jueves, 31 de mayo de 2018

El escritor en Los refugios de la memoria de José Luis Cancho y noticias de nuestras leccturas con anuncio de la próxima


Con ser mucho el interés de lo biográfico y la forma de entender la vida por el autor, en Los refugios de la memoria a mí me ha interesado sobremanera el escritor.  Me explico.

Tal y como dije en la primera entrada sobre esta obra, es indudable el interés que despierta en el lector conocer las circunstancias personales de quien se convirtiera en uno de los nombres más conocidos de la oposición a la dictadura franquista en los años setenta del pasado siglo, todo lo que en este caso hay memoria individual y colectiva.

La segunda entrada la dediqué a la forma de comprender la vida por José Luis Cancho: el nómada que recorre el mundo con un hatillo en el que lleva la memoria de un barrio popular de Valladolid, que entiende su historia como ciclos que se abren y se cierran y cuya forma de ser ha sido marcada por las experiencias vividas, algunas tan extremas como las que le ocurrieron en el año 1974, pero no solo. Pero todo esto no existiría como esta narración autobiográfica sin el escritor que es José Luis Cancho. Los refugios de la memoria se anudan precisamente porque hay un momento en la vida de Cancho en el que este decide ser escritor antes que otras cosas: Durante varios años mi dedicación fundamental ha sido la escritura. Es desde ese escritor desde el que se nos cuenta la historia completa -o el autorretrato fragmentado-. No solo la materia de lo narrado o el presente desde el que se cuenta sino, sobre todo, la forma en la que se hace.

Como autor, Cancho ha publicado cuatro novelas (El viajero junto al mar, Grietas, Indicios y Lento proceso) y construido un territorio mítico personal en el que suceden varias de sus historias (el barrio del Carmen, que se corresponde al recordado barrio de su infancia), sobre las que habla en la parte final del libro. En estas páginas nos plantea también su tesis fundamental: He hablado del poder de la ficción, de la influencia que ejerce en nuestra percepción de la realidad, de cómo puede llegar a imponerse sobre esta. De hecho, el propio relato autobiográfico que son Los refugios de la memoria se ven afectados por esta circunstancia y el yo sobre el que se habla en la obra cada vez le parece más al propio autor un personaje de ficción. Plantea Cancho algo sumamente interesante que nos lleva al límite del pacto de lo autobiográfico: todo lo que se ha contado es cierto y no lo trasgrede pero la propia narración de los hechos nos lleva a cuestionarlo puesto que quizá lo haya ya superado. No solo lo narrado sino, sobre todo, la misma circunstancia de la narración y las técnicas que se emplean. Cancho, así, nos lleva de forma brillante a un interesante punto de reflexión sobre la propia vida y el relato que hacemos de ella, que se convierten a la vez en algo ajeno y apasionante.

Noticias de nuestras lecturas

Pancho comenta con todo acierto el murmullo fluido y constante del que brota la escritura autobiográfica de José Luis Cancho. Y termina con Luis Pastor...

Mª Ángeles Merino levanta acta de la última reunión del club de lectura en su formato presencial, algo diferente en su formato a las ordinarias. Comentamos las dos obras de reciente lectura (Akúside y Los refugios de la memoria) y visitamos la exposición El rostro de las letras en el Arco de Santa María.

Los escritores Ángel Vallecillo y José Luis Cancho serán los protagonistas de la sesión del sábado día 2 en la Feria del libro de Valladolid. Se les hará entrega del Premio de la Crítica de Castilla y León que obtuvieron ex aequo por Akúside y Los refugios de la memoria, que hemos leído y comentado estas últimas semanas en el club. Lamento no estar presente, pero invito a los interesados a acercarse al acto.

Recojo en estas noticias las entradas que hasta el miércoles han publicado los blogs amigos.
Entrada del Club de lectura cada jueves, en este blog, aunque en las últimas semanas no haya podido cumplir esta promesa por diferentes cuestiones que espero se vayan remansando en las próximas.
Información sobre el presente curso en el club en este enlace.

Anuncio de la próxima lectura



Este curso ha resultado intenso y para cerrarlo os propongo la lectura, en el mes de junio, de una  novela que os sorprenderá: El pisito: novela de amor e inquilinato de Rafael Azcona. Rafael Azcona (Logroño, 1926 - Madrid, 2008) es, para muchos, el mejor guionista de la historia del cine español, pero lo que no es tan conocida es su faceta como escritor. El pisito se publicó en 1956 y sobre ella escribió el mismo Azcona el guion para la película dirigida por Marco Ferreri, estrenada en 1959, con el que debutara en el cine. La película es una de las obras clásicas del cine español de todos los tiempos. En 2009 se adaptó al teatro con relativo éxito de público, en una versión que a mí me dejó insatisfecho. Descubramos, pues, el relato original sobre el que se hicieran la película y la obra de teatro. Hay varias ediciones en el mercado. Os recomiendo la publicada en la editorial Cátedra por Juan A. Ríos Carratalá. Aparte de un magnífico estudio introductorio, cuenta con la incorporación de fragmentos que se suprimieron en 1956 para evitar la censura de la dictadura de Franco. El curso se cerrará a finales del mes de junio con una comida a la que todos los seguidores de este club podrán apuntarse.

