Vista así, de lejos e iluminada en la noche, la ciudad parece una maqueta de sí misma. Se podría jugar a ser un diablo cojuelo como el de la novela de Luis Vélez de Guevara, levantando los tejados para ver qué hacen sus pobladores en la intimidad, fuera del control de las normas sociales, pero siempre habrá alguien que levante el nuestro y nos vea como si fuéramos maquetas de nosotros mismos. En el fondo, somos seres expuestos a la intemperie. No hay ciudad que nos ampare.
6 comentarios:
Qué idea tan bonita e imaginativa la del diablo cojuelo. Dichosos los que tenéis visión superior de la ciudad. Algunos apenas si hemos pasado de aquella otra visión de La ventana indiscreta.
Imagino un diablo cojuelo gigante que levantará la tapa de nuestra casa y jugará con nosotros, como muñequitos de Playmobil.
No sé por qué, pero he recordado la novela de un amigo en la que los protagonistas eran dos muñecas en una maqueta de tren.
Pues sí, por mucho que pensemos y estemos convencidos de ser los dueños de nosotros mismos, nunca debemos olvidar que caminamos, casi siempre, a la intemperie.
Besos
Y ¿qué hay de aquella Babel?
Tal vez allí entre las letras, desentrañando el caos, encontremos "la palabra".
Besos, Pedro.
Los has dicho bien, con precisión, "somos seres expuestos a la intemperie"...
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