miércoles, 31 de agosto de 2022
Gorriones
martes, 30 de agosto de 2022
Un día en blanco
lunes, 29 de agosto de 2022
Cristal
domingo, 28 de agosto de 2022
Flor de orquídea
viernes, 26 de agosto de 2022
Somos el espacio que no ocupamos
jueves, 25 de agosto de 2022
Historia de un ladrillo
miércoles, 24 de agosto de 2022
Identidad
martes, 23 de agosto de 2022
Quioscos
lunes, 22 de agosto de 2022
Un jardín puede caber en una mano
domingo, 21 de agosto de 2022
Al anochecer, las luciérnagas
viernes, 19 de agosto de 2022
¿Qué revolución necesita el ser humano para dejar de envenenar y convertirse en un animal limpio? Estas semanas he viajado con José Saramago por Portugal.
jueves, 18 de agosto de 2022
Arroyuelas, ruiseñores y gorriones.
miércoles, 17 de agosto de 2022
Sobre la felicidad
El estudio de Gallup sobre el Estado global de las emociones detecta, año tras año, que cada vez nos sentimos más tristes, tenemos más miedos y nos mostramos más enfadados. El informe recoge encuestas realizadas en más de cien países. Con sus datos, se elabora un índice mundial que mide la felicidad por países y es curioso cómo en algunos países el índice de felicidad sigue siendo muy alto a pesar de que cada año descienda la sensación que tenemos de ser felices. En estos países se tiene casi todo para serlo, pero la sensación general es de infelicidad y la sociedad se muestra cada vez más crispada, lo que aumenta el grado de malestar en una espiral negativa que impide poner remedio a los problemas reales con medidas eficaces puesto que las dinámicas son destructivas.
Es curioso observar todo esto y comprobar cómo algunas estrategias políticas y sociales saben jugar con nuestras sensaciones, deberíamos meditar más sobre lo que verdaderamente nos hace felices. ¿Es la felicidad un estado mental que nos convierte en seres conformistas y egoístas o nos permite ser más solidarios y atender mejor las necesidades y problemas de los otros? Por el contrario, la infelicidad en aumento, ¿nos hace estar a la defensiva, ser más agresivos defendiendo nuestra parcela de bienestar, o nos provoca la necesidad de socorro mutuo?
Hace bien el estudio de Gallup en partir de las emociones para medir la felicidad porque no hay escala objetiva para hacerlo. De lo contrario, se vendería a peso en las tiendas y habría quien se lucraría con su comercio, almacenándola para especular con ella provocando momentos de desabastecimiento para subir los precios. Quizá ya se haga. Dichosos aquellos que hayan sabido salirse a tiempo del mercado de la felicidad.
martes, 16 de agosto de 2022
Un puñado de moras de zarza
Hoy he vuelto a casa con el primer puñado de moras. Comienzan ahora a madurar en el zarzal de donde las tomo. Supongo que la falta de lluvia de estos meses ha provocado que sean aún tan pocas las maduras, todo está reseco. Los ciruelos no darán ciruelas este año. ¿Serán veceros? Probé un par de moras allí mismo, al pie de las zarzas. El resto -un puñadito-, lo he traído para preparar con leche fría y azúcar. Comeré una a una, como quien agradece el regalo de la tierra.
Han intentado asesinar al escritor Salman Rushdie por ejercer la libertad de escribir. La noticia ha provocado solidaridad y ruido. También se oyen los silencios.
A pesar de que el mundo se achica, sigue siendo inmensamente grande: allá donde pises está toda la historia de la humanidad. No deberíamos olvidar esta responsabilidad hacia los que nos sucedan.
Quizá ya escriba esto después del fin del mundo. Miro por la ventana, es un hermoso atardecer lento de verano.
lunes, 15 de agosto de 2022
La acequia, seca.
En las afueras hay acequias que perdieron su utilidad hace unos años, cuando la ciudad se expandió. Se cortó el agua por la urbanización de algún paraje, el paso abrupto de una circunvalación, la nueva plataforma del tren de alta velocidad. La acequia dejó de ser la vena del agua que regaba aquellas tierras, fértiles hasta hace poco. Los árboles de sus márgenes se han ido secando, se cegó el canal. Los sifones ya son pozos sin sentido. La acequia, seca, es un testimonio de lo que fueron fincas labradas llenas de afán diario, ahora baldíos encerrados entre autovías y viaductos, ni siquiera llegaron hasta aquí las proyectadas urbanizaciones con sus jardines. No hay césped sino cardos, cereal bravío y seco, maleza. En su lugar, en ruinas, los edificios de las viejas fincas, la casa principal, las de los trabajadores, las naves de almacén, los silos, viejos trasformadores de luz ya en desuso. Todo está allí todavía, pero sin estar en verdad. Ni gente pasa, salvo algún curioso como yo, que viene a dar testimonio de los fantasmas cuando salgo a andar sin itinerario fijo.
¿Se habrá secado esta acequia definitivamente, esta digo, este espacio que se sostiene con un hilillo de agua en mitad de la sequía?