jueves, 26 de junio de 2025

Copla del sueño del mar

 


Se sueña el mar, 
cuando anochece, 
con el poema
que se me pierde.

Sopla la brisa,
crece la noche;
te abrazo fuerte,
que no te robe.

Que no te robe
si el tiempo pasa;
guardarte siempre
aunque te vayas.
Aunque te vayas
y no regreses; 
al menos tu aire,
que se me escapa.

© Pedro Ojeda Escudero, Del desconsuelo, 2025.


miércoles, 25 de junio de 2025

Especies extrañas de peces

 


¿Es tarde ya para todo?

El desierto chileno de Atacama es el más árido del planeta. A pesar de eso, ha sido habitado por el ser humano. En los años en los que la precipitación es superior a lo habitual, se cubre de flores amarillas, rojas, blancas, malvas, lilas... No busca que lo miremos, pero alguien como José Luis Cancho lo vio y escribió sobre eso uno de los párrafos más hermosos de la literatura española en ese prodigioso libro que es Los refugios de la memoria. Esas líneas son una pausa que reconforta una vida como lector. En la comuna de Alto Hospicio de Atacama se encuentra también uno de los mayores vertederos ilegales de ropa usada. Sobre todo, de esas marcas baratas que viajan en contenedores de un lado a otro del planeta para terminar en los océanos, en las costas africanas o en este desierto chileno. Toneladas de ropa amarilla, roja, violeta. A veces, con la etiqueta puesta.

La violencia. ¿Y después de la violencia?

El 24 de julio de 2014, también en Chile, falleció Jan Puerta, excelente fotógrafo y un ser humano excepcional. Tuve la dicha de que la lectura del Quijote que lancé aquí me cruzara con su vida. Cruzaba descuidado una calle en Limache y le atropellaron. Un día, Jan Puerta se había cuestionado su vida en Barcelona y supo que aquello no era lo que quería. Se salió a tiempo de un camino que no le hacía feliz. Lo vendió todo y se embarcó y viajó por el mundo hasta que encontró su lugar en Valparaíso.

En el estanque he visto especies extrañas de peces mirándome.

lunes, 23 de junio de 2025

Viborera

 


Hay una ley no escrita en la existencia humana: toda idea concebida será desarrollada antes o después. Detrás de la idea vendrá el sistema y el ingenio técnico para su desarrollo. Para el bien común, pero también para el mal. Así con los derechos humanos, las libertades civiles, la justicia social, la democracia; así con la capacidad para dominar y destruir a quien no piensa como nosotros, la esclavitud o el ejercicio absoluto del poder. Procurar bienestar al otro está tan cerca de crearle la obligación de comprar la fórmula con la que se lo facilitamos...

Echium vulgare. Esta planta herbácea, muy común en Europa, es conocida como viborera común porque la forma de sus semillas tiene un vago parecido con la cabeza de estas serpientes. De ahí la creencia popular de que con ella se podía elaborar una cataplasma que protegía de las picaduras del reptil. Hoy sabemos que sus hojas son muy tóxicas. Lo que no te mata, te hará más fuerte. Así la vida.

El otro día estuvimos en Amberes, algo fugaz y no previsto. Tus ojos tenían la hermosa placidez del tiempo después de treinta años, la calma del mar que llega a puerto. Todos los viajes que merecen la pena duran casi una vida.

domingo, 22 de junio de 2025

Tres miradas a la violencia y la paz en el Museo Patio Herreriano de Valladolid que apelan a quien hoy las contempla juntas

 

Alberto Sánchez. Monumento a la paz, 1960-1962. Madera.

El Museo Patio Herreriano de Valladolid propone una nueva mirada a su colección permanente bajo el título de Es solo una sensación. La Asociación Colección Arte Contemporáneo y la ciudad de Valladolid, 25 años juntos. En la Sala 0 se exponen tres piezas: Monumento a la paz, 1960-1962 de Alberto Sánchez (escultura en madera); Pegasus dance, coreografía para camiones antidisturbios, 2008 de Fernando Sánchez Castillo (DVD HDI); Ciudad Universitaria, 1939 de José Caballero (gouche sobre papel). La sala sigue la propuesta de esa nueva mirada con la que se muestra ahora la colección y que me ha parecido un acierto pleno en un museo que necesita de este tipo de riesgos, buscando las sensaciones y los ecos que suscita la contemplación de las piezas fundamentales al reorganizarlas. Se juntan así obras de diferentes artistas, métodos y épocas para generar un nuevo diálogo entre sí y con el visitante. 

