martes, 30 de marzo de 2021

En el Prado de los Centauros

 


Las reses que pastan en el Prado de los Centauros miran asombradas el cielo, que no reconocen. La calima ha borrado el azul puro y escolar de estas sierras. La poca nieve que queda en las cumbres se entenebrece y se envuelve con una manta de arena. De pronto recuerdo, que hace un año, durante el confinamiento estricto de la población, las nubes se agarraban a diario a la sierra y lamían la vegetación. El cielo estallaba en gradación de azules y blancos.

Los centauros tienen la virtud de su doble condición: son la objetivación de lo que escondemos los seres humanos.

¿Cuánto tarda uno en sacudirse el polvo del camino cuando se llega a un prado?

Yo, que ya no estoy a la mitad de mi camino, qué tendré que ver. No me refiero a las cosas repetidas, las falsedades y las estrategias ruines, sino a las nuevas, las que causan el asombro. Como después de ascender a una cima y alcanzar a ver un valle que ya no podremos recorrer.

14 comentarios:

Sor Austringiliana dijo...

Las calimas enmarañan el cielo, dice la radio. Todo anda enmarañado en este tiempo que nos ha tocado vivir, cuando hemos llegado a la ladera que no recorreremos del todo. Los centauros retozan.

Emilio Manuel dijo...

Conforme vamos avanzando en esa segunda parte de nuestras vidas, somos más centauros.

Fackel dijo...

Afortunadamente el Prado de los Centauros no entiende de pandemias.

Tampoco de falsedades, aunque nunca sabes de qué son capaces los hombres en su constante devenir histórico de alterar y repartirse los terrenos (y territorios)

Aún veremos hechos, acontecimientos, repetido muchas veces, que nos seguirán sorprendiendo, no tanto por su carente originalidad sino por el hecho de que sigan siendo recurrentes. Pero me interesa como a ti saber qué hay de lo no percibido, al menos conscientemente, hasta el momento en la naturaleza -paisajística o humana- porque creo que mientras sigamos manteniendo afán de perplejidad la llama vital nos dará calor.

© Lucía Conde Parmés dijo...

Coincido con el comentarista anterior...

Mil besos.

São dijo...

Concordo com Emilio Manuel.

Querido amigo, que tenhas uma feliz Páscoa em família.

Te abraço

Doctor Krapp dijo...

Es un nombre realmente hermoso, El prado de los centauros y hasta por un momento me imaginé ver pasar a John Wayne buscando a su sobrina secuestrada por los indios. El John Wayne de Centauros del desierto, su antítesis supongo.

La seña Carmen dijo...

¡Qué difícil es despegar el polvo de los caminos!

Luis Antonio dijo...

Envidio esos paisajes y lo que conllevan. La urbe nos tiene obnubilados a muchos...

El Deme dijo...

En mis sueños camino libre por un prado que no tiene fin...

andandos dijo...

Seguramente a los robots aún llegaremos, pero con la superpoblación no sé qué haremos.

José A. García dijo...

La mirada siempre hacia adelante, como los pies.
Y el resto del cuerpo también.

Saludos,

J.

Ele Bergón dijo...

El cielo cambiante en el tiempo nos va diciendo cómo se encuentra en los instantes de nuestra mirada.

Los centauros, mitad hombre, mitad caballo no saben que nos parecemos a ellos en esa doble condición.

Depende del camino, así será el polvo que ha quedado en nuestros zapatos arraigado por un corto o largo tiempo.

Ese valle que solo podemos mirar, seguirá ahí, cuando ya no estemos nosotros.

Besos

LA ZARZAMORA dijo...

Y lo que nos queda -ya no sé muy bien si por suerte o por desgracia- aún por ver.

Sueña, Pedro.
Un beso.

XuanRata dijo...

En esa imagen reconozco la misma bruma que la semana pasada cubrió también nuestros cielos y que en Asturias estaba hecha de nieblas y hollines a partes iguales. También el cielo puede tener esa doble condición de la que hablas. Cuando llovió sobre las carrocerías de los coches se objetivó el cielo y por primera vez miramos hacia arriba, interpelándonos.