Tras dejar a los Duques, don Quijote y Sancho vuelven al camino: en gran medida la novela es esto. Cervantes parecía tener tantas ganas como los lectores de recuperar el ritmo de las aventuras y nos inserta varias seguidas y muy diferentes, como promete el título del capítulo. Esta variedad y la sutileza cervantina al plantearlas han provocado interpretaciones divergentes en lo que ocurre en estas páginas: desde las más heterodoxas hasta las más ajustadas al pensamiento oficial de la España de su tiempo.
En primer lugar, hallamos una exaltación de la libertad. Pero no debemos interpretarla en su sentido moderno: Cervantes canta la libertad personal siguiendo el modelo erasmista. No es una libertad política, por supuesto, ni puede serlo. De ahí el interesante subrayado de Sancho sobre el agradecimiento por los escudos que retorna la retórica del amo al nivel del mundo real. A pesar de esta advertencia, el canto a la libertad es lo suficientemente elocuente y viene, además, detrás de la estancia en casa de los Duques en la que ambos fueron agasajados pero no libres, como sabemos.
Inmediatamente después, encontramos la aventura de las imágenes de los santos-caballeros. He aquí una de las sutilezas en el decir cervantino a las que aludíamos. Tomadas en su sentido heterodoxo, sin duda esconderían un ataque a la proliferación de imágenes de santos que la iglesia católica favorecía acompañando la religiosidad popular y centraría su crítica en Santiago, patrón de España. Sin embargo, las palabras de Cervantes son tan difíciles de interpretar en este pasaje que bien pueden esconder todo lo contrario, un elogio sencillo y directo de todo ello.
Quienes toman el primer camino, entre los que me encuentro no sin dudas, aducen que inmediatamente se critica las creencias en agüeros, una línea que procede del erasmismo y que Cervantes toma decididamente, continuando una línea que llegará a los ilustrados del siglo posterior, como Feijoo, con lo que sería muy difícil afirmar, en pocas líneas una cosa y su contraria.
Mayor certidumbre interpretativa nos presta la siguiente aventura, la de los vecinos de una aldea jugando a ser pastores (que viene preparada por el debate sobre la hermosura). Ya hemos tratado esta cuestión en esta lectura profusamente: sabemos que hay un juego continuo con la narrativa caballeresca y la pastoril, en un entretejer que las subordina, en un hábil manejo técnico, a la novela realista: es un juego de parodia que termina destruyendo la esencia misma de ambos géneros.
Estos fingidos pastores ya ni siquiera buscan con su disfraz el amor perdido, la huida o la aventura, sólo es un juego para pasar el verano de la forma más amena posible, imitando lo que sucedía en las fiestas cortesanas. Lo interesante de la propuesta cervantina es, precisamente, que estos pastores fingidos -y por lo tanto, buenos lectores- reconocen a don Quijote y Sancho por haber leído la novela. Volvemos de nuevo a un juego al que ya se nos ha acostumbrado en esta segunda parte: lectores que se sorprenden al hallarse ante los personajes literarios de cuyas historias han disfrutado, como sucedió también, por ejemplo, con los Duques y que refuerzan la auto-conciencia de los protagonistas. Pero aquí don Quijote ha aprendido y ya no acepta la generosa oferta de acogida como hizo con los Duques. A cambio, decide tomar la iniciativa y se propone sostener la hermosura de las damas imitando historias caballerescas. Ya sabemos cómo termina la aventura: atropellados por una manada de toros.
Hay un dejo de amargura en este final del capítulo: por una parte, don Quijote no ha podido sostener su palabra como caballero y se siente avergonzado no sólo como tal sino también por no estar a la altura de su fama literaria. Todo es un juego: aquellos jóvenes disfrazados de pastores, los toros que servirán de disfrute en un encierro, él mismo y su escudero. Pero el círculo se ha cerrado de forma triste: si el capítulo se abre con un elogio de la libertad, aquí vemos sus consecuencias en el mundo real.
Veremos, el próximo jueves, qué nos depara el capítulo LIX.