La tres piezas de la Sala O corresponden a artistas de diferentes épocas y condición. Alberto Sánchez (1895-1962) es uno de los grandes autores de la vanguardia española. Procedente de familia humilde se afilió a las Juventudes Socialistas y acabó exiliado en la Unión Soviética, en donde falleció. José Caballero (1913-1991) también es uno de los miembros más significativos de la vanguardia española. Se alistó en el bando de los militares sublevados, colaboró en revistas falangistas y en proyectos institucionales durante el franquismo. Ya en la Transición, fundó el grupo Ruedo Ibérico, dedicado a potenciar la experimentación en el arte. Ambos coincidieron en Madrid y trabajaron con Federico García Lorca en La Barraca. Fernando Sánchez Castillo nació en 1970 y desde finales de los noventa es uno de los artistas experimentales más reputados de España, con amplia proyección internacional.

Cada uno tiene su lenguaje artístico: Alberto Sánchez la monumentalidad de la reflexión, José Caballero la interrogación a través del surrealismo y Fernando Sánchez Castillo provoca el pensamiento a través del humor, la coreografía y la música. José Caballero nos muestra un soldado de espaldas ante la Ciudad Universitaria destruida por el bombardeo franquista, con lo que nos propone un punto de mira en el que el espectador participa obligatoriamente: en la parte inferior del cuadro, la muerte y la destrucción; en la parte superior, dos ángeles anuncian la victoria y el final de la guerra. Alberto Sánchez, a través de la estilización de las figuras, levanta una proclama para la paz. Fernando Sánchez juega con la descontextualización de unos camiones antidisturbios para invitarnos a mirar el uso de la violencia institucional desde un acercamiento irónico que la supere al mostrarla como algo ridículo y descoyuntado. Evidentemente, en las tres piezas hay ideología: la propia de cada autor y de cada época. Proponer la contemplación de las tres juntas en un inteligente diálogo, más en los tiempos que corren en los que la paz peligra y la violencia parece regresar a la política internacional como un valor, es toda una magnífica lección de lo que debe hacer un museo de arte contemporáneo en nuestros tiempos.

jueves, 19 de junio de 2025

Tilos en flor

 


Entre los tilos en flor. A un lado y otro del camino. Si tú vinieras conmigo, tu cabello entero, empapado de su aroma, sería así: canto que anuncia el verano.

Almendros, prunos, cerezos, manzanos, tilos: todos ya en una repisa de pomos que marcan la vida.

Me he sentado en el banco del final del parque de la Facultad, a nada. A percibir el trabajo infatigable de las hormigas.

En la desolación de las ciudades bombardeadas, un polvo gris ceniza cubre todos los árboles florecidos.

¿Florecen en tus manos los tilos? En tus ojos, de amanecida. Dime.

miércoles, 18 de junio de 2025

Lo que hay en un puñado de flores de acacia

 


Se me olvidó contar que el jardín de la Facultad olía a la flor de la falsa acacia y que no pude evitar comerme un puñado, como en la infancia. Camino del colegio, al final del curso, florecían cuatro arbolillos junto a la cañada. Todas las casas, a un lado y a otro de la Cañada de Puente Duero, se levantaron de forma irregular con el consentimiento de las autoridades, que miraron para otro lado ante la necesidad de mano de obra barata en la ciudad. Aquellas personas venían de los pueblos, que se vaciaban. En realidad, huían de la  miseria. Llegaron y levantaron como pudieron las casas molineras -una planta sencilla con las habitaciones a un lado y a otro de un corto pasillo, un patio trasero-, sin luz, sin agua corriente, sin alcantarillado. Algunas de aquellas casas han sobrevivido hasta ahora. Casas de adobe o de ladrillo, con vigas de madera, sin proyecto de arquitecto. Construcciones populares que albergaron vida durante décadas, familias amplias. Poco a poco, la ciudad creció. Se asaltó la cañada -yo lo vi-, se alcantarilló y se realizó la acometida de luz y agua. Con el tiempo, pudieron legitimar sus viviendas por la sencilla razón de que a nadie le interesaban. Cuando la presión urbanística fue alta, las vendieron para irse a vivir a un piso. Si cierro los ojos, recuerdo que todas hicieron una acera sencilla y plantaron árboles ante la fachada, en sus ventanas había geranios. Todo eso estaba en este puñado de flores de acacia que he comido en el jardín de la Facultad.

martes, 17 de junio de 2025

Nosotros y la vida

 


¿He contado ya el número de los que fui? ¿Sé de su paradero? Estoy melancólico esta noche y quiero darles cuenta de los que vinieron después cuando nos separamos. Al menos una nota para cada uno, unas líneas. Quizá no encuentre al más tierno y amable, aquel que me dejó olor de hierbabuena en las manos.

Huye siempre de los que afirman que son los mismos de antes. Ni la piedra permanece. Son seres extraños a los que les crecen setas en los poros de la piel.

A todo bronce le hacen justicia las palomas.

Acompañad, no indiquéis el camino.

