jueves, 18 de agosto de 2022

Arroyuelas, ruiseñores y gorriones.

 


Donde aún hay agua, las madres habitan junto a la arroyuela. Dejan sus besos púrpura en el aire. Al pasar, te llenan la frente. Sigues el camino con el pecho abierto.

Esta mañana he visto ruiseñores junto a la acequia. Qué habrán pensado ellos de mí.

En la terraza de La Blanquita, hice miguitas la magdalena que ofrecen con el café y puse algunas en el borde más alejado de la mesa. Tímido al principio, se acercó un gorrión macho (los pardales machos llevan corbata, me decía mi padre), que tomó una y salió volando. No tardó en regresar, estuvo ya un buen rato, como en casa. Cuánto le agradecí su compañía.

4 comentarios:

impersonem dijo...

Me conmovió gratamente este retrato de interior... La escena del gorrión lo llenó de ternura...

Abrazo

Sor Austringiliana dijo...

Son pequeñas ráfagas de felicidad, el pardal sabía mucho de esa pequeña felicidad, aunque sea en compañía de un extraño gigante. Los besos púrpura también.

Emilio Manuel dijo...

Será por el deseo de alimentarse por lo que se acercan tanto a los humanos, dicen que el gorrión está desapareciendo de las ciudades por la falta de zonas verdes.

Fackel dijo...

Me gusta la sencillez expresiva que utilizas. Me acerca a esa otra naturaleza que el asfalto cotidiano suele ocultarnos.