En primer lugar, hallamos una exaltación de la libertad. Pero no debemos interpretarla en su sentido moderno: Cervantes canta la libertad personal siguiendo el modelo erasmista. No es una libertad política, por supuesto, ni puede serlo. De ahí el interesante subrayado de Sancho sobre el agradecimiento por los escudos que retorna la retórica del amo al nivel del mundo real. A pesar de esta advertencia, el canto a la libertad es lo suficientemente elocuente y viene, además, detrás de la estancia en casa de los Duques en la que ambos fueron agasajados pero no libres, como sabemos.
Inmediatamente después, encontramos la aventura de las imágenes de los santos-caballeros. He aquí una de las sutilezas en el decir cervantino a las que aludíamos. Tomadas en su sentido heterodoxo, sin duda esconderían un ataque a la proliferación de imágenes de santos que la iglesia católica favorecía acompañando la religiosidad popular y centraría su crítica en Santiago, patrón de España. Sin embargo, las palabras de Cervantes son tan difíciles de interpretar en este pasaje que bien pueden esconder todo lo contrario, un elogio sencillo y directo de todo ello.
Quienes toman el primer camino, entre los que me encuentro no sin dudas, aducen que inmediatamente se critica las creencias en agüeros, una línea que procede del erasmismo y que Cervantes toma decididamente, continuando una línea que llegará a los ilustrados del siglo posterior, como Feijoo, con lo que sería muy difícil afirmar, en pocas líneas una cosa y su contraria.
Mayor certidumbre interpretativa nos presta la siguiente aventura, la de los vecinos de una aldea jugando a ser pastores (que viene preparada por el debate sobre la hermosura). Ya hemos tratado esta cuestión en esta lectura profusamente: sabemos que hay un juego continuo con la narrativa caballeresca y la pastoril, en un entretejer que las subordina, en un hábil manejo técnico, a la novela realista: es un juego de parodia que termina destruyendo la esencia misma de ambos géneros.
Estos fingidos pastores ya ni siquiera buscan con su disfraz el amor perdido, la huida o la aventura, sólo es un juego para pasar el verano de la forma más amena posible, imitando lo que sucedía en las fiestas cortesanas. Lo interesante de la propuesta cervantina es, precisamente, que estos pastores fingidos -y por lo tanto, buenos lectores- reconocen a don Quijote y Sancho por haber leído la novela. Volvemos de nuevo a un juego al que ya se nos ha acostumbrado en esta segunda parte: lectores que se sorprenden al hallarse ante los personajes literarios de cuyas historias han disfrutado, como sucedió también, por ejemplo, con los Duques y que refuerzan la auto-conciencia de los protagonistas. Pero aquí don Quijote ha aprendido y ya no acepta la generosa oferta de acogida como hizo con los Duques. A cambio, decide tomar la iniciativa y se propone sostener la hermosura de las damas imitando historias caballerescas. Ya sabemos cómo termina la aventura: atropellados por una manada de toros.
Hay un dejo de amargura en este final del capítulo: por una parte, don Quijote no ha podido sostener su palabra como caballero y se siente avergonzado no sólo como tal sino también por no estar a la altura de su fama literaria. Todo es un juego: aquellos jóvenes disfrazados de pastores, los toros que servirán de disfrute en un encierro, él mismo y su escudero. Pero el círculo se ha cerrado de forma triste: si el capítulo se abre con un elogio de la libertad, aquí vemos sus consecuencias en el mundo real.
Veremos, el próximo jueves, qué nos depara el capítulo LIX.
27 comentarios:
Si atendemos al título, son muchas y seguidas aventuras las que nos esperan. Mas lo que nos encontramos son algunos razonamientos entre Don Quijote y Sancho: que si la libertad, que si qué habrá visto Altisidora en vuestra merced, que si los agüeros…Y varios encuentros: con unos que transportan imágenes de santos, otros que juegan a pastorcillos de la Arcadia y un tropel de toros bravos, como broche final, lo único con trazas de aventura.
