La cordura del mundo está en sede vacante.
La artista serbia Marina Abramovic, conocida por sus arriesgadas performances en las que indaga sobre la naturaleza del ser humano y la condición misma del arte, paso 700 horas en 2010 sentada en el MoMa frente a otra silla que ocupaban durante unos minutos los extraños que quisieron participar en el acto. Entre las dos sillas, una mesa sencilla de madera. Fueron ocho diarias durante casi tres meses, mirándose con todo tipo de personas y con todo tipo de reacciones físicas y emocionales. En un momento dado, quien ocupó la silla frente a ella fue su antigua pareja, a la que no veía desde que decidieron separarse en 1988. Ella lloró, le tendió la mano y, durante un instante, permanecieron así. Después, él se levantó y se marchó. La silla fue ocupada por otra persona.
La vida es una sucesión de sillas vacías que, a veces, se ocupan.
(La imagen corresponde al momento inicial de la obra Zapatos color luna, sobre textos de Federico García Lorca, con dramaturgia de Elvira Abad. Producción de la Asociación de Amigos del Teatro de Valladolid.)
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