Ilsa Lund mira por la ventana. Se escuchan unas frases en alemán, que ella traduce para Rick Blaine. El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos, concluye. Él solo acierta a decir que quizá no sea el mejor momento. Tiempo después, todos quieren ir al café de Rick, pero tampoco es buen tiempo para el amor. Qué más da, alguien tiene que sonreír de medio lado y buscar la salida de la niebla.
Alguien se preocupó en colocar los azulejos para adornar el pie de la pared, por colores, de dos en dos. Ahí están, quién sabe después de cuánto tiempo, aunque la pared se haya deslucido. Siempre hay un detalle de estos. Recuerdo las ventanas de las humildes casas molineras de mi barrio: en todas ellas había macetas de geranios. Ahora mismo, antes de cruzar el semáforo, una pareja de ancianos (él empuja la silla de ruedas): este hombre ha acariciado la mejilla de su mujer. En la terraza del café, un gorrión macho picotea al alcance mi mano las migas de pan. Hoy ha refrescado. El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos.
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