Empezamos la lectura del LVIII. ¡Uf! ¡Qué alivio! Ahora sí que está en su elemento, ahora sí renueva el espíritu de la caballería. Ya está don Quijote en el campo, con su fiel Sancho, libre de los requiebros de Altisidora y de las burlas de los duques. No nos extraña que, al dejar atrás el castillo, sus primeros “razonamientos”, con su escudero, hablen de libertad, “uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos”. Tesoro inigualable por el que se puede y se debe poner en riesgo la propia vida. Por el lado contrario está el cautiverio, el mayor mal.
Don Quijote le razona como se sintió en la estrechez, en medio de la abundancia. Porque a los banquetes, ofrecidos por los duques, les faltaba el sabroso ingrediente de la libertad, la de gozar de algo propio. Las “mercedes recibidas” son ataduras que no dejan al ánimo a sus anchas. Cervantes, harto de agradecimientos, pone en boca de su personaje ese anhelo de no tener que agradecer nada a nadie, al vejo estilo del “Beatus ille”.
Pero Sancho aprovecha para informarle de los doscientos escudos de oro que le dio el mayordomo, algo que “no es bien que se quede sin agradecimiento”. Bolsilla sobre el corazón, que calma su ansiedad, ante la posibilidad de caer en ventas donde les apaleen.
Tras los “razonamientos”, ven a una docena de labriegos comiendo en la yerba, con unas capas a guisa de mantel. Junto a sí, unas sábanas blancas que cubren unos bultos.
Don Quijote, picado de la curiosidad, tras saludarlos cortésmente, les pregunta por lo que cubren los lienzos. Uno de ellos le responde que son unas imágenes para un retablo y que las llevan, cuidadosamente, hasta su aldea.
Al caballero andante le gustaría verlas, deben ser buenas si con tanto mimo se transportan . El hombre que le habla no tiene duda de su bondad, dado su precio de más de cincuenta ducados cada una. Se levanta y quita la cubierta a la primera imagen de la caballería celestial que va a componer el modesto aldeano retablo.
Es un San Jorge, bien doradito, tal y como solía pintarse, hincando la lanza al fiero monstruo enroscadito a sus pies. Don Quijote lo identifica como caballero andante de la milicia divina y defensor de doncellas.
Pide que le enseñen más imágenes y le sigue la del caritativo San Martín, dando media capa a un pobre. Toda entera se la diera, según don Quijote, si fuera verano. A lo que Sancho contesta con un atinado refrán, tanto que su amo se ríe y no se enfada: “para dar y tener, seso es menester”.
A continuación destapan a un Santiago Matamoros, don San Diego, en su cotidiana faena de cortar cabezas y pisotear moros con las patitas del caballo. “Uno de los más valientes y santos caballeros” del mundo y del cielo, dice don Quijote.
La milicia celestial se completa con San Pablo, en plena conversión, cayéndose del caballo. Tal parece que Cristo le habla y Pablo responde. El mayor enemigo y el mayor defensor de la Iglesia, caballero andante, santo, trabajador y enseñante; todo eso dice don Quijote que fue y los portadores deben estar preguntándose de dónde ha salido éste que sabe tanto.
No hay más imágenes, las manda cubrir y va a expresar su satisfacción por haber visto a estos caballeros que, al igual que él, profesan el ejercicio de las armas. Por buen agüero lo tiene, aunque él pelee a lo humano y los santos hicieran uso de su fuerza para ganar el cielo, a lo divino. Don Quijote quisiera saber lo que ha de conquistar con sus trabajos, se siente sin rumbo. Si su Dulcinea “saliese de lo que padece” podría encaminar sus pasos. Sancho sabe de qué van los tiros y… amén; pero los del retablo no entienden las razones de tan extravagante personaje. Cargan con sus santos de madera y se despiden.
Sancho queda admirado de la sabiduría hagiográfica de su señor y dirigiéndose a él como “señor nuestramo”, fórmula campesina de mucho respeto o cariño, manifiesta su satisfacción por esta aventura tan dulce, sin palos ni peleas.