miércoles, 30 de mayo de 2018

Conversaciones de escritores


Qué lejos todo lo que tenemos cerca. La mayor parte de nuestras penas procede de que no miramos aquí, tan cerca.
*
El otro día hablé cinco minutos con un poeta de la amargura. Masticaba la ironía y la cuchillada trapera en cada frase que decía, acompañadas del ataque preventivo y la envida, sin dejarme intervenir más que en el saludo. Le iba bien, pero era incapaz de verlo y seguía creyéndose un poeta maldito adolescente y de oposición.
*
Hace unas semanas comenté el final del Quijote, cuando Alonso Quijano agoniza en una habitación y en la de al lado, entre llantos, la sobrina, el ama y Sancho celebraban la herencia. Qué sabio Cervantes.
*
En algunas ferias del libro se acoge con dinero público a poetas que dicen que jamás son acogidos por las instituciones ni tenidos en cuenta. Te lo dicen con ceño ofendido tomando copas pagadas por ese dinero público que los arropa y les da el beso de buenas noches.
*
Hace un tiempo, en una red social, un joven poeta me advirtió contra un cenáculo de la poesía de su misma ciudad que me había solicitado participar en una de sus sesiones. Su opinión era contundente, despectiva y hasta insultante. Hace unos días lo vi en una fotografía en ese mismo lugar. Y se le veía contento y sonriente. Su sonrisa no había sufrido transición.
*
Se reivindicaba como poeta. Así, sin más.
*
Últimamente me producen ternura los escritores que solo leen el tipo de literatura que ellos escriben. Me gustaría llevarlos a la guardería para descargar de ese trabajo a sus seres queridos.
*
Incurrió uno a uno en todos los defectos de la poesía que criticaba. Sus ataques se dirigían a la poesía sentimental y él pertenecía a la de la amargura. O al contrario, ya no me acuerdo. Da igual, los extremos se parecen en la técnicas que usan y su distancia con el poema.

martes, 29 de mayo de 2018

Homenaje al escultor Juan Carlos Martínez Peña (1957-2008)


Este jueves, día 31 de mayo, presento y modero el Homenaje al escultor Juan Carlos Martínez Peña que, con motivo de cumplirse los diez años de su fallecimiento, organiza el Ateneo Poupular de Sevilla con la colaboración del Círculo Mercantil e Industrial. El acto tendrá lugar en la sede del Mercantil de la Calle Sierpes y dará comienzo a las 19:00 hs. 


Juan Carlos Martínez Peña nació en Salamanca en 1957 pero vivió, se formó y desarrolló su trabajo artístico en Sevilla. Conocido popularmente por haber realizado las peinetas del inicio de la carrera de la cantante Martirio, especialmente la Giralda y el Pirulí, su obra escultórica es extensa y especialmente innovadora en las instalaciones artísticas. Licenciado en Bellas Artes, especialidad de escultura, en la Facultad de Bellas Artes Santa Isabel de Hungría de Sevilla fue profesor numerario de Modelado en la escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de la misma ciudad.

Fotografía promocional de Martirio en la que la artista luce
 una de las peinetas diseñadas por Juan Carlos Martínez Peña.
Su obra se caracteriza por la innovación continua, la reflexión sobre la función del arte en la sociedad contemporánea, una poderosa creatividad y la búsqueda del movimiento con materiales procedentes de elementos constructivos (ladrillos, tejas, bovedillas, etc) o industriales (toneles, tapones de plástico) a los que dotaba de un poderoso sentido artístico que interrogaba al espectador sobre su propia experiencia artística al dotarlos de un nuevo sentido.







Juan Carlos Martínez Peña es un nombre imprescindible para explicar la vanguardia artística sevillana de los años ochenta y noventa del siglo XX y participó en exposiciones colectivas en la Facultad de Bellas Artes, los Reales Alcázares, la Caja de Ahorros y Monte de Piedad, en el Salón Dadá, en la Exposición Universal o en la Maestranza. Realizó trabajos profesionales en la restauración de las esculturas de la Giralda de Sevilla, en el Palacio de San Telmo, etc.

En el Homenaje intervendrán miembros de la Junta directiva del Ateneo Popular de Sevilla y del Círculo Mercantil e Industrial, familiares, amigos y expertos y conocedores de la obra del escultor y lo que representó para el arte en Sevilla de finales del siglo XX, como Margarita Aizpuru, comisaria, crítica e investigadora de arte.

El cartel del acto ha sido diseñado por el pintor Manuel Domínguez Guerra.

La entrada es libre hasta completar el aforo.

domingo, 27 de mayo de 2018

¿Cómo nos imaginamos dentro de diez años?


¿Alguien recuerda el llamado milagro español de las últimas décadas del siglo XX? Salíamos de una dictadura, se llegaban a acuerdos políticos, se trasformaba la mentalidad social, construíamos un país creativo y dinámico, la esperanza en un futuro mejor se instalaba en todas las casas, se consiguió salvar la amenaza de un golpe de estado... ¿Queda algo de eso hoy en un país atirantado, inactivo, perplejo? Y, sobre todo, ¿cómo nos imaginamos dentro de diez años? Me gustaría decirte que de todo sale, que el tiempo se hace rueda de la fortuna, que hay que tejer cada día para que mañana tengamos la  labor hecha. Mientras tanto, a mi trabajo voy, a mis soledades y mis compañías me atengo, en el día a día me encuentro con el mejor de los ánimos.

sábado, 26 de mayo de 2018

Historias de gatos


Una antigua pareja mía tenía gato. Se murió. Tuvo otro.
*
Si los gatos dominaran el mundo todos seríamos ratones, como ahora.
*
Cuando cae, el gato cae de pie. Por eso procuro no caerme.

jueves, 24 de mayo de 2018

El nómada en Los refugios de la memoria de José Luis Cancho y noticias de nuestras lecturas


En la isla de la Gomera, José Luis Cancho cierra un ciclo. Había obtenido allí una plaza como maestro y decide renunciar a ella y comenzar una vida como nómada. Esta tendencia ya había aparecido en su vida a los dieciséis años, cuando viaja durante meses por Europa, pero ahora tiene un significado más profundo: había cerrado ya su activismo político, su militancia en la primera fila que tanto le había expuesto y trasformado y a la edad en la que muchos piensan en asentarse en un lugar, formar familia, contar con un horario laboral y un trabajo estable, lo deja todo: Cumplía así con un nuevo abandono, con una nueva dimisión, con una nueva renuncia. Se echa al mundo y recorre Latinoamérica descubriendo en sí mismo una nueva faceta, un fragmento nuevo de ese autorretrato en que consisten estas memorias:

Antes me convertiría en un nómada, en un vagabundo, en un mendigo en busca no tanto de bellas ciudades como de rincones en los que ahuyentar la desazón permanente del que busca sin saber muy bien lo que busca.

