viernes, 30 de noviembre de 2007

Ser fotógrafo sin serlo.


La exposición Fotógrafos insospechados, que se muestra en la Sala de San Benito de Valladolid ofrece un curioso enfoque. Los autores son personas conocidas por razones muy diferentes a la fotografía: pintores, escritores, actores, cantantes, bailarines, directores de cine. Acudí a verla con mi amigo Javier Garcìa Riobó y pudimos disfrutar al soprendernos por la mirada de esta gente. Una de las mejores es de Picasso, llena de juegos artísticos, pero las fotografías de Richard Gere, Mikhail Baryshnikov o Jeff Bridges son también magníficas. Es difícil desechar ninguna. A mí me sorprendió mucho la modernidad de dos retratos de finales del siglo XIX, del novelista Émile Zola. Javier se entusiasmó con un retrato de Penélope Cruz realizado por Almodóvar. La exposición merece la pena: por curiosidad y por calidad.
Ser fotógrafo sin serlo. Desde que he abierto el blog he ahondado en esta afición mía. Primero con torpeza, poco a poco aventurándome a descubrir cosas a través del objetivo de la cámara o a experimentar riesgos como hago en Nocturno. Qué cálido puede resultar este objeto. Desde el más sencillo, como dice Javier.
Me recuerdo siempre con esta afición, ante la incomprensión de la familia, cuando aun había que esperar a completar el carrete y llevarlo a revelar para ver el resultado, casi siempre decepcionante. Cuántas veces habré oído que para qué hacía una foto de algo que se podía comprar en una postal.
Hagamos fotos: familiares, turísticas, torpes, osadas. Con la foto va el recuerdo, la mirada y un jirón de nosotros.

Nocturno (X)

[...]
Hasta dónde llegamos. Hemos dado mil veces la vuelta al mundo pero aun no hemos desembarcado en ninguna parte porque quizá no sea nuestro destino. Nuestra historia se ha parecido en demasía a los círculos amargos del invierno. Deberíamos mirar a nuestros pies y buscarnos en los caminos que han hollado hasta traernos aquí mismo. Y levantar la cabeza, al fin, y ver quién nos acompaña en el viaje y el horizonte, allá lejos. Un horizonte que es una línea entre las cosas apenas oteadas y que perdimos en otra noche. Quizá no tengamos meta, pero tenemos que seguir caminando.

Al paseante se le han curado las heridas y se las tienta incrédulo pero las cicatrices están ahí como recuerdo. Intenta memorizar las voces oídas y las presencias, los ritmos nuevos del aire y las sensaciones que le han traído la lluvia y esta noche. Pero cómo narrarlo. Decir miedo o llanto, decir azul o te siento. Luchar por el retorno de las palabras, depurándolas de los largos caminos para que vuelvan a decirnos las cosas. Que la palabra sea la caricia y el beso, que sea el otro y uno mismo, que sea el sueño y lo cotidiano. Que sea el odio si fuera necesario. La imagen y la sinestesia. La angustia y la calma.
[...]

jueves, 29 de noviembre de 2007

Juan Gelman, Premio Cervantes 2007.

El poeta argentino Juan Gelman ha sido galardonado con el Premio Cervantes de 2007. Su historia personal es dolorosa. Su literatura, comprometida y humana, en el ámbito de la poesía conversacional (social, coloquial, de la experiencia...), es magnífica. Aun recuerdo alguna conversación sobre Gelman con mi colega y amigo Jaime Ibáñez cuando le dirigía su magnífica Tesis Doctoral sobre Mario Benedetti.

De nuevo, la educación.

El Informe PISA 2006 (cuyos parámetros de estudio pueden verse aquí) vuelve a situar a España entre los países de menor calidad educativa del mundo desarrollado. Exactamente el 31 de 57 países. Además, pone en evidencia una de las consecuencias de la realidad española actual: la fragmentación geográfica de la calidad de enseñanza señala que en la España del norte el nivel y los resultados son mucho mejores que en la España del Sur.
Esto no es consecuencia de la política de hoy mismo, sino el resultado de cómo se ha jugado con la educación en este país desde hace años y de lo que son cómplices los Gobiernos nacionales, los de las comunidades autonómicas, los partidos políticos y la sociedad entera. Los políticos, de todo color y origen, no llegan a acuerdos generales, torpedean las reformas de los otros o proyectan las suyas propias sin consenso, favorecen actuaciones extrañas sobre el mundo educativo y, finalmente, no destinan la suficiente financiación a la educación de los niños y jóvenes españoles.
La sociedad española (padres, hijos, educadores, gestores), con una mentalidad de nuevo rico, ha desestimado el esfuerzo y rebajado la vigilancia sobre la formación de nuestros alumnos.
España ha fracasado, sin ningún tipo de disculpa, en este campo.
Lo que hagamos hoy tendrá efecto dentro de diez o quince años, pero como en este país se suele perder demasiado tiempo en larguísimas campañas electorales y a la mayor parte de la población el asunto no le importa, me temo lo peor.

Nocturno (IX)

Cuando adelgazamos nuestra piel conseguimos ser los otros. Para ello, a veces, si se resiste, hay que despellejarla a tirones para que la carne viva se deje orear al viento. El proceso individual se trasforma, al fin, en colectivo. Nos hacemos los demás porque hemos conseguido abrir las más remotas puertas de nuestro interior y sentir el mundo que nos rodea. Nadie está entre los demás si no parte de los secretos más profundos.

Asaeteado por las ramas y los troncos, el paseante comienza a notar presencias junto a él. Murmullos de conversaciones, retazos de sonrisas, sollozos inacabados. Gritos, susurros, oye gestos y caricias y golpes. Poco a poco, el espacio nocturno se puebla de ellas hasta hacerlo denso y cálido. Su cuerpo se ha calmado y participa de un rumor que podría ser el de las hojas o el del viento. Los otros seres que pueblan ahora la noche junto a él se mueven mientras hablan y se abrazan, se asesinan, se ignoran y se aman. Ante sus ojos se abren tiempos distintos y lugares contradictorios. Todo está en presente.

miércoles, 28 de noviembre de 2007

Formas de mejorar una ciudad hermosa.


A quien corresponda:

Hace tiempo traje al blog algún ejemplo de cómo destruir una ciudad hermosa. Hoy quiero señalar cómo se la puede mejorar conservando y poniendo en uso lugares históricos. Quiero hablar de la Plaza del Sobrado de Burgos, ya mencionada aquí.

Es un acierto el proyecto -ya casi terminado- de urbanización de la plaza y de su entorno, por el que se ha de felicitar al Ayuntamiento. Esta plaza se encuentra en la zona de influencia del Hospital del Rey -de hecho, su historia está ligada a él desde el inicio-. Esta referencia ya nos lleva a dos elementos que deben respetarse: el Camino de Santiago y la Universidad.

