Que no se me olvide que tengo que apuntar, en algún sitio, que la columna de hoy de Manuel Vicent es, como casi siempre, magnífica. En ella aparece un tigre que es y no el de Cortázar (desde él todos los tigres tienen inevitable apariencia onírica y parisina). Y la leyenda que construye sobre su piel habla de poética y vida. Qué lástima que su final esconda, aunque brillante, un truco porque a mí, a veces, la belleza se me ha venido, como un desgarro, enlodada y culpable.
2 comentarios:
Una idea de la belleza demasiado romántica.
Un abrazo
Algunas veces, pocas, tuve el placer de compartir terraza con Vincent y Virginia en Denia, epicúreo refugio, según el.
Comparto tu afición a su columna
Saludos
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