Hay muchas formas de afrontar lo que le pasó a Cervantes con su Quijote cuando descubrió que alguien se apropiaba de su creación para continuarla pero sin llegar a comprender del todo la profundidad del texto original. A la sorpresa y la rabia por lo que entendió como usurpación, Cervantes debió añadir la indignación al sentir que Alonso Fernández de Avellaneda -fuera éste quien fuera- no había sido capaz de seguir la profunda revolución que implicaba la primera parte de la novela. En vez de escribir un folleto impugnando al tapado, Cervantes decidió introducir el hecho dentro de su propia continuación y utilizarlo como acicate para profundizar en el camino que había decidido para su narración. Nunca antes había ocurrido nada similar en la historia de la literatura. De hecho, a partir de ahora hallaremos continuamente referencias a la novela de Avellaneda e incluso imitaciones cervantinas de la continuación falsa tomadas con inteligencia para mostrar su propio camino.
Cervantes preparó cuidadosamente la manera en la que se debía introducir la primera noticia de la continuación falsa en su propia obra. Si recordamos, el capítulo anterior se abría con un elogio de la libertad y se cerraba con una consecuencia de ella (don Quijote y Sancho atropellados por los toros). Como dice don Qujote en el arranque de éste, el desastre acontece cuando debería haberse visto encumbrado en la gloria y no arrastrado por el suelo, entre otras cosas, porque sus aventuras ya habían sido dadas a conocer por la imprenta a la manera de las grandes hazañas de la caballería:
-Come, Sancho amigo -dijo don Quijote-, sustenta la vida, que más que a mí te importa, y déjame morir a mí a manos de mis pensamientos y a fuerzas de mis desgracias. Yo, Sancho, nací para vivir muriendo, y tú para morir comiendo; y, porque veas que te digo verdad en esto, considérame impreso en historias, famoso en las armas, comedido en mis acciones, respetado de príncipes, solicitado de doncellas; al cabo al cabo, cuando esperaba palmas, triunfos y coronas, granjeadas y merecidas por mis valerosas hazañas, me he visto esta mañana pisado y acoceado y molido de los pies de animales inmundos y soeces. Esta consideración me embota los dientes, entorpece las muelas, y entomece las manos, y quita de todo en todo la gana del comer, de manera que pienso dejarme morir de hambre: muerte la más cruel de las muertes.
La situación vuelve a dar ocasión para que se vea la diferencia de ánimo de los dos protagonistas, aunque, singularmente, observamos cómo Cervantes resalta las modificaciones que ha introducido en Sancho con respecto a la primera parte para que se observen mejor los cambios en el personaje con respecto a Avellaneda.
La pausa en el camino tiene una múltiple función que prepara lo que vendrá: por una parte, muestra los rasgos de la personalidad de los protagonistas que quiere enfrentar con los de la continuación falsa; por otra, incide en el motivo de que los protagonistas son conscientes de ser personajes de libro -cosa que es permanente en toda la segunda parte pero aquí viene a reforzar lo que sucederá en la venta-; por último, recupera la historia de los azotes que deberán desencantar a Dulcinea, que también es un motivo constante en la segunda parte y que será inmediatamente retomado en los párrafos siguientes como una prueba para diferenciar al verdadero Quijote del falso.
Tras el descanso reparador -es curioso cómo Cervantes se toma su tiempo y hace lenta la narración en un momento en el que debía hervirle la sangre-, los protagonistas llegan a una venta que don Quijote toma como tal y no como castillo: es algo necesario para lo que sucederá en ella pero también es un recurso que acentúa la ambigüedad de su personaje frente a la locura decidida del de Avellaneda. Aún demora más Cervantes lo que vendrá con la introducción temática de un viejo y exitoso chiste sobre las ventas, los venteros y su despensa, que aun se cuenta en las actuaciones de los cómicos.
