lunes, 3 de febrero de 2025

De la realidad y la IA

 


Hoy he mantenido un encuentro con un club de lectura de estudiantes de español que coordina un antiguo alumno mío para una universidad norteamericana. De su mano, es el segundo grupo que se aventura en el Quijote de Miguel de Cervantes y me gusta colaborar con su proyecto. Él fue un buen estudiante y ahora es un buen profesional. En el grupo había alumnos residentes en China, Europa, Estados Unidos... Comienzan ahora. Para invitarles a leer la obra les he hablado de todos los elementos que pueden atraparles, pero sobre todo de dos. En primer lugar, en el Quijote encontrarán la novela más completa técnicamente resuelta con "aparente" descuido y, para ello, les he pedido que presten atención a la destrucción violenta de la figura del narrador omnisciente que Cervantes lleva a su máxima expresión a partir de la lección del Lazarillo. Por unas u otras razones, en la novela no existe ningún narrador completamente fiable, absolutamente ninguno, lo que obliga al lector a participar en la construcción de la historia desde la primera frase del prólogo, en la que Cervantes lo apela. En segundo lugar, tanto en esa cuestión estructural del narrador como en muchos episodios argumentales, la comprensión de la realidad solo existe con el otro. Toda la novela, en el fondo, es eso: solo podemos afrontar la realidad desde la suma de perspectivas, ninguna predomina sobre la otra. Y en esas estamos en el mundo ahora mismo, volver a comprender que a la realidad solo se sale aceptando al otro y sus imperfecciones, tantas como las nuestras y que solo así podremos afrontarla, acompañados.

Luego me he entretenido jugando con uno de los programas de inteligencia artificial de moda. Con unas palabras y conceptos claves le he pedido que me construyera un poema. En cuestión de décimas de segundo me devolvió un poema al estilo de los que se escriben ahora. Cambié los conceptos y puse unos reivindicativos y antisistema y tardó lo mismo en devolverme otro. Asombrosamente perfectos ambos, tal y como los escribiría cualquier poeta de los tantos que abundan hoy. De hecho, ambos poemas -el sentimental y el reivindicativo- podría adjudicárselos a un puñado de poetas que conozco sin dificultad alguna y pasarían un filtro de lectura de sus seguidores sin problema alguno. Me ocurrió lo mismo cuando le sugerí construir un poema "arriesgado", como le dicen algunos, por ir contra el sistema y contra la gramática y salió más que aceptable. Luego le pedí, con los mismos conceptos, que me escribiera los poemas en endecasílabos. Los dos textos que me devolvió estaban llenos de carencias. Mientras que los primeros eran aceptables, estos segundos resultaban falsos y era fácil comprender las dificultades de la redacción, como los de un mal aprendiz. El primer "endecasílabo" tenía doce sílabas. Le pedí que lo corrigiera y consiguió un verso de once, facilón en la expresión, pero sin acento en sexta. Se lo dije. Me pidió perdón y lo volvió a intentar. El nuevo verso tampoco tenía acento en sexta y se lo volví a decir. Se volvió a disculpar y generó un nuevo intento en el que consiguió formalmente un endecasílabo, pero sin verdadera poesía dentro. Pasé al segundo "endecasílabo", en el que ocurría lo mismo y, en esta ocasión, tardó un intento más. El tercer endecasílabo se le atragantó y no llegó a conseguir ni siquiera la forma tras varios intentos -quizá porque se empeñaba en seguir la sintaxis de los dos anteriores-. Le dije que lo dejara por imposible y se disculpó amablemente por sus errores. Y así me quedé pensando, en cómo estos programas son capaces de producir textos a la moda, sea cual sea su temática, con perfección absoluta -y absolutamente convencionales y previsibles, como se escribe hoy-, pero encallan a la hora de llenar de verdadera poesía y creatividad un verso medido. Por ahora.

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