domingo, 6 de octubre de 2024

Hay que cultivar nuestro jardín

 


Il faut cultiver notre jardin. La frase, lo sabemos, es de la obra Cándido (1759) de Voltaire, en la que reacciona contra el optimismo de Leibniz. Se le ha dado muchas vueltas a su significado final y su carácter pesimista o egoísta. Ante la certeza de que no podemos cambiar el mundo y de las penalidades que en él nos ocurren, debemos trabajar nuestro pequeño pedazo de huerto y encontrar en esa labor la raíz de nuestra felicidad: no es el jardín quien da la felicidad, sino nuestro trabajo en él. Cualquier ideología o religión que quiera salvarnos de los otros producirá un dolor irreparable y la destrucción violenta. De la Guerra Fría que nos atenazó después de la Segunda Guerra Mundial se salió con una mirada trasversal en la que se buscó lo que nos une antes que lo que nos separa. A veces basta con compartir una viandas sobre una manta tendida en el suelo. En la segunda parte del Quijote, Sancho se encuentra con el morisco Ricote, que regresa oculto a su pueblo, del que tuvo que salir por el decreto de expulsión del Rey: en vez de denunciarlo a la autoridad, a lo que estaba obligado por la ley, ambos se tienden en el suelo y comen y beben juntos. ¿No sirve ya nada de esto? Pedimos que cambie la deriva violenta de nuestro mundo y somos incapaces de cambiar nuestra actitud ante los otros.

Qué hermosa esta rosa de hibisco, no sé bien si malvarrosa, que florece en octubre y asoma desde el jardín.

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