jueves, 13 de marzo de 2025
El año en el que se pudo ver el Himalaya
miércoles, 5 de marzo de 2025
Torta de chicharrones
No puedo evitarlo. Si después de un tiempo en el que no las veo, en la panadería del barrio tienen torta de chicharrones, me traigo una a casa. Con algo de mala conciencia, pero vence el recuerdo del sabor de la infancia. Ya no vienen con el chicharrón decorando la torta, como solían. Un día me dijeron que porque ya estaba prohibido así y se prefiere mezclarlo con el resto de los ingredientes: manteca de cerdo, chicharrones, harina, levadura, azúcar y sal. En algunos casos, ralladura de limón. Esta que me he traído a casa hoy casi a escondidas viene de Ampudia, un hermosísimo pueblo palentino, y ha terminado sobre el mostrador de la panadería de mi barrio para que yo la comprara. Las que yo recuerdo de la infancia -aquellas que aún tengo instaladas en la memoria sensitiva- eran más del centro de Tierra de Campos. Qué buen pan en los pueblos de Palencia, la barra fabiola de tantos hornos, la barra de manteca de Torquemada, las variantes de pan candeal, las rosquillas de palo. Antes de empezar la torta, la emplato y ya llena la nariz a infancia. No sé quién dijo que la memoria nos viene, antes de nada, por el olfato. Así estoy yo ahora: las manos de mi madre, el mandil de dos bolsillos con el que iba por casa o iba a la compra a la tienda ultramarina de La Cañada y en el que yo refugiaba a veces mi cara, el olor a torta de chicharrones nada más abrir el capazo.
viernes, 28 de febrero de 2025
Desde el tren
Desde el tren del alta velocidad, el mundo pasa tan deprisa que no se distinguen bien las cicatrices de los intereses creados, la zafiedad y la mentira. Es un descanso temporal entre estaciones. El horizonte está en su lugar. A mi lado, una mujer joven habla con su suegra, que intercede en los problemas matrimoniales de la pareja. Un hombre mayor se levanta camino del cuarto de baño. Al rato, pasa el carro de la cafetería empujado por una asistente. Delante, un ejecutivo llama a su pareja para anunciarle que llegamos con diez minutos de retraso. Pienso en qué hacerme de cena cuando llegue a casa.
lunes, 24 de febrero de 2025
La flor del almendro
(Desde el 2008 persigo la floración de los almendros -en realidad desde que me besaron debajo de uno en medio de una espiral de hormigas aladas-, puedes verlo pinchando en este enlace. Recuerda que las entradas se recuperan en orden inverso a su publicación.)
martes, 18 de febrero de 2025
Ángeles
No hay que temer el final, solo a la fanfarria con la que se anuncia.
Los que no tenemos religión buscamos al ser humano en sus huellas.
Hubo un tiempo en el que los ángeles se enredaban en las ramas desnudas de lo árboles. Era invierno y la cencellada cubría el campo. Al retirarse la niebla, todo era cristales del polvo de sus alas.
Te abracé muy fuerte cuando sentí el paso del ángel por el balcón abierto.
A veces me imagino a los ángeles como las miradas perdidas en un mundo sin dioses.
lunes, 17 de febrero de 2025
Presente exacto
al aire libre,
como las águilas.
antes que el zorzal trine.
domingo, 16 de febrero de 2025
Detenerse
Hoy ha caído un golpe de agua. No estaba previsto, pero ha llovido durante unos minutos y el día se ha puesto lánguido. Atardece ahora, eso sí estaba previsto, justo un poco antes de la siete. Así todo.
Por aquí, la primavera tarda, como decía Antonio Machado cuando miraba hacia estas tierras desde Baeza. Tarda, pero llega. Llegará pronto, algo intuyen ya las aves, que andan con jolgorio al amanecer. También los corzos, que se dejan ver cerca de las matas de árboles. Los miro, sorprendido, desde el tren, en grupos de seis o de ocho ejemplares: se acercan a las tierras cultivadas a tiro de piedra de los chopos, los álamos, las encinas. Entre el río y la vía del tren. Ni siquiera levantan la cabeza para mirarme mirarlos desde el tren de alta velocidad. A saber qué animal raro piensan que es y para qué va tan deprisa.
