lunes, 24 de mayo de 2021

La espera

 

La espera, escultura de Mary Maroto (años 90) 
expuesta en Mary Maroto. Arte y Teatro
en la Sala de exposiciones de Las Francesas (Valladolid).

¿Cuánto tiempo hemos dedicado a esperar en nuestra vida? Vladimir y Estragon esperan a Godot, que no llega nunca, pero quizá llegue mañana. Solo se espera si hay cierta esperanza. Incluso esperar la muerte la tiene. En las peores situaciones, se forman pacientemente largas colas para adquirir pan o arroz. En la España del hambre y en la URSS desabastecida se hacían colas sin saber para qué. Algo habrá si hay cola. Estaba la esperanza de obtener algo al final. La impaciencia comienza cuando quedan pocos puestos para que a uno le toque.

A veces se espera en grupo y cada uno tiene una esperanza. Lo único que nos une es la espera, con un lazo que no nos atrevemos a cortar aún, como si no nos atreviéramos a la soledad en ese momento en el que todo es transición hacia quién sabe qué final. Como unos gorriones alterados por la cercanía del invierno.

De un invierno, recuerdo una cola en la Acera de Recoletos de Valladolid. Repartían plantones de acebos en una aula de la naturaleza de una Caja de Ahorros. Era larga la cola, pero cuando quedaban un par de metros para llegar a la mesa en la que dos jóvenes te entregaban un follero y el plantón, se salían de la cola una o dos personas, con gestos indignados. Cuando llegué a la mesa comprendí que pedían 50 céntimos por cada plantón y aquellas personas veían frustrada su esperanza de algo gratis después de aquellos minutos de cola. Tomé mi plantón y marché con él a casa de mis padres. Mi padre estaba ya en la última fase del cáncer. Hablé con él de aquel acebo y de cómo sería mejor plantarlo y cuidarlo. Al regresar a mi casa, lo dejé olvidado en la galería y no me acordé de él hasta pasados unos días. Lo planté con poca esperanza de que prendiera, pero lo hizo. Cada vez que lo miraba recordaba cómo lo tomó en sus manos mi padre, contemplándolo. Cada vez que fui a verlo a casa le hablaba de aquel acebo y de cómo iba creciendo y haciéndose fuerte.

5 comentarios:

Neogeminis Mónica Frau dijo...

Más que a la espera, apuesto a la esperanza.

Sor Austringiliana dijo...

La vida es esperar sin saber qué, saber vivir es saber esperar sin desesperar, aunque sepamos que no vamos a llegar al final de la cola. Y nada es gratis. La ilusión de tu padre con el acebo, esa es la actitud.

São dijo...

Excelente reflexão a tua, Pedro.

A escultura me trouxe a triste memória dos emigrantes portugueses na estação dos caminhos de ferro.

Besos, querido amigo.

Myriam dijo...

La ventaja de no esperar nada de nadie es el regalo que la vida te otorga en el amor, cariño, preocupación y cuidado en tus momentos difíciles por parte de los seres que de verdad te quieren (y viceversa).

Besos

Myriam dijo...

PD. Me hubiera gustado ver esa exposición. Leeré sobre la autora.