Finalmente, don Quijote y Sancho oyen la conversación que se mantiene en el cuarto de al lado sobre una segunda parte de sus aventuras que a los que participan en ella les parecen inferiores a la primera: los personajes desmerecen la original e incluso don Quijote ya no está enamorado de Dulcinea. La reacción de don Quijote y Sancho no se hace esperar y denuncian la superchería ante los caballeros lectores, a los que no les cuesta darles la razón al comprender que son ellos los que se ajustan al original (de paso, Cervantes, vuelve a subrayar la complejidad de su protagonista).
Observemos el juego cervantino. Vimos cómo al inicio de la segunda parte introduce las noticias de la impresión de la primera y eso tiene incidencia notable tanto en los sucesos que acontecen como en la conciencia de los personajes protagonistas y de muchos de los que se han ido encontrando en el camino, singularmente los Duques. Casi de la misma manera introduce las noticias de la segunda parte falsa: pero en ese casi hay un mundo. Por una parte, don Quijote hojea el libro cuando no lo hizo con el volumen que contenía la primera parte; por otra, mientras aceptaron la fama que implicaba ésta, se niegan a cargar con la de aquélla. Lo más curioso es que Cervantes tira de humor inicialmente para justificarlo: el rechazo de don Quijote se basa en tres razones que él considera claves pero que ninguna de ellas, en verdad, lo son. Ni las palabras del prólogo afectan a la materia narrativa -aunque sí a Cervantes-, ni el lenguaje, por muy aragonés que sea tampoco. Por último, don Quijote reprende a Avellaneda llamar por otro nombre a la mujer de Sancho, cuando el mismo Cervantes había cometido ese error en la primera parte.
A partir de este rasgo humorístico, se desarrolla lo verdaderamente esencial puesto que se produndizará en las diferencias esenciales entre una y otra continuación en un juego cervantino en el que imita y confronta a quien le imita para destruirlo en una tensión narrativa de radical modernidad. Por eso, la primera decisión de don Quijote es demostrar su independencia: no irá a Zaragoza, como había pensado hasta ahora, sino a Barcelona.
Con todo ello, con un resultado sencillo de comprender para el lector, Cervantes ha jugado una partida teórica de alto calado sobre la lectura, la autoconciencia de los personajes y la intertextualidad.
Veremos, el próximo jueves, qué ocurre en el capítulo LX.
Cervantes preparó cuidadosamente la manera en la que se debía introducir la primera noticia de la continuación falsa en su propia obra. Si recordamos, el capítulo anterior se abría con un elogio de la libertad y se cerraba con una consecuencia de ella (don Quijote y Sancho atropellados por los toros). Como dice don Qujote en el arranque de éste, el desastre acontece cuando debería haberse visto encumbrado en la gloria y no arrastrado por el suelo, entre otras cosas, porque sus aventuras ya habían sido dadas a conocer por la imprenta a la manera de las grandes hazañas de la caballería:
-Come, Sancho amigo -dijo don Quijote-, sustenta la vida, que más que a mí te importa, y déjame morir a mí a manos de mis pensamientos y a fuerzas de mis desgracias. Yo, Sancho, nací para vivir muriendo, y tú para morir comiendo; y, porque veas que te digo verdad en esto, considérame impreso en historias, famoso en las armas, comedido en mis acciones, respetado de príncipes, solicitado de doncellas; al cabo al cabo, cuando esperaba palmas, triunfos y coronas, granjeadas y merecidas por mis valerosas hazañas, me he visto esta mañana pisado y acoceado y molido de los pies de animales inmundos y soeces. Esta consideración me embota los dientes, entorpece las muelas, y entomece las manos, y quita de todo en todo la gana del comer, de manera que pienso dejarme morir de hambre: muerte la más cruel de las muertes.
La situación vuelve a dar ocasión para que se vea la diferencia de ánimo de los dos protagonistas, aunque, singularmente, observamos cómo Cervantes resalta las modificaciones que ha introducido en Sancho con respecto a la primera parte para que se observen mejor los cambios en el personaje con respecto a Avellaneda.
