La voz poética de Karmelo C. Iribarren está sólidamente definida en sus libros precedentes (es uno de los poetas españoles que mejor han sabido construir un estilo propio en las últimas décadas) y El escenario nos la muestra de la misma manera, pero con matices que ya aparecieron en Mientras me alejo (2017) que apuntan hacia alguien que quiere pasar desapercibido mientras el mundo se convierte en algo cada vez más extraño y alejado. De ahí que el poeta quisiera ser un gorrión de ser un pájaro:
No tener que resultar interesante
supondría para mí una gran ventaja;
más o menos, seguiría siendo
el que soy: un tipo que va a su aire.
Algo así como esos paraguas que abundan en su poesía, usados casi sin darnos cuenta, sin apreciarlos, y abandonados en cualquier lugar cuando ya no nos sirven. De esta manera, se agudiza la sensación de que el poeta es, sobre todo, un observador de la vida, de las pequeñas cosas que definen la vida. Sus poemas se llenan de fragmentos cotidianos en los que se condensa toda una historia, una experiencia, una biografía completa, cazados por el poeta observando a los demás o sugeridos por la lluvia o el estado del mar. La actitud con la que nos los ofrece oscila entre la ironía, la nostalgia, la distancia, la aceptación, la emoción. Aparecen esos momentos tan queridos por Karmelo C. Iribarren: una conversación en un café, una escena en la calle, la chica joven que pasa (Ya ni de figurante/ quiero salir/ en esa escena), el recuerdo de los tiempos de excesos (magnífico el poema Unas palabras a mis viejos zapatos), la presencia constante del amor (Los poemas de amor). El poeta camina por las calles de su ciudad, se para en algunos lugares porque algo le llama la atención, se sienta en un café. En cada uno de los gestos habituales surge la provocación de un poema. En algunos ya se siente la amenaza del final, como en la consulta de las esquelas en el periódico mientras el camarero le sirve un café que da pie a El francotirador, uno de los textos que mejor definen esta actitud del poeta. Es un gesto tan habitual que consigue que nos reconozcamos en él (Abro el periódico/ y ahí está). Esta universalidad de los gestos es uno de los rasgos más sobresalientes de sus poemas.
Y mientras tanto, el poeta envejece:
lo único que veo,
ahí delante,
es un lugar solitario, frío, triste,
como una pista de baile
abandonada.
La poderosa sensación de extrañamiento que se agudiza aquí consigue versos inolvidables en este libro mientras el poeta camina por las calles de una ciudad que sigue siendo, de alguna manera, la suya, pero se le ha ido trasformando casi inapreciablemente mientras él iba y venía de sus rutinas.
(Esta entrada debió publicarse el pasado jueves, pero la acumulación de trabajo me lo impidió. Continuaremos este próximo jueves con la lectura de El escenario de Karmelo C. Iribarren.)
Noticias de nuestras lecturas
María Ángeles Merino, que había dado cuenta previamente de nuestra reunión para valorar Insolación de Emilia Pardo Bazán, publica ahora la entrada con el comentario de Mil amaneceres de José Luis Alonso de Santos, el libro, que leímos el pasado mes de diciembre, indicando sus impresiones. Después, pasea bajo la lluvia con Karmelo por los lugares de su libro y aquí lo cuenta.
También Carmen Ugarte sale a la calle para demostrar, en una deliciosa entrada, que Karmelo C. Iribarren nos cuenta, en gran medida, nuestra propia vida.
En la entrada en la que da cuenta del inicio de su lectura de El escenario, Luz del Olmo acierta en el enfoque y, además, nos regala un poema.
Paco Cuesta llega a la poesía de Karmelo Iribarren tras un recorrido: solo ese camino hacia el poema aparentemente sencillo puede ayudar a comprenderlo mejor. No os perdáis su entrada.
Ya se ha convocado la reunión mensual del formato presencial del Club de lectura de La Acequia y Alumni UBU, en este caso para comentar El escenario de Karmelo C. Iribarren. Los lectores de este formato habrán recibido ya la circular correspondiente.
Como saben los seguidores habituales de este club, habíamos dejado sin cubrir los títulos de abril y mayo, recordando que uno de ellos debía ser de autor fallecido. Para completar el listado propongo:
- Abril: Memorias de Leticia Valle de Rosa Chacel. Recuperamos así un libro que fue lectura recomendada en secundaria hace unas décadas, para comprobar su actualidad. Hay varias ediciones baratas en el mercado, fáciles de encontrar.
- Mayo: Pájaros en un cielo de estaño de Antonio Tocornal (Premio València de narrativa Institució Alfons el Magnànim), publicada por Versátil Ediciones en 2020. Un libro imaginativo, que derrocha sabiduría narrativa atractiva para el lector. Puede encontrarse en librerías o directamente en la página de la editorial (aquí).
Para conocer la forma de seguir las lecturas de este club y sus características y la lista del presente curso, pinchar sobre este enlace.
ADVERTENCIA: Las entradas de La Acequia tienen licencia Creative Commons 4.0 y están registradas como propiedad intelectual de Pedro Ojeda Escudero. Pueden ser usadas y reproducidas sin alterar, sin copias derivadas, citando la referencia y sin ánimo de lucro.
Recojo en estas noticias las entradas que hayan publicado los blogs amigos (si me he olvidado de alguien, agradezco que se me avise). Entrada del Club de lectura cada jueves (salvo casos excepcionales), en este blog.
3 comentarios:
Conheço tão pouco da actual literatura espanhola...
Besos, amigo mio
Karmelo va a su aire y en su aire nos reconocemos. Desde el primer poema, del llanto filosófico a la algarabía antipática de las gaviotas, a los recuerdos que caerán pronto en el vacío, a la vejez que no tiene nada de bueno, a leer en un jardín cara al mar, a los solitarios de bar y cafetería, a no hay nada como un bar, a aquellos días sin nada que echarse a la boca, la poesía como la vida misma, la madre que ya no le conoce, la alegría en los ojos de su hija, la mujer de su vida, la primavera, los cisnes de la plaza de Guipúzcoa...La lluvia siempre. Y mientras leía todo eso me salía del paisaje de Karmelo y me iba a mí paisaje, a mi aire. Un día vi gaviotas sobre un olivar.
Sigo leyendo, sigo paseando con Karmelo y conmigo misma. A ver si publico, que el blog se me queja. Qué desorden, todavía sigue doña Emilia contándome cosas porque de Insolación me fui a Morriña y era la cara B. Lectora caótica, qué sería de la vida sin literatura.
Lo dicho, leemos.
Qué gran regalo es la poesía de Karmelo y como me identifico con ella en esos paseos solitarios llenos de lluvia que cubren algunos poemas.
Una maravilla.
Un fuerte abrazo, Pedro.
Publicar un comentario