viernes, 22 de enero de 2021

Punto y coma, de Javier García Riobó


Punto y coma, la nueva exposición de Javier García Riobó (Béjar, 1957), se muestra en la Sala de exposiciones del Teatro Zorrilla de Valladolid hasta el próximo 14 de marzo. Los más antiguos visitantes de este espacio conocen lo que este artista significa para mí en los últimos años. Para el catálogo de la exposición escribí el texto que os copio íntegro a continuación.

Javier García Riobó: La mirada como método

  Hay personas que llegan a tu vida en el momento adecuado. Es lo que me sucedió a mí con Javier García Riobó. Andábamos los dos experimentando con todas las posibilidades de la web 2.0 en los primeros tiempos de expansión de los blogs en España y, de pronto, apareció en el mío con breves comentarios de una exactitud y concisión pasmosas. Con apenas una frase no solo sabía sintetizar mi texto, sino que lo empujaba más allá. En pocos días, ya había leído el contenido completo de mi bitácora virtual y me proponía reunirnos tomando un café. Devolví sus visitas a la suya para comprobar allí que me encontraba ante un artista con una idea precisa de su arte, una mirada peculiar basada en la meditación profunda sobre el mundo que nos rodea.

Finalmente nos conocimos el 9 de noviembre de 2007, en el desaparecido Café España de Valladolid, un lugar propicio para la charla. En contra del fingimiento que corre por internet, Javier García Riobó era tal y como se me había presentado virtualmente. Lo anoté en La Acequia, mi blog: “Su mirada pausada y silenciosa sobre las cosas y el arte dicen más que las voces y gritería de muchos. Hemos enlazado nuestros caminos, como me ha ocurrido tantas veces con este blog, proyectado cosas y viajes, pero sobre todo amistad. Venía con un regalo que le define como persona: un año entero de La Acequia encuadernada. Con morosidad cariñosa había editado cada entrada del blog para ofrecerme el resultado de su atento trabajo”. A cambio, yo le regalé una fotografía de una vieja puerta, un tema que me obsesionaba entonces, cuando necesité regresar a esos espacios abandonados que todos guardamos en la memoria para encontrarme, con el convencimiento de que él pensaría, al observar la imagen, más cerca, Pedro, más cerca. Y cuánta razón tiene Javier, que me enseñó la distancia justa en el arte fotográfico, aquella que permite reconocer la textura de las cosas y huir de la toma común. La poética de sus imágenes se define precisamente por haber encontrado la distancia precisa para mirar y comprender, para la que no es preciso filtros especiales ni cámaras costosísimas. La realidad se trasforma en un rectángulo digital, un fragmento en el que se encuentra toda ella, pero de otra manera. Es esta condición de igual y diferente su trabajo artístico, que parte de algo que está ahí y que podemos ver todos, pero solo mira así García Riobó. El artista selecciona ese fragmento de realidad, dotándolo de independencia y ordenándolo en una sucesión de imágenes con un ritmo peculiar. La mirada y el ritmo profundizan en su significado, que se muestra para quien sepa comprender. Para Javier García Riobó la fotografía artística consiste en robar ese fragmento de la realidad y ofrecerlo a la contemplación. Se trata de un concepto del arte propio de los filósofos que parten de lo concreto y de los científicos que trabajan con una parcela de la vida. La metodología de la mirada artística eleva ese particular fragmento y lo trasforma en la clave de explicación del mundo.

Desde aquel primer día, hemos mantenido muchos encuentros. Recuerdo cómo buscábamos un lugar para establecer nuestra tertulia semanal y descubrimos que la mayor parte de las cafeterías han sido colonizadas por los monitores televisivos y la música alta que impiden la conversación. A ambos nos molestaba el ruido que el uso incorrecto de la tecnología ha introducido en nuestras vidas, destruyendo la mayoría de los espacios de sociabilidad convirtiéndolos en lugares para el consumo. Javier es de conversación en voz baja y sin aspavientos. Terminamos recalando en La flor de la canela, en donde surgieron nuestras obras en común.

Por entonces, Javier García Riobó trabajaba sobre la imagen digital. Su punto de partida era, unas veces, el recorte de algo que le había llamado la atención en el periódico, que digitalizaba y convertía en otra cosa. Al indicar un fragmento del periódico del día, se le dota de un nuevo significado. Mediante esa fragmentación, la superposición y la variación del mismo tema, alcanza un valor metafórico que no olvida nunca el punto de partida, que es la prensa diaria, nacida para ser consumida en el momento y arrojada a la papelera. El proceso artístico la eleva en su destino y nos revela un mensaje que estaba oculto inicialmente. En el proceso, el artista nos enfrenta con todas nuestras contradicciones: lo que se destinaba a convertirse en desecho y despojo, en olvido por la sucesión de nuevas noticias, se convierte en algo que permanece; lo que era un bien de consumo rápido se convierte en un objeto artístico que nos revela la falsedad del consumismo. De nuestra extrañeza por la trasformación de lo cotidiano se extrae el triunfo de lo artístico. La mirada del artista provoca la recepción del espectador que se detiene lo suficiente en estos fragmentos seleccionados.