Y nos preguntamos ¿por qué Cervantes incluye este encuentro tan pacífico? Tal vez, para dar un repaso irónico, propio de un erasmista, al gusto exagerado por las imágenes que trae la Contrarreforma Católica. Las iglesias se llenan de recargadísimos retablos, con especial predilección por los caballeros andantes del santoral, porque “el cielo padece fuerza”. No se salvan ni las iglesitas de las aldeas, unos pocos ducados y no van a ser menos que los del pueblo de al lado. Si los protestantes quitan los santos de los templos, los católicos no han de dejar un hueco sin cubrir.
(Sigue)
“- La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra y el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida; y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres. Digo esto, Sancho, por que bien has visto el regalo, la abundancia que en este castillo que dejamos hemos tenido; pues en metad de esos banquetes sazonados y de aquellas bebidas de nieve me parecía a mí que estaba metido entre las estrechezas de el hambre por que no lo gozaba con la libertad que lo gozara si fueran míos; que la recompensas de los beneficios y mercedes recibidas son ataduras que no dejan cambiar al ánimo libre. ¡Venturoso aquel a quien el cielo dio un trozo de pan, sin que le quede obligación de agradecerlo que al mismo cielo!”
El Agradecimiento (II, 58)
Don Quijote: “Entre los pecados mayores que los hombres cometen, aunque algunos dicen que es la soberbia, yo digo que es el desagradecimiento, ateniéndose a lo que suele decirse: que de los desagradecidos está lleno el infierno. Este pecado, en cuanto me ha sido posible, he procurado yo huir desde el instante que tuve uso de razón y, sino puedo pagar la buenas obras que me hacen con otras obras, pongo en su lugar los deseos de hacerlas y, cuando estos no bastan, las publico, por que quien dice y publica las buenas obras que recibe también las recompensará con otras si pudiera; por que, por la mayor parte, los que reciben son inferiores a los que dan, y así, es Dios sobre todos, por que es dador sobre todos, y no pueden corresponder las dádivas del hombre a las de Dios con igualdad, por infinita distancia, y esta estrecheza y cortedad en cierto modo lo suple el agradecimiento”.
Aquí hace mucho ... mucho ... frío.Besos.Silvi.
que misterio encierra esa mirada!!
besitos de lux profe
tenga un precioso fin de semana
Mañana sábado sale programada una entrada mia con comentario a este capìtulo que dejè programada antes de embarcar.
Ya lleguè a destino.
Besos y saludos al grupo
(Escribo èsto desde un locutorio, porque la manzana entera de casa, està con corte de luz).
Dice : sale publicada, Vale.
Esta me fascino ... La hermosura del alma (II, capítulo 58)
“Advierte Sancho, que hay dos maneras de hermosura: una del alma y otra del cuerpo; la del alma campea y se muestra en el entendimiento, en la honestidad, en el buen proceder, en la liberalidad y en la buena crianza, y todas estas partes caben y pueden estar en un hombre feo, y cuando se pone la mira en esta hermosura y no en el cuerpo, suele nacer el amor con ímpetu y con ventajas. Yo, Sancho, bien veo que no soy hermoso, pero también conozco que no soy disforme, y bástale a un hombre de bien no ser un monstruo para ser bien querido, como tenga los dotes del alma que te he dicho.”
Son días medios de locos ... entre el frió, los chicos que entran y salen sin horario, cumplir 50 y preparar temario para el Congreso ... me quito el sueño. Aprovecho para volver a escribir ... debo muchas visitas ... pronto me pondré al día.Besitos. Silvi.
*Myriam estas en Bs.As ???
Besitos.
Interesante los diferentes puntos de vista sobre los santos. Yo percibí que, Cervan presintiendo su muerte, quiso halagar a la iglesia, tan poderosa en su época. Besotes erasmistas, M.
La libertad es nuestra y la manejamos nosotros. A no ser que llegue alguien y lo joda..... Un saludo
La famosa frase que don Quijote refiere a Sancho sobre la libertad y que tú indicas interpretarla desde una óptica erasmista, me ha traído a la memoria el título de un libro que pedí a librería y del que me han dicho que está agotado:"Erasmo, Sancho Panza y su amigo don Quijote" de Antonio Vilanova. El título es más que sugerente; ¿lo conoces Pedro, crees que es un buen libro?, ¿recomendarías algún otro libro para entender mejor el erasmismo que se encierra en El Quijote?.
