viernes, 7 de febrero de 2025

"Valladolid apaisado. Paisajes urbanos de antaño y hogaño". Tintas de Pascual Aranda y textos de Antonio Corral Castanedo y otros autores

 




La verdadera existencia de las ciudades se conecta con la memoria de quienes la habitan o la sueñan y con la manera en la que la comunican. Al pasear cualquier ciudad, la imaginamos. Esto sucede incluso al consultar las herramientas más modernas que nos permiten visitarlas y recorrerlas metro a metro desde su digitalización con un satélite o con una cámara situada en el techo de un automóvil. De hecho, si buscamos las imágenes pasadas levantadas por estas herramientas informáticas de última generación, encontramos personas que ya han fallecido o se han mudado a otra ciudad, comercios que cerraron, edificios que fueron derribados hace años o a nosotros mismos hace unos años. En cualquier momento en el que pisemos una calle o una plaza, están todos los momentos anteriores desde su fundación -incluso antes, desde el territorio previo sin urbanizar-, pero también los momentos futuros. Y con el tiempo, las personas que la habitaron o visitaron, que nacieron, vivieron, sufrieron, gozaron y murieron en ese espacio. Personas que en su mayoría no han dejado ni el rastro de su nombre.

Las ciudades son el testimonio de todos aquellos que la comunicaron o la soñaron. Soy aficionado a contemplar absorto los planos antiguos de las ciudades que significan algo para mí, las ilustraciones antiguas que se publicaron con vistas generales o particulares. También las fotografías antiguas y el testimonio de personas que fijaron su impresión sobre ellas en escritos diversos. Por supuesto, también los proyectos de crecimiento y mejora, incluso los que no llegaron a realizarse. Todo eso es una ciudad.

Algo de todo esto encontrará quien visite la exposición Valladolid apaisado. Paisajes urbanos de antaño y hogaño que se muestra en la sala de exposiciones de la Casa Revilla de Valladolid hasta el próximo 20 de abril. Con el punto de partida de homenajear la memoria de Antonio Corral Castanedo (1932-2005) con motivo de cumplirse el 20 aniversario de su fallecimiento, esta exposición acoge un nutrido grupo de tintas del artista Pascual Aranda (Valladolid, 1949) acompañadas de una selección de textos del escritor, crítico de arte, columnista  y académico de la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción, a las que se suman otros nombres (Francisco Javier Martín Abril, Pedro Ojeda, Narciso Alonso Cortés, Félix Antonio González, Francisco Pino, Jorge Guillén, Miguel Delibes, Damasio Frías, José Delfín Val, José María Luelmo, José Zorrilla). Todo ello recogido en un magnífico catálogo que cuenta con un prólogo de Paz Altés. Dado el número de tintas, la exposición tendrá, como segunda sede, la SALA NAC de la Casa de Zorrilla.

Pascual Aranda es un artista plástico de larga trayectoria, premios y éxitos, que ha tenido como tema recurrente la ciudad de Valladolid. Para esta exposición parte de los trabajos que realizó durante la pandemia de 2020, en los que utilizó un papel de calidad y tamaño apaisado, lo que da pie al título de la muestra. Se inspiró en sus apuntes en la ciudad, pero también en fotografías y planos antiguos. El resultado es una mirada a la ciudad más allá de la perspectiva y de la técnica, ambas muy personales y características de su estilo. A veces es la realidad la que se impone, pero en la mayor parte de las ocasiones responde a la mirada personal del pintor: la ciudad imaginada, querida o soñada. De las tintas nace una ciudad que es y no es la que podemos ver al pasearla: está el presente y el pasado desde ángulos posibles e imposibles. De la contemplación de los cuadros y su diálogo con los textos, el visitante recibe la imagen de la memoria de la ciudad: lo que fue y lo que es, lo que pudo ser y lo que pudo imaginarse. Sobre todo esto manda el artista, que nos trasmite su ciudad, su memoria de la ciudad, una memoria llena de nostalgia y melancolía, pero también la trasmisión de una ciudad amable, a la altura de los seres humanos que la han habitado y la habiten. Cuando se sale de la muestra, se es más consciente de que en cualquiera de las calles vistas está el tiempo y el espacio, pero sobre todo, la mirada de quienes trasmiten la memoria de la ciudad.

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