De toda esa búsqueda nos cuenta apenas unos retazos pero tan intensos en la memoria escrita que bastan para fijar su imagen caminando por el mundo en una mirada hacia el exterior contaminada en parte de sus recuerdos más personales, aquellos que le suscita el barrio en el que vivió hasta que abandonó Valladolid (el barrio de San Pedro que construye en sus obras en espacio mítico como barrio del Carmen con tres elementos que levantan un triángulo mítico referencial: la casa de los padres, la antigua cárcel provincial de Valladolid y el cementerio del Carmen). Siguiendo a Proust -uno de sus autores-, Cancho atraviesa caminos polvorientos en Sudamérica como si todavía recorriera las calles sin asfaltar de aquel barrio, igual que el olor de las higueras o el sabor de la flor de la acacia son desencadenantes de los recuerdos. Pero cuando mira lo que tiene delante las imágenes que nos traslada son de una verdad tan intensa que alcanza factura poética, como el desierto de Atacama florecido, que se trasforma en él en una poderosa metáfora de la vida. El autor, como muchos de nosotros, camina por el mundo, atraviesa paisajes maravillosos y desconocidos, conoce gente, vive experiencias de todo tipo (a veces peligrosas) pero siempre lleva dentro el mapa del territorio de la infancia.

Esta descripción del nómada es una de las cosas más interesantes de este libro tan apasionante y bien escrito. El nómada atraviesa el mundo sin detenerse en fronteras, cargando encima todo lo que es -memoria y presente- y aprendiendo a vivir con la renuncia y la extrañeza, incluso de sí mismo: La vida es más insólita a medida que envejezco. El que fui me resulta cada vez más misterioso.

En pocas ocasiones se ha escrito con tanta precisión y armonía ese parte de la vida que nos convierte en nómadas, casi apátridas de nuestra propia biografía -si no fuera por esa persistencia del olor de la flor de la acacia.

Noticias de nuestras lecturas

Luz del Olmo comenta Los refugios de la memoria a partir de la misión de contar y de la falta de rencor de estas páginas. No os perdáis su aproximación.




El pasado sábado 19 de mayo presenté los Premios de la Crítica de Castilla y León en la Feria del libro de Burgos. Estuvo presente José Luis Cancho y con él hablamos de su obra Los refugios de la memoria en un encuentro más que agradable y en el que salieron a la luz todos los aspectos claves del libro: la memoria individual y la memoria colectiva, el nomadismo del autor, su dedicación a la escritura, las claves estéticas de la obra... Como siempre, la detallada y estupenda crónica de Mª Ángeles Merino me ahorra dar más datos. A ella os remito.



Pancho continúa su comentario de Akúside, de Ángel Vallecillo, nuestra anterior lectura. En el de esta semana llega al análisis de la hipocresía que se esconde en el nuevo régimen instalado tras el triunfo del nacionalismo independentista... y termina, para bien de todos, con unas bulerías del Cabrero.






Ayer miércoles, con los miembros del club que decidieron acercarse, visitamos la exposición El rostro de las letras en su actual ubicación, el Arco de Santa María de Burgos. Resulta interesante comprobar la importancia que la imagen fotográfica ha tenido en la relación de los escritores con el público: ha sido divulgadora, medida publicitaria, ha favorecido el coleccionismo, ha construido personalidades públicas... Como la exposición circula por España desde el 2015 (a veces ajustándose a temáticas concretas) seguro que tendréis oportunidad de visitarla en alguna ocasión, os lo recomiendo. Si no, podéis acceder a esta página para una visita virtual. Esta visita os reportará no solo información sobre esta relación entre escritores, fotógrafos y público sino también un recorrido apasionante por la historia del retrato fotográfico en España.

Recojo en estas noticias las entradas que hasta el miércoles han publicado los blogs amigos.
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miércoles, 23 de mayo de 2018

Historias de marineros


En las viejas historias de marineros, cuando un motín triunfaba, al antiguo capitán y el puñado de quienes le habían sido fieles hasta el final se les abandonaba en el mar en una barca con un poco de agua potable y unas galletas. A los amotinados que fracasaban a veces les ocurría lo mismo. En otras ocasiones se les colgaba del palo mayor. En las largas noches de verano de mi infancia imaginaba un barco cuya tripulación se amotinaba continuamente hasta que solo quedaban dos sobre la cubierta, claramente insuficientes para gobernar la nave. Ya no quedaban barcas desde el cuarto motín. Cuando la historia llegaba a ese momento, en el que ambos marineros se miraban ferozmente enfrentados, se terminaban las vacaciones y las tareas escolares me hacían olvidar el relato de aquel barco del motín permanente en el que solo quedaban ya dos marineros en mitad del océano, un capitán y un rebelde, ambos varias veces amotinados y que hasta ese momento habían sabido apuntarse al lado del vencedor.

lunes, 21 de mayo de 2018

Danzante


¡Qué gesto más hermoso te aproxima
al cielo de esta tarde, el prodigioso
giro de quien se sabe victoriosa
sobre las leyes físicas! El cuerpo
nada sobre las cosas y retiene
en el salto la vida y la belleza.

