jueves, 21 de agosto de 2008

Del amor poético al impulso sexual sin adornos o cómo la realidad se impone a golpes (Cap. 1.15).


Como ya hemos comentado, las partes en las que divide Cervantes su texto de 1605, responden, además de a un consciente juego con una costumbre editorial, a un reparto estructural y temático de la materia narrativa.

Comienza, con el capítulo XV, la tercera parte, en la que la trama de las historias que se cruzarán alcanzará un nivel de complejidad muy superior a la de las dos anteriores. Una vez presentados los personajes y parodiadas las dos modalidades de relatos más famosas de la literatura idealizada, Cervantes aumenta el nivel de dificultad técnica y se propone cruzar varias historias y múltiples perspectivas, en un alarde sorprendente.

Pero necesita un capítulo que retome a nuestros protagonistas, apartados en la historia de Grisóstomo y Marcela, y los haga llegar a ese lugar de paso y cruce que es la venta tras abandonar la búsqueda de la joven de una forma natural y verosímil. Y esa es la primera función de éste que comentamos hoy.

El capítulo comienza con don Quijote y Sancho buscando a Marcela en el bosque pastoril y topando con un espacio propio para el descanso y con características que parecen elevarlo a un locus amoenus. Algo les impide seguir la búsqueda, algo que supone una inversión brutal del amor literaturizado del episodio de los pastores, en un contraste que hace aterrizar a protagonistas y lectores en la realidad: el encuentro con unos arrieros yangüeses.

Inesperadamente, Rocinante siente el impulso natural de refocilarse con unas hacas galicianas que llevan dichos arrieros y a ellas se acerca para ser rechazado a coces. Como en los párrafos que siguen Cervantes personifica al caballo en varias ocasiones, queda más clara aun su intención de utilizar este hecho como oposición radical al sentimiento poético de Grisóstomo y la defensa de la libertad de Marcela: estos animales no se andan con tantos miramientos ni necesitan cubrir de palabras su deseo ni su rechazo.

Ya sabemos cómo acaba el asunto: los yangüeses apalean a Rocinante, don Quijote y Sancho salen en su defensa y acaban también muy malparados por los golpes que reciben.

He aquí otro motor paródico en el que no se han solido fijar los comentaristas. Don Quijote -ya que Rocinante ha sido personificado-, necesita defender su honor, que ha sido ultrajado por los arrieros al golpear a su caballo y Sancho lo acompaña, aunque con la lógica prevención ante el número de los contrarios, que es vencida por su amo (Yo valgo por ciento). Pero las cosas no terminan como en los textos literarios en los que quien sale por su honor resulta, por lógica, vencedor.

En la divertida conversación que sigue, con ambos en el suelo, queda explícito este hecho y la diferencia entre los dos. Sancho Panza renuncia a volver a defenderse en una situación similar, utilizando una fórmula de juramento cristiano solemne. En el fondo, sabe que no es un hombre de armas. Don Quijote, desvaría, como le pasó tras su encuentro con el mozo de mulas del capítulo IV. Pero aquí no llega a disparatar como en aquella ocasión porque la narración ya no va a detenerse y porque ahora debe disimular ante su compañero de aventuras. Debe justificar su derrota ante sí mismo y ante Sancho y lo hace de la única forma que sabe: echando mano de la literatura, en la que encuentra suficientes ejemplos de personajes a los que les pasó lo mismo. Evidentemente, don Quijote manipula estas narraciones para que se ajusten a sus pretensiones.

Y así, echado de forma indecorosa sobre el asno de Sancho, que se ha salvado de la paliza, llegan a una venta que don Quijote hará castillo.

Lo veremos en el capítulo XVI, que comentaremos el próximo jueves.

27 comentarios:

PABLO JESUS GAMEZ RODRIGUEZ dijo...

Fantastico episodio el de los "desalmados" yangueses. No se le olvidaria nunca a Sancho, pues en la segunda parte se acuerda de cuando Rocinante se le ocuríó pedir "cotufas en el golfo", respondiendole Sanson Carrasco que Cide Hamete lo habia recogido tambien en su obra.

Me encanta tu profundo y sabio analisis del Quijote. Me hace disfrutar.

Un cordial saludo.

matrioska_verde dijo...

