sábado, 30 de enero de 2021
En mí, la niebla.
viernes, 29 de enero de 2021
Piedra luz
la ligera corriente
del agua. O el reflejo.
jueves, 28 de enero de 2021
La porcelana rota (sobre el último relato de Algunas historias no sirven para escribir canciones de amor, de José Ignacio García).
Se necesita mucho amor, sabiduría y paciencia para recomponer un objeto de porcelana cuando se rompe, para contemplarlo después, con la visible huella de que se había quebrado, y asumir su pasado y nuevo presente. Una de las virtudes de la obra narrativa de José Ignacio García es su mirada atenta a estas cosas, la contemplación curiosa de la vida de sus personajes en su maltrato cotidiano y las posibilidades de que pueda ser o no restañada en una nueva oportunidad que puede proceder de la piedad, del cariño o de la dignidad. Esta mirada curiosa es la verdadera protagonista de los relatos del volumen que comentamos y una marca de estilo del autor. No en vano, es lo que nos permite reconocernos en estas historias y el pilar de su verosimilitud. Los personajes de este volumen se conducen con una mezcla de escepticismo y de ingenuidad ante las nuevas oportunidades, que resaltan más con los finales, que premian uno otra.
El último de los relatos del volumen da título al libro y contiene un ejemplo perfecto de este buen hacer de Ignacio García. Nos retrata un matrimonio destrozado no por grandes tragedias, sino por el desgaste lo cotidiano y que, ante los ojos de los demás, es un ejemplo de amor y fidelidad. Su ejemplo pone de relieve la hipocresía de la sociedad. Contado en primera persona, la protagonista hace balance de los cuarenta años vividos con su marido mientras trascurren las horas de una última oportunidad para componerlo, que procede precisamente de la ceguera de quien no ve que la porcelana, la vida, se ha quebrado. Si sucede o no un final u otro es parte de la trama, de la intriga final del relato, pero lo importante es lo que ocurre ante nuestros ojos, en contraste entre el pasado ilusionado y nervioso de los inicios de la relación y de su evolución posterior y el pequeño drama personal de la ruptura del amor y hasta de la convivencia. Un pequeño y cotidiano drama reconocible para el lector y cuyo realismo se acentúa con los pequeños detalles. Entre estos están los objetos -el R5 en el que tuvieron la primera relación sexual, el viejo colchón en el que ella duerme-, pero también las sensaciones -la frialdad, la ausencia de contactos, el silencio, los desprecios- y, sobre todo, la música. Las canciones se suceden en el relato para crear la historia de un amor que los protagonistas no pueden escribir. No es menos parte de ese realismo, el que el autor se demore en la descripción de los lugares por los que transitan los personajes -es otra de las marcas de estilo de este narrador-, no solo para levantar los espacios en los que ocurren las cosas, sino como parte esencial de la propia trama y que ayudan a crear una atmósfera que fomenta el contraste o la adecuación con lo que se cuenta, según el caso. El lector camina por estos espacios reconociéndolos y reconociéndose en los hechos.
Cuando el lector pasea por los relatos de este volumen, se va reconociendo en ellos o teme que ese sea su futuro próximo. Quizá haya comenzado a percibir que la porcelana se está quebrando.
Noticias de nuestras lecturas
ADVERTENCIA: Las entradas de La Acequia tienen licencia Creative Commons 4.0 y están registradas como propiedad intelectual de Pedro Ojeda Escudero. Pueden ser usadas y reproducidas sin alterar, sin copias derivadas, citando la referencia y sin ánimo de lucro.
miércoles, 27 de enero de 2021
A la intemperie de la vida
Hay personas como edificios vaciados. Una desolación que nadie ocupa.
En las casas vacías siempre hay un trozo de papel escrito a mano, un pedazo del mapa existencial de los antiguos habitantes.
Con un descorazonador te sacan las entrañas. Quedas ya expuesto a la intemperie de la vida.
El aire fresco de la mañana se enreda en los rincones de la casa abandonada, saneándola de sombras.