La pausa en el camino tiene una múltiple función que prepara lo que vendrá: por una parte, muestra los rasgos de la personalidad de los protagonistas que quiere enfrentar con los de la continuación falsa; por otra, incide en el motivo de que los protagonistas son conscientes de ser personajes de libro -cosa que es permanente en toda la segunda parte pero aquí viene a reforzar lo que sucederá en la venta-; por último, recupera la historia de los azotes que deberán desencantar a Dulcinea, que también es un motivo constante en la segunda parte y que será inmediatamente retomado en los párrafos siguientes como una prueba para diferenciar al verdadero Quijote del falso.
Tras el descanso reparador -es curioso cómo Cervantes se toma su tiempo y hace lenta la narración en un momento en el que debía hervirle la sangre-, los protagonistas llegan a una venta que don Quijote toma como tal y no como castillo: es algo necesario para lo que sucederá en ella pero también es un recurso que acentúa la ambigüedad de su personaje frente a la locura decidida del de Avellaneda. Aún demora más Cervantes lo que vendrá con la introducción temática de un viejo y exitoso chiste sobre las ventas, los venteros y su despensa, que aun se cuenta en las actuaciones de los cómicos.
Finalmente, don Quijote y Sancho oyen la conversación que se mantiene en el cuarto de al lado sobre una segunda parte de sus aventuras que a los que participan en ella les parecen inferiores a la primera: los personajes desmerecen la original e incluso don Quijote ya no está enamorado de Dulcinea. La reacción de don Quijote y Sancho no se hace esperar y denuncian la superchería ante los caballeros lectores, a los que no les cuesta darles la razón al comprender que son ellos los que se ajustan al original (de paso, Cervantes, vuelve a subrayar la complejidad de su protagonista).
Observemos el juego cervantino. Vimos cómo al inicio de la segunda parte introduce las noticias de la impresión de la primera y eso tiene incidencia notable tanto en los sucesos que acontecen como en la conciencia de los personajes protagonistas y de muchos de los que se han ido encontrando en el camino, singularmente los Duques. Casi de la misma manera introduce las noticias de la segunda parte falsa: pero en ese casi hay un mundo. Por una parte, don Quijote hojea el libro cuando no lo hizo con el volumen que contenía la primera parte; por otra, mientras aceptaron la fama que implicaba ésta, se niegan a cargar con la de aquélla. Lo más curioso es que Cervantes tira de humor inicialmente para justificarlo: el rechazo de don Quijote se basa en tres razones que él considera claves pero que ninguna de ellas, en verdad, lo son. Ni las palabras del prólogo afectan a la materia narrativa -aunque sí a Cervantes-, ni el lenguaje, por muy aragonés que sea tampoco. Por último, don Quijote reprende a Avellaneda llamar por otro nombre a la mujer de Sancho, cuando el mismo Cervantes había cometido ese error en la primera parte.
A partir de este rasgo humorístico, se desarrolla lo verdaderamente esencial puesto que se produndizará en las diferencias esenciales entre una y otra continuación en un juego cervantino en el que imita y confronta a quien le imita para destruirlo en una tensión narrativa de radical modernidad. Por eso, la primera decisión de don Quijote es demostrar su independencia: no irá a Zaragoza, como había pensado hasta ahora, sino a Barcelona.
Con todo ello, con un resultado sencillo de comprender para el lector, Cervantes ha jugado una partida teórica de alto calado sobre la lectura, la autoconciencia de los personajes y la intertextualidad.
Veremos, el próximo jueves, qué ocurre en el capítulo LX.
26 comentarios:
Te propongo un grupo de lectura del Quijote de Avellaneda, toda una farsa entonces toda una joya ahora, aunque no creo en la existencia de su autor por lo que...
Una “fuente clara y limpia” les socorre del polvo, del cansancio y del susto, mucho susto…El agua refresca y hace cobrar el aliento ¡Aquellos toros descomedidos!
En una “fresca arboleda “se sientan caballero y escudero, mientras el rocín y el rucio pacen a sus anchas. Sancho extrae, de las alforjas, un tesoro de pan y queso; mas don Quijote, pesaroso, no come y Sancho, comedido, espera a su señor, hasta que el escudero, impaciente, se olvida de la cortesía y comienza a engullir pan y queso.