Que sepas que mi descanso bloguero no ha impedido que siga al día con la lectura. Mañana a por el 15.

bicos,
Aldabra

Merche Pallarés dijo...

¡Otra genial conversación entre D. Quijote y Sancho! Me llamó la atención la palabra "pechero" que según Antonio Rico significa: "el que paga el "pecho" impuesto directo del que estaban exentos hidalgos y clases nobles". Como siempre, los ricos no pagaban pero sí los pobres... Tambien hay unas perlas en la plática entre ellos, por ejemplo cuando Sancho dice: "de lo que yo me maravillo es que mi jumento haya quedado libre y sin costas donde nosotros salimos sin costillas..." y otra vez Sancho: "Verdad será que él (refiriéndose a Sileno el ayo de Baco)debía ir de caballero como vuestra merced dice, pero hay grande diferencia del ir caballero al ir atravesado como costal (saco) de basura." Otra frase que me ha gustado referida a Sancho: "Y despidiendo treinta ayes y sesenta suspiros y ciento veinte pesetes (maldiciones)..." En fin, son geniales y entrañables nuestros personajes. Seguiremos con el XVI. Besotes, M.

begoyrafa dijo...

Y a la venta que dice ser castillo nos encaminamos en el 16 con don Quijote molido y subido al asno de Sancho. Sigue maravillándome lo visual que es esta novela y la fuerza de sus diálogos.
Un abrazo
Rafa

Juan Luis dijo...

Hola Pedro.

Me resulta muy curiosa la contraposición de la historia de Marcela-Grisóstomo con las andanzas amorosas de Rocinante. Aquí los yangüeses, al contrario que los pastores del capítulo anterior, sí toman parte -de modo contundente, al modo del far west- por la dama acosada.

Pero que más me ha llamado la atención de este episodio es la discusión entre D. Quijote y Sancho; el empeño del primero en arrastrar a su compañero a la acciones de armas y las objeciones y justificaciones que expone Sancho.

Un saludo.

lichazul dijo...

bien se podría decir que este libro todo es la antesala de los animés japoneses su alma mater en cuanto a descripción e ideas desatadas...siempre encontré en la princesa caballero aires del quijote
en los caballeros del zodiaco luchas y entuertos tan retorcidos como los que este hombre flaco y largo podría imaginar y así uno puede hacer asociación más contemporáneas con otras creaciones que desbordan toda imaginación ...cervantes es el gran artífice de toda esta postcultura plática

sin ir muy lejos pokemón
sus mensajes eran valores que se exaltan en las aventuras de este quijote

quizá es un comentario nada ortodoxo ni literato profundo ...pero es como he reconocido la esencia de ideas y de mensajes que se siguen usando en otro tipo de creación.

que pases un excelente fin de semana

Pedro Carcedo dijo...

He estado unos días en Galicia y con el paisaje y algún marisco, poco por el precio, me he retrasado en la lectura de los capítulos del Quijote.
Me incorporo a la aventura.
Un fuerte abrazo

Silvia_D dijo...

Estoy en ello , Pedro, pero hoy me cuesta, tengo la cabeza ocupada, llena de mariposas, cuando me centre, si lo logro, acabo de leer.

Ya sabes que no me doy por vencida facilmente :)

Besos, guapo, muchos :)

Manuel de la Rosa -tuccitano- dijo...

Por ahí va mi colaboración, por el cambio de tema, por la excusa que busca Don Miguel para volver a las desventuras de nuestro pseudohéroe...luego lo publico, tengo el taller de "reprografía" a toda marcha....saludos

Unknown dijo...

Esta semana me he atrasado en la lectura. Espero alcanzaron este fin se semana.
Con tu explicación y la de Tucci seguro que me será mucho más fácil.
Un abrazo

Pedro Ojeda Escudero dijo...

CORNELIVS: muy bien visto: una de las características del Quijote es la memoria de los personajes. En muchos capítulos se tejen los hilos con lo que ha pasado antes y con lo que pasará después. Saludos.

ALDABRA: así me gusta. Besos.

MERCHE: me gusta cómo has visto estas frases. Y en lo de pechero, ya sabes: siempre han pagado los mismos... Besos.

RAFA: es una de las características de esta novela, en efecto: la vemos. Un abrazo.

