sábado, 16 de enero de 2021

Estatuas de sal. Cartas de Avelino Fierro

 


Que el fiscal de menores de León Avelino Fierro (Chozas de arriba, León, 1956) es uno de los mejores escritores de diarios actuales es conocido por los amantes del género, que va ganando adeptos en España. Una habitación en Europa (Diarios 2010-2012) (2014) llamó la atención sobre su nombre y su posición literaria se consolidó con las siguientes entregas: Ciudad de sombra (Diarios 2013-2014) con prólogo de José Luis García Martín (2015), La vida a medias (Diarios 2015-2017) con prólogo de Andrés Trapiello (2017, finalista del Premio de la Crítica de Castilla y León) y Contra tiempo (Diarios: 2017-2018) con prólogo de Julio Llamazares (2019). El gran público tuvo noticia de su labor a raíz de la entrevista que Juan Cruz le hizo para El País, publicada el 29 de febrero de 2020, en la que resaltaba su condición de lector voraz y que ponía como penas a los menores, leer, pero ya sabemos cómo son estas cosas del gran público.

Abandonó la publicación de su diario, pero la insistencia de Elosía Otero le llevó a la revista digital Tam Tam Press, en donde dio a luz una serie de textos reunidos bajo el título de Calendario, siguió con Desde mi celda y continuó con El cuaderno naranja, acompañados de dibujos propios. En las tres series, de manera diferente, juega con el diario como motor de una escritura literaria fronteriza, en unos casos como apuntes, en otros con la forma epistolar y en el último, con la novela. No se trata ya de un diario, pero no deja de serlo. Dada su ausencia de las redes sociales, los fieles lectores de Avelino Fierro compartían estas entradas en sus perfiles y a través del correo electrónico.

Precisamente las cartas Desde mi celda son el origen de Estatuas de sal (2020), que publica Ediciones Franz con prólogo de Jordi Doce (que es autor de un diario sobre el mismo tema, La vida en suspenso. Diario del confinamiento). Se trata de treinta cartas escritas durante el momento más estricto del  confinamiento de la población española el año pasado, entre el 13 de marzo y el 12 de abril. Curiosamente, estas cartas sí llevan fecha, a diferencia de lo que ocurría con las entradas de sus diarios, estrategia que le alejaba de la ortodoxia y definición del género. Las cartas se escribían para ser publicadas, dirigidas a una serie de amigos, entre los que se encuentran editores, escritores, periodistas, profesores, pintores y otros relacionados con su profesión. Con esta consideración de carta privada y pública juega inteligentemente en los textos el autor, así como con la idea de construir un diario que no lo es, a partir de la sucesión de epístolas. A diferencia de otros textos escritos durante aquel confinamiento, estos receptores le permiten abrir los temas tratados hacia las noticias de otras vidas confinadas como la suya y hacia la intimidad y la complicidad de las relaciones personales, siempre pasadas por el tamiz de un texto público.

La carta del viernes 13 de marzo con la que arranca el volumen parte de la sensación común que pudimos tener todos al sufrir un paréntesis vital que no sabíamos bien cuánto iba a durar, la extrañeza ante un tiempo diferente:

Ayer ya no traje papeles para trabajar en casa y me deprimí: pero me vino la inspiración y escribí tres o cuatro folios; no sé bien para qué.

Se llenan las cartas de referencias cotidianas, de películas y de recuerdos. Cuando se nos detiene el presente, el tiempo se adensa hacia el pasado:

¿No te sucede que estos días, en los minutos más ténebres, aparece ante ti toda tu vida como un torbellino? No te atreves a mirar hacia el futuro y das un volantazo hacia el pasado, que es como decir hacia la infancia.

Un ir y venir en el tiempo en el que reconocemos lo mejor de la escritura de Avelino Fierro: el tratamiento de lo cotidiano trufado por lo cultural, un estilo que aparenta liviano pero lleva dentro la carga del pensamiento y el juego de las relaciones de ideas y referencias bien asentadas, la ironía y el humor incluso sobre sí mismo, y las referencias literarias constantes, puesto que la condición de lector del autor es casi una definición de su biografía:

Leo un libro tras otro, como quien pasa las cuentas de un rosario. Muevo a veces los labios.

También está presente la reflexión sobre lo que ocurre fuera:

Sólo el sufrimiento nos iguala. Será difícil curarnos de ese silencio venenoso que está ahí afuera, que nos oprime las sienes y el corazón. 

Su conclusión final no es esperanzadora. En cuanto se abandone el confinamiento, opina, saldremos en estampida sin mirar hacia atrás, para no convertirnos en estatuas de sal. Aún estamos en eso.

4 comentarios:

mojadopapel dijo...

No se puede avanzar sin dejar siempre un paso atrás...yo soy de esa opinión. El futuro está por venir y caminar es obligado. Los que podamos...

Sor Austringiliana dijo...

Sí, estamos en tiempo de volantazos hacia el pasado. Tiempo de repaso.
Habrá que ir conociendo la literatura de los diarios.
Me gusta ese juez de menores que escribe y pone de pena la lectura a los menores delincuentes. En muchos casos, empezarán aprendiendo a leer porque, aunque parezca mentira, salen niños analfabetos de la escolaridad obligatoria.
Espero que no nos convirtamos en estatua de sal.

São dijo...

Já li alguns Diários, infelizmente nenhum do autor que referes.

Beso, amigo mio, bom domingo :)

Ele Bergón dijo...

La verdad es que no conozco nada de lo escrito por este autor y fiscal de menores y sus diarios. Deben de ser interesantes por el cargo que ocupa.

Aunque soy amiga de escribir diarios y tengo varios cuadernos manuscritos, en la pandemia, era incapaz de escribir nada. Cada uno reaccionamos a los acontecimientos a nuestra forma y manera.

Besos