Ante la inminencia de la intervención en los solares y edificios que a ella miran y de sus proximidades, deberían tenerse en cuenta estas dos referencias. La plaza, vista con los ojos de un universitario, debería ocuparse con fines relacionados con ellas. En primer lugar, sería un lugar más que adecuado para un albergue de peregrinos, construyendo uno con las dotaciones más modernas que pueda complementar al de la calle Fernán González y que sirva de acomodo a los nostálgicos de El Parral, pero en consonancia con el entorno; si se descartara, podría estudiarse la posibilidad de un centro de interpretación del Camino vinculado con la Universidad. En segundo lugar, utilizando los solares y edificios para dotaciones universitarias relacionadas con los alumnos de origen extranjero: Erasmus, intercambios, centro de español para extranjeros, etc. A eso se podría añadir otros fines universitarios, turísticos y culturales. Se conseguiría un espacio ejemplar por el que pasarían al cabo del año miles de personas interesadas por la cultura, el arte y el idioma, que se llevarían el recuerdo de un lugar tan significado.
Se admiten ideas, quizá podamos sugerírselas a los candidatos a Rector de la Universidad de Burgos el próximo año.

Nocturno (VIII)

A veces la conciencia de las cosas duele. De una forma brutal se nos impone la realidad y el cuerpo queda dolorido por la certeza que no habíamos sabido comprender antes. Cuando llega el exacto momento, la conmoción nos golpea como si desveláramos el último de los secretos del mundo: tan sólo el peso físico de lo cotidiano, del que nos habíamos aislado con el orgullo del triunfador que sobre la arena ha dejado, palpitante aun, el cadáver del otro que seremos algún día.

Y al grito del paseante las cosas parecen cobrar vida y los troncos no se hunden en la tierra sino que brotan de ella puesto que recuperan su antigua razón por la que no fueron plantados según la industria del hombre sino que nacieron de la feraz tierra. Y al nacer fieros, le apuñalan el cuerpo con saña. El dolor le hace llegar aun más allá en esta noche primera en la que halla una nueva sensación del transcurrir de los ciclos temporales.

Las cosas se le hacen presentes y le rozan, le acuchillan, le reclaman completo. Desbordada su racionalidad, asiste, en quieto éxtasis a pesar del dolor, a la trasformación del paisaje para llegar más allá de sí mismo, al borde exacto de la existencia. Se siente fragmentada muestra de todo lo que le rodea, tan lejos ya del espacio y del tiempo sabidos. Con una lucidez que no conocía, asiste a un ritual cierto, no visto antes porque no había mirado.

martes, 27 de noviembre de 2007

La ciudad


Tenía pendiente pasarme con calma por la exposición de grabados de Mayte Santamaría que, con el título de Ciudades invisibles se ofrece en la Biblioteca Universitaria de la UBU, espacio sabiamente ocupado por el arte desde hace tiempo.

La obra de Mayte Santamaría ofrece una visión del paisaje urbano a veces onírica, otras íntima, con toques de humor (un avión bombardea con edificios) y gran densidad de pensamiento. Mezcla estéticas -quizá es lo menos oportuno de la exposición- y ofrece una visión utópica del urbanismo y de la arquitectura con la que han jugado muchos artistas desde siempre. Me ha gustado, me ha hecho pensar.

En este blog se ha reflexionado en varias ocasiones sobre el concepto de ciudad, fundamental para entendernos y reflexionar sobre nuestra intervención histórica en el entorno en el que nos asentamos, casi siempre relacionada con miedos y necesidades primarias. La ciudad es necesaria para comprendernos pero solemos destruir su valor de proyecto cultural por la especulación.

Hubo una época en la que la ciudad era sinónimo no tanto de lugar de protección frente a lo hostil como de Humanidad y cultura, de libertad frente a los señores feudales y de ese tipo de proyectos comunes que nos hace mejores. Ser ciudadano llegó a ser sinónimo de ser hombre libre con derechos y deberes frente a los demás y el mundo.

Hoy ser ciudadano suele entenderse, tanto por los habitantes de las ciudades como por los arquitectos y quien les paga, como consumidores encerrados en una jaula sin barrotes. Salimos de la ciudad al campo o a otras ciudades que no son las nuestras como hordas salvajes o meros cazadores de instantáneas.

Deberíamos pensar en intervenir en la ciudad como ciudadanos, no como ejecutores de las leyes de mercado. Deberíamos recuperarnos como ciudadanos.

Me alegro de haber hecho hoy una pausa en mis obligaciones para ver la obra de Mayte Santamaría.

Nocturno (VII)

[...]
Hemos perdido la conciencia de las cosas de tanto aprender a no mirarlas. Así se nos han amortiguado los sentidos porque ya no nos pensamos animales, cuando debemos serlo más que nunca para recuperar lo mejor de la naturaleza y comprender nuestras raíces de tierra, de agua, de viento y asumir, desde ella, la construcción de la especie. Sólo así daremos un refugio a las cosas a las que tanto nos hemos empeñado en agredir con nuestra historia, tan ciegos de soberbia.

Bajo la nueva luz, el paseante se arrodilla junto a un árbol y recoge un puñado de hojas humedecidas por la lluvia. Y recupera, como si fuera sangre plástica y abierta repentinamente por un tajo en la garganta, el sentido del olfato. Pero no es el mismo de antes de la noche, sino más penetrante. Se le inunda el cerebro de olor a tierra, a humus fértil. Y siente tan dentro la herida en las sienes que, al fin, tras tantos años mudo, grita de dolor y de rabia por no haber comprendido antes.
[...]

lunes, 26 de noviembre de 2007

Viene la noche



Va de noches.

Metido como estoy en la publicación de Nocturno, me cité con Óscar Esquivias el jueves pasado. Tenía ganas de volver a verlo. La charla hubo de ser necesariamente breve -él está muy atareado por la difusión de su último libro y otras tareas y yo tenía una comida con un buen amigo-, pero suficiente para constatar cómo Óscar sigue un camino más que acertado sin perder aquella energía que yo le conocía y su conversación fluida y de gran altura. El lugar del encuentro nos suscitó chistes: "En El Callejón, le dije, junto a El Tremendo". Óscar acudió a la cita con la novedad ansiada: Viene la noche, la tercera entrega de su trilogía dantesca sobre Burgos, que comenzó con Inquietud en el Paraíso y siguió con La Ciudad del Gran Rey. Se presentará oficialmente en unos días en la ciudad. Sabido es que en este blog se ha dialogado mucho con estas novelas de Esquivias, al que sigo desde sus inicios y considero ya una de las mejores realidades literarias españolas. No he terminado la novela, esto es sólo una crónica de urgencia del encuentro y de las primeras páginas. Siguiendo la norma que se ha impuesto en esta trilogía, vuelve a cambiar el estilo. No quiero desvelar más, pero las páginas leídas hasta ahora constituyen la constatación de un gran escritor hasta para los que hubieran tenido dudas hasta ahora.