Punto y coma, la propuesta que nos muestra Javier García Riobó en esta ocasión parte de este procedimiento. Seleccionadas unas frases de los titulares o de la publicidad diaria aparecida en la prensa, los recortes, sobre fondo negro, se digitalizan. La selección y ordenación trasforman su significado y se convierten en dos poemas visuales que sirven de guion para toda la exposición, pero también de poética. El texto sigue guardando su significado del día concreto en el que se publicaron en un periódico, pero alcanzan otro, más profundo.

El primero de ellos (Punto y coma. / Desmemoria y aire. / Ser y querer ser. / Presente continuo) guarda una de las claves de la mirada artística de Javier García Riobó, lo fronterizo. En su concepción, la frontera entre texturas diferentes, concepciones de mundo diferentes, tipos de líneas opuestas, objetos que están donde no los esperamos, etc., establece siempre una oposición que provoca extrañeza, a veces rechazo. Solo el arte puede hacer dialogar lo diferente y buscar la suma de esos conceptos opuestos a partir del oxímoron. Javier García Riobó sitúa su mirada precisamente en ese diálogo. El segundo de ellos (Una forma de mirar. / El lugar exacto. / Sombra exacta. / La fuga horizontal) nos desvela el lugar preciso de esa mirada en ese espacio de transición.

Enmarcada por el guion inicial y la conclusión artística final, el núcleo de la exposición nos lleva hacia una técnica con la que ha experimentado en los últimos años García Riobó cada vez con mayor insistencia, la pintura. En sus primeros trabajos intervenía sobre imágenes fotográficas y, en ocasiones, devolvía el resultado al mundo digital, pero cada vez le ha interesado más la pintura en sí misma porque concibe este trabajo como un ofrecimiento a la mirada del otro. Si la imagen fotográfica era un robo de lo que ya existía, la pintura se da como una propuesta para que sea el espectador quien la tome. Antes de aplicar el acrílico y extenderlo con la espátula, buscando el contraste con la sutileza y elegancia que permite el pincel, el producto no existía. Estas piezas que se pueden contemplar parten del mismo concepto: un diálogo entre dos secciones cuyos colores y texturas son muy diferentes, intervenidos por un espacio que permite transición pero que es, en realidad, el centro de la mirada artística de Javier García Riobó.

Es en ese eje de transición entre la realidad y el arte, entre las texturas y los colores, en donde se ha situado la mirada artística de García Riobó. Lo que aparenta estático se profundiza en la dinámica intención de una metodología que nos conduce a reflexionar sobre nuestro mundo.

6 comentarios:

Sor Austringiliana dijo...

Una precisa mirada la de Javier G. Riobó, la conocimos aquí. Ahora que el mundo está desgarrado y lo cosen con torpes puntadas. Felicidades a los dos.

XuanRata dijo...

Qué raro se nos hace ya ver escrito un punto y coma. Parece cosa de otro tiempo, de otra educación, de una ortografía caduca y en exceso pendiente de pequeños detalles que ya a nadie importan. En los tiempos del tuit, un punto y coma es casi arqueología. Y sin embargo, cuando encontramos uno decimos, claro, solo el punto y coma separa y une en la medida exacta, son como puertas que nos abren paso a través de las estancias de una misma casa. O como las imágenes de una mirada que no se cansa de indagar.

Por lo demás, enhorabuena por esa amistad tan fructífera.

Myriam dijo...

Una reseña que hace justicia a la obra de Javier a quien he conocido a través tuyo hace ya muchos años. Felicidades y éxito por y con esta nueva obra y abrazos a los dos.

Como ya sabes, estoy regresando al mundo bloguero del que me había apartado unas semanas.

Ele Bergón dijo...

Felicidades y mucho éxito para Javier G. Riobó a quién como Myriam, conocí, por mediación tuya y de Mayca, en aquella famosa cena de Candelario, a la que nos invitasteis. Es algo que no se olvida.

Besos

LA ZARZAMORA dijo...

Espero que no se carguen también el : ;

Besos, Pedro.

andandos dijo...

Estoy seguro de que me gustaría. Esta pandemia poco a poco está transformándolo todo.

Un abrazo