Yo me crie en las afueras. Más allá comenzaba el campo. En mi barrio abundaban las casas vaciadas a las que el tiempo había reventado las puertas y las ventanas. Después, un agujero en el tejado que comenzó con una teja desplazada por un gato, un desgarrón en el papel pintado, manchas de humedad y el polvo acumulado en los rincones. En mitad de la sala, una silla de formica colocada mirando hacia la entrada de la casa.
lunes, 25 de enero de 2021
De la última noche
De la última noche no se despierta. Por eso, cuando amanece, me cercioro de que no sueño, pero nunca estoy seguro de si me engaño.
sábado, 23 de enero de 2021
Qué para poco te has quedado
Miro la ciudad desde la ventana. Atardece y llueve y el paisaje se ha llenado de pequeñas luces que la humedad difumina y ennoblece. Desde hace unos diez días, tengo un dolor en el costado izquierdo, abajo, más hacia la espalda. No es demasiado fuerte, pero sí constante, o quizá yo no me queje lo suficiente. Estoy esperando a que remita, las recomendaciones son las de no acercarse al centro de salud o al hospital salvo en caso de extrema gravedad. Esta noche me ha despertado de madrugada y tardó en algo en pasarse. A veces, cuando el dolor se rebrinca un poco, me da la risa floja. Es algo que me pasa también cuando tengo lumbago o tortícolis, que no es el caso. Me echo a reír aunque esté solo y me digo, qué para poco te has quedado. La risa suele aumentar el dolor y el dolor la risa y así estoy un rato, entretenido.
Como todos, anoche, cuando me desperté, he mirado en un buscador de internet qué puede causar el dolor y es una lista tan larga que para cuando llegaba a la mitad, me ha entrado el sueño. Está bien eso, leer las cosas de las que puedes morirte para entrar plácidamente en el sueño. No suelen agobiarme estas búsquedas, porque luego no voy con ellas al médico, digo, cuando se podía ir al médico. No soy de los que dicen qué tiene uno antes de saludar al entrar en la consulta. Me limito a describir lo que siento, porque para eso ellos son los profesionales de esta cosa. Incluso ahora, que todos los médicos que visito son más jóvenes que yo. Se me han ido jubilando los médicos de siempre. Ahora, además, la mayoría están poco tiempo en la misma consulta. Desde la precariedad de los servicios médicos públicos y la política de negocio duro de las empresas privadas de seguros, cualquier día te cambian al médico cuando lo acabas de saludar, antes de que le puedas decir qué te pasa y luego, antes de que te extienda la receta o el volante. A veces da un poco igual, porque la tensión laboral les obliga a no levantar la vista de la pantalla del ordenador en la que escriben lo que les cuentas.
Es tan precario todo en estos tiempos, que lo más estable de estas noches de dolor son estas luces de la ciudad bajo la lluvia.
viernes, 22 de enero de 2021
Punto y coma, de Javier García Riobó
Javier García Riobó: La mirada como método
Hay personas que llegan a tu vida en el momento adecuado. Es lo que me sucedió a mí con Javier García Riobó. Andábamos los dos experimentando con todas las posibilidades de la web 2.0 en los primeros tiempos de expansión de los blogs en España y, de pronto, apareció en el mío con breves comentarios de una exactitud y concisión pasmosas. Con apenas una frase no solo sabía sintetizar mi texto, sino que lo empujaba más allá. En pocos días, ya había leído el contenido completo de mi bitácora virtual y me proponía reunirnos tomando un café. Devolví sus visitas a la suya para comprobar allí que me encontraba ante un artista con una idea precisa de su arte, una mirada peculiar basada en la meditación profunda sobre el mundo que nos rodea.