JUAN LUIS: en este caso... damas acosadas, en plural, que Rocinante no idealiza a una en particular...
En lo que dices sobre cómo se empeña don Quijote en arrastar a Sancho, lo veremos más adelante. Pero a Sancho se le van grabando las memorias de los golpes. Saludos.

LICHAZUL: bueno... sería mejor el anticipo de su parodia. Hay una serie que las parodia, para que veais que yo también veo estas cosas: Bobobo. Si Cervantes hubiera escrito una parodia de los mangas japoneses, hubiera sido ésta. Con mejor calidad, claro. Buen fin de semana.

PEDRO CARCEDO: ¡Qué bien te cuidas, querido amigo! Pues nada, a coger el ritmo. Un abrazo.

DIANNA: de vez en cuando hay que dejarse llenar la cabeza de mariposas. Besos.

MANUEL: vista, leída y comentada. Saludos para ti y para Inés.

ANTÒNIA: pues te esperamos.

Un abrazo a todos y gracias por vuestros comentarios.

Alatriste dijo...

Un capitulo interesante, aquí, caballero y escudero cobran de lo lindo: Sancho se da cuenta que el oficio de la caballería puede costarle la vida; y Don Quijote intenta animar a su escudero explicándole, con justificaciones inspiradas en ideales caballerescos, que lo sucedido ha sido un agravio y no una afrenta, y por tanto, el honor sigue intacto.

Sin embargo, todas estas explicaciones de Don Quijote no convencen a Sancho.

Creo que aquí Cervantes lanza una crítica a ese sentido del honor y la honra que muchos hidalgos tenían tan presentes en la época a pesar de mal vivir con unos pocos maravedíes en la faltriquera.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

ALATRISTE: yo también pienso eso. Y más: ante la vivencia del honor en medio del fracaso, su literaturización. Saludos.

begoyrafa dijo...

Pedro; me has dejado de piedra con Bobobó porque opino exactamente lo mismo que tú. No sé si parodia de Manga o llegar al Kitch en el manga.
Un abrazo
Rafa

CarmenS dijo...

¡Cuántos palos y cuánta resistencia de los personajes! Eso me estremecía cuando, antes de leerlo por vez primera, voluntariamente, me hacían leer fragmentos en el colegio. Me molestaba que un hombre aparentemente bueno recibiera tanta paliza, era injusto y no lo aceptaba. BUeno, en realidad, hoy día me sigue molestando que sufriera tanto el pobre don Alonso

Teresa dijo...

Este capítulo es memorable.
Don Quijote le asesta el primer golpe (que no le dio tiempo a más) por la espalda a uno de los yangüeses y los compañeros que venían por detrás también les atacan por la espalda.
Siendo unos 2 contra otros que eran MUCHOS.

Sancho Panza que equipara a Rocinante con una persona y lo considera de su mismo pensamiento, jajaja (el burro y yo pensamos lo mismo)

Y los convincentes argumentos de Alonso "vas yendo tú, que tengo que apagar la olla, luego ya te alcanzo y rematamos entre los dos" jajajajaja

No se puede perder ripio en este texto. Me ha recordado una de estas peleas de Mortadelo y Filemón, en las que sólo se ven pies, puñetazos, blam, blum, para pasar a la última viñeta, con un mogollón de tiparracos armados hasta los dientes con porras terminadas en pinchos, las mangas remangadas, cachivaches varios. Espera... sí un momento...

(pasos, clop, clop, clop)

SI NO ME ACORDABA QUE TENGO "MORTADELO DE LA MANCHA".... de Ibáñez.. ¡qué subidón!

Euphorbia dijo...

Me he reído mucho con este capítulo, con la conversación tras el apaleamiento, especialmente cuando Don Quijote le dice a Sancho que en la próxima ocasión en que se encuentren con personas de baja condición sea sólo Sancho el que pelee pero que él ayudará en caso de que otro caballero venga en la defensa de los contrarios. Me imagino la cara de Sancho al oír eso.
Llevo unos días complicados, me temo un atraso en la lectura como no me centre.
Un beso

Pedro Ojeda Escudero dijo...

RAFA: en todo caso, una delicia de serie que descubrí gracias a mi hija, que me contó alucinada cómo un personaje peleaba con los pelos de la nariz. Un abrazo.

