Los domingos de agosto olían a hierbabuena recién regada en el jardín de casa. La tarde era lenta y mansa. La casa, en penumbra amable. El pedregal que mi padre convirtió en jardín. Las manos de mi madre oliendo a menta y rosas. La tarde lenta de agosto, la luz estallada en el arco del agua. A última hora, sentado en la acera, las chicharras. Al anochecer, las luciérnagas.
7 comentarios:
Tu relato me lleva a mi infancia. Esas tardes huelen diferente, al tiempo de atrás, aquéllos que nos evocan a nuestros padres y el jardín.
Te siento muy integrado a tu familia, muy cercano a todo que los evoque.
El recuerdo de tus padres está presentes en muchas entradas tuyas. Eso habla muy bien de ti... de ellos. Que orgullo deben sentir de su hijo Pedro.
Siento mis pies en el jardín de casa, mamá cortando las calas para ponerlas en un florero y papá cortando esquejes para plantas nuevas o buscando un apoyo de madera para darle al cedrón.
Gracias por transmitirme estos recuerdos.
Beso,
Ali
No se puede decir más ni mejor con menos. Un abrazo, Pedro.
Sueños infantiles.
Despliegue de recuerdos, acción de la memoria, qué regocijo invocar aquello. Pero no pasa de ahí. Que recordar sea un ejercicio benefactor.
Al volver por el camino de Fuentes Blancas, en mi ciudad, nos acompañaba la luz de las luciérnagas, eran los años setenta de la adolescencia, no las he vuelto a ver. He pensado en su extinción.
Tu relato lleva la luz de tu jardín familiar hasta este rincón virtual. Y lo vemos y lo oímos y lo olemos. Amor y trabajo, tu padre y tu padre, hermoso cuadro de recuerdos. Y sentimientos. Un abrazo, Pedro. Gracias por escribirlo.
Memórias que nos ficam e acompanham para sempre.
Querido amigo, boa semana.
Fuerte abrazo
A veces, la memoria se hace recuerdo y este se hace nostalgia... y la nostalgia se hace texto que habla de lo que siente el corazón... pues recordar es volver a pasarlo por el corazón...
Abrazo
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