Finalmente nos conocimos el 9 de noviembre de 2007, en el desaparecido Café España de Valladolid, un lugar propicio para la charla. En contra del fingimiento que corre por internet, Javier García Riobó era tal y como se me había presentado virtualmente. Lo anoté en La Acequia, mi blog: “Su mirada pausada y silenciosa sobre las cosas y el arte dicen más que las voces y gritería de muchos. Hemos enlazado nuestros caminos, como me ha ocurrido tantas veces con este blog, proyectado cosas y viajes, pero sobre todo amistad. Venía con un regalo que le define como persona: un año entero de La Acequia encuadernada. Con morosidad cariñosa había editado cada entrada del blog para ofrecerme el resultado de su atento trabajo”. A cambio, yo le regalé una fotografía de una vieja puerta, un tema que me obsesionaba entonces, cuando necesité regresar a esos espacios abandonados que todos guardamos en la memoria para encontrarme, con el convencimiento de que él pensaría, al observar la imagen, más cerca, Pedro, más cerca. Y cuánta razón tiene Javier, que me enseñó la distancia justa en el arte fotográfico, aquella que permite reconocer la textura de las cosas y huir de la toma común. La poética de sus imágenes se define precisamente por haber encontrado la distancia precisa para mirar y comprender, para la que no es preciso filtros especiales ni cámaras costosísimas. La realidad se trasforma en un rectángulo digital, un fragmento en el que se encuentra toda ella, pero de otra manera. Es esta condición de igual y diferente su trabajo artístico, que parte de algo que está ahí y que podemos ver todos, pero solo mira así García Riobó. El artista selecciona ese fragmento de realidad, dotándolo de independencia y ordenándolo en una sucesión de imágenes con un ritmo peculiar. La mirada y el ritmo profundizan en su significado, que se muestra para quien sepa comprender. Para Javier García Riobó la fotografía artística consiste en robar ese fragmento de la realidad y ofrecerlo a la contemplación. Se trata de un concepto del arte propio de los filósofos que parten de lo concreto y de los científicos que trabajan con una parcela de la vida. La metodología de la mirada artística eleva ese particular fragmento y lo trasforma en la clave de explicación del mundo.
Desde aquel primer día, hemos mantenido muchos encuentros. Recuerdo cómo buscábamos un lugar para establecer nuestra tertulia semanal y descubrimos que la mayor parte de las cafeterías han sido colonizadas por los monitores televisivos y la música alta que impiden la conversación. A ambos nos molestaba el ruido que el uso incorrecto de la tecnología ha introducido en nuestras vidas, destruyendo la mayoría de los espacios de sociabilidad convirtiéndolos en lugares para el consumo. Javier es de conversación en voz baja y sin aspavientos. Terminamos recalando en La flor de la canela, en donde surgieron nuestras obras en común.
Por entonces, Javier García Riobó trabajaba sobre la imagen digital. Su punto de partida era, unas veces, el recorte de algo que le había llamado la atención en el periódico, que digitalizaba y convertía en otra cosa. Al indicar un fragmento del periódico del día, se le dota de un nuevo significado. Mediante esa fragmentación, la superposición y la variación del mismo tema, alcanza un valor metafórico que no olvida nunca el punto de partida, que es la prensa diaria, nacida para ser consumida en el momento y arrojada a la papelera. El proceso artístico la eleva en su destino y nos revela un mensaje que estaba oculto inicialmente. En el proceso, el artista nos enfrenta con todas nuestras contradicciones: lo que se destinaba a convertirse en desecho y despojo, en olvido por la sucesión de nuevas noticias, se convierte en algo que permanece; lo que era un bien de consumo rápido se convierte en un objeto artístico que nos revela la falsedad del consumismo. De nuestra extrañeza por la trasformación de lo cotidiano se extrae el triunfo de lo artístico. La mirada del artista provoca la recepción del espectador que se detiene lo suficiente en estos fragmentos seleccionados.
Punto y coma, la propuesta que nos muestra Javier García Riobó en esta ocasión parte de este procedimiento. Seleccionadas unas frases de los titulares o de la publicidad diaria aparecida en la prensa, los recortes, sobre fondo negro, se digitalizan. La selección y ordenación trasforman su significado y se convierten en dos poemas visuales que sirven de guion para toda la exposición, pero también de poética. El texto sigue guardando su significado del día concreto en el que se publicaron en un periódico, pero alcanzan otro, más profundo.
