, el comportamiento humano, el choque contra la burocracia inexplicable, las costumbres castellanas o la actualidad del mundo en el que vivimos).

El extraordinario texto que J.M. Nieto ha escrito para esta exposición me ahorra definir la  obra de Sansón y su evolución en el tiempo. Solo insistir en la calidad del trazo personal (en especial esos rostros, tan característicos y expresivos y el tratamiento de la ropa en la que los personajes parecen haber encogido) y en la potencia del mensaje que trasmiten sus viñetas. En muchas ocasiones, sin necesidad de palabras. En la muestra hay una que define mejor que un ensayo lo que ocurre en esta parte de la España vaciada que nos es tan próxima a Rafa Vega y a mí: un anciano, apoyado en un bastón, cruza una triste calle de un pueblo desierto, pero con una iluminación de Navidad digna de la mejor capital del mundo, si no de Vigo, seguramente financiada con ayuda de una administración provincial que con eso ha pensado solucionar la despoblación. Cuando usa de la palabra, le basta una frase para desatar la pluralidad y profundidad de sentidos, el contraste significativo entre lo que se ve y lo que se dice, la perplejidad de los personajes ante el mundo o para definir la situación mejor que el editorial del periódico. En una viñeta publicada durante el confinamiento, que también se expone en esta muestra, la ciudad es toda ventanas ocupadas por las personas que miran a la calle y, en el bocadillo, se lee: Pues al final va a resultar que es separados como estamos más unidos. No se puede decir mejor parte de lo que nos ha ocurrido.

Sansón, como todos los grandes humoristas gráficos, pone en evidencia las grietas de esta sociedad y de los comportamientos humanos, pero también se posiciona siempre en favor de los débiles, de las personas normales que no comprenden las decisiones de los políticos y de todos aquellos que sufren la diferencia entre los mensajes oficiales de la publicidad y la realidad en la que se encuentran. Para ello, a veces le basta con un mero traslado de lo ocurrido, en otras busca un ángulo soprendente o un giro que nos ayuda a comprender su mirada. El sometimiento a la actualidad local y regional que debe al medio de comunicación en el que publica, no le resta universalidad. Aunque en algunas de sus caricaturas se reconoce a los políticos y personajes de Valladolid y Castilla y León o se habla de temas de la actualidad de este territorio, todo lo que en ellas ocurre puede suceder en cualquier parte. Para un curioso o estudioso del futuro, consultar las viñetas dibujadas por Sansón en estos veinticinco años (él calcula que más de 10.000) le permitirá conocer también su presente a la vez que profundiza en la mejor guía para comprender nuestra época o, por lo menos, para entender la razón de nuestra perplejidad ante las cosas que ocurren hoy.

jueves, 3 de septiembre de 2020

El campo se llena de otoño



El campo se llena de otoño estos días. Después de las moras de zarza y los higos, comienzan las bayas. Sucede que la vegetación tira ya hacia el marrón o el verde envejecido y sobre esta melancolía explotan las gotas de color: azules, naranjas, rojos, como salpicaduras salvajes de un dios enloquecido.
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Cuando nos dejaron salir, caminé hacia el monte para ver la primavera. Aquella fiebre de las plantas en flor se trasforma ahora en fruto. La naturaleza ha cumplido su ciclo, sin echárnoslo en cara.
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¿Tendré que ver el otoño desde la ventana? En la sierra, la gama de verdes y marrones llegan en noviembre a matices tan extraordinariamente hermosos, que solo sentarse a contemplarlos ya es mucho, es todo.
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El otoño es una estación sin prisa. Tiene su tiempo, que siempre lleva la lentitud de lo que se ha vivido.
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No todos los otoños se parecen. Algunos tienen semilla de luz, otros calor de inicio de verano. Hay que apurarlos cuando llegan, como si se nos llenara el cuerpo de fiebre de vida, porque abundan los invernizos y largos como este que comienza.
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Todo otoño lleva dentro el final de las cosas, pero hay que decidir su hermosura.

