Me gusta el territorio de las afueras. Escribo me gusta, pero creo que no es exacto: pertenezco, mejor. Allí nací en un año cada vez más lejano y, en gran medida, allí sigo. Los lugares que dejan de ser y todavía no son o que fueron algo y dejaron de serlo. En gran medida, es lo que siento que ha sido mi vida.
De vez en cuando las ciudades crecen de golpe y empujan sus márgenes más allá, cambiando todo lo que había al otro lado: más allá de las cercas o las murallas, más allá de las huertas, más allá de los cuarteles, los montes, los ríos, las vías del tren, de los antiguos polígonos, los pagos en los que había manantiales o viñas. De mi infancia no queda nada: todo ha sido sepultado por el hormigón y el asfalto. Alguna edificación conservada por su singularidad, pero que ya ha perdido su contexto, su razón de ser y no puede ser comprendida por los no advertidos: aquí hubo una finca ganadera y agrícola, todo esto era cereal y allí había unos gallineros, el cereal se regaba con el agua de una acequia y a sus lados crecían las zarzas. Ahora las afueras están unos quilómetros más allá, llena de fincas abandonadas, acequias ciegas y vertederos ilegales. Muchos no comprenden la belleza que hay en estos márgenes y todo su significado, cómo nos definen, incluso en sus tensiones y resistencias. Nadie se ocupa de nada aquí y la naturaleza se asilvestra hasta que la ciudad se desperece de nuevo.
6 comentarios:
Damos con las zarzas, descubrimos nuestras afueras.
Aún recuerdo cuando vivía en las afueras, teníamos un par de vaquerías, donde comprábamos la leche directamente de la vaca, por donde pasaban canales de riego, había huertas con todo tipo de frutas y verduras, hoy, cemento, casas y coches.
Amigo mio, se permites, assino por baixo .
Como é pena que assim aconteça, que tudo se vá...
Besos e boa semana
Sí, en unas cuentas décadas han cambiado los márgenes de nuestra ciudad, también encontramos pecios en barrios tradicionales del centro que sobreviven no sé si por casualidad o porque no tienen aún novios inmobiliarios quer les quieran.
Me encantaría tener todos tus "retratos de interior" en un libro para leerlos una y otra vez, son preciosos.
Un abrazo enorme, Pedro.
Esas afueras, por mucho que el tiempo pase, no las olvidaremos nunca, porque en nosotros quedaron ancladas las buenas experiencias de nuestra infancia.
Besos
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