El primero de ellos (Punto y coma. / Desmemoria y aire. / Ser y querer ser. / Presente continuo) guarda una de las claves de la mirada artística de Javier García Riobó, lo fronterizo. En su concepción, la frontera entre texturas diferentes, concepciones de mundo diferentes, tipos de líneas opuestas, objetos que están donde no los esperamos, etc., establece siempre una oposición que provoca extrañeza, a veces rechazo. Solo el arte puede hacer dialogar lo diferente y buscar la suma de esos conceptos opuestos a partir del oxímoron. Javier García Riobó sitúa su mirada precisamente en ese diálogo. El segundo de ellos (Una forma de mirar. / El lugar exacto. / Sombra exacta. / La fuga horizontal) nos desvela el lugar preciso de esa mirada en ese espacio de transición.
Enmarcada por el guion inicial y la conclusión artística final, el núcleo de la exposición nos lleva hacia una técnica con la que ha experimentado en los últimos años García Riobó cada vez con mayor insistencia, la pintura. En sus primeros trabajos intervenía sobre imágenes fotográficas y, en ocasiones, devolvía el resultado al mundo digital, pero cada vez le ha interesado más la pintura en sí misma porque concibe este trabajo como un ofrecimiento a la mirada del otro. Si la imagen fotográfica era un robo de lo que ya existía, la pintura se da como una propuesta para que sea el espectador quien la tome. Antes de aplicar el acrílico y extenderlo con la espátula, buscando el contraste con la sutileza y elegancia que permite el pincel, el producto no existía. Estas piezas que se pueden contemplar parten del mismo concepto: un diálogo entre dos secciones cuyos colores y texturas son muy diferentes, intervenidos por un espacio que permite transición pero que es, en realidad, el centro de la mirada artística de Javier García Riobó.
Es en ese eje de transición entre la realidad y el arte, entre las texturas y los colores, en donde se ha situado la mirada artística de García Riobó. Lo que aparenta estático se profundiza en la dinámica intención de una metodología que nos conduce a reflexionar sobre nuestro mundo.
jueves, 21 de enero de 2021
Ambientes y personajes en dos cuentos de Algunas historias no sirven para escribir canciones de amor
Una de las características sobresalientes de los relatos incluidos en Algunas historias no sirven para escribir canciones de amor, de José Ignacio García, es la acertada caracterización de personajes y ambientes y su ajuste con el estilo de cada una de las historias. Como ejemplo, propongo aquí un acercamiento a dos de los más singulares de la colección, hasta donde nos permita la prudencia de no desvelar demasiado de la trama de ambos: Héroes de hojalata y Solitario. Se trata de dos relatos muy diferentes que esconden notas comunes. Son estas notas comunes las que nos permiten identificar la mirada del autor.
Héroes de hojalata se cuenta desde una tercera persona neutra, completamente ajena a la historia y que se limita a dar cuenta de las acciones, los ambientes y los diálogos. Esta elección es acertada porque nos lleva directamente a la factura de la escritura del siglo XIX en la que se desarrolla la historia, a caballo entre el realismo y lo fantástico. Como en los buenos relatos de misterio, hay cosas que no se nos desvelarán, porque la intriga es una característica del género que fomenta el misterio y las incógnitas sobre los personajes (León Monfort tenía que ser un embajador de un poder oculto y sobrenatural que se había adueñado de su voluntad). Nos encontramos en el Madrid de la década de los ochenta del siglo XIX. La documentación necesaria, ejemplar en su planificación, no agobia al lector sino que lo sitúan en un espacio necesario para el desarrollo del relato: las referencias al palacio de Linares, a los sastres Juan Utrilla y Ventura Vergara, que vistieron a la sociedad elegante de aquellos años, a la prensa del momento (parte esencial del relato) o la fotografía, los muebles, objetos y tejidos de los trajes, la condición de indiano de unos de los personajes, todo nos adentra, como lectores, en un espacio en el que puede desarrollarse con verosimilitud una historia que contiene en sí misma circunstancias procedentes de un mundo tan poco real como la profesión de nigromante del protagonista. En ese cruce entre la verosimilitud y la fantasía se propone una historia que nos interesa desde el principio porque parte de una pregunta que todos llevamos dentro sobre lo que haríamos si supiéramos con suficiente anticipación nuestro destino. Los héroes a los que hace referencia el título son las personas anónimas cuya vida se ha visto conducida por la irrelevancia y el fracaso y a los que se les da una única oportunidad para hacer algo que les haga recuperar la dignidad.
