Un cerdo buceando

 

Hoy tenía previsto de hablar de una achicoria silvestre que ha sobrevivido a la falta de lluvia, con las flores de un tenue lila azulado casi enfermizo, preparar la primera reseña de la temporada, hablar quizá de cómo afronto el nuevo curso académico, de que no debemos abandonar la esperanza, yo qué sé, de todas esas cosas, pero se me cruzó un cerdo sonrosado buceando. Los peces que lo acompañaban me observaban preguntándose qué hacía yo en su mundo. El cerdo siguió a lo suyo. Uno sale de casa con tantas cosas en la cabeza y en los bolsillos -notas para la compra del día, apuntes de un poema, las prisas por llegar a una reunión- y al doblar la esquina la realidad no es la que se creía.