Don Quijote, sarcástico, le dice que coma, viva y... le deje morir a manos de sus pesarosos pensamientos. Si él nació “para vivir muriendo”, se ve que Sancho lo hizo “para morir comiendo”. Ahora que sus historias son impresas, respetándole los príncipes, solicitándole las doncellas…ahora que espera palmas, se ve pisado por inmundos animales. Considerando esto, no puede comer y se dejará morir de hambre, la peor muerte.
Creo que, en realidad, a don Quijote no le duelen tanto las coces y su breve huelga de hambre es una redecilla que va a tender al pajarillo Sancho. El chantaje emocional es una trampa que Sancho va a saber sortear.
Él mastica y desaprueba la actitud de su señor. Le aconseja bien: hay que tirar de la vida y la desesperación es gran locura. Coma un poco, échese un sueñecito sobre la hierba y volarán las pesadumbres.
Estas “filosofías” convencen a don Quijote que, seguramente, empieza a tener algo de hambre. Ahora es el momento de proponérselo. Él dormirá, y mientras tanto, puede Sancho apartarse, echar al aire sus “valientes posaderas” y azotarse un poquillo, con las riendas de Rocinante. Sólo unos trescientos o cuatrocientos azotitos de nada, y comenzará la cuenta atrás para desencantar a Dulcinea.
Sancho sabe parar a su amo. Tranquilo, mi amo, por ahora los dos echamos un sueñecito y Dios dirá. Tenga paciencia la encantada tobosina y verá a Sancho como una criba, cumpliendo lo prometido; que azotarse es “cosa recia” y precisa su preparación.
Don Quijote se lo agradece, come algo y a dormir los dos. El rucio y el rocín, compañeros inseparables, quedan libres para darse un atracón de jugosa hierba.
Y el verde colchón se pega a sus magullados cuerpos más de la cuenta y han de apresurarse para recorrer esa legua que los separa de una venta; que así la llama don Quijote esta vez , abandonando su antigua costumbre de llamar castillos a las ventas.
(Sigue)
Un abrazo, Pedro.
simplemente un abrazo a distancia
tenga un excelente fin de semana!!
besitos de luz profe
Es en verdad extrarordinaria la forma en que Cervantes maneja ese engorroso tema. Le da con un caño a Avellaneda por los siglos de los siglos... "retràteme quien quisiere pero no me maltrate"...
Este capítulo me ha encantado, justamente por ese juego magistral de Cervan dejando al Avellaneda por los suelos. El cambio de opinión de no ir a Zaragoza porque es lo que escribe el "otro", ¡genial! Besotes quijotescos, M.
- ¿Cual es la diferencia entre suceso y aventura? Probablemente el segundo sea menos predecible o con mayor riesgo, no sé... el caso es que lo que nos van a relatar debe tener una categoria media.
- Repostería??? Anda y como pasamos de repostar a los pasteles???
- Manual de recuperación de fuerzas:
1º) Un buen baño: "socorrió una fuente clara y limpia"
2º) Una buena comida: " con cuyo refrigerio cobrearon aliento los espiritus desalentados"
3º) Una buena siesta: sobre los colchones verdes destas hierbas"
- La Venta: Como bien le recrimina Sancho mejor alabar menos la provisión y tenerla más proveida"
- Otra vez nos saca de la historia para enfrentarnos con el autor y sus cuitas. De las tres cosas que recrimina al autor el caballero me fijo en la tercera, al parecer C se lió en la primera parte y llamó de dos formas distintas a la mujer de S, magnifica manera de reirse de si mismo y de los que se hayan reido de el por el error.
- El lector informa al personaje de lo que va a ocurrir, así que este decide cambiar el argumento. Si caperucita hubiera sabido el final, no hubiera ido a ver a su abuela, así que la pobre hubiera pasado solita su vejez, !Que lio"
Ayer dejé programado el comentario pero... se esfumo.
Acabo de rehacerlo y creo que me ha quedado mejor que ayer. Que cosas.