Solitario nos lleva al mundo rural. A un pueblo en el que solo quedan tres ancianos, llega un personaje a pie, que cuenta la historia en primera persona sin desvelarnos nada de su vida anterior. Todo lo que sucede en las primeras páginas es un prodigio de ambientación, como si camináramos con los cuatro personajes por las calles de la aldea. A los tres habitantes no les interesa conocer nada del pasado del viajero (Era como si aquel pueblo, casi devorado por las fauces de la soledad, hubiera amurallado todos sus acceso para ocultar la marca de mis huellas), sino tan solo si sabe jugar a las cartas, la única afición que los reúne cada día para pasar las jornadas. Han aprendido a vivir con ese único aliciente diario y a él lo subordinan todo. La descripción de la cocina en la que se desarrollan las partidas es tan plástica que nos es reconocible. En ese espacio es posible el desarrollo de unas relaciones entre los cuatro que conducen hacia un final sorprendente, acertadamente salido de lo que se nos ha contado.
Tanto en Héroes de hojalata como en Solitario el estilo de la narración se ajusta perfectamente a lo contado para crear los ambientes y caracterizar a los personajes. En dos relatos tan aparentemente diferentes, hay puntos en común: ignoramos todo del pasado de los protagonistas, nos hallamos de pleno en una acción que nos arrastra y se ofrece a personajes corrientes una posibilidad de afrontar la muerte con dignidad. Que no se caiga en el melodrama ni en emociones manipuladoras es un acierto del autor. El interés recae en la propia historia y en sus personajes, no en recursos fáciles para captar el interés emocional del lector, por lo que la historia y los personajes deben tener la fuerza suficiente para sostenerlo, como es el caso.
Todo ello le sirve al autor para dar una variedad al volumen que el lector agradece, pero debajo de esa diversidad es posible atar las características comunes de toda la colección que son, en gran medida, las marcas estilísticas de este narrador.
Continuamos el próximo jueves.
Aviso para los participantes en el formato presencial
del Club de lectura
La evolución de la pandemia por COVID-19 en la llamada tercera ola, provoca que no podamos reunirnos presencialmente. Las instituciones con las que colaboramos habitualmente (Universidad de Burgos e Instituto de la Lengua de Castilla y León) tienen cerradas sus instalaciones para todo lo que no sea el funcionamiento ordinario de las mismas, por cuestiones sanitarias, y todo nos lleva a ser lo más prudentes posibles. Por este motivo, la sesión anunciada para el día 26 se cancela en su formato presencial y los participantes recibirán el día 26 un enlace a un comentario en vídeo que grabaré para orientar la lectura y responder a las preguntas que se me planteen por correo electrónico. También incorporaré los comentarios que me lleguen con anterioridad y se difundirán los comentarios en vídeos de los participantes, tal y como se ha indicado en las instrucciones que habéis recibido. Todo antes que detener completamente el funcionamiento del club. Sé que sabréis comprenderlo.
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miércoles, 20 de enero de 2021
Ramón Menéndez Pidal, paisaje de una vida
domingo, 17 de enero de 2021
No se puede andar por dos calles a la vez
Cada una de las veces que he regresado a esta casa, en la que pasé el confinamiento de la población decretado por el gobierno en marzo pasado, me asomo para ver si aún hay alguna sombra de lo vivido. Durante aquellas semanas, tomé dos fotografías al día. Una desde la ventana del salón, que da a la sierra; otra desde el balcón, que da a la calle mayor. Los dragones que embellecen la rejería del balcón me miran de soslayo cada vez que asomo. No se fían de mí, ahora que estoy libre. Parecen preguntarse qué quiero ahora de ellos. No les respondo, pero quizá sea cómo guardan la división de las calles que se ve desde aquí. Ellos saben, mejor que yo, que no se puede andar por dos calles a la vez, salvo en casos de bilocación, que no suelen ser frecuentes o, al menos, yo no estoy dotado para ello. Los epidemiólogos preferirían ahora otro confinamiento; los políticos sacan las cuentas económicas y de imagen y nos les salen. A mis espaldas, la casa aún se resiente de los paseos diarios de aquellos días, intentando quitarse nuestro peso de encima.
