Le sienta bien al campo este frío. Debería escribir: me sienta bien esta mañana fría. Lo pensé apoyado en el tronco caído del chopo grande. Lo ha debido tirar el último vendaval de hace unos días. Allí sentado, me serví un café del termo y con la taza calenté las manos antes de beber. A mi espalda, graznaba una urraca solitaria desde la rama de otro árbol. Ayer fue el solsticio de invierno y se supone que ya las noches se achican, pero aún no se nota. Por Reyes, lo conocen los bueyes, aún falta.
Con el café, entoné el pecho y estuve un rato largo sin moverme, mirando las cosas. En los últimos meses, apenas unos rasguños en el diario, nada. La escritura necesita músculo y, como los que han tenido que guardar reposo, apenas me sostiene el cuerpo. Es como este campo, todo a la espera. Debería nevar, sería una hermosa calma.
De todas las formas, es bueno guardar silencio en medio de un mundo en ruido. ¿Hace cuánto que no me siento a ver cómo se consume la leña de encina en una chimenea?
1 comentario:
La escritura necesita músculo, dices. ¿Y cómo se tiene músculo? Ejercitándolo.
El silencio es cada vez más una exigencia en medio del ruido estruendoso que quiere sustituir a la palabra.
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