Seguiré informando.

(La foto de la portada es, cómo no, de otro artista de por aquí: Asís G. Ayerbe.)

Nocturno (VI)


Nos empeñamos en que todo es como nos han enseñado y así no hallamos más que la dimensión monótona y evidente en la que el individuo se ha destruido a lo largo de la historia. En nuestra cobardía para la navegación solitaria o la arriesgada expedición en grupo hacia las fuentes de las cosas, hemos perdido la conciencia y fragmentado nuestra propia existencia hasta anularla. Ya no sabemos nada porque nada somos y nada tenemos. Nos anulamos y nos hemos refugiado en el otro deseando que sea él quien nos salve o quien caiga por nosotros. Ni siquiera sabemos convivir con nuestro miedo y el fruto de la adormidera es el más fiel compañero para nuestros días.

Ahora, al paseante todo se le aparece bajo una nueva luz que sale de dentro, de las cosas mismas. Hay nuevos colores. Incluso el tiempo adquiere una nueva dimensión, en la que se sumerge: el latido de la noche es frenético y lo desborda y desde este descubrimiento de la auténtica dimensión de la historia se supura un líquido que nace del tuétano y recubre el silencio llenándolo de sonidos. Al fin, la nueva realidad lo posee. Y sabe que es parte de un fluido que no le lleva a ningún sitio pero que lo constituye, como a todo lo que le rodea.

domingo, 25 de noviembre de 2007

La comunicación.

Dicen los investigadores que gran parte de los problemas de relación entre hombres y mujeres surgen porque no compartimos el mismo código emocional y usamos las funciones del lenguaje de manera diferente, hasta malograr la comunicación, incluso. Hay un libro muy famoso que habla de esto y sugiere que los hombres somos de Marte y las mujeres de Venus. Según algunos se debe a diferente configuración del cerebro y el uso distinto que hacemos de él, según otros a factores educacionales e históricos. Cuando el ser humano adquirió la cultura enriqueció su existencia con la comunicación (o viceversa). Pero también la hizo más complicada.

Después de tanto, qué difícil es que las palabras signifiquen sólo lo que dicen.

A pesar de eso, hay que seguir insistiendo. Quizá, algún día, lleguemos a comprendernos. No renuncio a ello.

Nocturno (V)

[...]
La ceguera es un estado natural del ser humano. No vemos más que la apariencia de las cosas y juzgamos sólo por ella, como si aun fuéramos seres primitivos que no logran elaborar lo que ven más allá de la supervivencia. Esa mirada plana nos devuelve a lo irracional en exclusiva. Quizá por eso, la noche en la que ha entrado el paseante le permite ver de otra manera. Y una vez alcanzada la mayor negrura surge de nuevo el color, como si se inventara, ayudado por la lluvia, que le da un nuevo brillo.

Con las manos aun manchadas del barro de la orilla de este río, que le corre ya por dentro y le arrastra convirtiéndole en cauce, levanta la cabeza y los arbustos de la ribera se le aparecen, al fin, tras su muerte, como si se inventaran las formas y los volúmenes. No crea las cosas: ya estaban allí, pero ahora puede verlas. Y logra caminar entre los árboles sin necesidad de palpar el vacío.

sábado, 24 de noviembre de 2007

¿La Universidad preocupa?

Soy parte de una generación que pudo acceder, en España, a la Universidad masivamente, sin que ello exigiera unos recursos económicos familiares altos. Recuerdo que, en aquellos años, las estadísticas situaban a España entre los países con más universitarios no sólo en número total sino también en porcentaje de población. Durante toda mi carrera universitaria disfruté de becas estatales (la general y otras más específicas: de Colaboración y de Investigación), además de trabajar, como muchos otros, en casi todo, sin contrato alguno. Soy radicalmente defensor de facilitar el acceso a toda persona, que quiera y esté preparado académicamente, a los estudios universitarios. También defiendo con igual vehemencia la Universidad pública.

Desde hace unos años la Universidad española está inmersa en cierta desorientación. Ser universitario ya no garantiza tener trabajo ni tener un trabajo mejor. Los tiempos también han aclarado finalmente que no todo se aprende en la carrera y que, después del título de diplomado o licenciado, necesitas participar en actividades formativas a lo largo de tu vida profesional y después de ella. Sucesivas modificaciones en las normativas y el camino hacia el Espacio Europeo de Educación Superior han provocado que el sistema universitario español esté cambiando, en su estructura, sin que nadie pueda garantizar que el resultado será mejor. Dentro de la Universidad española hay quienes participan entusiastas de la reforma, pero mayoritariamente se detecta desánimo y cierta incredulidad. También perviven, junto a dinámicas modernizadoras y muy activas que llevan a un tipo de docencia e investigación más acordes con los tiempos, lastres de actitud que vienen de siempre.

La reforma va a provocar una Universidad más encaminada al mundo profesional pero también va a traer la aplicación de cierta mentalidad neoliberal que fomentará la competitividad en lo bueno y en lo malo. La autonomía universitaria española, que ha enriquecido académicamente el sistema de enseñanza superior y ha permitido su crecimiento y modernización, tiene un lado oculto si lo sumamos a las nuevas formas: cada vez habrá más diferencia en el currículum de un alumno según dónde estudie. Habrá, incluso entre las Universidades públicas, una diferencia casi insalvable entre los graduados de los mismos estudios según de dónde procedan. Y este hecho será aun más llamativo entre los alumnos de postgrado (Máster y Doctorado), en los que el que se matricule invertirá una suma considerable de dinero.

Esto es ya inevitable. Urge que todos tomemos conciencia del asunto.

Nocturno (IV)

[...]
A tientas casi, con los brazos extendidos para evitar golpearse, el paseante se dirige, privado de la vista, hacia donde oye el rumor del agua. Sabe, porque ha pasado por aquí cientos de veces, que delante de él está el río, pero un extraño impulso lo lleva hacia adelante hasta que nota sus pies chapotear en el barro de la orilla. Jugando a ser dios, se agacha y amasa con sus manos, hundiéndolas en el lodo, pellas amorfas que le explican inconscientes las razones de las cosas. El contacto con la tierra húmeda y la lluvia que ya le cala le muestran, a través de la piel, nuevas formas.

Por un momento, se cree enloquecido o embriagado, pero poco a poco es consciente de que nunca ha estado más sobrio y más certero que allí, en el mismo borde de la corriente inevitable.

viernes, 23 de noviembre de 2007

Nocturno (III)

Entrar en la noche despierta uno de los miedos más arraigados en nuestro cerebro. Nos devuelve al animal temeroso que somos, tan frágil.

