El fuego es el origen de la literatura. Sentados junto a él los seres humanos se cuentan historias que suceden más allá de la luz de la hoguera.
Hace unos días, un grupo de amigos nos reunimos para preparar calçots a las brasas: se remansó el invierno.
Hace un tiempo eché al fuego los restos del naufragio. Los vi arder: llama, humo, ceniza. Recuerdo cómo tiznaba aquella ceniza.
Unas ramitas, paja, hojas de periódico antiguo, piñas secas. Después, un leño. El fuego crece: ya hay hogar.
Dicen que, al otro lado del fuego, nos esperan los demonios más terribles. Se hacen de rogar, ahuyentados por los que portamos encima.
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