Los bolsillos de mi padre

De los bolsillos de mi padre salían cosas maravillosas. Como un mago hábil sacaba de ellos adoquines del Pilar, caramelos de violeta de Madrid, frutas de Aragón, turrón de Iborra y caramelos de toffe. Siempre tenía una libreta o un papel para apuntar y un bolígrafo que pintaba y un peine pequeño, toda su documentación en regla y fotografías. En ellos cabía también su bocadillo de media mañana y un pañuelo de algodón egipcio recién planchado y limpio. En invierno llevaba sus guantes y objetos que siempre nos sacaban de cualquier apuro. Como todos los hombres de su época usaba también una navaja de pequeñas dimensiones para cortar el pan o el chorizo del bocadillo o pelar una manzana. Un día, de uno de los grandes bolsillos de una gabardina salió un cachorro. Un perro color canela que era como una bola de pelo, con el hocico negro y húmedo. De los bolsillos de mi padre siempre salieron cosas maravillosas, venidas de no sé dónde pero que acertaban a aparecer en el momento adecuado, en el momento preciso en que eran más necesarias.