CECILIA: es curioso cómo cosas que hacían gracia ahora nos resultan dolorosas. ¿O, en contra de lo que nos han dicho, siempre se ha leído estos fragmentos con la ternura que despierta el personaje?

BIPOLAR: Tengo un vago recuerdo de aquel tebeo. ¿Me mandas la portada escaneada por correo?

EUPHORBIA: es que, aquí, ya vemos que don Alonso está loco, pero no tanto. Bueno, si te atrasas, aquí te esperamos. Un beso.

Anónimo dijo...

Dos golpes de suerte marcan el principio y final del capítulo, en medio, el episodio con los arrieros de Yanguas. Si en el inicio se alía con el diablo, en forma de jacas gallegas y comerciantes yangüeses, el final tiene ilusión de castillo a los ojos de D. Quijote, después de caminar una legua escasa. Legua que debió de parecer interminable a los cuatro penitentes de la historia, dada la condición física que arrastraban.

Una vez que dieron sepultura a Crisóstomo, escucharon su desesperado poema, se sorprendieron con la aparición, discurso y desaparición de Marcela, nuestro caballero andante y escudero deciden seguirla por el monte ( se me hace difícil imaginar un bosque en La Mancha) por donde la vieron adentrarse. Después de dos horas de búsqueda infructuosa, descabalgan en un prado de yerba verde abundante, donde dan buena cuenta de la merienda. No desensillan ni apean los animales, confiando en su mansedumbre más que probada; sin embargo, quiso la mala suerte que aquel día coincidieran con unos arrieros yangüeses que también habían soltado sus animales. Cuando más felices se las prometían Sancho y D. Quijote en aquel lugar, Rocinante siente la llamada del instinto, provocada por unas toscas jacas gallegas sueltas, que pastaban por el lugar y que no están por la labor de corresponderle, desencadenándose una batalla de pocos contra muchos, con el resultado, lógico, que ya conocemos.

En mi opinión el capítulo más divertido de los leídos hasta ahora por: ingenioso, original y espléndido planteamiento humorístico basado en una buena historia. Aunque no sea muy original D. Quijote al echar la culpa, de nuevo, a Rocinante de sus desgracias. Es muy gráfico imaginarse a D. Quijote "terciao" a lomos del burro de Sancho y a éste pidiendo dos tragos de la bebida del feo Blas (fierabrás) para sanar sus heridas. pancho

Pedro Ojeda Escudero dijo...

PANCHO: magnífico comentario, como siempre. Un apunte: el paisaje de finales del XVI y principios del XVII era un tanto diferente. Sí, había bosques, más que ahora: primero, porque el clima -ya hemos hablado de ello- aun estaba bajo la influencia de la llamada Pequeña Edad de Hielo; segundo, porque la deforestación había comenzado -por la construcción de barcos-, pero aun no era completa; tercero, no había política de concentración parcelaria y odio al árbol, como desde poco tiempo después hasta hace poco.
Me ha gustado lo de D. Quijote terciao.
Un fuerte abrazo.

Myriam dijo...

tratare de ser concisa:

1- el locus: en un lugar bastante similar al descrito por C. me refugio, cuando lo necesito, siempre que me convida o yo lo llamo.

2- extrordinario todo el dialogo de los de los dos y principalmente las acotaciones de Sancho como ".....digame vuestra merced si suceden muy a menudo....que a dos cosechas quedaremos inutiles para la tercera"...

3- Obviamente, preste atencion al juego amoroso idealizado del capitulo anterior con la historia de Rocinante refocilando con las vacas...y toda esa naturalidad interrumpida pro los incomprensivos..yanoseque.

Y me surge la pregunta... Como fue capaz DQ de montar un Rocinante NO castrado?

Y aqui me despido... me encanto el capitulo por todos los entretejidos y por toda la ironia que desborda. Besos

Myriam dijo...

PD no fue derrotado, solo golpeado. Se levanta o lo levantan, Sigue..... Sigue.... y lamera sus heridas en el pmo capitulo....

Pedro Ojeda Escudero dijo...

MYR: buena pregunta lo de Rocinante, pero piensa que no a todos los caballos se les castraba -ni se les castra- y más si son de natural mansos.
Y bien visto: no es derrotado. Su derrota, lo veremos, significaría su muerte. Besos.