© Pedro Ojeda Escudero, 2018

domingo, 20 de mayo de 2018

Los machos son los que tienen corbata


Y en esto, el gorrión se aperchó en una de las sillas de la terraza. Dejé el café en la taza y me quedé observándolo, su elegancia sencilla, el giro de su cabeza. Era macho, por la corbata. Mi padre me enseñó en los tiempos en los que aún se comían pájaros fritos en las tabernas de los barrios y de los pueblos: los machos tienen corbata. No hace tanto. En España casi todo lo que nos parece extraño en otros países a los que consideramos subdesarrollados está a menos distancia que una biografía: la llegada del agua y el alcantarillado a los pueblos, el asfaltado de las calles de los barrios, la entrada en casa del teléfono de ruleta, aquellos televisores en blanco y negro, los niños en pantalones cortos y las rodillas raspadas jugando al fútbol en los solares de las ciudades, las niñas saltando a la comba, los chavales cazando gorriones con carabina, las mujeres con la cabeza cubierta. Recuerdo los merenderos en los que acaban las calles de mi ciudad con aspiración de carreteras y su olor a gambas a la plancha los domingos. El gorrión saltaba, nervioso, de silla en silla en la terraza del bar. Recuerdo también una adivinanza antigua que decía que el gorrión era el único animal que come en España pero nunca anda en España y ahí tengo a este pardal, dando saltitos cortos para demostrarlo. Desmigo la pasta que me han traído con el café y se la ofrezco. La picotea. Es verdad, Mayca, se han hecho a nosotros como me decías, han aprendido a ser pequeños raterillos de nuestras migajas, como aquellos niños sucios y llenos de mocos de las películas y de la biografía de mi padre, en la posguerra, que estaban a lo que caía, a veces dado a veces hurtado. Ya ni siquiera hay niños y ha descendido la población de pardales, pero todo está ahí, a la distancia de una biografía. Como la voz de mi padre: los machos son los que tienen corbata y me hacía así, con la mano.

viernes, 18 de mayo de 2018

Mañana lenta de julio


Verte dormir
en la mañana
y es ya domingo
lento de julio
en la entresombra
de tu abandono
a mi mirada.

© Pedro Ojeda Escudero, 2018

jueves, 17 de mayo de 2018

El punto de partida de Los refugios de la memoria de José Luis Cancho y noticias de nuestras lecturas.


Hay varias formas posibles de abordar Los refugios de la memoria de José Luis Cancho. Algunos lectores buscarán en estas páginas el testimonio vital de aquel joven estudiante que en la mañana del 18 de enero de 1974 cayó desde el tercer piso de la comisaría de policía de Valladolid. Su caso es recordado aún porque conmocionó a la sociedad española -al menos a la que discrepaba de la dictadura franquista pero a muchos que no se contaban en ese lado no les pasó desapercibido lo que podía significar interna y externamente- a pesar del control que la censura ejercía sobre los medios de comunicación. El propio autor ha vivido con las consecuencias de esa fama y los efectos que tuvo su caso en la vida universitaria y en el activismo opositor de entonces. Suele ocurrir que muchas personas exigen del protagonista de un caso así que se quede detenido en el tiempo: como si estuviera condenado a caer repetidamente por aquella ventana. Cancho dedica cinco páginas al suceso que lo lanzara a una fama no buscada. Y de esas cinco páginas llama la atención la profundidad de las reflexiones expresadas a partir de las preguntas, no retóricas sino que entran en el terreno de la exploración de la memoria y de los hechos: la interrogación como forma de adentrarse más y más en la memoria y en el pensamiento, preguntas que quizá se haya hecho muchas veces el autor. De las cinco páginas, dos las dedica a un policía cuya declaración sobre los hechos coincidía con la suya en muchos aspectos y se pregunta quién fue y qué fue de él.

Parece obvio que ese puede ser el punto de partida de un relato autobiográfico. Pero no lo es, en absoluto, la manera en la que lo trabaja el autor. A partir de ahí comienza un intenso relato cuya reflexión principal es el paso del tiempo y la manera de contarlo. Predomina la elipsis, que da un atractivo especial al texto puesto que no en vano Cancho lo denomina autorretrato fragmentario. El autor, en efecto, se detiene en aquello que le importa hoy: la mencionada reflexión sobre el paso del tiempo, la manera en la que ha llegado a ser el que es y su declarada relación con la escritura. No solo con las novelas que ha escrito sino con el mismo proceso de la escritura:

He hablado del poder de la ficción, de la influencia que ejerce en nuestra percepción de la realidad, de cómo puede llegar a imponerse sobre esta.

En ese proceso -que es a la vez el del escritor y el de la persona- se llega a una cierta desnudez, incluso en el lenguaje (A medida que envejezco mi lengua se empobrece), también en un cierto distanciamiento de sí mismo que le permite la reflexión directa sobre su pasado. El estilo de este libro, contenido y poético y siempre exacto, lo refleja.

En un texto como este es inevitable que los que lo lean con profundidad se interroguen sobre sí mismos: su compromiso, su vida, su forma de entender las cosas. Aquellos que buscan solo el testimonio de un activista político que da cuenta de su lucha contra el franquismo pronto perderán el interés puesto que ese no es el texto que ha escrito José Luis Cancho. Sale ganando el lector que busca más allá, que sabe apreciar el relato del tiempo que pasa y los efectos que causa. Además, claro, está el propio interés por la escritura de Cancho, autor de novelas como El viajero junto al mar (1999), Grietas (2001), Indicios (2004) y Lento proceso (2013). De todo ello hablaremos en las próximas entradas de los jueves.


Noticias de nuestras lecturas

Mª del Carmen Ugarte se adentra por las páginas del libro de José Luis Cancho deteniéndose en algunas de las claves más importantes del mismo: lo autobiográfico y la experiencia literaria; la memoria individual y colectiva. No os perdáis este comentario para comprender el libro.

Mª Ángeles Merino escribe una extraordinaria entrada introductoria a la lectura de la obra de Cancho. En ella están sus recuerdos y las claves para abordar este trabajo de la memoria.

Recojo en estas noticias las entradas que hasta el miércoles han publicado los blogs amigos.
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Desde hace unos años colaboro de forma asidua con la Feria del libro de Burgos. La presente edición se inaugura este viernes 18 y se clausura el 27 de mayo. El sábado 19 participo presentando los últimos Premios de la Crítica de Castilla y León. Estará presente José Luis Cancho, autor de Los refugios de la memoria y sobre esta obra y otras muchas cosas hablaremos con él. El acto tendrá lugar a las 13:00 hs. en la Sala Polisón del Teatro Principal. Entrada libre hasta completar el aforo.

miércoles, 16 de mayo de 2018

Un árbol torcido. Sobre escritores malditos y establecidos.