Que capitulo mas intenso e interesante. Cuanto mensaje subliminal se esconde entre las conversaciones.
Menudo placer quijotesco.
Un abrazo
É incrível como sempre aparece alguém disposto a aproveitar-se do esforço e do trabalho de outrém!
Bom fim de semana, meu querido amigo.
Pregunta don Quijote, al huésped, si hay posada. Se sienta en un poyo y se está quietecito y calladito, Sancho recoge la llave, guarda su repostería en un aposento, lleva los jumentos a la caballeriza y los piensa. Todo tan normal, qué alivio. Demos gracias al cielo.
Se recogen en su estancia, Sancho pregunta al huésped qué tiene para cenar y éste le dice que pida por esa boca ya que la venta dispone de un buen surtido de “pájaricas”, aves y peces. No hace falta tanto, ásenles dos pollos y será bastante, que ni el amo ni el criado son tragantones.
Mas no hay pollos, ni pollas, ni ternera, ni cabrito, ni huevos con tocino, eso último tan socorrido.
Al final, sólo cuenta con una pobretona olla con garbanzos y dos uñas de vaca, todo un homenaje al hambriento hidalgo del Lazarillo.
Sancho está hambriento y recibe bien la propuesta, qué remedio. Que nadie las toque, dice. Y el ventero le asegura que nadie lo hará, que sus huéspedes son tan “principales” que traen cocinero y de todo.
Nadie más principal que su amo, asegura el escudero; pero su oficio impide llevar encima despensas ni botillería. Eso sí, de bellotas y nísperos se pegan cada atracón...
Se acabó la plática, que el huésped pregunta qué ejercicio es el de su amo y ya salieron malparados en otra venta, con otro ventero…
Llega la hora y se disponen a cenar la olla, en su estancia. Pero, en ese momento, don Quijote oye algo muchísimo más interesante que la comida.
(Sigue)
Leído y escuchado el capítulo. Leída tu explicación. Ando copiando algo de Fernández Álvarez en mi blog como parca colaboración revulsiva.
Y feliz estancia en Benidorn.....(por si acaso, que no creo)
A mí también me ha gustado mucho este capítulo, cómo va echando por tierra la obra de Avellaneda, sin alterarse, con elegancia y con argumentos. Y como ya han dicho, qué poderío al cambiar su destino sólo porque Avellaneda así lo recogía. Vaya forma de torcerle la obra.
Besos a todos
Avellaneda, e incluso algunos ilustres literatos y estudiosos en general -Ojeda dixit en alguna ocasión-, no alcanzan a comprender la profundidad de la Primera Parte del Quijote. De esta forma, el plagiario continuador, se limita a mostrar sólo la faceta de loco de don Quijote; sin darse cuenta que todos los caracteres de los habitantes de la España del XVII estan recogidos en la citada Primera Parte. Don Quijote es un conglomerado de personalidades y sabidurías: por ello es, casi siempre, el perfecto alter ego de Cervantes; quien ha viajado y leído mucho, y por eso mismo sabe mucho (más o menos, escribió él).
En el aposento de al lado alguien le dice, a un tal don Jerónimo: “leamos otro capítulo de la segunda parte de Don Quijote de la Mancha.” Don Quijote escucha atentamente lo que de él se trata. Al parecer Jerónimo no quiere leer “esos disparates” y opina que no puede gustar la segunda parte al lector de la primera. Su compañero, llamado don Juan, le anima a leerla porque “no hay libro tan malo que no tenga alguna cosa buena”, aunque le disgusta que pinte a don Quijote “desenamorado de Dulcinea”.
¿Desenamorado? El caballero, enfadadísimo, no aguanta más. Declara, en voz alta, que don Quijote no olvida y no puede olvidar a Dulcinea. Y si alguien lo dice, le hará ver lo equivocado que está, que ni don Quijote puede olvidar ni ella ser olvidada.
