La costumbre de acumular reliquias y usarlas con superstición o interés económico y de posicionamiento social, acompaña a los seres humanos desde sus orígenes. Ocurre todavía: objetos que pertenecieron a personajes famosos, prendas o cabello de los seres queridos, el pañuelo perfumado de un antiguo amor o una botella con agua del Jordán. Los fans arrancan los botones o mechones a sus cantantes favoritos, los seguidores de un futbolista pagan lo que sea por una camiseta con el número con el que juega habitualmente, hay quien conserva en una urna una bola de tenis que llegó a las gradas después de que fuera golpeada por la raqueta de Nadal. A su alrededor, surge un inevitable comercio y un tráfico de objetos falsos. Si en lo más banal de nuestras vidas sucede, en los espacios de las creencias todas las culturas veneran restos humanos y objetos que se relacionan con personajes venerables o con acontecimientos históricos, ciertos o no, desde la momia de Lenin hasta la tumba del Apóstol Santiago, la Campana de la Libertad de Filadelfia o un diente de Buda, como si esas reliquias reforzaran un mensaje espiritual o ideológico.
La exposición Extraña devoción. De reliquias y relicarios que puede verse en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid hasta el próximo 22 de agosto, nos muestra la tradición de las reliquias en la religión católica (recomiendo descargar el dossier de prensa aquí). Se abre con un conocido grabado de Goya del que se toma el título y la perspectiva inicial, una puerta que sitúa desde el inicio al espectador en la propuesta en una mirada crítica o, cuanto menos, perpleja, a partir de la cual meditar. Reúne piezas de varias colecciones y tiene como objeto reflexionar sobre la importancia de este fenómeno de las reliquias para la sociedad y el arte del barroco, pero poniéndolo en relación también con nuestro mundo. Tras la reforma protestante y la posterior contrarreforma tridentina, poseer una reliquia cobró un nuevo sentido, puesto que, además de la veneración a los santos de los que procedían las reliquias, suponía toda una afirmación religiosa frente a la contestación luterana, incluyendo en el catálogo aquellas que fueron ultrajadas por quienes las rechazaban, aunque no tuvieran más origen que ese, el ultraje.
Dentro del catolicismo hubo voces importantes que tomaron posición contraria a esta manifestación del fervor religioso. El más importante de todos, Erasmo de Rotterdam. El erasmismo fue muy crítico, pero también dentro de corrientes más ortodoxas y nada conflictivas con el papado, se sometía a crítica y burla la proliferación de las reliquias y se advertía sobre el tráfico de falsificaciones, promoviendo una religión más íntima y espiritual. Normalmente prestamos más atención al extremo fervoroso que a las muchas voces razonables que se opusieron a su extensión. Ya en el siglo XVIII alguien como Benito Jerónimo Feijoo dedicó un buen puñado de páginas contra la superstición que escondían, pero tuvo que contar con la protección real para evitarse problemas.
Poseer una reliquia era manifestación de importancia y si esta tenía certificación de verdadera (que también se podía falsificar), más aún. Sobre la sinceridad de la fe se superponía el poder, el prestigio, la posición social y hasta la ganancia económica que suponía para su propietario, fuera este un individuo, una familia o una institución religiosa. Los grandes nobles procuraban acumularlas, los conventos y las iglesias las exhibían y catalogaban con tablas de reliquias en las que se listaban. Se medía mucho el impacto buscado en la exhibición de la reliquia: se mostraba, pero no del todo y no siempre, para que no perdiera parte de su condición secreta y se conservaba para ello en objetos que revelaban su pretendida importancia. Estuches de oro y plata, esculturas de madera policromada obra de los mejores artistas del momento, muebles de las mejores maderas confeccionados por artesanos de prestigio... Decenas de miles de ejemplos de todo tipo de huesos, sangre, cabellos, ropas, objetos que tocaron las reliquias originales o que proceden de los lugares en los que se conservan, imitaciones que se vendían como hoy los recuerdos de los lugares santos, cuadros que solo por representarlos adquirían parte de la condición sagrada, etc. No importaba que el mismo exceso supusiera la principal causa de su descrédito o que en muchos de los listados expuestos el santo o santa figurara como desconocido o que se resolviera que una reliquia en concreto se demostrara falsa. La fe es ciega por definición y no se somete a la razón.
La exposición, como es habitual en este Museo, está bien montada y resulta atractiva. Hay piezas notables y otras elegidas por su condición didáctica, para dar cuenta de la variedad de la cuestión. Sin embargo, le falta algo, una necesaria mirada decididamente moderna a estos objetos, como si los comisarios no se hubieran atrevido a ir un poco más allá de lo esperable, de lo que cualquiera hubiera hecho de disponer de estas mismas piezas. Falta una contextualización mayor dentro del mundo del arte, falta una mayor profundización en la visión crítica que ya se dio dentro de la misma iglesia católica en aquellos tiempos (está meramente apuntada), falta poner de mayor relevancia con ejemplos concretos el interés de prestigio social que suponía o la importancia económica del tráfico de reliquias y relicarios sin importar que fueran descaradamente falsas las primeras, falta la verdadera espiritualidad que podía promover el contacto con una reliquia. Sin esto, Extraña devoción es una exposición interesante, pero previsible y no sorprendente, sin la altura sobresaliente e inolvidable que han tenido anteriores exposiciones en este Museo.
En un museo, estos relicarios adquieren una nueva condición, la de objetos artísticos. Despojados de su condición sagrada, los contemplamos como ejemplos de un mundo que nos parece lejano, aunque basta con salir a la calle tras la visita a la exposición para darnos cuenta de cuánto es similar al nuestro.
6 comentarios:
Extraña devoción, tan extraña la de la hamburguesa mordisqueada por Elvis Presley como las de la camisita del niño Jesús o la falange de San Apapucio. Un resorte humano difícil de explicar, tendrá su porqué. La exposición sí no muy interesante será curiosa. Curiosos somos los homo sapiens.
Habrá que pasar a verla.
Los relicarios puestos en las iglesias siempre me han dado yuyu, pese a ello debe de ser interesante una muestra sobre el tema.
Todos tenemos "reliquias" en casa, verlas expuestas como obras de arte y con el añadido de lo que supuso para la época en la que se mostraron (verdaderas o falsas tenían un poder enorme) tiene que ser interesante.
Nunca entendi a devoção a relíquias , muitas delas mais do que falsas.
Li há anos que havia uma enorme veneração a um osso atribuído a um santo.Quando o estudaram com a moderna tecnologia, afinal era de um burro...
Erasmo tinha toda a razão em se opor a tais superstições.
Te abraço, amigo mio
Y lo mismo pasa con el Sudario de Turín o Sábana Santa. Hasta la fecha todos los estudios científicos de Carbono 14, y otros, han revelado la datación del Sudario a la baja Edad Media. Sin embargo, eso no hace mella en los creyentes que le prestan veneración.
¡Y que tráfico de reliquias hubo! Todo un negocio.
Abrazos
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