Así, desprovisto de toda soberbia, el paseante se acerca a las cosas para pulsarlas. La lluvia constante, inmisericorde, las transfigura en ese mismo momento, como si se abriera una oscura puerta que desvelara un nuevo ámbito. Fogonazos de una extraña luz le permiten andar sin tropiezos, mientras escucha cómo sus pasos huellan las hojas muertas y renacidas ahora. Todavía no ve colores: sus ojos aun deben mirar en grises.

¿La educación preocupa?

Oigo en la radio que, por toda Europa, se extiende el debate sobre la educación y los resultados académicos de nuestros niños y jóvenes. Me temo lo peor: cuando se habla de estas cosas con tanta insistencia se avecina, casi siempre, una reforma a peor.

¿Los políticos se extrañan de los resultados de los informes sobre la educación? Que miren las leyes que han hecho desde hace años y el porcentaje de los presupuestos que se ha invertido de verdad en las aulas (hay demasiados meandros en el recorrido de la inversión pública en educación).

¿La sociedad se extraña de los resultados? Que miren las dinámicas que se han instalado: rechazo del esfuerzo, proteccionismo excesivo de nuestros jóvenes, eliminación del respeto al otro como valor, ansiedad por obtener resultados inmediatos, olvido del papel educador de la familia.

jueves, 22 de noviembre de 2007

Nocturno (II)

[...]
La mano del fraile explica la fe del que se adentra en la noche sin saber qué le espera. Parece acostumbrada, con una decisión irrevocable, a no aceptar la apariencia que se ofrece a primera vista. Con su trabajo, desgarra la primera carne para llegar al corazón palpitante y comprender las cosas.

Esa es la primera lección. El mundo se nos ofrece en superficie y nos enloquece en su caos. Pero la mirada y la paciente espera nos permiten arrancar bruscamente, en el momento oportuno, la auténtica entraña. No tiene por qué ser hermosa, puesto que asume la belleza de un paisaje de otoño y la más cruel de las acciones humanas. Algunos piensan que el artista debe recoger tan solo las cadencias más hermosas, yo sé ahora que todo está mezclado y que la esperanza se junta con la más radical de las desesperanzas. Y que la mirada debe verlo todo y asumirlo, el oído acoger el desajuste de los sonidos para construir una nueva armonía y la piel rasgarse con el tacto áspero de las cosas tal y como se presentan para contarlas de una nueva manera, que es la única que ha existido siempre. Como hace esta mano de bronce del enigma en la que las gotas de lluvia resbalan como lágrimas condensadas por todo lo que ha guardado la esfinge hasta ahora.

Un recuerdo personal de Fernando Fernán Gómez.

Conocí a Fernán Gómez entre bambalinas. Él estaba de gira con su compañía representando El alcalde de Zalamea, de Calderón de la Barca. Se encargaba, como primer actor y director, del papel de Crespo -de hecho se autoparodia en El viaje a ninguna parte-. Debía ser, por mis cuentas, en el invierno de 1981. Aunque recibió el Premio Mayte por aquella obra, recuerdo la propuesta demasiado plana, sólo correcta. Y al reparto muy desigual sobre el escenario y la ejecución sin unidad, a la manera de las compañías antiguas.
En su deambular por provincias, las compañías de entonces contrataban figurantes para determinadas cosas: hacer bulto en las escenas corales, entregar objetos a los actores en escena, o recogerlos. Por aquella época yo tenía acceso directo al viejo Auditorio de la Feria de Muestras de Valladolid, en la que fue a recalar la compañía de Fernán Gómez. Y me vi vestido de campesino, recogiendo la mesa en la que acababan de departir los protagonistas o nutriendo el grupo de hombres del pueblo en la escena final.
Fernán Gómez aparecía en el teatro unos pocos minutos antes de la representación, no hablaba prácticamente con nadie y cuando estaba caracterizado se paseaba haciendo ejercicios de voz. Al salir a escena se trasformaba y dominaba la atención del público. Me sorprendió, porque me lo esperaba de otra manera. Apenas tenía relación con el resto de la compañía y se limitaba a ser el mejor sobre la escena.
Luego supe que descreía ya del teatro, lo que le llevó, años después, a abandonarlo y la decisión también la tomó con otra representación de la misma obra. No soportaba la repetición diaria ni las luchas internas y envidias de toda compañía. Tampoco le llamaba la presencia del público tan cercana. Se hizo huraño y profundizó en esa imagen pública que hoy tenemos de él. Prefería el cine y comenzaba su labor literaria.
Fernando Fernán Gómez ha sido uno de los mejores actores españoles de siempre. Yo le prefiero en el cine porque no tengo buenos recuerdos de las veces que lo vi actuar sobre la escena y porque en el cine he admirado, como todos, sus actuaciones soberbias en cuyas miradas, gestos y tonos había un tratado del buen actor. Fue un gran director, que se prodigó poco pero casi todo lo que hizo en este sentido fueron obras maestras. Fue, también, un gran escritor. Sin peros.
Conté mi experiencia en una reseña publicada en una revista, no sé si en Batahola o Barataria. De aquellos días yo me quedo con el olor de la sastrería de la compañía y, con perdón, con las piernas de alguna de aquellas actrices. Pero eso debería contarlo en otro sitio, no en La Acequia.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

El cómico, de viaje por siempre a ninguna parte.

Ha muerto Fernando Fernán Gómez, actor, director, escritor. Figura imprescindible. Ante el recuerdo de su voz, de su gesto, de su mirada, toda palabra se quedaría escasa.
Que la tierra le sea leve.

Nocturno (I)

Estimado amigo:

Seducido por la noche y su ámbito, el paseante de La Acequia decidió visitar su locus amoenus a horas no habituales. Descubrió algunas razones ya anunciadas pero también otras que le depararon sorpresas y quiere contar aquí, retazo a retazo, como si se cosiera una nueva piel hallada.

Te pido paciencia y comprensión, la lectura será lenta, como lo fue la noche, pero promete aclarar -o quizá oscurecerlas más- algunas de las claves de este cuaderno.

El fraile constructor, que surgió en mayo como efigie de misterios urbanos junto al símbolo del derrumbadero, lo recibió con su enigma. El rostro del fraile aparecía en la noche más severo que de costumbre. El paseante rozó el bronce, húmedo por la lluvia otoñal, con sus dedos, temeroso de la mirada. Sin respuestas, se adentró en el espacio, abierto, como una herida, a la noche, junto al Puente de Malatos.

martes, 20 de noviembre de 2007

Meditación.