sábado, 16 de enero de 2021
Estatuas de sal. Cartas de Avelino Fierro
Que el fiscal de menores de León Avelino Fierro (Chozas de arriba, León, 1956) es uno de los mejores escritores de diarios actuales es conocido por los amantes del género, que va ganando adeptos en España. Una habitación en Europa (Diarios 2010-2012) (2014) llamó la atención sobre su nombre y su posición literaria se consolidó con las siguientes entregas: Ciudad de sombra (Diarios 2013-2014) con prólogo de José Luis García Martín (2015), La vida a medias (Diarios 2015-2017) con prólogo de Andrés Trapiello (2017, finalista del Premio de la Crítica de Castilla y León) y Contra tiempo (Diarios: 2017-2018) con prólogo de Julio Llamazares (2019). El gran público tuvo noticia de su labor a raíz de la entrevista que Juan Cruz le hizo para El País, publicada el 29 de febrero de 2020, en la que resaltaba su condición de lector voraz y que ponía como penas a los menores, leer, pero ya sabemos cómo son estas cosas del gran público.
Abandonó la publicación de su diario, pero la insistencia de Elosía Otero le llevó a la revista digital Tam Tam Press, en donde dio a luz una serie de textos reunidos bajo el título de Calendario, siguió con Desde mi celda y continuó con El cuaderno naranja, acompañados de dibujos propios. En las tres series, de manera diferente, juega con el diario como motor de una escritura literaria fronteriza, en unos casos como apuntes, en otros con la forma epistolar y en el último, con la novela. No se trata ya de un diario, pero no deja de serlo. Dada su ausencia de las redes sociales, los fieles lectores de Avelino Fierro compartían estas entradas en sus perfiles y a través del correo electrónico.
Precisamente las cartas Desde mi celda son el origen de Estatuas de sal (2020), que publica Ediciones Franz con prólogo de Jordi Doce (que es autor de un diario sobre el mismo tema, La vida en suspenso. Diario del confinamiento). Se trata de treinta cartas escritas durante el momento más estricto del confinamiento de la población española el año pasado, entre el 13 de marzo y el 12 de abril. Curiosamente, estas cartas sí llevan fecha, a diferencia de lo que ocurría con las entradas de sus diarios, estrategia que le alejaba de la ortodoxia y definición del género. Las cartas se escribían para ser publicadas, dirigidas a una serie de amigos, entre los que se encuentran editores, escritores, periodistas, profesores, pintores y otros relacionados con su profesión. Con esta consideración de carta privada y pública juega inteligentemente en los textos el autor, así como con la idea de construir un diario que no lo es, a partir de la sucesión de epístolas. A diferencia de otros textos escritos durante aquel confinamiento, estos receptores le permiten abrir los temas tratados hacia las noticias de otras vidas confinadas como la suya y hacia la intimidad y la complicidad de las relaciones personales, siempre pasadas por el tamiz de un texto público.
La carta del viernes 13 de marzo con la que arranca el volumen parte de la sensación común que pudimos tener todos al sufrir un paréntesis vital que no sabíamos bien cuánto iba a durar, la extrañeza ante un tiempo diferente:
Ayer ya no traje papeles para trabajar en casa y me deprimí: pero me vino la inspiración y escribí tres o cuatro folios; no sé bien para qué.
Se llenan las cartas de referencias cotidianas, de películas y de recuerdos. Cuando se nos detiene el presente, el tiempo se adensa hacia el pasado:
¿No te sucede que estos días, en los minutos más ténebres, aparece ante ti toda tu vida como un torbellino? No te atreves a mirar hacia el futuro y das un volantazo hacia el pasado, que es como decir hacia la infancia.
Un ir y venir en el tiempo en el que reconocemos lo mejor de la escritura de Avelino Fierro: el tratamiento de lo cotidiano trufado por lo cultural, un estilo que aparenta liviano pero lleva dentro la carga del pensamiento y el juego de las relaciones de ideas y referencias bien asentadas, la ironía y el humor incluso sobre sí mismo, y las referencias literarias constantes, puesto que la condición de lector del autor es casi una definición de su biografía:
Leo un libro tras otro, como quien pasa las cuentas de un rosario. Muevo a veces los labios.