Muchas preguntas para un periodo de vacaciones, quizás más adelante...
Pedro y demás amigos: no estoy de "grandes vacances", pero motivos profesionales me impiden publicar esta semana...y algo de anginas que me queda secuela.
Un abrazo para todos y cada uno
ANTOÑITO AGUILERA ¿todavía tienes anginas a tu edad? Bueno, que te recuperes pronto y ¡no comas tantos caracoles que no creo que te estén ayudando con el tema de las anginas! Seguro que ellos tienen algo que ver, siento decírtelo... Besotes, M.
Dice bien Sancho, pero ahora don Quijote quiere matizar aquello que dijo de tener por buen agüero el ver tal muestrario de imágenes. Eso que el vulgo llama agüeros no se funda “sobre natural razón”, son felices acontecimientos y nada más. Y eso ha querido decir nuestro caballero, que un cristiano y discreto caballero andante no cree en tales supercherías, no es un agorero “mendoza” que se acongoja si derrama la sal. A los malos agüeros se les da la vuelta, se les ve como buenos y asunto terminado…
Sancho asiente y vuelve con Santiago Matamoros, quiere que le aclare por qué es costumbre española entrar en la batalla al grito de « ¡Santiago, y cierra, España!» Se pregunta si está España abierta y hay que cerrarla. Don Quijote le tilda de simplicísimo y le explica que Dios nos dio al de la cruz colorada por patrón, qué cruz. Por eso, se le pide amparo cuando atacan los agarenos. Y se presenta en persona, que hay quienes le ha visto faenando en algunas gloriosas batallas “derribando, atropellando, destruyendo y matando” al islámico enemigo. ¡Un santo; oiga!
Como no se entera de lo que cierra Santiago, Sancho cambia de tema. Ahora se muestra “maravillado” de la desvergüenza de aquella Altisidora, tan ceguezuela como el rapaz que la traspasó con sus flechas, ése que llaman Amor. Don Quijote le advierte que el primer efecto del amor es quitar la vergüenza y, despojada de ella, declaró Altisidora esos deseos que confundieron al viejo hidalgo.
El escudero, que a estas alturas se toma todas las confianzas, tacha a su amo de cruel, desagradecido y de corazón duro. Y no se explica qué vio Altisidora para enamorarse de esa manera. Que si, en don Quijote, se ven “más cosas para espantar que para enamorar”…no sabe “de qué se enamoró la pobre”. Vamos, que le llama feo con toda la desvergüenza. Pero el aludido le advierte, con toda paciencia, que hay dos hermosuras: la del alma y la del cuerpo. La del alma se muestra en las buenas cualidades morales que también caben en un hombre feo. Su amo sabe que no es guapo; pero no es ningún monstruo y eso es suficiente si va unido a las dotes del alma.
Razonando y platicando, se apartan del camino y entran en un bosque. De pronto, el caballero andante se enreda en unas redes de hilo verde, tendidas de unos árboles. Lo interpreta en clave caballeresca: está ante una nueva aventura, obra de los encantadores que le han enredado, para que no siga su camino. Se vengan por haber sido riguroso con Altisidora. Pues que se enteren, si en vez de hilo fueran de diamante las rompería igualmente.
(Sigue)
A pesar del calor, el Quijote sigue cabalgando.
Un abrazo a todos.
No acierto a comprender el mensaje de Cervantes, si es que hay mensaje. Tras un canto a la libertad y dos aventuras gratificantes, caballero y escudero terminan aporreados como siempre.
Que buena tu visión...el que la entiende lo sabe... a mi también me pareció que la aventura hace honor al capítulo... saludos amigo
No creo yo tampoco que Cervantes exprese una crítica en contra de la desmesurada proliferación de imágenes de presuntos santos.
Fue una medida tomada por la Iglesia Católica para contrarrestar el empuje de los luteranos y su Reforma. O sea, un arma de la Contrareforma para tener entretenido (y también asustado) al pueblo. Se crearon cantidad de ermitas, con sus presuntos santos milagreros por toda la geografía nacional; y con su correspondiente día del santo para formar romería y sacar al presunto milagrero a pasear por sus dominios.