Abejita de la Vega dijo...

Don Quijote y Sancho recorren durante más de dos horas el mismo bosque, tras la pastora Marcela. La buscan y no la hallan.

Vienen “a parar a un prado lleno de fresca yerba”, junto a “un arroyo apacible y fresco”.

Tan ameno es el lugar que convida a sestear en él. Se apean, dejan pacer a sus monturas, saquean sus alforjas y comparten su contenido "en buena paz y compañía".

¡Demasiada paz! ¿Dice el libro que Rocinante le va venir el deseo de refocilarse? De ninguna manera, es tan manso y tan poco rijoso. Ni todas las yeguas de la dehesa de Córdoba alterarían su casta naturaleza.

-¡Hiiiiiiiii! ¿Casto yo? ¡Hiiiiiiii!

-¿Quién me habla?
-Estoy aquí dentro, señora mía. ¿No me ve su merced?

-¡Un caballo! ¡Un rocín! ¡Rocinante en la pantalla de mi ordenador! ¡Habla!

-Sí, señora mía. ¿De qué se sorprende usted? Si don Miguel ya me dio la facultad humana del habla en los versos preliminares al Quijote. Recuerde aquella décima de cabo roto: “Soy Rocinante, el famo-, bisnieto del gran Babie-, por pecados de flaque-, fui a poder de un don Quijo-…”. E incluso diálogo con el gran Babieca, el caballo del Cid, quejándome de mi menguada ración de paja y cebada.

-Así es, señor Rocinante, pero compréndame, se me hace raro hablar con un equino, aunque sea todo un personaje literario.

-Esté atenta vuesa mercé; lo que va a escuchar es mi versión de lo acontecido en aquel prado, algo que no figura en libro alguno. Y, ruégole encarecidamente no me califique de "secundario", siendo tan principal como soy. Porque caballero sin caballo no es caballero...

-Comience de una vez, don Rocinante.

-Pues verá, de ordinario Sancho Panza no me "echa sueltas", tan confiado está en mi mansedumbre. Cierta vez le oí comentar lo de "todas las yeguas de la dehesa de Córdoba". Les diré que cambiarán de parecer si un día destos me ponen delante una de esas fermosas cordobesas...El diablo no duerme y quiere que anden paciendo por alli unas jacas galicianas, que tampoco están nada mal. Lo malo es que sus amos, unos arrieros yangüeses sestean cerca.

Sucede que me viene el deseo de refocilarme con "las señoras jacas", cómo olían aquellas jembras gallegas. No pido licencia, tomo "un trotillo algo picadillo"y voy a comunicarles mi necesidad. Mas la jugosa hierba debe serles más apetitosa que mi persona porque me reciben a coces y dentelladas. Quedome sin silla y en pelota, todas las cinchas rotas.

Viendo los arrieros la fuerza que fago a sus yeguas, acuden con estacas y me dan tantos palos que acabo derribado y por los suelos. Don Quijote y Sancho llegan ijadeando . El loco de mi amo dice que son "gente soez y de baja ralea" y , por ello, bien puede ayudarle el escudero a tomar venganza.

Abejita de la Vega dijo...

¡Ay!Sancho no quiere saber nada de venganzas, proclama que son veinte contra dos. Don Quijote arremete contra ellos y el bueno de Panza lo imita. Da una cuchillada a uno que traspasa el sayo de cuero. Los arrieros acuden a sus estacas " y cogiendo a los dos en medio, comenzaron a menudear sobre ellos con grande ahínco y vehemencia".


El segundo toque da con los dos en el suelo. El amo cae a mis pies, yo aún ni levantarme; hay que ver como " machacan estacas puestas en manos rústicas y enojadas"
Los nuestros enemigos huyen con presteza. Oigo la "voz enferma y lastimada" de Sancho que llama a su señor don Quijote. Y la respuesta: "¿Qué quieres, Sancho hermano?"
El escudero pide "dos tragos de aquella bebida del feo Blas" un extraño remedio para el molimiento. Su señor no tiene tal remedio; qué más quisiera; mas le jura, "a fe de caballero andante", que antes de dos días la ha de tener.

