sábado, 3 de septiembre de 2022

No vivir por no penar

 


Recuerdo que abundaban los trasformadores y las torretas de luz en los barrios. En ambos casos, una chapa con una calavera advertía del peligro: No tocar, peligro de muerte.

¡Respetadme! Yo conocí a Rafael Ponce. También a su hijo, el tocaor, que se llamaba como él. Rafael iba siempre hecho un pincel y hacía honor a su apodo, el Gitano Señorito. Lo recuerdo alto, delgado, le sentaba de maravilla el traje y no le faltó nunca la esquina del pañuelo bien planchado en el bolsillo superior. Caminaba siempre con parsimonia y bien recto y amaba a su familia por encima de todas las cosas. Eran los tiempos duros de la droga y entre su gente nadie se metió en el asunto. Doy fe porque fui a verlo a su casa, una casa humilde de un barrio popular, llena de gente alegre en la que siempre había lugar para las visitas. Cuando lo conocí, yo era un muchacho. Dimos juntos una charla recital sobre el flamenco y él, que venía ya de tantos golpes en la vida, me llamaba maestro. Dicen los que saben que se hizo cantaor en la antigua taberna del Pinacho, en la calle Santa Clara. Mi madre era del barrio, la llamaban la paloma de Santa Clara. La última vez que vi a Rafael caminaba, juncal y elegante, por María de Molina y se acercó a pedir unos barquillos en un puesto de helados, para sus nietos. Lo hizo con tanta educación que la muchacha del puesto le llenó las manos y no se los cobró. Rafael dio las gracias y siguió camino. No me vio ni yo quise importunarlo. Fallecería pocos meses después. La muchacha era morena y sonreía.

Dicen que es mala la pena.
No vivir por no penar
sí es una larga condena
y no merece la pena.

9 comentarios:

Emilio Manuel dijo...

Varios "gitanos señoritos", altos, guapos y rubios, con pañuelo al cuello, tiesos como el bastón que solían llevar, había en el Albayzin granadino, todos ellos dedicados a la zambra turística, hoy, ya no se ven tanto.

Francesc Cornadó dijo...

Cuánto admiro la elegancia.
Salud
Francesc Cornadó

El Deme dijo...

Vivimos en una época en la que está prohibido tocar demasiadas cosas.

Sor Austringiliana dijo...

Ay, pena, penita, pena. Una parte de la vida, qué bien lo expresan los viejos cantaores.Y cantaoras. Nos corre por las venas, pena.

impersonem dijo...

Emotivo relato de reconocimiento y afecto...

Me gusta mucho lo que has escrito y ese aprecio y respeto en cómo lo has escrito...

Se mire como se mire, las penas nunca son buenas...

Abrazo

São dijo...

Graças pelo teu sentido testemunho.

Quanto a flamenco, adoro - embora por vezes me desagrade o completamente feito para turismo.

Beso , querido amigo mio,

Tatiana Aguilera dijo...

Cada sociedad tiene sus personajes y, en la medida que la historia avanza, van desapareciendo.

Abrazos

Ele Bergón dijo...

Creo que esta entrada está un poco relacionada con la siguiente. Con frecuencia relacionamos los hechos con nuestros propios prejuicios que la sociedad nos va imponiendo.

"No vivir por no penar", ¡cuántas veces nos privamos de la felicidad por miedo a ella!

Besos

Edurne dijo...

¡Por favor, qué bonito este retrato de Rafael Pone, El Gitano Señorito!

Paso por aquí y ando leyendo todo lo que tengo atrasado.
Besos y buen día, Pedro.
;)