Hay una cosa en la que coinciden los escritores malditos con los escritores establecidos: la manía de enderezar las cosas a su medida.

(Sírvase de entenderse también para cualquier otra especialidad de la vida.)

martes, 15 de mayo de 2018

Epifanio y el gato de Shcrödinger


Epifanio abrió la caja en la que había encerrado al gato y estaba vivo y muerto. Él, no el gato. Aprovechó para acompañar en el sentimiento a sus seres queridos, a los que hacía demasiado tiempo que no veía.

lunes, 14 de mayo de 2018

Gritos


No sé, quizá esté equivocado, pero a mí siempre me había parecido que gritar no es pensar ni actuar. Nos echan puñados de pienso y actuamos como ocas que creen que guardan su territorio. Pero el corral es de otros. Y así, de tanto gritar, llegamos cansados al momento de hacer que las cosas cambien de verdad. El grito suele tener un poder catártico, depurativo, sobre todo cuando se profiere en grupo. Recogemos las pancartas y las banderas y volvemos a casa, más tranquilos, como si fuéramos héroes. Los que gritan, además, suelen hacerlo por cosas que merecen la pena pensar y por bagatelas. Lo mismo se concentran los vociferantes para cambiar una ley o actuar como grupo de presión ante lo que consideran una situación injusta (pero no siempre sino de forma selectiva según la atención de los medios de comunicación ¿por qué en algunos casos sí y en otros no?) que por el resultado de un estúpido concurso musical televisivo o por el fracaso de un grupo deportivo. Tengo un problema con los que gritan: no puedo escucharlos, incluso aunque sus demandas sean justas. No hablo, claro, del grito dolorido, del grito de quien quiere dar de comer a sus hijos. Ayer oí cantar un canto primitivo en un programa de televisión sobre los que quieren llegar a nuestras costas arriesgando sus vidas en unas frágiles embarcaciones: han sido torturados, las mujeres violadas, sometidos a esclavitud, han pasado hambre, frío, sed. Eran cantos de sabiduría milenaria que trasformaban la tristeza en esperanza. Me conmocionó ese canto como no me conmociona ningún grito. No hablo de ellos sino de quien grita para trasmitir una idea, que ya no es idea sino consigna o tuit de un puñado de caracteres en una estéril red social. Ruido. Cuánto ruido en una sociedad que no piensa. Pan y circo.

Dejadme un minuto antes de que vuelva el ruido, solo un minuto.

madre, te escribo esta
con un lápiz de carpintero
me han dejado un teléfono
quiero decirte tantas
cosas que he visto estos años
que falto de tu lado
que echo mucho de menos
tus manos
me dieron una manta
y agua
en el barco de rescate
y miro la hermosura turquesa del mar
mientras bebo despacio
como tú me enseñaste
la niña sudanesa comenzó
a cantar en su lengua
su voz era el imbat más cálido
yo no la comprendía, madre,
pero seguí su canto
muy lento
como cuando mi padre
cantaba por las noches
a las estrellas
mientras yo me dormía
la niña
cantaba para el hijo que lleva en el vientre
desde que atravesó Libia
y nos unimos todos a su canto
hasta el más bello joven etíope

los blancos nos miraban
y en sus ojos
también había madres
pero ellos no saben cantar
todos callaban
escuchándonos

qué rojos más intensos
al atardecer, cuando llegamos al puerto
a tierra firme
después de tanto
que me faltan tus manos

© Pedro Ojeda Escudero, 2018

domingo, 13 de mayo de 2018

La ciudad aún estaba ahí


Entre el domingo por la mañana y el domingo por la tarde hay una leve franja de dolor de cabeza. La fotografía, claro, es de la mañana, justo después del café. Salí a ver si la ciudad aún estaba ahí. Lo estaba,  como recién hecha,  preparada para el buen tiempo. Como si no existiera el invierno en cada uno de nosotros.

sábado, 12 de mayo de 2018

No hay remedio


Sabes que no hay remedio,
que se avecina el ruido
en todos los fragmentos

-cada esquirla hará su sangre-

y añoras la ribera de los mirtos,
la flor del cardo negro
y la delicadeza del narciso.

© Pedro Ojeda Escudero, 2018

viernes, 11 de mayo de 2018

Una reseña secreta: De nómadas y guerreros de Elías Moro.



Con las obras de Elías Moro (Madrid, 1959) tengo el mismo problema que cuando descubro un paisaje que me conmociona, un restaurante en el que se come bien y a buen precio en un ambiente confortable o un hotel con encanto de verdad más allá de la mera publicidad. Tengo la sensación de que aquello lo conoce menos gente de lo que merece y el pensamiento de guardarme para mí ese descubrimiento, no contarlo para que no se contamine o se distorsione, pero finalmente cedo a la tentación de decírselo en voz baja a los amigos: te aconsejo que vayas, pero no se lo digas a nadie, no se nos vaya a echar a perder.

Elías Moro, del que ya hemos hablado en este blog, aún en las obras que muchos podrían considerar menores tiene más literatura y poesía de la que les parecería a primera vista a los que no solo leen por la apariencia y siempre más calidad que la mayor parte de los que hacen ruido y ocupan los espacios culturales en internet y en los medios de comunicación tradicionales. No es solo que sepa llevar el sombrero como ningún otro escritor en España hoy sino que debajo de ese sombro hay un poeta pleno y lo demuestra continuamente en poemas, microrrelatos, pensamientos y aforismos. Parece que publica poco pero uno mira la lista bibliográfica de su obra y se da cuenta de la extensión y coherencia de toda ella. Lo que está claro es que Elías Moro no publica por publicar.