[Detalle de El eterno viajero o el comediante (1996), estatua en bronce
de Eduardo Cuadrado sita en la Plaza de Martí y Monsó de Valladolid.]
-
No es tristeza el gesto, sino meditación. Qué pocos momentos dedicamos a recogernos en nosotros. Qué poco acostumbrados, entre tanta angustia por el tiempo y los plazos. Nuestra vida es cada vez más externa. Cuando uno anda pensativo, enseguida los bienintencionados amigos le recomiendan la visita a un psiquiatra que amortiguará el pensamiento con fármacos de la felicidad. Somos una sociedad condenada a la acción febril y la diversión obligatoria. El paseante, a veces, sólo pide que le dejen en paz para encontrarse consigo mismo y poder ver con mayor claridad la raíz de las cosas. Ahora, que comienza la lluvia y la pausa, ese gesto de encorvarse buscando refugio bajo el paraguas.

lunes, 19 de noviembre de 2007

Gusanos alienígenas. (A la manera de.)



Se han detectado en las calles de nuestras ciudades unos gusanos amarillos que entran en los domicilios y abducen a sus moradores. Cuando los devuelven se sienten habitantes de un extraño planeta llamado Hipoteca. Quizá algún gen mutante los afecta porque, según las noticias, cada vez hay menos.

Pausa carnal para unos días densos.

Cantaba Rubén Darío a la carne de la mujer como el alimento que da sentido a todo, en palabras sacrílegas -profanas- de tan misteriosamente sagradas:

¡Carne, celeste carne de la mujer! Arcilla
-dijo Hugo-, ambrosía más bien, ¡oh maravilla!,
la vida se soporta,
tan doliente y tan corta,
solamente por eso:
¡roce, mordisco o beso
en ese pan divino
para el cual nuestra sangre es nuestro vino!

Desde Bécquer hemos aprendido que el poeta habla de poética cuando menciona el amor y el deseo, pero qué bien suenan, leídas en la acepción más física, estas palabras de Darío: roce, mordisco o beso. Hay mucho más en la relación amorosa, pero cómo se condensa la pasión en la sensación del labio que ansía acariciar la piel amada, que la muerde o la besa. La piel y la carne, por ejemplo, del cuello.

domingo, 18 de noviembre de 2007

Monstruos (y III).

[ Detalle de la fachada de la iglesia de la Merced, Burgos.]

Y una vez que la mirada ha destruido esta fachada, atomizándola, el artista ha logrado arrancar de la piedra la forma cincelada y descubrir el pulso del monstruo, con el que se identifica. De los poros de la roca salen humores que emborronan las líneas del cantero y del trazo difuminado brota, al fin, el corazón de las cosas. Es en ese justo momento cuando el paseante logra amasar el doble monstruo. Y juntos, el suyo propio y el que escondía la piedra, se elevan como en un tubo misterioso del nuevo órgano, hacia la noche.

sábado, 17 de noviembre de 2007

Monstruos (II).

[Detalle de la fachada de la Iglesia de la Merced, Burgos.]

El arte moderno, a partir de finales del siglo XIX, supo luchar contra la figuración evidente de las formas. Buscó la revelación de nuevos caminos para contarnos los objetos y abrió una puerta que amplió el mundo hasta lo ilimitado porque la nueva manera halló no sólo el inédito relato de las cosas sino nuevas realidades hasta entonces no vistas porque no había forma de mirarlas.

Con furor parecido hice decenas de fotografías de esta fachada para que no me pareciera la misma que he visto tantas veces. Pero allí se empecinaba, en cada centímetro de piedra, intacta. Sin embargo, de la firme destrucción del conjunto, de cada grieta, salía la aspiración de monstruo, locura y abismo.

viernes, 16 de noviembre de 2007

Monstruos.

[Detalle de la fachada de la Iglesia de la Merced, Burgos]

Según las versiones, el Capricho 43 de Goya, El sueño de la razón produce monstruos, puede explicarse de forma aparentemente contradictoria: del dormitar de la conciencia nace la fantasía del arte pero también se originan las visiones, los sueños y las acciones más oscuras del ser humano. La atracción del abismo fue el sentimiento romántico del que nació la locura y el genio artístico. Y el malditismo del poeta.
Al volver a casa, anocheciendo ya, rocé con mis dedos esta fachada que desde lejos se ve airosa pero acercando la mirada nos representa monstruos agazapados en la piedra. Sentí el vértigo de la locura en mis dedos. Cuántos artistas han caminado en el delgado filo hacia la demencia. No es necesaria para la creación pero la imaginación colectiva ha querido forjar la efigie del artista a partir de ella. Es más, muchos genios se han perdido por la exagerada propensión a la autodestrucción a la que parecía condenarles su condición de artistas. El paseante creía estar a salvo de la condena al mirar esta fachada desde la ribera del río. Pero qué atractiva es la desfiguración de la piedra mirada de cerca.

jueves, 15 de noviembre de 2007

Frontera y paisaje.

[Paisaje de Castrojeriz, Burgos.]

Estos últimos días, en las entradas del blog, busco las fronteras: dentro, cerca, lejos. Las fronteras verdaderas no son las marcadas en los mapas, por las que tantos han muerto a veces sin saber bien por qué o por quién. Ésas que se llenan de banderas e himnos y peligrosos políticos populistas. Son más ciertas las fronteras que llevamos dentro y que nos da miedo cruzar por si nos hallamos en un país desconocido que nos desoriente o que nos horrorice de tan previsible. Hay vacíos interiores que nos roen como agujeros negros. También he descubierto fronteras en las cicatrices de los árboles o en los grandes clavos que remachan una puerta o en la incierta figura borrosa de un espejo.

Hay otra frontera al vacío que nos muestra la mirada: aquella cuyos límites no dominamos, en la que los edificios en los que nos cobijamos se terminan y quedamos al viento cruel del páramo o la incierta seguridad de un valle desarbolado.

Frente a este paisaje uno se siente desvalido y minúsculo, sin más sustento que el de sí mismo, tan pobre. Y cómo asusta esta condición del individuo desprovisto de los otros o de las circunstancias que distraigan del encuentro con su verdadera efigie en este paisaje de abismo en el que el cielo pesa más que la tierra, hacia el horizonte, de tan enorme.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

Con Cervantes en mi locus amoenus.


Hice caso a Javier y me acerqué a las cosas de mi locus amoenus. En mi refugio de la ribera del Arlanzón descubrí nuevas formas y superficies más allá de lo que ya me parecía decorado teatral y expresión alegórica de la tranquilidad.
Cervantes quiso dedicar casi toda su obra a evidenciar el conflicto entre las fórmulas estáticas del arte, que ya no servían para contar la vida, y las nuevas formas de narrarla que había descubierto El Lazarillo. En La Galatea, mucho antes que en El Quijote, anunció la entrada brusca del mundo real en el ámbito metafórico de lo pastoril. A partir de él la vida se contaba desde la vida.
Por eso, cuando me he acercado a las cosas he visto que, debajo del manto de la maravilla amable en la que creía ver detenido el espacio y el tiempo histórico, había cicatrices y humus y, en cuanto uno levanta la vista del decorado se encuentra el pulso de la vida. Rozando estas superficies con los dedos se siente el refugio como una mera pausa desde la que mirar la existencia física y concreta del mundo. Un respiro contenido y necesario para comprenderlo e implicarse. Como debe ser.

martes, 13 de noviembre de 2007

Rutina. (Becqueriana.)