Lo de "pan y circo" siempre ha funcionado. La última vez con unos tales mundiales de fútbol.
Caballero y escudero se abren paso entre las redes y ven salir, entre árboles, a dos hermosísimas y jovencísimas pastorcillas, vestidas con sayas y pellicos; mas tan ricas son las telas que niegan su pastoril condición. Sus cabellos, tan rubios que con el sol pueden competir, libres vuelan libres por sus espaldas, pero se coronan con delicadas guirnaldas de laurel y amaranto.
Hermosa vista que admira a Sancho, suspende a don Quijote, detiene al sol e impone el silencio…hasta que habla una de las zagalas, para pedirle que no rompa las redes, tendidas para pasatiempo y no para hacer daño. También desea decirles quiénes son. Son hidalgos y gente principal de una aldea cercana que se entretienen representando una nueva Arcadia, pastorilmente vestidos. Traen aprendida una égloga de Garcilaso y otra de Camoens. Gente que lee…
Tienen plantadas sus tiendas de campaña, al lado de un arroyo, junto a un prado ameno. Como les faltaba el detalle de los pajarillos, tendieron unas redes. Don Quijote, si gusta de ello, puede ser agasajado como huésped de este grupo tan bucólico.
Nuestro caballero está encantado con el juego literario, aunque lo suyo sea de otro género. Manifiesta haberse quedado atónito con la belleza de la primera zagala y alaba el asunto de sus entretenimientos. Ofrece sus servicios como bienhechor de todos y, en especial, de la gente principal. Y se presenta como don Quijote de la Mancha…
La otra bella pastorcilla ha leído el libro y comunica alegremente a su amiga, la ventura que supone tener delante a este señor. El más valiente, el más enamorado y el más comedido del mundo. Y ahí está su escudero Sancho Panza, el más gracioso.
Su compañera cae en la cuenta de que conoce de “oídas” al caballero. Y sobre todo ha llegado a sus oídos su fama de “leal enamorado” de la hermosa Dulcinea del Toboso. Hay que suplicarle que se quede, para disfrute de sus padres y hermanos…
Muy galantemente deja compartir “la palma de la hermosura” con su Dulcinea, pero don Quijote no puede detenerse, ha de atender las obligaciones de su profesión.
Ahora llega el hermano de una de ellas, vestido también de pastor engalanado. También ha leído la quijotesca historia y le pide que vaya con él a sus tiendas. Le convence con masculina persuasión.
Se llenan las redes de incautos pajarillos y se juntan más de treinta personas vestidos a la moda pastoril. Reciben no poco contento al saber que tenían delante, en carne y hueso, a los personajes de aquella conocida historia.
En las tiendas, las mesas ofrecen una buena comida. Don Quijote come con ellos y todos le miran y admiran. Alzan los manteles y alza el hidalgo su voz, para dar un reposado discurso, dando unas cuantas vueltas al agradecimiento. El desagradecimiento es un pecado del que ha procurado huir. Y en agradecimiento a las mercedes recibidas, proclamará que las señoras zagalas son las más hermosas y corteses del mundo, exceptuando sólo a Dulcinea. Y lo hará durante dos días, en el real camino.
Sancho, entusiasmado, pregunta si puede haber quien diga que su señor está loco, diciendo lo que dice. Y a don Quijote le molesta muchísimo la salida de su escudero. Con el rostro encendido le reprende agriamente, llamándole tonto, bellaco, malicioso…Le manda callar y ensillar a Rocinante. Con gran furia, se levanta de la silla, dejando a los presentes en la duda, si es loco o cuerdo.
Puesto sobre Rocinante, con su escudo y su lanza, se coloca en medio de un real camino, cercano a la Arcadia. Le sigue Sancho con su rucio y toda la gente del “pastoral rebaño”, deseosos de ver en qué para su extravagante ofrecimiento.