Siempre me ha pasado todo lo dicho con sus libros pero ha sido más intenso con De nómadas y guerreros (Le Tour, 2018) y solo cedo a la tentación de la reseña por cariño a Mario Quintana, su editor, que poco a poco va levantando un catálogo envidiable y que se acaba de meter a librero abriendo La selva dentro en Mérida, que ya es locura en los tiempos que corren.

El autor ha confesado las fuentes de partida de De nómadas y guerreros que, según parece, llevaba unos años en el cajón sin dar el salto al papel: Estampas de ultramar de Aníbal Núñez y la Antología de poesía primitiva de Ernesto Cardenal. Al primero había dedicado una serie de doce entradas en su blog, lo que permite al lector curioso seguir un rastro literario siempre de interés. Se entenderá mejor si se presta atención a la primera, publicada el 14 de enero de 2012. Ambas fuentes aclaran mucho de la propuesta que hallamos en el poemario.

En este libro, Elías escribe como si el mundo estuviera por descubrir, por trazar los mapas y los estudios antropológicos necesarios para comprender especialmente a aquellos individuos que se enfrentaron con el tipo de riesgos que esperan a quien vive en contacto permanente con la naturaleza. Estas voces y estos seres poetizados son parte de una comunidad pero se nos presentan en su calidad de individuos, personas que resumen la vida de esas comunidades a las que pertenecen pero que están en la primera línea, casi siempre solos, y solos deben afrontar el mundo a partir de las experiencias colectivas que han llegado hasta ellos: hay un masai, un papú, un samurai, un tártaro, un tuareg, un indígena americano, un pirata, etc. Son seres en continuo movimiento, que habitan la débil línea que hubo siempre entre la civilización y la naturaleza, el choque entre culturas y el riesgo físico y moral, que sobrellevan con la dignidad de quien no espera más ayuda que la propia. No siempre son ejemplo de lo que nuestra civilización entiende como moral, por supuesto: su vida es otra y su comportamiento no se ajusta a nuestras reglas:

Aunque ella lo ignora todavía,
navego, firme el timón,
a destruir Maracaibo.

Por eso mismo, cuando el mongol se sienta ante la televisión traiciona todo lo que le ha traído hasta el presente:

Ahora la televisión le confunde
y ha olvidado su memoria.

El estilo de este libro se aproxima a esos cantos primitivos que se decían ante la hoguera, al terminar el día celebrando estar vivos aún, el ritmo es propio de esos cantos.

Solo hay un texto que contradice y suspende lo anterior, precisamente por el carácter de quien lo protagoniza, Roles del cobarde, que no sale bien parado en su actitud ante la vida, en la que ni siquiera arriesga nada:

El que merienda café con bollos mientras firma sentencias de muerte y acaricia después el rostro de su nieta.

Finalmente, el último poema del libro (Museo de cera), que podría entenderse inicialmente como la explicación del volumen entero en el sentido de que el poeta ha entrado en uno de esos museos en los que se reproduce con mejor o peor habilidad efigies costumbristas (nuestra época ha terminado ya con este tipo de comunidades y los muestra como curiosidad museística), nos pone ante un espejo moral en el que quizá seamos nosotros los que hemos sido modelados en cera y no los protagonistas de cada uno de los textos.

Siempre que vean un libro firmado por Elías Moro, léanlo. Pero, ya saben, no se lo cuenten a nadie, no se nos vaya a echar a perder.

jueves, 10 de mayo de 2018

Diario de un arrepentido. La verdad final de Akúside y noticias de nuestras lecturas


¿Qué sucede cuando el héroe de la independencia de una nación deja de creer en las bases fundacionales del nacionalismo que la nutrieron? Este es el planteamiento final de la novela de Ángel Vallecillo. El general Axiámaco escribe un diario en el que deja constancia de cómo pierde la fe en las leyes y se arrepiente del camino que inició de joven. Para ello no han bastado los crímenes, la visión de una patria desolada por la aplicación del Retorno al mundo rural, la cercanía con la corrupción practicada por su hermano al frente del país, etc. Ha tenido que recibir un golpe personal: su hijo ha de ser sacrificado en cumplimiento de una ley absurda y es lapidado. Este sacrificio ritual le abre los ojos, el dolor de la pérdida le conmueve por dentro y le hace replantearse toda su vida. Aún así, sigue al frente de la nación unos años porque la inercia pública es imposible detenerla.

La sangre termina por devorar a los que la provocaron; el dolor ajeno se convierte antes o después en el dolor propio; lo absurdo de una nacionalismo del estilo del retratado en Akúside cae sobre aquellos que protagonizaron los primeros pasos. La inercia de una ideología de este tipo es imparable y termina aplicándose siempre aunque parezca absurda porque ya no se habla a la razón sino a las tripas.

Akúside deja un amargo sabor al lector, que ha reconocido muchas de las cosas que en ella se retratan, las ha vivido y escuchado en el pasado reciente y en el presente con proyección futura. La lectura de Akúside no es fácil, no solo por la estructura arriesgada y vanguardista sino sobre todo por esto que comentamos, porque nos enfrenta a emociones que sin el control de la razón nos pueden conducir al mundo reflejado en esta distopía o a uno muy próximo a él, quizá con rostro más amable pero en el que el mar profundo tiene la misma textura. Un riesgo más cercano de lo que nos parece, como ha demostrado la historia.

Noticias de nuestras lecturas

Machete en mano, Mª Ángeles Merino se interna por la páginas de Akúside con la ayuda de su amiga Austri y enlaza la dureza de la narración con las noticias recientes sobre la disolución de ETA... Os invito a reflexionar en esta entrada sobre historia, terrorismo, nacionalismo y literatura.

Pancho comenta las referencias míticas y bíblicas de la novela, siempre llenas de sacrificios rituales y sangre. No os perdáis lo que dice sobre el ritmo narrativo de la novela... ni a Sabina.

Recojo en estas noticias las entradas que hasta el miércoles han publicado los blogs amigos.
Entrada del Club de lectura cada jueves, en este blog, aunque en las últimas semanas no haya podido cumplir esta promesa por diferentes cuestiones que espero se vayan remansando en las próximas.
Información sobre el presente curso en el club en este enlace.

