Sé por qué eran más felices mis veranos de antes: porque era el tiempo de lectura. Lectura de los libros de la pequeña biblioteca de mis padres, que a mí me parecía inmensa; lectura de los tebeos y libros del puestecillo de la biblioteca pública de los Jardines de la Rubia, apenas una caseta; lectura de los libros que fui comprando con mi paga o que en casa fueron adquiriendo para los hijos y para mi madre, que siempre leía a escondidas. Recuerdo especialmente el verano en el que cumplí catorce años y mi voracidad lectora de ese año, que no se detuvo en los siguientes. Lecturas desordenadas de novelas, filosofía, historia y poesía, clásicos como El Quijote o de moda como Papillon junto El Jabato o Hazañas bélicas, todo lo que podía de la vieja Austral o las obras de Nietzsche publicadas en el libro de bolsillo de Alianza Editorial. Libros que me acompañaban gran parte de las horas de calor, en las que no había nadie en la calle, y que yo leía a la sombra del chopo plantado por mi padre o tirado en el suelo, en la frescura del portal de entrada de la casa. Quizá no tenga razón y era más feliz porque era un niño y todavía no tenía responsabilidades, pero el caso es que yo leía mucho y era feliz leyendo. No sé bien cuándo he dejado de leer así, con tanta voracidad. Extrañará que diga esto porque sigo leyendo mucho. Por razones de trabajo y de compromiso, por la gestión cultural que realizo, por estar al día. Leo, pero ya no leo como entonces: embarcándome en un mar inagotable que era mucho más amplio que la vida. Y ya no soy feliz. Miro ahora mi biblioteca, que desborda las posibilidades de mi casa y sé que es ahí donde podré hallar consuelo a tantas cosas.
9 comentarios:
Yo de niña leía tebeos me encantaba leer en verano los tebeos. Me gustaba también los cuentos y libros de hadas y princesas.
Que bonita tu entrada, Pedro.
Un beso
Sigues siendo lector voraz, a pesar del trabajo :-).,
Leer porque me gusta leer, el paraíso. Las lecturas infantiles y adolescentes son inolvidables, todo el tiempo del mundo se detenía. Aquellos títulos setenteros: "Papillon, "Chacal"...Aquellas colecciones baratas: Reno, Austral, RTVE (los de veinticinco pesetas)...De niña niña, los clásicos de Bruguera, adaptados y con cómic para los lectores vaguetes. Ay, qué veranos, aunque fuera diciembre.
Costumbres que adquirimos de pequeños y luego nos acompañan toda la vida.
Recuerdo mis lecturas de adolescencia, luego pasé a textos técnicos, muy enriquecedores por cierto, pero siempre la lectura de los clásicos, tanto en vacaciones (este año Racine y autores del Siglo de las Luces) como en días fríos.
Un abrazo.
Leemos de otra u otras maneras.
Por cierto, si echas un vistazo al último libro de Muñoz Molina "El verano de Cervantes", di algo. Puede ser interesante.
La lectura es un refugio eterno cuando se logra ese placer. Hoy en día con otros estímulos es más difícil hasta la concentración pero se debe buscar esos momentos por eso, por placer. Saludos.
Lo he programado para el club de lectura en el mes de octubre. Muy interesante
Sigues leyendo para los demás y , en buena medida, sigues siendo el adolescente que eras.
Espero tus lecturas anuales y un abrazo
Olvido la foto, tan evocadora. Me gusta, claro.
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