Qué lejos están todas las calles. Mirando las ventanas y galerías del camino cotidiano a casa he percibido el óxido de la rutina. La costumbre, a veces, nos salva del vértigo de la locura. Pero cómo pesa en la espalda cuando la rutina nos vence y uno levanta la cabeza en un momento cualquiera y se da cuenta de que hace tantos años que sigue haciendo lo mismo y que los sueños han quedado en un claro del bosque del que se ha borrado todo sendero de entrada. Por un momento me quedé de pie, en el bordillo, porque todo se había transfigurado. Fue un segundo apenas el que produjo ese efecto. Lo sigo buscando tenaz y enfebrecido, cada día en una nueva calle.

lunes, 12 de noviembre de 2007

El héroe muerto.

[Detalle del monumento a la batalla del Moclín, Medina de Rioseco.]

El paseante ha llegado hasta aquí y sabe que antes a los héroes, como el de este monumento, los consolaban, en la agonía, con el regazo de la mujer amada. Eran otros tiempos, en los que los roles de hombres y mujeres diferían de los nuestros. Y en los que las creencias tampoco eran las nuestras. La cabeza apoyada en el seno cálido de la mujer, que ya era madre más que amante, mientras su mano acariciaba el cabello sudado y sucio del moribundo. Y unas frases o apenas un murmullo consolador.

La sociedad ha cambiado y al héroe (hombre o mujer), en su agonía, le espera una cama fría de hospital, máquinas con luces de colores y pantallas de ordenador.

¿Qué hace de nosotros héroes?

En algunas culturas siguen funcionando emociones antiguas por las que la autoinmolación o la muerte en la guerra se consideran en sí mismas un acto heroico que es recompensado. En la occidental hemos preferido mecanizar la muerte. Por eso nos produce tanta repulsa el asesinato cruel y sucio. Por eso preferimos convertir los conflictos bélicos en un programa de ordenador y mandamos mercenarios para el trabajo violento posterior pero cerramos los ojos ante sus acciones o nos mostramos hipócritamente indignados cuando se nos desvelan. Los soldados regulares se han convertido en una ONG con armas a los que premiamos por sus labores humanitarias siempre y cuando no nos informen con detalle de cuántas veces han tenido que usar sus fusiles.

Miro a los ojos de los otros paseantes y no sé su condición heroica. ¿Por qué morir hoy? Qué pocas cosas, pero qué cercanas todas. Se nos han caído las grandes ideas porque todas ellas generan más conflictos que respuestas, pero aun queda el compromiso con el otro en los gestos cotidianos. Quizá ese sea el único regazo que nos espera.

domingo, 11 de noviembre de 2007

Autorretrato de ascensor con Caín al fondo.


Un género nuevo en La Acequia, que me sirve también para homenajear los Autorretretes del Sr. K., un ingenioso e inteligente miembro de la blogosfera burgalesa (el más joven de los que quiso embarcarse con presencia física en la mesa redonda de las III Jornadas sobre lenguaje y periodismo). Siempre le he dicho que sus autorretratos son arte moderno oportunos y reflexivos.
Es curioso, gracias al regalo que me hizo Javier el viernes y del que di cuenta ayer, he podido, con calma, recorrer cronológicamente las entradas del blog. Y he visto un grupo de ellas en el que no sólo doy cuenta de blogs amigos o respondo a sus insinuaciones con entradas, sino que los homenajeo hasta la imitación o el gesto. Me recuerdo, desde niño, admirando la creatividad de los demás sin envidia alguna. Quizá por eso soy profesor de literatura. En la inteligencia y la habilidad de los otros veo siempre un estímulo. Por eso, Caín, te copio aquí pero giro tu propuesta -es el verdadero signo de la imitación: crear líneas nuevas a partir de lo admirado- y la hago mía: el paseante de La Acequia se ve en un ascensor estrecho y rutinario, sin saber muy bien qué hace allí y cómo ha llegado.
Ni siquiera es capaz de ver nítido su rostro, porque lo perdió en alguna estación de su viaje. Como tantos, me he buscado equivocadamente en la imagen de los espejos. Ahora buceo dentro, angustiado de soledad y falto de espacio y de tiempo.

sábado, 10 de noviembre de 2007

Abrir una puerta y econtrar un regalo.



Después de un viaje que ha durado toda la vida, te encuentras a veces con una puerta que reconoces porque la has visto en muchas ocasiones aunque siempre hayas pasado de largo. Quizá, en una ocasión, hace veinte o treinta años, decidiste cerrarla porque ya no podías más o la responsabilidad había terminado venciéndote. Esa puerta ha ido envejeciendo contigo y se le notan las raspaduras, las manchas de humedad, la decoloración del tiempo y el polvo acumulado.

Hace unos años abrí unas cuantas de aquellas puertas de mi vida. Hace algo más de un año me dirigí vacilante a una de las últimas que me quedaban y la abrí para sorprenderme porque el estado de las cosas que allí dentro había guardaba la normalidad acogedora de un ámbito conocido y que sólo se necesitaba pasar un poco el plumero y ordenar el revuelo ocasionado por algunos pájaros que habían entrado por los cristales rotos por alguna pedrada maliciosa, quizá por mi propia mano.


De esto y de otras muchas cosas hablé ayer, en un encuentro largo y agradable con Javier García Riobó, en el Café España. Su mirada pausada y silenciosa sobre las cosas y el arte dicen más que las voces y gritería de muchos. Hemos enlazado nuestros caminos, como me ha ocurrido tantas veces con este blog, proyectado cosas y viajes, pero sobre todo amistad. Venía con un regalo que le define como persona: un año entero de La Acequia encuadernada. Con morosidad cariñosa había ido editando cada entrada del blog para ofrecerme el resultado de su atento trabajo. A cambio, le regalo esta foto de esta vieja puerta, aunque sé que él estará pensando: más cerca, Pedro, más cerca. Y cuánta razón tiene Javier.

Historia chistosa de una foto ucraniana.



Como estoy en la noche del viernes al sábado, me relajo y cuento un chiste con foto. Y en clave. Aunque no lo entendáis no penséis que me he vuelto loco ni cambio La Acequia. Paciencia: me hago mayor.


Cuando el Ucraniano preguntó por unas barras fui corriendo a fotografiarlas pero no llegué a tiempo porque él ya había desvelado el enigma. Quizá por las prisas y por responderle en clave tropecé en algún 2016 que había caído por allí y la foto salió torcida. O no.