También está presente la reflexión sobre lo que ocurre fuera:
Sólo el sufrimiento nos iguala. Será difícil curarnos de ese silencio venenoso que está ahí afuera, que nos oprime las sienes y el corazón.
Su conclusión final no es esperanzadora. En cuanto se abandone el confinamiento, opina, saldremos en estampida sin mirar hacia atrás, para no convertirnos en estatuas de sal. Aún estamos en eso.
viernes, 15 de enero de 2021
Como si no le importaras
Vamos tan deprisa que nos olvidamos en cualquier sitio, como un trasto inservible ya.
Andar sobre las aguas y olvidar que no se puede pinchar la superficie del lago con la punta del paraguas.
Esta noche, en la calle Mayor, he oído ruidos y asomé al balcón. Por un lado, el pasado, por el otro, el futuro, así que miré al cielo nocturno como último recurso para sentirme en el presente.
Corría como gallina sin cabeza, pero su carne era muy dura para hacer pepitoria. Acabó como poeta a la moda.
El asfalto seguirá debajo cuando se vaya la nieve.
Todo funciona de forma mecánica, menos la tristeza.
El mundo está mejor que hace un siglo, pero no tanto.
El tataranieto de Abaham Van Helsing salió a la caza de vampiros. Un silencio temeroso se adueñó del mundo literario.
Procuro olvidar cada mañana lo que me sé de memoria.
El tiempo pasa como si no le importaras.
Anochece cuando estás asomado al mundo, solo tú eres prescindible en esa estampa.
jueves, 14 de enero de 2021
La voz narradora en Algunas historias no sirven para escribir canciones de amor de José Ignacio García
No hay buena narración si el autor no halla la voz narradora adecuada. Se cuenta que Margarite Yourcenar reescribió varias veces la historia de lo que serían finalmente las Memorias de Adriano hasta dar con la clave de que fuera el propio emperador, Adriano, el que dirigiera una larga epístola a su sucesor, Marco Aurelio. No es solo cuestión de decidir que la historia se cuente desde una persona verbal u otra, sino que esta empuja la perspectiva, el tiempo narrativo y hasta el género en el que se inscribe. Siendo esto clave para una novela, lo es más en un relato breve, en el que nada puede fallar y nada puede remediarse porque todo ha de resolverse en muy pocas páginas.
El conjunto de diecinueve relatos que componen Algunas historias no sirven para escribir canciones de amor de José Ignacio García es un ejemplo de sabias decisiones al respecto, felices hallazgos que permiten el ingreso del lector por la puerta adecuada a la historia que se cuenta en cada relato. Bastaría con la ingeniosa segunda persona del relato que abre la colección, Galanes. Como es sabido, la segunda persona es la más difícil de manejar y sostener en una narración y debe tener una razón que vaya más allá del mero alarde técnico. Y en Galanes tiene una poderosa razón que solo se desvela bien avanzado el relato. A esta segunda persona se le añade la tercera de La señorita Jéster Sú, que provoca el distanciamiento irónico necesario con la fábula, o de Héroes de hojalata, un prodigio de narración que nos sumerge en tiempos pasados gracias al tratamiento que se hace de ella y el retrato de personajes y ambientes. La primera persona de Solitario, hace que el cuento sea aún más sorprendente y tremendo porque el narrador guarda fielmente el secreto hasta el final. El juego con las personas narrativas de los relatos que siguen los hacen oscilar en una variedad que agradece el lector porque cada uno de ellos responde también a un género diferente, entre el costumbrismo y el análisis de los comportamientos humanos. Hasta Wine room, que nos ofrece las dos caras de la misma historia, dos primeras personas que la han vivido y que la abordan desde sus perspectivas particulares para ofrecerle al lector la posibilidad de construirla desde su propia lectura. El libro termina con un relato en primera persona, que se va confesando a sí misma su desgracia historia lo que el lector intuye y no puede hacer nada para evitar.