Anuncio de la próxima lectura


Comenzamos la lectura de Los refugios de la memoria de José Luis Cancho, que nos ocupará  hasta la primera semana de junio. Los refugios de la memoria (Madrid, papeles mínimos, 2017) es un libro en el que el autor relata su experiencia personal desde que en la mañana del 18 de enero de 1974 cayera al vacío desde una de las ventanas del tercer piso de la comisaría de policía de Valladolid sita en la calle de Felipe II. Este trabajo de la memoria le lleva a narrar la represión del régimen dictatorial de Franco y sus crímenes contra la libertad pero también la maquinaria de las organizaciones en las que militó, que anulaban al individuo. Aquellos que lean este libro solo como un testimonio antifranquista escrito por alguien que se hizo famoso en España por aquellos hechos de 1974 en los que pertenecer a la oposición era jugarse la vida se equivocan completamente. Cancho abandonó la militancia activa y comenzó la búsqueda de su propia identidad hasta encontrarla en un viajero nómada que pudo desarrollar, finalmente, su dedicación a la escritura. El valor de este libro definido por el autor como un autorretrato fragmentario no está solo en el trabajo de la memoria y el testimonio de un tiempo de transición y una vida sino también en la propia escritura: un estilo depurado, esencial, desnudo casi, lleno de magníficos hallazgos trabajados con la elipsis, la eliminación de lo superficial y el lirismo en ocasiones. También con la reflexión sobre la escritura. Siempre interesante.


Final de curso



Este curso ha resultado intenso y para cerrarlo os propongo la lectura, en el mes de junio, de una  novela que os sorprenderá: El pisito: novela de amor e inquilinato de Rafael Azcona. Rafael Azcona (Logroño, 1926 - Madrid, 2008) es, para muchos, el mejor guionista de la historia del cine español, pero lo que no es tan conocida es su faceta como escritor. El pisito se publicó en 1956 y sobre ella escribió el mismo Azcona el guion para la película dirigida por Marco Ferreri, estrenada en 1959, con el que debutara en el cine. La película es una de las obras clásicas del cine español de todos los tiempos. En 2009 se adaptó al teatro con relativo éxito de público, en una versión que a mí me dejó insatisfecho. Descubramos, pues, el relato original sobre el que se hicieran la película y la obra de teatro. Hay varias ediciones en el mercado. Os recomiendo la publicada en la editorial Cátedra por Juan A. Ríos Carratalá. Aparte de un magnífico estudio introductorio, cuenta con la incorporación de fragmentos que se suprimieron en 1956 para evitar la censura de la dictadura de Franco. El curso se cerrará a finales del mes de junio con una comida a la que todos los seguidores de este club podrán apuntarse.

domingo, 6 de mayo de 2018

Dicha


Qué felicidad la de aquel que se dedica a ser persona desde primera hora de la mañana.

sábado, 5 de mayo de 2018

viernes, 4 de mayo de 2018

Akúside es (las leyes viejas en los nacionalismos): sobre Akúside de Ángel Vallecillo y noticias de nuestras lecturas


La segunda parte de Akúside, titulada República, se sitúa diez años después de la independencia de la nación, separados ya de sus vecinos de Sur tras la guerra. A partir de la interpretación de los textos de El Sílex, se ha construido una legislación absurda (las leyes viejas) pero que debe obedecerse si se quiere ser un buen patriota.

La mayoría de la población reside en la capital, Megara, y en el territorio existe un lugar separado del resto del país por el túnel de Odón en el que viven los cíos líticas, jóvenes menores de catorce años que son los depositarios de la forma más pura de la raza y que gozan de una autonomía y un poder sobre las decisiones que se basa en esa supuesta pureza genética. Poco a poco se observa la falsedad de todo el edificio patriótico de la nueva nación y la condición extravagante de las leyes. La ley del Regreso, por ejemplo, obliga al abandono del mundo moderno y tecnológico y la vuelta a lo rural. Para que se cumpla, se sortean los cupos de población que deben iniciarlo, pero es evidente su fracaso: son muchos los que han retornado a la ciudad y viven en barrios de chabolas y los poderosos encuentran la forma de burlar el sorteo a través de la corrupción del sistema; por otra parte, es insostenible económicamente. En los días que dura el relato nos encontramos en los momentos previos a la elección a presidente de la república, condicionada por la propaganda, la mistificación de la historia y un combate de boxeo entre el Campeón del mundo y el Caballo, el aspirante de Akúside. Este motivo del combate juega con todos los elementos del género literario y cinematográfico del boxeo y al Campeón se le pone en una tesitura moral cuando salta a la lona.

Vallecillo ha querido construir un espacio y un tiempo acrónico para marcar el absurdo de la situación a la que ha llevado el extremo nacionalista y que se refleja mejor que en ninguna otra cosa en ese saludo que define y cierra cualquier duda y debate: Akúside es.

Sabemos que estamos en algún momento a inicios del siglo XXI en el que se juega con elementos propios de la ciencia ficción. Megara es una gran ciudad, están presentes los últimos avances como los teléfonos móviles, pantallas de plasma o desarrollos genéticos que trasforman a los seres humanos. Pero fuera de Megara la población se mueve a pie, en caballos y carros y los soldados pelean con espadas y arcos.

Este cruce entre lo moderno y lo arcaico evidencia la enorme confusión de las ideologías basadas en la pureza de la sangre y en mitos que nutren decisiones incomprensibles para una mente racional pero que tan próximos tenemos en el tiempo histórico y que han causado y causan millones de muertos en todo el planeta, conflictos armados y movimientos terroristas.

Todo este mundo es dominado por una cúpula corrupta, que se aprovecha y conduce los sentimientos de la mayor parte de la población, que manipula las elecciones y se encarga de interpretar en su provecho la legislación basada en las tradiciones. También encontramos a los cíos líticos, que viven en una ensoñación radical de la pureza de sangre y personas que participan de ese mundo por una creencia romántica.

