Una de las características sobresalientes de los relatos incluidos en Algunas historias no sirven para escribir canciones de amor, de José Ignacio García, es la acertada caracterización de personajes y ambientes y su ajuste con el estilo de cada una de las historias. Como ejemplo, propongo aquí un acercamiento a dos de los más singulares de la colección, hasta donde nos permita la prudencia de no desvelar demasiado de la trama de ambos: Héroes de hojalata y Solitario. Se trata de dos relatos muy diferentes que esconden notas comunes. Son estas notas comunes las que nos permiten identificar la mirada del autor.
Héroes de hojalata se cuenta desde una tercera persona neutra, completamente ajena a la historia y que se limita a dar cuenta de las acciones, los ambientes y los diálogos. Esta elección es acertada porque nos lleva directamente a la factura de la escritura del siglo XIX en la que se desarrolla la historia, a caballo entre el realismo y lo fantástico. Como en los buenos relatos de misterio, hay cosas que no se nos desvelarán, porque la intriga es una característica del género que fomenta el misterio y las incógnitas sobre los personajes (León Monfort tenía que ser un embajador de un poder oculto y sobrenatural que se había adueñado de su voluntad). Nos encontramos en el Madrid de la década de los ochenta del siglo XIX. La documentación necesaria, ejemplar en su planificación, no agobia al lector sino que lo sitúan en un espacio necesario para el desarrollo del relato: las referencias al palacio de Linares, a los sastres Juan Utrilla y Ventura Vergara, que vistieron a la sociedad elegante de aquellos años, a la prensa del momento (parte esencial del relato) o la fotografía, los muebles, objetos y tejidos de los trajes, la condición de indiano de unos de los personajes, todo nos adentra, como lectores, en un espacio en el que puede desarrollarse con verosimilitud una historia que contiene en sí misma circunstancias procedentes de un mundo tan poco real como la profesión de nigromante del protagonista. En ese cruce entre la verosimilitud y la fantasía se propone una historia que nos interesa desde el principio porque parte de una pregunta que todos llevamos dentro sobre lo que haríamos si supiéramos con suficiente anticipación nuestro destino. Los héroes a los que hace referencia el título son las personas anónimas cuya vida se ha visto conducida por la irrelevancia y el fracaso y a los que se les da una única oportunidad para hacer algo que les haga recuperar la dignidad.
Solitario nos lleva al mundo rural. A un pueblo en el que solo quedan tres ancianos, llega un personaje a pie, que cuenta la historia en primera persona sin desvelarnos nada de su vida anterior. Todo lo que sucede en las primeras páginas es un prodigio de ambientación, como si camináramos con los cuatro personajes por las calles de la aldea. A los tres habitantes no les interesa conocer nada del pasado del viajero (Era como si aquel pueblo, casi devorado por las fauces de la soledad, hubiera amurallado todos sus acceso para ocultar la marca de mis huellas), sino tan solo si sabe jugar a las cartas, la única afición que los reúne cada día para pasar las jornadas. Han aprendido a vivir con ese único aliciente diario y a él lo subordinan todo. La descripción de la cocina en la que se desarrollan las partidas es tan plástica que nos es reconocible. En ese espacio es posible el desarrollo de unas relaciones entre los cuatro que conducen hacia un final sorprendente, acertadamente salido de lo que se nos ha contado.
Tanto en Héroes de hojalata como en Solitario el estilo de la narración se ajusta perfectamente a lo contado para crear los ambientes y caracterizar a los personajes. En dos relatos tan aparentemente diferentes, hay puntos en común: ignoramos todo del pasado de los protagonistas, nos hallamos de pleno en una acción que nos arrastra y se ofrece a personajes corrientes una posibilidad de afrontar la muerte con dignidad. Que no se caiga en el melodrama ni en emociones manipuladoras es un acierto del autor. El interés recae en la propia historia y en sus personajes, no en recursos fáciles para captar el interés emocional del lector, por lo que la historia y los personajes deben tener la fuerza suficiente para sostenerlo, como es el caso.
Todo ello le sirve al autor para dar una variedad al volumen que el lector agradece, pero debajo de esa diversidad es posible atar las características comunes de toda la colección que son, en gran medida, las marcas estilísticas de este narrador.
Continuamos el próximo jueves.
Aviso para los participantes en el formato presencial
del Club de lectura
La evolución de la pandemia por COVID-19 en la llamada tercera ola, provoca que no podamos reunirnos presencialmente. Las instituciones con las que colaboramos habitualmente (Universidad de Burgos e Instituto de la Lengua de Castilla y León) tienen cerradas sus instalaciones para todo lo que no sea el funcionamiento ordinario de las mismas, por cuestiones sanitarias, y todo nos lleva a ser lo más prudentes posibles. Por este motivo, la sesión anunciada para el día 26 se cancela en su formato presencial y los participantes recibirán el día 26 un enlace a un comentario en vídeo que grabaré para orientar la lectura y responder a las preguntas que se me planteen por correo electrónico. También incorporaré los comentarios que me lleguen con anterioridad y se difundirán los comentarios en vídeos de los participantes, tal y como se ha indicado en las instrucciones que habéis recibido. Todo antes que detener completamente el funcionamiento del club. Sé que sabréis comprenderlo.
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3 comentarios:
El lector se sumerge a gusto en una pintura acertada de ambientes y personajes. Llega a la sorpresa del final, se queda pensativo, algo se le escapa, habrá que leerlo de nuevo. Cuando lo hace, descubre, con una sonrisa, puntos que se le habían escapado, mira que no haberme fijado... Quedan huecos sin rellenar, cada lector los completa con su poca o su mucha imaginación, pero sigue mosqueado. Ese mosqueo es lo bueno de los libros. Este se puede y se debe releer.
Confieso que tardé en darme cuenta de la personalidad canina del protagonista de "Galanes". ¿"Hijo de perra"?
Confieso que me pareció extraordinaria la puesta en escena de "Héroes de hojalata" pero no procesaba la índole del extraño tribunal que juzgaba al indiano arruinado. ¿Un "nigromante"? Ahora que leo tu entrada voy procesando...
Confieso que para entrar en "Solitario" vino en mi ayuda la "Comala" de Juan Rulfo y también..."Diez negritos" de Agatha Christie.
José Ignacio García echa mano de la cultura popular y de la cultura grande, las aúna y así de familiares sentimos sus relatos.
Tan familiar que ha inspirado una entrada como la de nuestro compañero de lecturas Paco Cuesta. No nos la podemos perder.
Un abrazo, Pedro e Ignacio, seguimos.
DEsconhecia que também aí não existem aulas presenciais.Nós iniciámos hoje um período de quinze dias e sem substituição à distância.
Que tudo (te) corra o melhor possível, querido amigo.
Besos
José Ignacio García consigue algo a lo que la narrativa actual tan pródiga en recursos fáciles, no nos tiene acostumbrados: introducir al lector en el relato. Hacerlo coprotagonista. Vivir el relato.
Gracias Pedro.
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