martes, 19 de junio de 2007

Formas de destruir una ciudad hermosa.



A Isabel, en su cruzada del azufaifo del Mediterráneo.

Desde lo que será una gran vía de comunicación sobre los terrenos por los que ahora trascurre la línea ferroviaria, ya no será posible contemplar la silueta de uno de los edificios más hermosos de esta ciudad. La vía del tren, en un error que se lamentará con el tiempo, se traslada lejos del centro urbano cambiando de lugar el problema de seguridad y de comunicación que planteaba, pero no solucionándolo.
Esta iniciativa tan poco debatida, ha hecho que se hayan revalorizado los terrenos que están a sus lados. En ellos se están construyendo barrios enteros sin demasiada gracia arquitectónica a elevadísimos precios. Todos tenemos responsabilidad en esta locura.
Ahora bien, alguien ha dejado construir, en un espacio abierto, unos espantosos chalets que esconden el monasterio de Santa María la Real de Las Huelgas, integrado en el Patrimonio Nacional y que debería haberse librado de esta contaminación visual (que traerá, además, otras agresiones al monasterio con el tiempo). Las nuevas casas esgrimen sus horribles siluetas sobre la humilde delicadeza de la torre monacal. Ni siquiera se construye con la gracia de edificaciones anteriores y se prefiere moles pesadas e inhabitables. Hasta los centros públicos edificados junto a las tapias optan por la fealdad de los contenedores.
Sé que muchos no comprenden lo que digo, que piensan que estos restos de la Historia son estorbos y que el mundo hoy debería ser exclusivamente funcional y efímero. A estos ni les pido que comprendan el placer estético. Me gustaría poder convencerles con sus propios argumentos: la rentabilidad económica de un turismo cultural basado en la Historia, en el Arte, en la Lengua, en el Patrimonio de la Cultura. Me gustaría convencerles de los beneficios sanitarios y para la calidad de vida de tener ciudades humanas y que sepan integrar la Historia con la modernidad. Me gustaría enseñarles ciudades horriblemente maltratadas por sus habitantes para que huyeran del espanto. En fin...
¿Qué nos han hecho nuestras ciudades para que las destruyamos de esta manera?
¿Por qué las hacemos feas, inhóspitas, incómodas e inhumanas?
Así no, así no.

5 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Estimado Flan Marky Marky: me gustaría que me pudieras explicar la pertinencia de tu comentario sobre esta entrada. Después, lo publico sin problemas. Saludos.

Belnu dijo...

Toda la razón, Pedro, da escalofríos con qué aceleración se arrojan en brazos del dinero y dejan que paisajes urbanos dignos y agradables sean engullidos por la fealdad, sin pensar que nadie querrá visitarlos, ni ellos mismos, ni sus descendientes, sin pensar que acabarán huyendo de ese mismo cemento... Gracias por tu apoyo

Anónimo dijo...

Cuando era un niño -tampoco hace tanto- Burgos era una ciudad modélica por su limpieza y la cantidad de espacios verdes de que podíamos disfrutar. Hoy no.
Hoy estamos acosados por casitas clónicas, amenazados por la fiebre taladora e indenfesos ante la ambición especuladora.
Una vez más, totalmente de acuerdo contigo.

Anónimo dijo...

Me gusta pensar que cualquiera puede entender esta situación, sólo que hay unos intereses por ahí que....

En fin, si alguien tiene tiempo y quiere llorar, que busque los enlaces sobre feísmo.


http://www.lavozdegalicia.es/fotografia/index06.jsp

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Gracias a todos por vuestros comentarios. Isabel: da escalofríos, es verdad. Además, en ciudades mucho más pequeñas que la tuya, como es esta, no sabes bien cómo...
Francisco, tú también sabes muy bien de lo que hablamos y cómo vemos destruir determinados lugares por esta tierra (y no sólo en las ciudades).
Labea: he entrado en el enlace que mandas. El mal está muy extendido...