Así que, sentado en el suelo, me giré y vi al pobre rey castizo a pesar de galo -o por eso- y decidí sacarlo también.




Pero sentí la presencia de Nacho Carreras tomando la plaza, así que opté por girar a Carlos III, que ya ha sufrido el pobre tantos embates y pedestales y mostrarlo más airoso y campechano. A fin de cuentas, fue de nuestros primeros borbornes. Él sabe por qué me quedo con esta foto.


viernes, 9 de noviembre de 2007

Meme de la página 123 con amago de reseña.



Trupitomanias me remite un meme que consiste en abrir el libro que en este momento ocupe nuestro tiempo de lectura y copiar las cinco primeras líneas de la página 123. A mí me pide que lo haga con el libro que tenga en la mesilla. No puedo: no tiene 123 páginas. Pero debajo de él, pendientes de reseñar después de haberlos leído y releído están dos volúmenes de Diego Fernández Magdaleno que respiran literatura desde la cubierta. Como el Libro del miedo (Valladolid, Comunicatemas, 2006) tampoco tiene más de 67 páginas, recurro al segundo: El tiempo incinerado [Diario, 2004] (Béjar, El Sornabique & If ediciones, 2005):

A la calle no llega el compás de la queja, ni la saliva que corre entre los labios: los enfermos se esconden en la tensión del cobertizo. El que sufre nos advierte del destino común que la superviviencia ignora. Miro las manos de mi padre, los pálidos trazos endurecidos en sus venas. Es la primera vez que tiene un enemigo: su valor esá intacto.

La anotación corresponde al 29 de septiembre y por una casualidad cabe (excepto unas pocas palabras) en esas cinco líneas y justifica por sí sola todo el volumen de este Diario. ¿Por qué este azar, por qué mi querido E. me remite este meme y yo recuerdo que debo una reseña de los excelentes libros de Diego y abro el volumen y aparecen estas líneas que vertebran ambos volúmenes y ante estas letras me imagino a Diego y ya no puedo seguir escribiendo? Me temo, Diego, que no voy a poder hablar hoy de tus libros y que aun te debo su reseña. Un abrazo, amigo.

Y, en cumplimiento de las normas del meme, se lo remito a Nerea, porque quiero saber qué lee alguien que de forma tan entrañable manda siempre sus besos.

jueves, 8 de noviembre de 2007

Horizonte con aldaba.

[...]
Y en los momentos de soledad más intensa y de mayor dolor, a veces basta con cambiar el ángulo de la mirada para comprender que el horizonte se llena de gente y las grandes aldabas que nos atemorizaban sirven para abrir las puertas y no para cerrarlas.

miércoles, 7 de noviembre de 2007

Las cuatro esquinas.


En la vida, como si fuera el juego tradicional de las cuatro esquinas, creí perder, en cada tramo, la esperanza, el amor, la vocación, la amistad. Se me fueron cayendo de los bolsillos, en la carrera por alcanzar cada esquina, las creencias y las ilusiones. Todo quedó desolado y al capricho de un viento helado que se me metió hasta los huesos. Hoy todavía, ante la decepción, el desagradecimiento y la irracionalidad de muchos caigo un tiempo en el desánimo y en la desesperanza.

Pero luego, tras los minutos de desazón, me doy cuenta de que las condiciones del juego pueden cambiar pero siguen firmes aquellas cuatro esquinas a las que dábamos vueltas para salvarnos y de que, a pesar de que creo en muchas menos cosas, allí, entre la gente, siguen esos pocos elementos básicos de la infancia. Y sigo creyendo en la gente porque muchos no son todos.

martes, 6 de noviembre de 2007

Mesa redonda de los medios de comunicación.

Hoy, si no hay ningún sobresalto, se celebrará la última sesión de Mutantes. Las palabras en la Red. III Jornadas sobre lenguaje y periodismo. Recordaréis que tuvimos que aplazar la sesión en la que Raúl Urbina, profesor de lengua española de la UBU y autor del blog Verba volant, impartiría una conferencia sobre "Los medios de comunicación en la Red", tras la que se constituiría una mesa redonda con varios medios de comunicación locales (periódicos, emisoras de radio y televisión) que debatirían sobre sus formatos tradicionales y los nuevos en Internet. La sesión, por lo tanto, queda de la siguiente manera:
Día: 6 de noviembre, martes.
Hora: 18:00 horas.
Lugar: Salón de Actos de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales.

18:00 h. “Los medios de comunicación en la Red”, conferencia a cargo del profesor Raúl Urbina Fonturbel, de la Universidad de Burgos.

19:00 h. MESA REDONDA CON LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN. Han confirmado su asistencia:
-Diario de Burgos.
-El Mundo. El Correo de Burgos.
-Punto Radio.
-Radio Arlanzón.
-Canal 4 de Burgos.
Seguirá un debate sobre los medios de comunicación, los blogs e Internet y una exposición parcial de las conclusiones de las III Jornadas sobre lenguaje y periodismo.
Que los hados nos sean favorables.

lunes, 5 de noviembre de 2007

Bosque de columnas.



Esta sociedad tiene mucho de bosque de columnas. En ese bosque podemos perdernos pero también buscar refugio cuando el cielo se nos cae encima. Al paseante se le ocurre una metáfora fácil: todas estas columnas son necesarias porque si comenzara a retirar una a una no sabría bien cuándo este viejo edificio se vendría abajo, aplastándolo. Y el paseante no quiere imitar a Sansón por ninguna causa.

Una de las características más patentes de la nueva sociedad que nos estamos dando es la mezcla de culturas, etnias, lenguas y costumbres y la fabricación de nuevos conceptos en una nueva realidad: integración, multiculturalismo, pluralidad y convivencia. En algunas ocasiones estamos tan metidos en este bosque de columnas que sólo vemos las rozaduras que nos causan y nos salen comportamientos xenófobos y racistas, reaccionamos como esos habitantes de aldeas perdidas que tienen miedo a todo lo que venga de más allá de su valle y son capaces de crímenes colectivos contra el forastero que sólo es culpable por no haber nacido entre ellos.

Pero el paseante, hoy, ha mirado el edificio desde lejos y se ha dado cuenta de que todas aquellas columnas que parecen dificultar el paso y que tienen tendencia al caos en su colocación, formas y tamaños, dan la necesaria consistencia al conjunto. También sabe que todos los edificios, incluso los más hermosos y perfectos técnicamente, sufrirán el desgaste de los años y la Historia y necesitarán que se les apuntale.

[Por sugerencia de Jónathan Gil, para su Blogsteca, multilink sobre el racismo]

domingo, 4 de noviembre de 2007

La garza real del Arlanzón.


