martes, 6 de septiembre de 2022

Con la miel en los labios de Verónica de la Vega (Teatro La Colmena)

 


Siempre es una alegría saludar la aparición de una nueva compañía teatral, más si está nutrida por un grupo de jóvenes profesionales con gran formación que asumen el riesgo de proponer una producción nueva en todos sus aspectos, desde el texto de partida. Con la miel en los labios es una obra escrita y dirigida por Verónica de la Vega producida por La Colmena, estrenada en la Sala Borja de Valladolid el pasado lunes día 5.

Con la miel en los labios nos propone una farsa propia del teatro del absurdo. La pérdida de unas abejas y la interpretación del artículo 612 del Código Civil provoca un enfrentamiento entre dos hermanos dominados por una madre controladora, todos ellos incapaces de comunicarse entre sí los sentimientos de una manera sana. El argumento deriva pronto hacia comportamientos que evidencian la perversidad de las relaciones familiares en un ambiente que fomenta el enfrentamiento y la incomunicación. Ninguna de las acciones de los dos hermanos mejora realmente su vida, condenados a una repetición de situaciones y a la vigilancia constante de la madre, que los aísla, enfrenta y une a voluntad, los degrada y compara con otros y termina expulsándolos como si con ello cumpliera el papel de una abeja reina. La obra construye una alegoría sobre las relaciones familiares a partir de la metáfora de la familia y la vida de las abejas, que se marca con la voz en off que anuncia cada una de las secuencias en las que se divide.

Con la miel en los labios contiene todas las claves del buen teatro del absurdo: situaciones argumentales forzadas hasta el límite del sin sentido, repeticiones y comportamientos que llevan a los personajes hacia el infantilismo, juegos verbales, acciones físicas carentes de lógica, varios niveles de humor -desde el gag hasta la comedia trágica, con apreciables momentos de uso del lenguaje para provocar la risa mecánica del espectador-, un recorrido que lleva de la comicidad elemental a los dramas más intensos sin transición, etc. También, por supuesto, la crítica social que contiene todo elemento absurdo por contraste con lo comúnmente aceptado y el reconocimiento de comportamientos habituales llevados a la caricatura. Al logro eficaz del buen éxito de todo ello contribuye la escenografía -unas cuantas cajas de madera y unos tarros de cristal- y la iluminación y el excelente trabajo actoral que resuelve con solvencia incluso los momentos más frágiles de la obra. Tanto Elvira Abad en su papel de madre como Rubén Rapado y Fran Pardal en los de los hermanos (el papel de Priscila Navarro es anecdótico) trabajan eficazmente todos los registros de sus personajes. Especialmente logrados son los enfrentamientos de los hermanos y sus duelos dialécticos, en los que se utilizan componentes muy bien trabajados del teatro físico.

La representación a la que asistí fue el estreno de la obra, por lo que me permito apuntar algunos aspectos que podrían mejorar el resultado y en los que, estoy seguro, ya trabaja la compañía puesto que son fáciles de aplicar. Así como toda la primera mitad del obra funciona como una perfecta máquina bien sincronizada, se percibe algo de falta de ritmo en situaciones posteriores, que podrían acortarse. Especialmente en las escenas del dormitorio y del desayuno. El alegato final de la madre enfrentada al público y bien defendido por la actriz, rompe la estrategia del teatro del absurdo al contener algunos elementos excesivamente didácticos que aclaran el mensaje innecesariamente. Estimo que este tipo de teatro debe ser coherente hasta el final con sus claves estéticas, quizá bastaría con que el personaje de la madre se lo dijera todo a sí misma, enfrentada a sus propias contradicciones, o que la acción física sustituyera a la palabra.

Debutar con una propuesta propia del teatro del absurdo es asumir conscientemente un doble riesgo al provocar al público, primero, y al acoger los códigos propios de esta dramaturgia en un panorama teatral en el que no es nada frecuente hallarlos. Por eso mismo hay que alabar que una compañía joven asuma este riesgo y no busque caminos más fáciles. A pesar de que este tipo de teatro camina ya hacia el siglo de existencia, todavía provoca desconcierto en la mayoría del público. Un desconcierto necesario para sanar gran parte de nuestras carencias como sociedad.

(Entrevista a la dramaturga y directora aquí -a partir del minuto 18)

1 comentario:

Sor Austringiliana dijo...

El teatro vive. Viva el teatro.