Los del otro aposento preguntan quién les responde y Sancho les hace saber que es el mismo don Quijote de la Mancha. Inmediatamente entran dos emocionados caballeros lectores, que echan los brazos al cuello de su héroe de ficción. Y al verlo, proclaman que no hay duda, están ante el “norte y lucero” de la caballería andante, a pesar de cierto autor usurpador, cuyo libro le entregan. Es una falsa segunda parte de su historia.
Don Quijote hojea el libro y “de allí a un poco” da su opinión. Sin leerlo y en muy poco tiempo, encuentra tres cosas reprehensibles: algunas palabras del prólogo, la escasez de artículos y cuando dice que la mujer de Sancho se llama Mari Gutiérrez. Las palabras del prólogo deben ser ésas en que tilda al autor de viejo, manco y envidioso. La escasez de artículos la considera Cervantes, erróneamente, como un aragonesismo. Lo de llamar Mari Gutiérrez a Teresa Panza fue, en realidad, culpa de Cervantes que así la bautizó en la primera parte. Socarronería cervantina…
Sancho se sorprende y pide a su señor que mire a ver si anda él por ahí , no vaya a ser que le hayan cambiado el nombre.
Don Jerónimo se fija, ahora, en Sancho. Lo reconoce y le dice que “este autor moderno” le pinta comilón, simple, nada gracioso y muy diferente del de la primera parte.
Los dos caballeros invitan a don Quijote a una cena más digna de un caballero, en su aposento, dejando a Sancho con toda la olla, a compartir con el ventero.
Durante la cena le piden nuevas de Dulcinea. Casada, parida, preñada…no por Dios. O si se acuerda de don Quijote y sus pensamientos amorosos, en el caso de que esté soltera y entera. Intacta su entereza y tan seca como siempre; pero transformada en burda labradora. Y les cuenta, con todo detalle, lo del encanto, lo de Montesinos, el sabio Merlín y los azotes de Sancho.
Los dos caballeros lectores reciben gran contento con esos sucesos y quedan admirados. ¡Qué disparates cuenta y qué estilo tan elegante! Ya les parece discreto, ya les parece loco y mentecato. Mitad y mitad.
Sancho acaba de cenar y se pasa a la estancia de su amo. Quiere preguntar si el autor de ese libro, ya que le llama comilón, le llama también borracho.
Se lo confirman, pero le tranquilizan diciendo que son razones mentirosas, a la vista del buen Sancho presente. El cual lo tiene claro, ese Quijote y ese Sancho no son los de la historia compuesta por Cide Hamete Benengeli. El amo es valiente, discreto y enamorado. El criado es simple gracioso, ni comilón ni borracho.
Don Juan lo cree así y opina que se había de dar la orden: ninguno tratará las cosas de don Quijote si no es Cide Hamete, su primer autor.
(Sigue)
Nuestro caballero pide que le retraten pero no le maltraten, que la paciencia se cae, bajo el peso de la injurias. Ninguna se le puede hacer porque, como dice don Juan, dispone de la venganza o su gran paciencia. Cervantes, tal vez, esté pensando en él mismo cuando escribe esto. ¡Paciencia!
Pasan gran parte de la noche en estos razonamientos. Don Juan quiere que el caballero andante lea más del libro pero él les dice que lo da por leído y lo confirma “por todo necio”. Además, no quiere que el autor se alegre pensando que don Quijote lo ha leído.
Le preguntan hacia dónde se dirige y responde que a Zaragoza, a las justas. Don Juan le dice que la “nueva historia”, pobre y simple, lleva a ese don Quijote, o quien sea, hasta Zaragoza. Al oír esto, decide que no pisará Zaragoza, para poner en evidencia la mentira del “historiador moderno”.
Don Jerónimo aprueba su decisión y le recuerda que hay justas también en Barcelona. Así lo va a hacer, pide licencia para acostarse y se ofrece para que le pongan en la lista de grandes amigos y servidores. El mismo ofrecimiento hace humildemente el escudero.
Los dos caballeros lectores quedan admirados de la mezcla de discreción y locura y, por supuesto, están seguros de que estos son los verdaderos y no los del escritor aragonés.
