viernes, 3 de mayo de 2024

Al escribir la flor, la flor se hace

 


En su nombre, permanece la flor. Digo rododendro o azalea y tengo su aroma en las manos en el invierno. Si dijera tu piel huele a azalea, la casa entera se llenaría de ti aunque hace mucho que no estés en ella. Al escribir la flor, la flor se hace.

8 comentarios:

Paco Castillo dijo...

Bello instante nos muestras.
Ayer estaba fotografiando a las viboreras (echium plantagineum) por el campo, con la luz cenital del atardecer, pues ese tono de luz les confiere una apariencia de mayor delicadeza, si cabe, yo me agacho y me pongo a la altura de las flores, y es curioso, porque el cielo se te aparece con mayor extensión.
Haces bien en escribir de las flores. Tal vez, a su manera, sean las flores las que escriben de ti.
Abrazo, Pedro.

Fackel dijo...

Ciertamente cuántas cosas creamos, o resucitamos con solo nombrarlas. Con que sean visibles para nosotros ya se justifica. Magnífico texto. Y al nombrarlas, al crearlas nuevamente, olemos, palpamos, contemplamos...

Emilio Manuel dijo...

Muy bonita, pero tóxica.

Campurriana dijo...

¡Qué belleza de fragemento, Pedro!
Aunque no estés en ella...
Y es que el sentido del olfato es el que más atrapa todo lo vivido.

Elías dijo...

¡Cuánto dices con tan pocas palabras, querido Pedro! Abrazotes.

Sor Austringiliana dijo...

Aunque lo que llamamos rosa exhalaría el mismo perfume con cualquier otra denominación.
Besos, Pedro.

Francesc Cornadó dijo...

¡Extraordinario! la palabra recupera el recuerdo y su aroma. Mencionar es sentir el aroma otra vez.
Saludos.

Ele Bergón dijo...

En nuestros recuerdos más queridos, permanecen en la forma, el color, el sabor, el gusto y hasta el olfato, porque con solo nombrar la palabra, ella sola ya se hace.

Besos