La historia de la parte central del libro se levanta a partir del conflicto clásico del enfrentamiento entre hermanos: el general Axiámaco y el presidente Carlos Rebai, que representan los dos extremos. El primero es un héroe del conflicto armado que logró la independencia, que creía en lo que hacía; el segundo un político corrupto cuya intención es perpetuarse en el poder y que no duda en tender una trampa moral a su hermano. El conflicto se desencadena tras la muerte de Aitor, el hijo de Axiámaco, por aplicación de la ley Nabula, que obliga a la lapidación de aquel que encuentre a un niño asesinado. El aliento clásico y mítico de este conflicto es evidente. Axiámaco se trasforma, comprende la incoherencia del sistema que están construyendo, las mentiras sobre las que se basa, y se rebela. Para su trasformación debe emprender un propio camino interior reflejado en el viaje por el interior de la república y al territorio de los cíos líticas. Así, esta parte de la novela se divide entre una simbólica historia de camino, de ruta, por un territorio rural dominado por situaciones violentas y primitivas y una también simbólica fiesta que dura años ambientada en el palacio de un gran empresario que financió la lucha armada y la independencia y en la que se ponen en evidencia todas las corrupciones posibles del sistema político nacido en Akúside.

La narración de La República usa diferentes técnicas: las propias de la utopía moderna, algunos elementos propios del cómic y una narración muy próxima a lo teatral y el guión cinematográfico, especialmente en las páginas finales. Esta intencionada mezcla de géneros, riesgos formales (los pasajes del túnel de Odón se publican en negro, por ejemplo) y uso de convencionalismos de género para evidenciar la absurda utopía nacionalista es una clave de comprensión del texto.

Noticias de nuestras lecturas

Pancho arranca el comentario de Akúside con energía y de frente: todas las claves para el inicio general y todas las claves para profundizar en la primera parte, El Sílex. Excelente, personal y termina con Sabina y Fito, casi nada.



La lectura de la novela de Ángel Vallecillo nos llevará hasta el jueves 10 de mayo. Después comenzaremos el comentario de Los refugios de la memoria de José Luis Cancho.

Aquellos lectores que lo deseen, podrán conversar sobre la obra de ambos autores durante la Feria del libro de Burgos. El sábado 19 de mayo tendré el placer de presentar los títulos premiados allí como ganadores ex aequo del Premio de la Crítica de Castilla y León. Estoy convencido de que el acto resultará muy interesante.

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miércoles, 2 de mayo de 2018

Descampado


Todo sofá abandonado en un descampado resulta inquietante. Más aún si se empeña en mirarte cuando pasas y te recrimina que agaches la cabeza, como si te acusara de algo que ya no recuerdas.

martes, 1 de mayo de 2018

Fandango de la gitanilla


Del balcón de calle Júcar
colgaba tu gitanilla
enredándose en la luna;
enamorado, mi niña,
dicen que no tengo cura.

Andaba yo buscando unas gitanillas para la galería de mi casa y esta mañana se predispuso todo. Salí a andar por andar, desde la calle de la Fuente amarga -sobre la que tengo hecho un poema para mi próximo libro, no me digáis que el nombre no lo merece- y seguí por el camino Hornillos. Hacía frío a primera hora, ese fresco de cuando la primavera se revuelve y mira a sus espaldas, buscando el invierno. En esa frontera entre la ciudad y el campo la hierba se ha desmelenado tras las últimas lluvias y los días de calor. Verdea la grama, el fresco cardo, los nuevos gordolobos. He visto dientes de león en flor y en vilano, margaritas silvestres, tímidas amapolas, panecillos crecidos con hermosas flores rosas. Mi infancia trascurrió en esa frontera, más bien en el lado del campo: la ciudad era la ciudad y yo no estaba en ella, ni siquiera en un barrio. A doscientos metros llegaba la cañada real, ancha y recién asfaltada, y las dos hileras de casas molineras construidas ilegalmente; a diez minutos, el barrio de la Rubia y el quiosco del señor Pepe en donde me gastaba la paga en tebeos. A veces he dicho que soy un chico de barrio, pero ni eso. Quizá poniéndome de puntillas veía la ciudad, pero lo mío era un descampado cerca de una acequia. Quizá por eso me atraigan tanto esas fronteras de la ciudad y el campo, a pesar del abandono que suelen tener: barrios degradados, afeados y sucios, caminos con escombreras. Pero también paredes pintadas con amor por la mano de sus dueños, ingeniosos arreglos de las cosas rotas y algunas tascas de barrio con cervezas bien frías tomadas del botellín y tapas de siempre (gambas a la plancha,  aceitunas negras con cebolla y pimentón de La Vera, pinchos de bonito en escabeche con su guindilla y su aceituna).

Al regreso de andar por andar, que me iba en los recuerdos, en la esquina de un polígono encontré una nave con plantas recién traídas del vivero, tan recién traídas que eché una mano para descargar la furgoneta, por echar un párrafo y saber cómo están los temas por allí. Y ahí estaban, al fondo de la furgoneta: gitanillas de flor rosa, lila, violeta. Compré dos aunque solo iba a por una. En casa, al sacarlas de los aros protectores se me cayeron dos flores, que aquí os dejo junto a la letra de un fandango que me salió del tirón. Y es que esa es otra de las cosas que tengo: que soy un chico de frontera -ni de barrio siquiera, que de barrio me hicieron cuando se crecieron las ciudades- y alguien que en cuanto puede se tira al monte por el romance y las copillas, la rabelada, la soleá, la seguidilla, la granaína y el fandango. Y que por eso practico tanto el endecasílabo y sus hermanos menores, para salirme de mi natural y que no digan. Pero de vez en cuando escucho al Cabrero, al Arcángel o a cualquier alosnero que se arranque. Qué le voy a hacer, algún vicio tenía que tener.