miércoles, 2 de septiembre de 2020

Ruinas

 


En la pared de la vieja fábrica de harinas abandonada hay decenas de calaveras apiladas. En general, son risueñas, pero a algunas de ellas se les nota una risa sarcástica. Me pregunto qué aspecto tendrá mi calavera.
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No puedo evitarlo, me gusta entrar en edificios arruinados y fabular cómo sería la vida que en ellos se daba. En algunos se suma la vida de los que los habitaron cuando estaban en pie y conservaban puertas y ventanas, con la de otros que han pasado por allí después de que se cayera el techo o una pared y se resguardaron en las ruinas unos días, calentándose con unas viejas mantas o una hoguera encendida en un rincón. De todos ellos ha quedado algo. Es tanto lo que me atraen, que cuando salgo por lo que fue en su tiempo la puerta, miro hacia atrás, por si me he extraviado en las habitaciones y no encuentro la salida.
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En el barrio en el que me crié, muchos de los edificios abandonados eran de adobe y se descomponían en cuanto se caía el tejado. A veces conservaban los azulejos de la cocina o una parte del suelo hidráulico o, en un rincón, un mueble colgado de la pared, un calendario ajado. Hay noches en las que me he sentado en una silla desvencijada en alguna de esas casas, a esperar inútilmente que amanezca en mi sueño.

martes, 1 de septiembre de 2020

Hemos vendido la casa de mis padres

 


Hemos vendido la casa de mis padres. A mi padre le compensaron con este piso cuando le despidieron del trabajo en el que había estado casi toda su vida. Antes, se entraba a trabajar en una empresa y se pasaba décadas en ella hasta que uno se jubilaba o la empresa cerraba por cualquier motivo. Qué extraño se les hará esto a los jóvenes de hoy. A mi padre le compensaron el despido por cierre de la empresa con la propiedad de este piso, cuya tasación aceptó sin cuestionarla. Era un tercer piso sin ascensor, humilde pero digno. Muy luminoso y en un edificio con muy buenos vecinos, que ayudaron y quisieron mucho a mi madre cuando se quedó viuda. La única reforma que hicieron mis padres para entrar, como no tenían dinero, fue tirar un tabique para ampliar la cocina. Venían de una época en la que las cocinas debían ser amplias para convocar a la familia junto a la mesa y celebrar la Navidad juntos. Luego, poco a poco, fueron introduciendo mejoras según ahorraban o los hijos ayudábamos. Curiosamente, si a mi padre no le hubieran despedido de aquella empresa en la que llevaba décadas trabajando, jamás hubieran tenido un piso en propiedad. Mis padres nunca quisieron endeudarse ni pedir un préstamo a un banco porque para ellos el dinero del que se disponía era el que se tenía. Hemos vendido la casa de mis padres, que fue su única propiedad en la vida porque todo lo pusieron en nosotros, para darnos estudios a los hijos. Para ellos, tener estudios era la diferencia entre su vida y la que soñaban para nosotros.

Al entregar mi juego de llaves en la notaría a los nuevos propietarios, quise quedarme con el viejo llavero en el que mis padres me lo pasaron en su día, cuando cambiaron la cerradura de la puerta de entrada. Debió ser a finales de 1991. Lo sé porque en él hay una participación de 20 pesetas en un décimo para el sorteo de la Lotería Nacional de aquel año, con el que había obsequiado un comercio de la zona a los clientes más fieles. Como no salió premiado, ha sido el llavero en el que siempre he guardado aquel juego de llaves de la casa de mis padres. Después de poner las llaves encima de la mesa apreté con fuera el llavero, es lo único que me queda de aquella casa, que ahora se llenará de otras voces y otras vidas. Lo voy a poner en un cajoncito, junto a sus alianzas de boda y algunos otros recuerdos.