Don Quijote se siente culpable por haber puesto mano a la espada contra hombres no armados caballeros. Así que, la próxima vez, ha de ser Sancho quien se enfrente "a semejante canalla" y los castigue. Mi amo le defenderá si hay que hacerlo con caballeros.
El villano Sancho replica que él tiene "mujer e hijos que sustentar y criar", que no pondrá mano a la espada contra nadie. Y que perdona todo agravio del pasado y del futuro, venga de persona alta o baja, rica o pobre, sea hidalgo o pechero.

.
Don Quijote quisiera tener aliento para hablar descansadamente pero no se lo permite el dolor de una costilla. Con un "ven acá, pecador" comienza la reprimenda, a ver si se entera de que ha de estar a las duras y a las maduras. Si el viento de la fortuna se vuelve a su favor y toman puerto en alguna de las ínsulas que le tiene prometidas… ¿se la daría a quien no está dispuesto a defenderla?

Sancho está "más para bizmas que para pláticas", En este momento sólo le interesa que su señor se levante y que yo, Rocinante, pueda también levantarme, aunque con ayuda. Dice que no merezco la ayuda, que fui yo el culpable del molimiento. Yo, "una persona tan casta y tan pacífica", nunca lo hubieran pensado de mí. Que comprendan que la carne es débil, la mía también.

Abejita de la Vega dijo...

Don Quijote considera que sus carnes son más tiernas y notan más "semejantes nublados". "¡Criadas entre sinabafas y holandas!", que no sé qué es eso...A cada uno le duele lo suyo, no lo olvide, señor caballero.
No entiendo mucho sus palabras, cuenta que si a Amadís le dieron doscientos azotes con las riendas de su caballo, que si el caballero del Febo le endosaron unas melecinas de nieve y arena por sus agujeros naturales, pobre.

Don Quijote explica que las estacas de los arrieros no afrentan porque ninguno de ellos poseía estoque, espada o puñal. A Sancho tanto le da, le santiguaron con sus pinos y el dolor ahí le quedó impreso, tanto en la memoria como en las espaldas.

Mi señor sigue hablando de batallas, de feridas, de caballeros enamorados que duermen en páramos y desiertos. Sueña.

Sancho apareja su asno entre "ayes", "sospiros","pésetes" y "reniegos de quien allí le había traído". Me levanta y me pone de reata, el pollino como guía, qué vergüenza para un rocín como yo. Es muy sufrido mi cuadrúpedo compañero de fatigas.

Con don Quijote sobre el rucio, llegamos a una venta. Cuadra, paja, cebada...que no haya leña.

-¿Señor Rocinante? ¿Dónde está? Ha desaparecido. Se oye cloc, cotocloc, cotocloc.

Un abrazo para todos los que pasáis por aquí de:

María Ángeles Merino

¡Ya están comentados todos los capítulos!

Susana dijo...

Todo ocurre con naturalidad y verosimilitud en esta novela. Pedro, tú señalas la naturalidad con la que don Quijote y Sancho abandonan la búsqueda de Marcela, y yo estoy de acuerdo en que ese hecho merece una mención. Don Quijote se decide a buscarla movido por la fascinación, por el ideal, pero no la encuentran, y se topan con un lugar apacible y es la hora de la siesta, con ese calor manchego, y abandonan, lógicamente. La realidad se abre paso. Delicioso.
Me quedo también con el oportuno y desdramatizador contraste entre el amor pastoril de Grisóstomo y el impulso instintivo de Rocinante, que en el fondo es lo mismo. Y las coces de las yeguas, como símbolo del rechazo femenino y de la libertad de la mujer. Es lo mismo que hizo Marcela pero sin adornos, como dices, Pedro, y con esa displicencia (“ellas, que, a lo que pareció, debían de tener más ganas de pacer que de ál…”). Veo a Rocinante, con su “trotico algo picadillo” buscando refocilarse con las yeguas y ellas, viéndolo venir a él con desgana mientras pacían, le faltó decir a Cervantes “mientras espantaban a las moscas con la cola”…Magnífico el talento de Cervantes para convertir a cualquier figurante en un personaje y cualquier contexto en una imagen vívida. Maravilloso, y el comentario de este capítulo, también. Gracias Pedro.
Saludos.
Susana