Tengo varias suscripciones electrónicas a la prensa que consulto en el desayuno, pero todavía pido el periódico en papel cuando tomo el café de media mañana en un bar. En estos domingos últimos, he vuelto a comprar el periódico en un quiosco y con él me he dirigido a una terraza para leerlo con calma. El periódico en papel ha cambiado. Por lógica, predominan ahora los análisis, las crónicas y los reportajes. Me encuentro bien desplegando el periódico y los suplementos en la mesa de la cafetería, como si el tiempo hubiera recuperado una dimensión más humana.
La última persona que conocí que saliera a vocear la prensa fue la Chata. Regentaba un quiosco histórico, junto al atrio de Santiago, que databa de 1915. Demetria Rodríguez, la Chata, se jubiló en 2005 y, en una entrevista que le hicieron por entonces, relataba que, cuando no se había dado bien la mañana, salía con la bicicleta a vender por las calles de los barrios. El quiosco sobrevivió poco en manos de su último propietario, se cerró y fue desmantelado, como ha ocurrido con tantos otros. Esta de la imagen es la escultura en bronce dedicada a Leoncia Gómez, obra de José Antonio Calderón, sita en la plaza de San Juan de Cáceres. La erigió el Periódico de Extremadura en 1998 en el mismo lugar en el que Leoncia solía ofrecer el periódico. En los años noventa vendían periódicos en la calle personas sin recursos económicos, ejemplares de La Farola, una cabecera sobre la que corrieron sospechas de aprovecharse de las necesidades de quienes los vendían y que había nacido para dignificar la limosna. No recuerdo en qué paró aquello. Hoy, el periódico en papel ya no se vocea, espera lánguido a los compradores ocasionales en los mostradores de los escasos quioscos de prensa que hay en la ciudad. En contra de los que se alegran de su declive, soy de los que piensan que ahora, más que nunca, necesitamos buenos periódicos, buenos periodistas. Lo demás es solo ruido y así andamos.
Mi amigo Javier García Riobó compró a diario, hasta los últimos días de su vida, El País. Después de leerlo, recortaba con precisión de cirujano, titulares, palabras, frases publicitarias, imágenes y bandas de color, con los que hacía sus collages artísticos. Daba una nueva vida a lo que había nacido para ser consumido y desechado en unas horas. Descubría así un mundo oculto, como si nos mostrara un secreto que estaba ahí, pero nosotros no habíamos sabido ver.
En La Rubia había dos quioscos. Uno, de cemento y tejado en pico, vendía chucherías; otro, de metal, la prensa. Eran pequeños y supongo que incómodos, atendidos durante horas y años por las mismas personas, a las que nunca me encontré fuera. Recuerdo aún cuando dejé de frecuentar el primero para comprar mis primeros tebeos en el segundo, si el ahorro de la propina de varias semanas daba lo suficiente. Un verano, junto a ellos, abrieron un quiosco de helados que era atendido por una chica de mi edad. Era morena y tenía una hermosa sonrisa. Aquel verano, claro, cambié los tebeos por cortes de crema y chocolate que ella me entregaba entre dos galletas de barquillo.
8 comentarios:
Podría contar con los dedos de una mano cuantos quioscos quedan en Granada, la mayoría o han cerrado o se han reconvertido en tiendas de venta de lotería y otros juegos.
Casi aprendí a leer con el Diario Ideal, lugar en el que trabajaba mi padre, hoy es casi un panfleto de propaganda como buena parte de la prensa en España, es lo que tiene que en sus consejos de administración hayan entrado bancos, grandes corporaciones y hasta fondos buitre, ya no hay ni periódicos ni periodistas todos se deben a la voz de su amo, ¿Dónde está el cuarto poder?.
Mucho ha cambiado todo este mundo, y algunos echamos de menos aquellos tiempos en que para según que cosas consultabas desde el ABC a La Farola, pasando, entre otros, por el Diario de Burgos, que mi madre me guardaba y yo leía varios días, semanas o meses después. De hecho, mi hijo se reía cuando me pillaba leyendo un periódico del día.
Guardo algunos recortes en carpetas, y algún recorte perdido por algún libro. Me gusta encontrármelos años después.