En mi caminar, cada mañana, cuando acudo a clase o en mis paseos, el río me acompaña, constante. A veces hay rumores entre los habituales: "Ha vuelto la garza". ¿Pero es la misma del año pasado? Desde ese momento, inquieto, atisbo cerca del Puente de Malatos para distinguir la figura señorial de esta ave. Entre la vegetación ha surgido esta mañana y se ha detenido lo suficiente para fotografiarla, antes de levantar el vuelo.

Bécquer, en La corza blanca relataba la frustración poética del amor (la frustración dolorosa del creador) enraizando su texto en el mito. En la leyenda becqueriana, Garcés anhela cazar una hermosa corza y persigue su rebaño en la profundidad de un soto. Por el ruido cree encontrarlas y cuando se dispone a lanzar el dardo, se queda extasiado porque las corzas habían desaparecido:

En su lugar, lleno de estupor y casi de miedo, vio Garcés un grupo de bellísimas mujeres, de las cuales unas entraban en el agua jugueteando, mientras las otras acababan de despojarse de las ligeras túnicas que aún ocultaban a la codiciosa vista el tesoro de sus formas.

Garcés puede contemplar la visión profunda de la belleza casi como un sátiro no invitado a la fiesta, espiando entre las ramas a las corzas-ninfas. Pero el amor, el deseo, le vence y se encuentra ya enamorado hasta la locura de Constanza, la corza blanca.

Todos sabemos cómo termina la historia. Garcés no puede evitar su instinto de cazador, de obtener aquello que sólo es dado mirar de lejos, y logra cazar a la corza para descubrir, horrorizado, que acaba de matar (¡...si será verdad!), al obtenerla, a su amada. En la agonía, Constanza recupera su forma humana:

Constanza, herida por su mano, expiraba allí a su vista, revolcándose en su propia sangre, entre las agudas zarzas del monte.

Como siempre, en Bécquer hay dos lecturas: la argumental, que nos cuenta la historia de un amor imposible; la simbólica, que, a través de la alegoría, nos enfrenta con la lucha del creador por alcanzar la forma perfecta.

Esta corza del Arlanzón, que toma posesión del agua con gesto majetuoso, quizá en las noches alunadas de claridad se trasforme en la belleza inaccesible.

O, en un giro también propio de los cuentos románticos, no sea más que una corza.

sábado, 3 de noviembre de 2007

El Arlanzón en otoño.



Jorge Guillén, del que ya hemos hablado aquí tantas veces, cantó, a través de la luz, el aire y las formas del espacio, al planeta entero en la sensación humana del paseante. Incluso, ya mayor, cuando sentía la inevitable urgencia del tiempo, en su volumen Final (1981) de Aire nuestro, seguía creyendo con tozudez y retranca castellana, en la creación diaria del mundo. En el poema Todo a la vez poetiza un río que es la existencia pero siempre, en contra de lo que se cree de don Jorge, con la presencia humana como testigo y vértice:

Parece un río entre riberas verdes
Con el trasfondo oscuro de unos bosques

Es por la mañana temprano y todo se ofrece como recién brotado:

Cuando la luz ofrece la más diáfana
Trasparencia radiante

con esa luz se desvela el misterio y el paseante comprende la raíz heraclítea del mundo pero desde la emoción humana:

Vivacidad de cambio,
Sucesión de paisajes,
Marinos y silvestres,
Perpetua creación,
El humano consuelo.

Algo así pensaba yo esta mañana tenue de otoño -a don Jorge le gustaba más el verano- al pasear junto al río. Qué extraordinaria belleza de la luz en este lugar tras el cansancio de los días, qué sensación, tras la noche, de una nueva esperanza.

viernes, 2 de noviembre de 2007

Los difuntos.


A la familia Fernández Magdaleno, con mi abrazo.


En realidad, la festividad católica que conmemora nuestros muertos no es la de Todos los Santos sino la de los Fieles Difuntos, que se celebra hoy día 2, pero eso es lo de menos. La pérdida de uno de nuestros seres queridos nos deja perplejos ante la ausencia, cuando no una enorme herida. Pocas culturas, pocas épocas, han podido mirar esto con alegría. Ni siquiera el catolicismo, que siempre vio la vida como un tránsito hacia Dios, ha conseguido evitar el duelo por la muerte y la pregunta por la ausencia.

Levantamos, desde la prehistoria, túmulos para recordar a nuestros muertos. La leyenda de Don Juan, explicación antropológica de muchos de nuestros miedos y de nuestras ansias, ha dado obras para representar hoy que se centran, en gran medida, en las tumbas. A pesar de todos sus defectos el Don Juan Tenorio de Zorrilla, es un virtuoso ejemplo de engranaje teatral que siempre funciona. En la obra, Don Juan vuelve a Sevilla tras una larga ausencia. Sus muertos le esperan en lo que fue Palacio familiar y ahora es cementerio y jardín. Pocos reparan en el diálogo de este don Juan ya maduro y reflexivo con el escultor que ha labrado las figuras de los muertos del antiguo galán, con el que arranca la segunda parte del drama y la posterior meditación del burlador. La acción transcurre, señala Zorrilla, en una noche tranquila de verano y con la luz de una inmensa luna. El escultor, que desconoce la identidad de don Juan, le cuenta su propia historia llamándole "aborto del abismo". Todavía le queda mucho de su antigua altanería y, como el cementerio se ha construido con su herencia, dice aquello de:

No os podréis quejar de mí,
vosotros a quien maté;
si buena vida os quité
buena sepultura os di.

Pero ya no es el mismo, la huella del amor de Inés es profunda y en el silencio y la soledad del lugar siente esa trasformación interna y llora ante la tumba de la joven:

En ti nada más pensó
desde que se fue de ti;
y desde que huyó de aquí,
sólo en volver meditó.
Don Juan tan sólo esperó
de doña Inés su ventura,
y hoy que en pos de su hermosura
vuelve el infeliz don Juan,
mira cuál será su afán
al dar con tu sepultura.


¿Es tarde para don Juan? Luego sabremos que Zorrilla quiere que no, que tiene un punto de contrición y una oportunidad recién muerto para salvarse tras hablar con Inés y don Gonzalo.
Pero nosotros, que no somos don Juan, ¿tenemos una oportunidad última para hablar con nuestros muertos? Estas tumbas que hoy visitamos, ¿son pequeños receptáculos de las frases que nunca dijimos y que ahora venimos a exclamar para tranquilidad de nuestra conciencia?
Qué poco somos y cómo necesitamos consuelo.

jueves, 1 de noviembre de 2007

Cerradura.



[...]
Y, una vez decidido, buscar en los bolsillos la llave que permita la entrada para sentir el vacío interior de la casa y de tu propio cuerpo, tan fatigado ya del tiempo. Esa soledad que llevas tan adentro.