Madruga don Quijote y se despide de sus admiradores, dando golpes en el tabique del aposento. Esta vez Sancho paga muy bien al ventero y le aconseja menos alabanzas y más provisiones.
Este extraño suceso ¿se puede tener por aventura?
Un abrazo de María Ángeles Merino Moya, para todos.
Nuestro caballero pide que le retraten pero no le maltraten, que la paciencia se cae, bajo el peso de la injurias. Ninguna se le puede hacer porque, como dice don Juan, dispone de la venganza o su gran paciencia. Cervantes, tal vez, esté pensando en él mismo cuando escribe esto. ¡Paciencia!
Pasan gran parte de la noche en estos razonamientos. Don Juan quiere que el caballero andante lea más del libro pero él les dice que lo da por leído y lo confirma “por todo necio”. Además, no quiere que el autor se alegre pensando que don Quijote lo ha leído.
Le preguntan hacia dónde se dirige y responde que a Zaragoza, a las justas. Don Juan le dice que la “nueva historia”, pobre y simple, lleva a ese don Quijote, o quien sea, hasta Zaragoza. Al oír esto, decide que no pisará Zaragoza, para poner en evidencia la mentira del “historiador moderno”.
Don Jerónimo aprueba su decisión y le recuerda que hay justas también en Barcelona. Así lo va a hacer, pide licencia para acostarse y se ofrece para que le pongan en la lista de grandes amigos y servidores. El mismo ofrecimiento hace humildemente el escudero.
Los dos caballeros lectores quedan admirados de la mezcla de discreción y locura y, por supuesto, están seguros de que estos son los verdaderos y no los del escritor aragonés.
Madruga don Quijote y se despide de sus admiradores, dando golpes en el tabique del aposento. Esta vez Sancho paga muy bien al ventero y le aconseja menos alabanzas y más provisiones.
Este extraño suceso ¿se puede tener por aventura?
Un abrazo de María Ángeles Merino Moya, para todos.
pedro pasaba a saludarte y desearte una linda semana!
besines !
:) SAUVIGNONA
Pedro, simplemente decirte que gracias a tu sugerencia he leído El caballo de cartón de Abel Hernández y me ha gustado mucho. Chico, cada vez que te leo cosas del Quijote me entra cargo de conciencia, porque es una de mis asignaturas pendientes!!!
Un saludo y feliz verano.
Hola Pedro! paso a desearte que tengas un buen fin de semana, es un placer el leerte.
Un saludo y felices vacaciones
¡¡¡PEDROOOOO, dónde estás!!! No has escrito tu análisis quijotesco del capítulo LX de esta semana. Espero, por todos los dioses habidos y por haber, que estés bien querido. Por favor da señales de vida. Muchos besotes, M.
Paso a dejarte un fuerte abrazo.
MERCHE: tu grito me ha sonado al que hacía la mujer de Picapiedra, un beso.
Seguro que todo marcha bien, a lo mejor el jefe anda n´amorao ahora jeje.
Un abrazo Pedro, y al resto de paseantes.
He resaltado en varias ocasiones que Sancho evoluciona. Con ésta entrada, he aprendido que:
"Cervantes resalta las modificaciones que ha introducido en Sancho".
"Cervantes imita y confronta a quien le imita, para destruirle".
"Cervantes por medio de don Quijote debiera haberse visto encumbrado a la gloria y no arrastrado por el suelo".
Cervantes,Cervantes, Cervantes.
¡Gracias Pedro!
Vivimos en la Calle Cervantes de Atienza.
O sea que aunque pertenezca a C-la Mancha,
pertenece a la Serrania,comarca más cercana a la Alcarria en la provincia de Guadalajara.
(paréntisis)
paso a dejarte mis saludos y que estés disfrutando...
;-)
un gran abrazo!
Ali
Castilla La Mancha es una tierra donde todo es grande. Los molinos son gigantes; los hidalgos, universales. Bienvenidos a la tierra que al hidalgo volvió loco
se me han atragantado las pezuñas con legumbre.
¡Vaya cutre el copión!
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