La mucha luz ciega. Es mentirosa cuando aplana las cosas y nos las entrega sin sombras. Cuando se grita luz, luz, hay que aceptar las sombras para que el mundo esté completo.
Salir al mediodía en agosto te convierte en la única sombra. Todo tu interior se oculta, se te oculta y te hace vagar por los rincones de las entrañas como por un territorio desconocido.
A través de la cortina, se filtraba la luz de la tarde sobre tu cuerpo. La reja, la enredadera, el árbol, sobre tu cuerpo desnudo, eran nuevos, ajustándose a la ondulante respiración de tu pecho, como una colina viva que los mecía. Surcaba yo los senderos con la yema de mis dedos, con temeroso afán, procurando aprenderme los caminos para llegar a ti. Dormida, quién sabe dónde te llevaba el sueño. Despierto, procuraba perseguirte en el filo de los lóbulos de la hiedra, en las ondas que iban y venían sobre tu pecho vivo. No quería aún conquistar tus párpados, el sendero secreto hacia tu mar, verde y profundo.
6 comentarios:
Un placer leerte
Nos vemos
La vida es eso, luz y sombras.
No conoceríamos la luz sino existiera la sombra. Dualidad como lo es la vida.
Hermoso texto e imagen.
Besos.
Luces, sombras y amores en sus juegos, los de los enamorados.
Me gustan las imágenes que recreas para llegar a mi.
No nos engañemos, no existe la luz sin sus sombras.
A mediodía en agosto y en los pueblos de Castilla o Andalucía,
los seres con vida, tenemos que buscar hasta nuestra propia sombra.
Ella o él, en sus propios sueños, serán y seremos más únicos y auténticos.
Besos
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