Recuerdo poco a los voceadores, pero me acuerdo muy bien de los quioscos, han desaparecido muchos aquí en Burgos, y de una mujer, la Majeta, que sentada en el suelo, con pañuelo y mantón. vendía periódicos y tebeos que sacaba de una cesta. La Majeta fue famosa voceadora enfrente de la estatua del Cid, sus gritos los recogen algunos libros de recuerdos.
Los domingos sigo comprando y leyendo El País de papel, con su suplemento,. Nada que ver con el picoteo de titulares que hago con el móvil o el ordenador. Es otra cosa.. Empiezo siempre con el gruñón de Javier Marías. El de papel siempre con Vicent...Que no desaparezcan.
Estoy totalmente de acuerdo con el comentario de Emilio Manuel, sobre todo con la segunda parte del mismo...
Desde muy pequeño tuve cercanía con periódicos; mi padre estaba suscrito, junto con un amigo, al YA; se lo mandaban por correo (era un pueblo pequeño de tierra de campos) y un mes lo llevaba el cartero a casa de uno y otro mes a casa de otro, de forma alterna, así durante un mes uno lo leía en el día y el otro al día siguiente... Era una forma de ahorrar dinero y estar más o menos informados (bajo la censura del Régimen)... A mí lo que me interesaba del periódico eran unos ripios que venían al final y que me gustaba leer...
La prensa en papel está en caída libre y, además, muy desprestigiada, precisamente por lo que dice Emilio Manuel en la segunda parte de su comentario... Ya lo dijo Ryszard Kapuscinski de esta manera: "Cuando se descubrió que la información era un negocio, la verdad dejó de ser importante"... Y hay mucha gente que se ha dado cuenta y no quiere gastar su dinero en comprar mentiras ad hoc al dictado "del dueño de la imprenta"...
Los quioscos de prensa siempre formaron parte del paisaje urbano, pero ahora tienen difícil su supervivencia...
Yo esto y suscrito a un diario digital desde hace bastantes años, creo que desde 2014 y estoy pensando en suscribirme a otro; es preciso apoyar a la prensa que quiere informar con libertad y con "verdad", los suscriptores podemos convertirnos, con nuestras suscripciones, en los "dueños de la imprenta", no para que publiquen lo que a nosotros nos gustaría, sino para exigir que publiquen la "verdad" (toda ella, sin omisiones interesadas que son peor, todavía, que la mentira)...
Conocí a Javier y, al verlo aquí citado y tan bien recordado, mi corazón ha sentido la pena por su ausencia... Magnífica persona, magnífico artista y gran cinéfilo... Se le echa mucho de menos en el Ateneo Sociocultural en el que compartimos momentos e ideas...
En esa forma de corte que dices es como más me gusta a mí el helado, porque lo que más me gusta del helado es la oblea...
Abrazo
Me ha encantado. Abrazos
Querido Pedro:
Paso todos los días por esa estatua de Leoncia, hasta hace un par de años cercana a mi quiosco de siempre. Ahora tengo que caminar mucho más para hacerme con mi ejemplar en papel de EL PAÍS, al que sigo suscrito. No creo que tenga que llegar a muy viejo para conocer la desaparición de la prensa en papel. Por el momento, aguantando. Abrazos.
Tiempos hermosos en que se abrían las hojas del periódico como quien abre un cofre con mil tesoros...
Los quioscos han sido una de las debilidades de mi vida. Sobre todo los de mi ciudad. El que había en mi infancia en el Caño Argales era parada obligada para ver los tebeos expuestos. Por supuesto que me acuerdo del de la Chata, pero también el que hubo enfrente del Lope de vega, que traía prensa internacional. Y uno que hubo -ahora reabierto con otro dueño- en Cruz Verde (terrible nombre, era la insignia de la Santa Inquisición) que fue de Domingo Rodríguez (hermano de Pablo, Blas Pajarero) que estuvo en la cárcel por ser comunista, a su muerte lo atendió la viuda, propensa al diálogo. En fin, ahora nos toca vivir la muerte de los quioscos y de la prensa escrita.
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