De esta manera, Ignacio García escribe cada relato desde una persona narrativa que lo configura, que le da forma para levantar cada uno desde el ángulo adecuado para contarlo. A partir de ahí, cada historia se llena acertada y coherentemente de personajes y ambientes y el autor se permite modular el tono que hace de cada uno de los relatos una experiencia diferente y del conjunto un edificio sólido de pisos habitados en los que suceden estas historias como mundos propios. El lector sube o baja por las escaleras o el ascensor para disfrutar de lo que le aguarda en cada uno de los rellanos.
Continuamos el próximo jueves.
Aviso para los participantes en el Club de lectura presencial
La evolución de la pandemia por COVID-19 en la llamada tercera ola, provoca que no podamos reunirnos presencialmente. Las instituciones con las que colaboramos habitualmente (Universidad de Burgos e Instituto de la Lengua de Castilla y León) tienen cerradas sus instalaciones para todo lo que no sea el funcionamiento ordinario de las mismas, por cuestiones sanitarias, y todo nos lleva a ser lo más prudentes posibles. Por este motivo, la sesión anunciada para el día 26 se candela en su formato presencial y los participantes recibirán la próxima semana, por correo electrónico, un saluda mío, una ficha del libro que estamos leyendo y enlaces a vídeos con comentarios de la misma. El día 26 recibirán un enlace a un comentario en vídeo que grabaré para orientar la lectura y responder a las preguntas que se me planteen por correo electrónico. Todo antes que detener completamente el funcionamiento del club. Sé que sabréis comprenderlo.
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miércoles, 13 de enero de 2021
Ritual de náufragos de Luis Ángel Lobato
martes, 12 de enero de 2021
El valle, cuajado de nieve
domingo, 10 de enero de 2021
La democracia
sábado, 9 de enero de 2021
Noticias de la nieve
Qué difícil es fotografiar la blancura de la nieve. Hay que conformarse con los contornos, lo que la limita, el accidente de un edificio, una peña, el convoy ferroviario de mercancías.
Ha nevado en gran parte del país como hacía décadas que no caía la nieve y la noticia es eso, que nieva. Salimos a ver nevar como si el gesto nos pudiera devolver algo que perdimos quién sabe cuando.
A diferencia de la tormenta, la nieve se adensa en la tierra, la apelmaza y calma, como si sanara la sed de mayo.
Después del día jubiloso, veo ahora anochecer sobre la ciudad nevada y no puedo evitar la tristeza. Como en los cuentos de Navidad en los que una cerillera se moría lentamente, ensoñada y frágil. Me imagino ahora un páramo entero lleno de mujeres y hombres congelados, quietos en el último gesto en el que les sorprendió la muerte. Dicen que morir por congelación es una muerte dulce, pero que los rostros de las víctimas no sonríen por ese motivo sino por la tirantez del frío. Basta con eso, dejarse ir hacia el sueño. Los muertos por congelación de los cuentos de Navidad buscaban la emoción y provocaban nuestro llanto y temores infantiles. Y ahí quedaban, quietos en la última página del relato, esperando una primavera que jamás llegaba.
Recuerdo aquellos grandes radiadores de hierro de los edificios públicos y de las mejores casas de la ciudad. Desde la casa sin calefacción de mi infancia, se me antojaban guardianes de un espacio tan prohibido como el paraíso.
El Diccionario de la Lengua Española define la nieve como el agua helada que se desprende de las nubes en cristales sumamente pequeños, los cuales, agrupándose al caer, llegan al suelo en copos blancos. Todo lo que es la nieve comienza cuando se termina de leer la última de esas palabras.
viernes, 8 de enero de 2021
A la espera de la nieve
La ciudad se ha encogido con las noticias de la nieve, como si ya notara el silencio de la blancura en mitad de la noche.
Los buenos propósitos de fin de año no duran, en algunos, ni siquiera el tiempo de pasarlos a limpio.
Quiere que nieve para no barrer debajo de las alfombras.
Cuando se va la nieve deja un regusto de ahazar en las pupilas.
En la infancia no hay mayor placer que frotar dos grandes pedazos corcho blanco para provocar el invierno en mitad del verano. No he vuelto a ver copos de nieve como aquellos.
Cuando nieva me escuecen los sabañones de mis padres.
Solo los que no tienen nada saben el verdadero significado de la nieve.
jueves, 7 de enero de 2021
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