jueves, 21 de octubre de 2021

La naturaleza en La hora del sosiego de Yolanda Izard

 


(Primera entrada sobre esta lectura, aquí; segunda, aquí.)

La elección del lugar en el que se desarrolla La hora del sosiego es clave para comprenderla. La protagonista decide aislarse en una isla del Pacífico de unos pocos quilómetros cuadrados. La naturaleza allí es prodigiosa. Desde el principio, su idea consiste en alterarla lo menos posible. Su viaje no es civilizador ni pretende domesticar su entorno, sino encontrar un espacio en el que sea posible encontrarse a sí misma en total soledad. Inicialmente, se limita a limpiar la casa que allí se encuentra para poder habitarla, trabajar un pequeño huerto y levantar un mapa mental del territorio que explora sin urgencias:

Mi misión es la de poner límites, ordenar el caos; en fin, humanizar mi entorno sin perjudicar en lo posible a la naturaleza original. Llegar a un cierto acuerdo con ella.

Aquellos primeros tiempos todo funciona como debería, salvo los temores ante los ruidos nocturnos, algunos insectos y las posibles alimañas. Consigue mantener una apariencia mínima de su vida anterior que no modifica sustancialmente el entorno, obtener los primeros productos de la huerta y cosechar las abundantes frutas y otros alimentos que se hallan espontáneamente en el entorno. El equilibrio se mantiene un tiempo, pero la primera temporada de lluvias le recuerda a Berta que se encuentra ante una naturaleza que tiene sus propias reglas. Poco a poco, pierde las pocas comodidades que disfrutaba y la intemperie y el abandono comienzan a pasarle factura físicamente. La isla no guarda compasión por el ser humano que la habita:

(...) la selva se ha apoderado de cuanto la voluntad humana quiso domesticar en vano: con qué rapidez borra la huella del hombre, su único y feroz depredador.

Pronto aprende que todo esto es parte esencial de su deserción del mundo anterior, del borrado de su vida. Había elegido la isla por la belleza y esta también puede ser cruel, en términos humanos. Aceptar esta condición de la belleza natural -de lo sublime, incluso, como expresaban los románticos, puesto que este concepto de la belleza va mucho más allá de la hermosura de una postal turística y lleva a una profundización del yo-, es una condición necesaria para alcanzar la revelación que busca. El aprendizaje, como le sucede en su búsqueda interior, está lleno necesariamente de privaciones y sufrimiento, hasta que llega a la intemperie absoluta, la del cuerpo mismo. Para ello necesita vivir esta isla y aceptarla.

(El jueves de la próxima semana terminamos esta serie de entradas sobre La hora del sosiego correspondiente al Club de lectura.)

Noticias de nuestras lecturas
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Os recuerdo que podéis proponer títulos para leer en los dos huecos disponibles este curso (abril y mayo), pero con la condición de que uno debe ser de autor fallecido. Leemos obras originalmente escritas en español y de diferentes géneros literarios. Podéis dejar vuestras sugerencia como comentario en esta entrada, en el muro de Facebook o en Twitter.

A los participantes en el formato presencial del Club de lectura, sostenido por ALUMNI UBU, les recuerdo que se les ha enviado un correo electrónico con toda la información previa. De no haberlo recibido, deben ponerse en contacto con los responsables. Recuerdo que la primera sesión presencial del curso la celebraremos el martes 26 de octubre a la hora habitual en el lugar en el que se les comunicará por correo electrónico.


Recojo en estas noticias las entradas que hayan publicado los blogs amigos (si me he olvidado de alguien, agradezco que se me avise). Entrada del Club de lectura cada jueves (salvo casos excepcionales), en este blog.

Para conocer la forma de seguir las lecturas de este club y sus características y la lista del presente curso, pinchar sobre este enlace.

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4 comentarios:

Sor Austringiliana dijo...

La naturaleza puede ser tan bella como aterradora, tengo ante mis ojos las imágenes del volcán de La Palma...Así es en la isla de La hora del sosiego. Todos vivimos en nuestra isla, nacemos y morimos solos, en nuestro yo, isla infranqueable donde no cabe nadie. Y la vida es una lucha por no quedar a la intemperie. Berta emprende el camino contrario, tiene que pagar un precio muy alto. Al final, "para descansar morir". No sé yo...Con los años, nos vamos enfrentando más a nosotros mismos, nos quitamos capas, nos pedimos sinceridad, analizamos nuestra vida con otra lupa. Un poco de lo de Berta, pero sin isla peligrosa.
Nos vemos el martes, con el Club presencial, cuánto tiempo...

Rita dijo...

Me apetece teatro, estoy emocionada releyendo a Lorca. Propongo "Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores" al ser menos conocida y de autor fallecido. Espero poder unirme en enero.

Un placer siempre leerte.

Un fuerte abrazo.

pancho dijo...

Berta trabaja como una esclava para sobrevivir en la isla, cosa que no lograron los anteriores inquilinos que murieron, no sabemos cómo, a los pocos días de salvarse del naufragio. Sin embargo, el trabajo físico agotador resulta una liberación de la vida anterior de superwoman que triunfa en el trabajo y tiene tiempo de cuidar de su madre luchadora y rarita, padre alcohólico, hermano que muere adolescente y divorciarse del marido. El paraíso sobrevive a un huracán que le arrasa la casa, le desbarata el huerto, la acequia, los senderos..., una enfermedad y una rotura de pierna que le deja una cojera hasta que la luz la borra del mapa y vuelven los ratones y los bichos a la casa y los arboles se apoderan de la vivienda. En lugar de quejarse o pedir ayuda, Berta canta para espantar los males y convertirse en árbol y ser naturaleza.
Un abrazo.

Rita Turza dijo...

Me he dado cuenta que ya tenemos teatro y a Lorca. Un regalazo.