Esto de contemplar cómo pasa el tiempo es un sano ejercicio para el que hay que detenerse.
viernes, 14 de febrero de 2025
Cerezas en febrero
Alguien ha llenado el barrio de mariposas. Mariposas de papel blanco y fino, recortadas. Están en las aceras, en los alcorques, en la hierba de los jardines, sobre los bancos de madera. Mariposas delicadas que desaparecerán en unos días. Sonriendo, he recogido algunas y las he cargado en mis manos, tan leves son que apenas parecía que cargara el aire que mueven sus alas. Recordándolas ahora, me parecen producto de un sueño o de una alucinación. Quizá cuando baje a la calle mañana ya hayan marchado hacia tierras más cálidas.
En la frutería que regenta el peruano, la frutería mejor ordenada y limpia que he visto jamás, he comprado cerezas. Sé que no son de aquí -hay que esperar a mayo-, pero ya están aquí aunque no deberían estar aquí, así que ya son de aquí, no de este país, de mi barrio. Son cerezas dulces y carnosas -a mí me gustan más con un punto de acidez, tirando a guindas-. He comprado medio quilo, para quitarme el ansión que me han provocado. Al ponerlas en un plato he sentido que en algún sitio del mundo ya es primavera avanzada y que pronto llegará el verano. Es el sabor que he recibido al comerme el primer puñado.
No he podido tomarme el café en el bar de la esquina. Ha cerrado. La puerta está cubierta de hojas de periódico y un cartel escrito a mano pide disculpas. No se despiden para siempre, pero yo sé que si vuelve a abrir será con otra gerencia. Me he sentido huérfano y no he podido dejar de pensar en quienes lo llevaban hasta ahora. Como a esas personas que han sido importantes en un momento de tu vida y se marchan en silencio, les he deseado suerte en la vida.
viernes, 7 de febrero de 2025
"Valladolid apaisado. Paisajes urbanos de antaño y hogaño". Tintas de Pascual Aranda y textos de Antonio Corral Castanedo y otros autores
lunes, 3 de febrero de 2025
De la realidad y la IA
sábado, 1 de febrero de 2025
Porque todo es así y todo pasa
viernes, 31 de enero de 2025
No termina de pasar el tren
Veo pasar un tren cargado de automóviles recién salidos de la fábrica. En sentido inverso, otro tren de mercancías. Hay un ritmo en el lento encuentro, tac tac. Una base musical sobre la que construir una vida. ¿La de quienes ocuparán esos automóviles dentro de unos días? Quizá solo la mía, mientras los observo pasar.
Una de las cosas más llamativas en los últimos tiempos es la pérdida de la urbanidad. En todos los ámbitos: en el trato personal, en la literatura, en la política. Una cosa debería ser no caer en la trampa social de los convencionalismos y otra la pérdida de la cortesía. No nos damos cuenta de que al soltar las furias ya no las dominamos y se nos pueden volver en contra. Me sorprende la ingenuidad de algunos que utilizaron la actitud bronca para hacerse un hueco y ahora se sorprendan de que se les responda de la misma manera, como si tuvieran el patrimonio de la falta de respeto. También de aquellos que pensaron que se comprendería su teatrillo, que era todo ficción. También me sorprenden mucho los que aplauden al que tiene como armas la bronca y el mal gesto, el acoso y la mentira. A la bicha no se la controla. Si uno grita otro grita más.
En el arte, el grito siempre ha sido una herramienta: de compromiso, de desesperación, comercial. Usada en su medida es magnífica. Como ahora gritan todos, si todos gritan, nadie grita. Como ahora todos gritan, lo más revolucionario es bajar la voz. El grito ya no es un mensaje ni trasmite mensaje. En el ruido no hay nada.
No termina de pasar el tren, tac tac.