sábado, 6 de septiembre de 2025

La ciudad en ferias

 



La ciudad celebra sus fiestas: habrá música, fuegos artificiales, casetas gastronómicas, peñas, música en la calle, tómbolas y tiro con carabina. Globos aerostáticos al amanecer y besos nocturnos en los parques antes de que el verano se despedida. Vendrán después las primeras lluvias de septiembre y hará frío en las noches.

Tengo una brecha en la frente desde la adolescencia, fruto de un golpe con el volante de un coche de choque. Me lavé la sangre en la fuente, compré unos churros y me quedé un rato más por allí, a ver qué pasaba porque pasaba todo y nada. El suelo lleno de cartones de la tómbola, la algarabía, un faquir del barrio echado en el suelo sobre una manta pidiendo un duro para comenzar su espectáculo de tragarse bombillas y restos de cristales. Pasaban las parejas y yo encontraba demasiado pronto la salida del laberinto de cristal y me giraba y volvía a internarme en él. Pasaban las familias para comer perritos calientes con mostaza y kétchup en los puestos y los niños probábamos el vino dulce de la caseta de los maños: vino dulce con barquillo. Pasaban los días como si no pasaran. Yo tenía que atravesar las ferias vacías y sucias por la mañana, camino del colegio, con las banderolas fatigadas. Pasaba todo y nada pasaba. En verdad, pasaban tantas cosas esos días que al buscar la moneda para pagar la manzana dulce ya te habías hecho adulto y buscabas la cintura de tu novia y la abrazabas por los hombros por si tenía frío cuando anochecía.



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