lunes, 23 de septiembre de 2019

He visto que ya era otoño


Tengo la fortuna de trabajar en un lugar rodeado de árboles. Iba a decir de naturaleza, porque siempre pensamos que la naturaleza es algo ajeno al mundo urbano y específicamente relacionado con lo que no es propio del ser humano moderno. He dejado de escribir para comprobar cómo define el Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia el término de naturaleza. Compruebo que no recoge una acepción que sea próxima al uso más extendido y coloquial. Este uso quizá tenga su origen en la desconexión que ha establecido nuestra sociedad con el mundo no urbano. No nos vemos parte de la flora o de la fauna. Tan alejados estamos que lo humano y lo natural van siendo opuestos en el habla común. Nos vemos como artificio tecnológico, quizá lo seamos cada vez más.

En cualquier rincón de nuestras ciudades encontramos esos elementos que entendemos como naturaleza: parques y jardines cuidados o no, pero también especies invasoras, aves... Me detengo especialmente para observar cómo se agarran las raíces de cualquier hierba a las grietas de una tapia. Cuando florecen, esas diminutas flores de los muros nos recuerdan que están ahí y que somos parte de su mundo o ellas del nuestro. Un mundo común, aunque lo ignoremos como demuestra esa contraposición con lo natural.

¿No somos ya naturaleza los seres humanos?

Todo esto porque al atravesar el parque del Parral he visto que ya era otoño.

8 comentarios:

Fackel dijo...

Verlo y sentirlo. Acompañados de la vegetación, heredera nuestra naturaleza de aquella otra.

Emilio Manuel dijo...

Pasear por un sendero en otoño a una hora temprana es un gozo.

XuanRata dijo...

Naturalmente: con la Madre Tecnología tenemos una relación muy especial: nos proporciona la ilusión de poder que la otra Madre nos quita. Más que una madre es una abuela.
Pero vuelve el otoño, con sus vendavales y sus ocres. Pronto lo veremos en instagram.

Francesc Cornadó dijo...

En medio del paisaje urbano también he comprobado que ha llegado el otoño. En la avenida ya han aparecido los puestos de castañeras y en los escaparates exponen las prendas de abrigo. La naturaleza, entre las fachadas y los rótulos de neón, luce otoñal; la luz solar se acorta y deja paso a los colores de los letreros iluminados, el ruido del tráfico sustituye a las chicharras y los grillos. Con la llegada del equinoccio de septiembre las palomas revolotean más nerviosas y los patinetes aceleran su movimiento al caer la tarde.
Salud
Francesc Cornadó

Abejita de la Vega dijo...

Aquí está y vamos a disfrutarlo como somos seres naturales que somos. Sí, incluso los que no reparan en la flor que asoma tímida debajo del asfalto. Trabajas rodeado de árboles, los colores otoñales son un descanso grato para los ojos.

La Isla, el de la foto, es un paseo tan hermoso como rebelde, siempre insumiso a las reformas municipales que nunca aciertan con él. Marañoso, salvaje, como lo conocí en mi infancia. No perdona al francés ilustrado que lo diseñó, le incomodan los setos y los geométricos trazados. Y no digamos las genialidades de diseño actual.

Aquí está, vamos a él.

Sor Austringiliana dijo...

Ahora me doy cuenta de que el paseo de la foto es el Parral, qué despiste. Bueno, queda dicho lo del paseo de la Isla. El Parral también tiene su historia y tampoco se deja domesticar. Es el que más cerca te queda en el trabajo. Un abrazo, Pedro y perdona el despisté.

pancho dijo...

La naturaleza es salvaje y cruel, tiene la vida (esa maravillosa excepción) a su cargo. Todos volvemos a ser naturaleza al final. Ya lo decía Federico al natural:
¡Ay voz secreta del amor oscuro!
¡ay balido sin lanas! ¡ay herida!
¡ay aguja de hiel, camelia hundida!
¡ay corriente sin mar, ciudad sin muro!

¡Ay noche inmensa de perfil seguro,
montaña celestial de angustia erguida!
¡ay perro en corazón, voz perseguida!
¡silencio sin confín, lirio maduro!

Huye de mí, caliente voz de hielo,
no me quieras perder en la maleza
donde sin fruto gimen carne y cielo.
Dejo el duro marfil de mi cabeza,

apiádate de mí, rompe mi duelo,
¡que soy amor, que soy naturaleza!

Myriam dijo...

Hermoso texto. En los 10 días que oasé en el Campo pensé mucho sobre esto. También me acordé de ti al leer un muy interesante libro sobre bosques y árboles y al observar los que iba encontrando en mi camino. Sí extrñé no cabalgar.

Besos