¡Y hiere el aire con sus palabras! Se dirige a todos los que pasan por el camino, proclamando que don Quijote de la Mancha está allí puesto para defender la superior hermosura de “las ninfas habitadoras de estos prados y bosques” sobre todas…dejando a un lado a su señora Dulcinea. Y si alguien es de parecer contrario, allí lo espera.
Dos veces lo repite y nadie aparece…Pero, poco después, aparecen muchos hombres a caballo, con lanzas y mucha prisa. Los “pastores” los ven y se apartan. Sólo don Quijote se está quedo, con Sancho escudado en las ancas del rocín.
Uno de los lanceros, a grandes voces, le dice que se aparte, porque unos toros le harán pedazos. No hay toros que valgan para don Quijote, el cual insiste en que los lanceros confiesen lo que él ha publicado.
Un tropel de toros bravos, con mansos y cabestros, pasan sobre don Quijote, Sancho, Rocinante y el rucio. También los vaqueros y otros que llevan los toros a encerrar. Sancho molido y espantado don Quijote. El rucio y Rocinante también llevan su parte.
Cuando consigue levantarse, don Quijote corre tras la vacada y vocea a la “canalla malandrina”, pero los corredores no hacen ni caso a sus amenazas. Cansado y enojado, espera a que lleguen Sancho, Rocinante y el rucio. Suben amo y mozo y siguen su camino, sin despedirse de la Arcadia fingida.
Un abrazo de María Ángeles Merino
saludos pedro,
disfruta del calorcito que aqui ha nevado impresionnatemente como nunca....y el frio esta terrorifico:(
besines !
:=)sau
Coincido con ABEJITA en eso de los agueros y santos.
Si, SILVI, en Buenos Aires estoy.
ANTONIO, que te mejores pronto. ¿no serà eso de las amigdalas porque te estàn creciendo antenas caracoladas? Ojalà tambièn puedas tomarte tambièn tus grandes vacances.
Y ANT, pan y circo, si pero lo que màs me gustò del español es que demostrò ser un verdadero equipo, con una excelentìsima direcciòn tècnica ( jejejeje igualita a la argentina) y un grupo de jugadores que entre todos apostaron a un objetivo comùn y no perdieron la compostura, a pesar del juego sucio rival.
Abrazos a todos
Saludos Myriam.
besitos a la nenas
Y si pasas delante de algún burgalés,dáselos(saludos)tambien.
Uno está montado a caballo y dá nombre a una zona de Bs.As.
Y el otro, de pié,viendo flamear la bandera junto a la Casa Rosada parece no cansarse nunca.
Gracias MIGUEL, Saludos.
A liberdade tem sempre cinsequências, mas é para isso que somos responsáveis,não é?
Besos, Pedrito.
Deseo que estés disfrutando de tus bien merecidas vacaciones.
biquiños,
A pesar de estar en vacaciones he ido haciendo los deberes, por lo menos la lectura de los capítulos, pero como no tenía conexión no he podido comentar.
Desde luego en este capítulo da un repaso exhaustivo a todo el santoral.
Recuerdo que cuando lo leí me pareció muy acorde con las fechas en que estábamos, o sea, muy sanferminero con eso de los toros atropellando al pobre DQ y a Sancho.
Besos veraniegos
¡Qué mirada más inquietante y felina!
a destacar:
S: "¿Está por ventura España abierta, y de modo que es menester cerrarla, o qué ceremonia es éta?
(Dijo el futuro: Sí, está abierta)
S: "me paro a mirar a vuesra merded desde la punta del pie hasta el último cabello de la cabeza y no veo más que cosas para espantar que para enamorar"
(Usar gafas profilácticas vistas en capítulo anterior, patentadas ©PO. El amor es infame)
Q: ¿Es posible, oh Sancho, que haya en todo el orbe alguna persona que diga que no eres tonto, aforrado de lo mismo, con no sé qué ribetes de malicioso y bellaco?
(ser tonto y estar aforrado de lo mismo tiene que ser de lo más tonto, claro. :D :D )
El Quijo ne ha parecido bastante pelotilla.
Las tallas: un asco. Siempre me dan repelús. Los artistas se prodigaban en los detalles sangrientos y crueles.
Buf, a Altisidora no le va nada bien.
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