Contempló desde la terraza el bello espectáculo de los jardines. En el centro, el laberinto de setos cuidadosamente recortados. Sonrió. Siempre había pensado que el verdadero laberinto era el ovillo que entregó la muchacha a Teseo, no el hogar del Minotauro. Pobre hijo de Pasífae.

martes, 10 de junio de 2025

Después de todo, solo queda el gesto del que lo ha intentado

 


Todo se va, pero aún queda lo suficiente
de la huella de luz que agitó el mundo
al amanecer: brisa fresca sobre el rostro
-el que no reconozco  ya en la superficie del agua-.
Qué calmo todo al fin tras la locura
que arrasó con los brotes más tiernos.
La loma se ha cubierto de derrotados,
los perdedores más hermosos de la vida.

© Pedro Ojeda Escudero, Del desconsuelo, 2025.

domingo, 25 de mayo de 2025

Cuánta vida en nuestras ruinas

 


En doscientos palominos estimaba el escudero del Lazarillo de Tormes el rendimiento anual del palomar del que era propietario. También tenía un buen solar de casas y otras cosas que se callaba. De vez en cuando se quedaba pensando en todo lo que poseía desde que naciera en la calle de la Costanilla de Valladolid. Se recordaba, de chico, bajar la calle desde la colina del centro de la villa hacia la plaza del mercado, parándose un momento en el puentecillo que pasaba la Esgueva. Si cerraba los ojos, le venía hasta Toledo el recuerdo del sabor del pastel relleno de aquellos palominos los domingos. Hace tanto ya, que quizá ni existieron.

Cuánta vida así, en nuestras ruinas, sobre las que el tiempo ha labrado el silencio. En su adobe, pronto, las amapolas, las lagartijas, las hormigas, la avena silvestre y el zumbido del abejorro. De lo desaparecido nace el futuro.

sábado, 24 de mayo de 2025

Vivimos en un tiempo sin subjuntivo

 


Pocas flores tan perfectas como las del cardo. Arquitectura de la belleza absoluta. Es difícil de comprender que demos su nombre a los ariscos.

El gran problema de las guerras es pretender que alguna sea justa.

La humanidad entera debería vivir en tierra de nadie.

Esta horrible época en la que nadie comprende que la incertidumbre es el mejor estado de ánimo.

Tomemos el ejemplo de un tiempo en el que se tenga el conocimiento, la riqueza y la tecnología para hacer que todo el mundo viviera mejor. Califiquémoslo según el nivel de cumplimiento.

Por desgracia, se ha perdido el subjuntivo.

miércoles, 21 de mayo de 2025

El sueño de los vencejos

 


Si descubriéramos la capacidad de volar, no regresaríamos nunca. Cuentan que los vencejos son capaces de dormir sin dejar de volar. Como en las cajas chinas, un sueño dentro de otro. Soñar un sueño permanente mientras se vuela. Por eso no tenemos alas.

Hace mucho tiempo que no recuerdo mis sueños. Dicen que es imposible no tenerlos. En el ángulo de la noche, quién sabe dónde se han resguardado. Quizá en una cajita con incrustaciones de nácar, junto al corazón herido, latente aún. ¿Qué hace un corazón allí entre botones antiguos y cantos pulidos de tanto rodar por el valle?

A Javier Marías no le gustaban los sueños como material narrativo. Como no recordaba dónde lo había dicho, se lo pregunté a la IA, que me lo negó y construyó en décimas de segundo una argumentación contraria. Volvía a consultar ampliando la búsqueda sobre autores españoles a los que no les gustaran los sueños en novelas o películas. La respuesta era implacable: no hay ningún autor español así. Me quedé perplejo y estuve dando vueltas al asunto todo el día. Al regresar a casa me dirigí a la estantería donde descansan sus libros y comencé a hojearlos y de un ejemplar de Mañana en la batalla piensa en mí cayó un recorte de la revista semanal de El País en la que escribiera Marías. El artículo se titula Un sueño prestado y se publicó el 5 de febrero de 2006. Comienza: "Aunque no soy nada partidario de las narraciones de sueños, sobre todo si aparecen en una novela o en una película -¿para qué me cuentan esto, si sólo es sueño y estamos ya en una ficción?, me pregunto-, hoy voy a relatar uno reciente de mi hermano mayor Miguel, a quien he pedido permiso y a quien entregaré, descuiden, por lo menos la mitad de lo que perciba por este artículo". Recuerdo otras afirmaciones así del autor que contradice a la IA que consulté. Sin embargo, releo bien el artículo: Marías dice que no le gustan los sueños como el que usa para escribir ese artículo.

Yo no creo en los ángeles, pero de vez en cuando siento el aire movido por sus alas.

miércoles, 14 de mayo de 2025

Palimpsesto

 


Nuestra vida es un palimpsesto expuesto a la intemperie. Legión, es su nombre. Con él caminamos por la vida buscando un poco de agua, el arrimo de una tapia en ruinas y una sombra en verano.