sábado, 28 de marzo de 2020

Sofrito, romanescu y literatura. La filología en internet


Hoy el día se me ha achicado. No solo porque cambien la hora esta noche, adelantándola, sino porque el día no me ha dado de sí nada. Es curiosa esta sensación de disponer de todo el día, de todos los días hasta dentro de unas cuantas semanas. De pronto me llegó la hora de cocinar y he preparado un sofrito lento con ajo, ajo tierno, cebolleta, puerro, tomate y pimiento rojo. Casi puedo afirmar que me he gustado cocinando esta base para unos espaguetis con setas. Oigo en la radio que cocinar es una de las aficiones que se han descubierto en el confinamiento, pero yo cocino desde hace muchos años. No como hoy, que parecía disponer de todo el tiempo del mundo. Sé de personas que no han cocinado nunca o casi nunca, ¿qué harán ahora, qué harán estos días? ¿Habrán descubierto el placer de preparar un plato desde el inicio, demorándose en cada paso para que todo tenga su sabor y su textura?

Corren por las redes sociales de internet muchos textos literarios y no literarios mal atribuidos. No es novedad, esto ha ocurrido siempre, antes también del mundo digital. En el teatro barroco español era fácil atribuir a Lope lo que no era de Lope porque el reclamo de este autor llenaba el local y permitía hacer caja a las compañías cuando lo necesitaban. Lo mismo ocurría con tantos poemas manuscritos que pasaban de mano en mano hasta desconocer el autor real. Uno de los trabajos de la filología moderna ha sido reconstruir la historia literaria, adjudicando las autorías reales y despojando a algunos de los autores de títulos que les han sido atribuidos. Lo que ocurre en estos tiempos de internet es más serio, no solo entre los lectores no especializados, sino también un paso atrás en la historia de la filología porque el mal se ha extendido tanto que he leído en artículos académicos estas falsas atribuciones por la sencilla razón de que el investigador no se ha molestado en hacer bien su trabajo y ha tomado la primera referencia que ha encontrado en el buscador. Hace tiempo que el panorama en los congresos de mi especialidad es desolador: repetición de cosas ya dichas décadas antes por otros en artículos que el autor de la comunicación o la ponencia no se ha molestado en leer por la urgencia de hacer currículum, banalización de contenidos, utilización de datos corregidos por investigaciones posteriores que tienen la mala fortuna de no salir en las primeras páginas de la búsqueda en internet, malas interpretaciones de lo afirmado por otros estudiosos porque el que los cita ha ido solo al párrafo que le ha marcado Google y no al artículo completo...

Tantos textos literarios en las redes sociales de internet reproducidos mal puntuados, con omisión o cambio de palabras, pésimamente maquetados...

Pero a quién le importa esto.

Como ya estaba liado, hice un romanescu con patatas acompañado de una salsa de aceite de oliva, ajo, pimentón de la vera y vinagre. Me quedó algo soso, pero hay que cuidarse la tensión.

11 comentarios:

mojadopapel dijo...

Qué va... Estaba buenísimo todo!... Además a caballo regalado no le mires el diente.

La seña Carmen dijo...

Entre la salivación por la salsa base y la bronca por los textos académicos no sé con qué quedarme.

Feliz domingo.

Sor Austringiliana dijo...

El sofrito es bueno para la cocina pero no para la literatura. Y muchas de esas falsas citas me las envían filólogos. Feliz domingo de encierro.

Emilio Manuel dijo...

En casa mantenemos la dieta o tratamos de mantenerla con la comida base, pero cuando llega el postre eso ya es otra cosa, mi esposa se ha dedicado a lo que nunca a hecho, galletas y tartas, increíble; al final, la dieta, a tomar por culo.

XuanRata dijo...

Yo salgo a dos o tres sofritos por día, aunque eso si, en mi puesto de pinche de cocina que es el que me ha correspondido y el que mejor se aviene a mis nulos conocimientos culinarios. Como todo, tiene su arte: no solo los ingredientes, sino también su proporción, la forma de cortarlos, el tiempo al fogón, la atención que hay que prestar al guiso, remover o no... Ya digo, como todo, llámese filología o arroz con pollo, amor y respeto por lo que se hace.
Leerte a diario, Pedro, está siendo una de las ventajas de este encierro.

andandos dijo...

Yo estoy adelgazando, ya ves. En música, hablando en general, lo que más se lleva es la imitación, a mi parecer. Ya sabemos que es muy difícil hacer algo nuevo, supongo que es por eso.

Un abrazo

Myriam dijo...

¡Qué agradable es disfrutar de la expereiencia culinaria cuando ésta se hace con amor!

Al leer lo que dices sobre los investigadores actuales indolentes, qué lejos me parece cuándo hscíamos investigación en biblioteca académica buscando referencias en los ficheros manualmente! Y las cajas de libros de los préstamos a domicilio...
Parece tan lejano todo...

Besos

Doctor Krapp dijo...

La gastronomía nos salva de los males de la filología mal digerida.

Ele Bergón dijo...

Pues por miucho tiempo libre que tenga, a mí no me da por cooconar. Hago lo justo y nafa más.
Tu sofrto debe de estar muy bueno.
Besos en cofinamiento.

Campurriana dijo...

Me ha entrado hambre al leerte, Pedro. Es hora de la cena y de elegir alguna obra interesante. Es hora de detenerse ante un plato sencillo. Es hora de demostrar tu cariño a pesar de no poder abrazar ni besar. Eso es lo que peor llevo...

LA ZARZAMORA dijo...

La cocina es uno de mis jardines secretos, y antes del coronavirus...
No sabes cuánto me relaja!!!

:)))

Besos Pedro.