Alberto Sánchez. Monumento a la paz, 1960-1962. Madera.
El Museo Patio Herreriano de Valladolid propone una nueva mirada a su colección bajo el título de Es solo una sensación. La Asociación Colección Arte Contemporáneo y la ciudad de Valladolid, 25 años juntos. En la Sala 0 se exponen tres piezas: Monumento a la paz, 1960-1962 de Alberto Sánchez (escultura en madera); Pegasus dance, coreografía para camiones antidisturbios, 2008 de Fernando Sánchez Castillo (DVD HDI); Ciudad Universitaria, 1939 de José Caballero (Gouche sobre papel). La sala sigue la propuesta de esa nueva mirada con la que se muestra ahora la colección y que me ha parecido un acierto pleno en un museo que necesita de este tipo de riesgos, buscando las sensaciones y los ecos que suscita la contemplación de las piezas fundamentales al reorganizarlas. Se juntan así obras de diferentes artistas, métodos y épocas para generar un nuevo diálogo entre sí y con el visitante.
La tres piezas de la Sala O corresponden a tres artistas de diferentes épocas y condición: Alberto Sánchez (1895-1962) es uno de los grandes autores de la vanguardia española, procedente de familia humilde se afilió a las Juventudes Socialistas y acabó exiliado en la Unión Soviética, en donde falleció. José Caballero (1913-1991) también uno de los miembros más significativos de la vanguardia española, se alistó en el bando de los militares sublevados, colaboró en revistas falangistas y en proyectos institucionales durante el franquismo. Ya en la Transición, fundó el grupo Ruedo Ibérico, dedicado a potenciar la experimentación en el arte. Ambos coincidieron en Madrid y trabajaron con Federico García Lorca en La Barraca. Fernando Sánchez Castillo nació en 1970 y desde finales de los noventa es uno de los artistas experimentales más reputados de España, con amplia proyección internacional.
Cada uno tiene su lenguaje artístico: Alberto Sánchez la monumentalidad de la reflexión, José Caballero la interrogación a través del surrealismo y Fernando Sánchez Castillo provoca el pensamiento a través del humor, la coreografía y la música. José Caballero nos muestra un soldado de espaldas ante la Ciudad Universitaria destruida por el bombardeo franquista, con lo que nos propone un punto de mira en el ue el espectador participa obligatoriamente: en la parte de abajo del cuadro, la muerte y la destrucción, en la parte de arriba dos ángeles anuncian el final de la guerra. Alberto Sánchez, a través de la estilización de las figuras, levanta una proclama para la paz. Fernando Sánchez juega con la descontextualización de unos camiones antidisturbios para invitarnos a mirar el uso de la violencia institucional desde un acercamiento irónico que la supere al mostrarla como algo ridículo y descoyuntado. Evidentemente, en las tres piezas hay ideología: la propia de cada autor y de cada época. Proponer la contemplación de las tres juntas en un inteligente diálogo, más en los tiempos que corren en los que la paz peligra y la violencia parece regresar a la política internacional como un valor, es toda una magnífica lección de lo que debe hacer un museo de arte contemporáneo en nuestros tiempos.
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